Alicia se sale de la trayectoria I
En medio de una ola de calor en Madrid, a Alicia y a Juan se les estropea el aire acondicionado. Cuando dos técnicos visitan la casa del matrimonio, Alicia se ve envuelta en una situación que pone a prueba su fidelidad.
A Alicia y a Juan siempre les había gustado irse de vacaciones a principios de septiembre, cuando hay menos gente en las playas, los precios son más accesibles y sobre todo no hay niños por todas partes. Esto les obligaba a pasar los veranos en la ciudad sufriendo el asfixiante calor estival de la capital de España.
Ambos tenían buenos trabajos, ella en un famoso bufete de abogados y él en una empresa tecnológica, que les habían permitido acceder a un piso moderadamente amplio en una buena zona.
El piso estaba totalmente destrozado cuando lo compraron y le tuvieron que hacer una reforma integral. El aire acondicionado fue una de las principales obsesiones de la reforma. El arquitecto les recomendó poner aire por conductos, lo que implica una sola máquina para dar aire a toda la casa. El piso era de planta antigua, en la reforma habían decidido cambiar la estructura para poder aprovechar la luz natural que había en los extremos de la vivienda. Así el cuarto principal quedó situado enfrente de la puerta de entrada y la cocina, integrada en el salón en el otro extremo. Estas estancias estaban separadas por un largo pasillo de unos veinte metros en el que había otras dos habitaciones y un baño. Dentro de la cocina se había hecho una separación para un pequeño cuarto un poco más recogido con la lavadora y algunos trastos de limpieza. La máquina de aire se instaló en el techo de este lavadero y los conductos recorrían toda la casa para poder dar aire a la habitación principal.
Un buen día, en medio del mes de agosto, el aire dejó de funcionar y tuvieron que llamar a una la empresa que les hacía el mantenimiento habitualmente para que lo revisara, pero les dijeron que no tenían disponibilidad hasta varias semanas después. En pleno verano les costó mucho encontrar a alguien que estuviera disponible y al final consiguieron el contacto de un técnico gracias a Silvia, una amiga de Alicia.
Tras darles plantón varios días, se presentaron dos técnicos en la casa. Uno más alto y un poco gordito que parecía ser el jefe y un chico joven, con aspecto agitanado, no muy alto, pero muy atractivo, con brazos fuertes, labios gruesos y unos grandes ojos negros.
Ya era hora, os hemos llamado cuarenta veces esta semana. Les recibió Juan.
Buenos días, - contestaron secamente- ¿nos indica dónde está la máquina?
Es por aquí, intervino Alicia
Usted delante
Juan miró a los técnicos de manera desafiante y se puso a caminar el primero. Era un chico bastante alto, rubio con el pelo rizado, con gafas modernas y bastante delgado. Nunca le había gustado mucho el deporte, por lo que su constitución no era muy musculada.
Alicia le siguió y detrás de ella venían los técnicos, que aprovecharon para radiografiar a Alicia desde atrás.
A sus 32 años, Alicia era una mujer atractiva. Era alta para ser mujer (1,72cm), de piel blanca que contrastaba con su pelo negro azabache. Llevaba corte de estilo afrancesado por encima de los hombros, dejando perfectamente visible su hermoso y sensual cuello. Sus caderas anchas en contraposición con una cintura estrecha y un pecho abundante le hacían una figura con muchas curvas bien definidas, que a ella le había acomplejado en sus años adolescentes, cuando añoraba el cuerpo de una modelo anoréxica, pero que ahora se estaba empezando cuenta del efecto que producía en los hombres cuando utilizaba ropa ceñida y la miraban de arriba a abajo.
Ese día llevaba un vestido azul claro de verano, a medio muslo, con escote cruzado y la espalda descubierta. A cada paso que daba se le levantaba levemente el vestido y casi dejaba ver su culo, que era acorde a sus caderas, más bien grande, pero trabajando a conciencia en sus clases de yoga y pilates.
Mientras caminaba hacia la cocina, Alicia escuchaba a los técnicos cuchichear y reírse.
- Menuda jaca - Oyó decir a uno de ellos
Al oír el comentario se giró con gesto de desaprobación “qué se creen estos tíos” pensó, pero se encontró la mirada penetrante del chico joven con media sonrisa, lo que la intimidó y le hizo volver la cara sin decir nada.
- Hace calor, ¿eh? - Dijo esta vez el chico con tono burlón
- Sí, bastante - Respondió Alicia con voz azorada - Esperó que arregléis el aire.
- No se preocupe, señora. Va a quedar encantada - Intervino el gordito e inmediatamente los dos empezaron otra vez a reírse, ante la incomodidad de Alicia, que aceleró el paso mientras oía cómo los mecánicos hacían comentarios sobre su vestido.
“Qué asco de tíos” pensó para sí misma. Incluso llegó a meditar si echarlos de casa, pero con el malhumor que tenía Juan por el calor, pensó que mejor callarse y esperar a que arreglaran aquello.
Cuando llegaron los cuatro al cuartito donde estaba la máquina central del aire, Juan les señaló la tapa del registro en el techo. “Ahí es”. El que parecía el jefe dio un paso adelante y miró hacia arriba, dejando a Alicia detrás suya, medio acorralada con el chico más joven detrás. El cuartito no tendría más de 4 metros cuadrados y el chico se quedó a escasos centímetros de Alicia, que sentía su sudor penetrante.
- Hace falta una escalera, le indicó el jefe a Juan.
Juan se fue rezongando a buscarla a una de las habitaciones que estaban a mitad del pasillo. Para dejar salir a Juan, que había entrado el primero, el jefe se movió violentamente hacia atrás, obligando a Alicia a desplazarse hacia atrás. En su retroceso se encontró con el cuerpo del chico agitanado, que la agarró de la cintura.
- Qué se cae, señora - le dijo entre risas
- Disculpa, no te he visto. Y no me llame señora, que no soy tan mayor - le respondió visiblemente molesta e intentando zafarse del fuerte agarