Aliena (2)

La joven Aliena comienza el camino hacia su nuevo hogar, junto al principe y toda la comitiva, además de un grupo de jovenes, llevadas al reino de Lonsdell, para esclavizarlas.

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Y SI, ME GUSTA QUE MIS PERSONAJES FEMENINOS ANDEN DESCALZAS, PORQUE ES COMO ME GUSTA VER A LAS MUJERES, Y SI ESO PARECE TONTO A ALGUIEN, QUIZAS DEBERIAN CONOCER A ESTA CHICA QUE LLEVA MÁS DE UN AÑO VIVIENDO DESCALZA 24/7 http://www.facebook.com/cecilia.descalza

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2

En el patio de armas, los soldados se agrupaban en sus caballos.

Cuando por fin observó todo el rededor, Aliena ahogó un grito de horror. Ante ella había por lo menos cuarenta mujeres más, todas ellas desnudas y con grilletes en sus tobillos, uniendo sus pies por unas cadenas cortas que apenas dejaban las dejaban andar.

Las mujeres, todas jóvenes, de su edad o poco mayores, lloraban mirando al rededor, en busca de ayuda, de algún familiar, pero nadie las hacía caso. Todos los habitantes de la ciudad miraban al suelo, ignorando las suplicas de las chicas mientras los soldados, unos cien, montados ya en sus caballos, sonreían. Al principio, un enorme corcel negro aguardaba al príncipe, quien empujando a Aliena fue hasta él.

  • Iras andando a mi lado. Si no aguantas el ritmo serás azotada, - dijo señalando un látigo que colgaba enrollado de un extremo de la silla de montar - si no obedeces una orden, serás azotada.

Después, mirando a donde estaban las otras mujeres, habló a voz en grito.

  • ¡VOSOTRAS HABEIS SIDO ELEGIDAS PARA SER SIERVAS Y ESCLAVAS DE LOS HOMBRES MAS RICOS DE MI REINO! ¡PARTIREMOS INMEDIATAMENTE Y NO DESCANSAREMOS HASTA LA TARDE! AQUELLA QUE SE RETRASE, ENTORPEZCA LA MARCHA O NO AGUANTE EL RITMO SERÁ AZOTADA Y SI ES NECESARIO, ABANDONADA!

Sin más dilación. Fue hacia su caballo y montó en él. Desde lo alto de la torre, oculta tras la cortina que cubría la ventana, la madre de Aliena, aun desnuda, miraba a su hija alejarse con la cara roja por el llanto mirando hacia ella, sin saber que sus miradas se cruzaban. Una lágrima corrió por la mejilla de la joven reina, que se volvió hacia la cama, donde el rey, desnudo, la miraba lujurioso.

  • ¿Qué la ocurrirá?

  • Si es dócil, si se comporta, será la sierva más fiel de mi hijo, y en dos años, la desposara.

  • ¿Por qué en dos años?

  • Para hacerla esperar y sufrir esos dos años por su negativa a asarse con él. – sonrió, esa medida era cruel. Dos años siendo esclava, sierva, siendo usada como su hijo deseara para después, obligarla a un matrimonio que nunca deseó -  Yo, como padre, podría obligarle, pero no lo deseo. Es un gran hijo, un gran guerrero, y tal vez, tu hija no sea la elegida para desposarse con él.

  • ¿Y si en dos años decide desposarse con otra mujer?

  • Entonces tu hija entrará a formar parte del servicio de la nueva reina. Pero su deber ahora es comportarse, ella es la elegida, y salvo que por azar se encuentre a otra o no se comporte como se espera de ella, se casará con mi hijo.

  • ¿Y si no se comporta mi hija como debe?

El Rey sonrió admirando el cuerpo desnudo de la mujer desde donde estaba y notando una nueva erección.

  • Será una esclava más de mi hijo o de quien pague más por ella en el mercado de esclavos cuando él se  canse.

La reina cerró los ojos y sollozó. El rey sonrió. Ambos sabían que el príncipe jamás se desposaría con Aliena, sino que, por despecho, la convertiría en un mero juguete, en su propia sirvienta y esclava sexual. No obstante la guerra entre los reinos se produjo al negarse la joven princesa a casarse con el joven príncipe, algo que el padre de la muchacha consintió, y que provocó la guerra que llevan teniendo los dos reinos este último año.

  • Vos, sin embargo, os convertiréis en mi nueva esposa, y me obedeceréis fielmente.

  • Si mi rey. – dijo la mujer agachando la cabeza.

El Rey se levantó y fue hacia la mujer. Al estar frente a ella, con sus toscas manos la separó las piernas que la mujer tenía juntas y metió dentro de su coño los dedos corazón y anular, usando el pulgar para presionar en su clítoris oculto entre su vello púbico rizado y los dedos índice y meñique para acariciar los laterales del hinchado sexo que empezó a humedecerse al notar el movimiento de los dedos en su interior y del pulgar en el botón del placer. Afuera, se escuchaba a la comitiva partir, y la reina. Gimiendo de placer, apretó los ojos sollozando por su hija, a la cual la esperaba un futuro ignoto en manos del joven y sádico príncipe. Antes de que el sonido de los caballos por el puente levadizo se perdieran, el Rey ya mordía su pezón izquierdo notando como se endurecía bajo sus dientes entre los gemidos de la reina mientras el otro era estirado por su otra mano sin dejar de hurgar en el interior del coño notando la humedad crecer en la mujer y como esta ronroneaba entre gemidos de dolor, gozando de placer como nunca en su vida lo había hecho, gimiendo entre sollozos y agarrando al rey fuertemente la cabeza contra su pezón, cada vez más dolorido. Presa del gozo, del éxtasis, notando como incluso su pezón empezaba a sangrar por las mordidas aureolas donde el rey dejaba las marcas de sus dientes a la vez que el otro pezón se amorataba de tanta presión y pinzamientos con sus dedo de largas uñas, la reina gimió y entre susurros de gozo empezó a comportarse como era de esperar de ella.

  • Fóllame mi rey, fóllame.

Y el Rey, sonriente, la penetró ahí mismo, de pie, tras sacar su mano, y de un fuerte empujón, haciendo a la reina gozar, gemir y elevar sus piernas para encerrarlas rodeando la cintura del monarca que abrazándola inició un brutal empuje, un salvaje mete-saca dentro de la mujer que solo gemía de gozo notando las embestidas y sus pechos castigados, corriéndose mientras el rey la follaba, haciéndola suya durante horas.

Aliena, al frente de la comitiva, lloraba por el dolor de sus pies tras casi tres horas de caminata por los senderos agrestes y espinosos que salían del castillo.

Tras ella, el joven príncipe sonreía viendo como la joven empezaba a tambalearse y a arrastrar los pies cada vez más, provocándola más daño a buen seguro.

A continuación del príncipe, estaban sus cinco hombres más fieles. Igual que su padre, el se rodeaba de grandes guerreros, y tras estos, unos veinte soldados. A continuación, el grupo de las cuarenta mujeres, todas igual o más cansadas de Aliena, sollozaban y gemían, con sus tobillos sangrando por los grilletes, sus pies que apenas podían mover y casi arrastraban todo el rato, destrozados por la caminata, y algunas con la espalda ya marcada por algún latigazo al tropezar y caer en el camino.

Tras las mujeres, marchaban otros cuarenta soldados, que cerraban la comitiva. El príncipe se acercó hacia Aliena ligeramente, y agarrándola de la cintura, sin bajarse del caballo, la subió a lomos del corcel, ante ella. Aliena soltó un grito de sorpresa, y el príncipe sonrió. Los soldados que le seguían sonrieron igualmente. Sentada sobre el corcel, Aliena estiro los dedos de sus pies y encogió estos para calmar el dolor. Sus plantas, sucias y llenas de ampollas y arañazos la dolían. Tenía varios cortes que habían provocado que sangrara, y si hubiera tenido que andar mucho más, seguro que se hubiera derrumbado entre gritos de dolor sin poder dar un paso más.

  • Gracias. – susurró Aliena notando el pelo del caballo acariciar sus muslos y las plantas de sus pies y la dureza de la silla en su entrepierna desnuda.

  • De nada joven princesa. – dijo sonriente el príncipe, agarrando con una mano las bridas del caballo y llevando la otra a los muslos de Aliena que empezó a temblar de miedo cerrando los ojos mientras notaba la mano ascender por dentro del vestid hasta llegar al final de su pierna y acariciar el final de los suaves muslos donde el vello púbico del pubis recubría toda la zona de unas tiernos y sonrosados labios vaginales que pellizcó suavemente haciéndola soltar un quejido débil mientras lloraba en silencio.

  • Tranquila dulce princesa – susurró en su oído mientras acariciaba el pubis cubierto de vello hasta encontrar el clítoris y masajearlo, besando el cuello de la joven suavemente, provocándola un latigazo de placer que la hizo arquear el cuerpo y gemir de excitación mientras sollozaba – Tranquila. No os tomaré hasta llegar a palacio, pero eso no me impedirá gozar de vuestras intimidades – dijo metiendo un dedo entre los labios de la joven que gimió más alto, tanto que la escucharon los soldados inmediatamente tras ellos que sonrieron, hasta que acarició el himen. Al notarlo el virgo, sonrió y lamió el cuello de la joven antes de volver a hablar. – Y pienso hacerlo cuando se me antoje, sin deciros en ningún momento, al llegar a palacio, cuando estaré entre vuestras piernas saboreando en pleno vuestro néctar y gozando de la virginidad tan preciada que poseéis.

Un segundo dedo acompañó al primero, Aliena se tensó sin poder dejar de sollozar, presa del asco, del odio y de la más brutal excitación que jamás sintió. Estaba gozando, notaba como se humedecía, como su coño empezaba a mojarse y a mojar la mano del príncipe que metía y sacaba lentamente los dedos mientras tras soltar la brida y susurrar a la princesa que las cogiera ella, algo que hizo con manos temblorosas, llevó la mano por delante de la joven y por dentro del vestido acariciando sus duros pezones y pellizcando ambos hasta notar cómo, tras arquear el cuerpo y gemir tan alto como sus sollozos lastimeros y llenos de gozo se lo permitían, la princesa se corrió empapando la mano del príncipe, que tras sacarla de dentro, lamió sonriente. Notando como la joven se relajaba y sollozaba, dejando las lagrimas recorrer su joven y hermoso rostro adolescente, soltando las bridas que el asió fuertemente sin dejar de desear volver a inspeccionar las intimidades de la deliciosa chiquilla que tenía delante, la cual, excitada, se sorprendía por descubrir la agradable sensación de vaciarse, y de cómo ese placer se le escurría de su interior por sus blancos muslos manchando la silla de montar.

Se detuvieron tras cuatro horas de caminata.

Las esclavas, llorando, se derrumbaron en el suelo muertas de cansancio. Algunas lloraban, sobre todo tras ver sus pies destrozados y sangrando por la dureza de todo el terreno recorrido.

El príncipe ayudó a bajara a Aliena que gimió al posar sus pies en el suelo. También la dolían, pero ella había estado sobre el caballo  una hora.

  • Montar las tiendas, hacer hogueras y encadenar a las esclavas.

Con unas gruesas cadenas de no más de cincuenta centímetros de largo, una a una, las esclavas fueron encadenadas las unas a las otras gracias los grilletes que sobresalían de los laterales de los grilletes que oprimían sus tobillos, y que las habían provocado cortes y laceraciones.

Una vez estuvieron todas únicas, cerraron la cadena haciendo un círculo y uniendo finalmente a la primera con la última.

  • En breve estarán listas las tiendas, y podrás entrar conmigo a descansar. –dijo el príncipe acariciando la cara de Aliena que tenía los ojos rojos por el llanto.

Sin pudor, delante de todos, llevó su mano a la entrepierna de la joven que cerró los ojos. Asqueada, volvió a sentir la mano del príncipe acariciar su intimidad, y se sorprendió de nuevo excitada. El príncipe notó esa excitación enseguida pues su mano pronto se empapó del néctar del joven y sacó la mano para chupársela de nuevo.

  • Me va a costar aguantar. Pero por dios santo que no os tomaré hasta palacio, pero si saciaré mi sed con vuestro néctar en cuanto pueda.

Y acercándose más a la joven, la abrazó para besarla, sin que Aliena hiciera nada por impedirlo, presa de una excitación sin igual y sorprendiéndose a sí misma al desear que de nuevo, la hicieran sentir esa humedad deslizarse desde dentro de ella y recorrer sus jóvenes muslos.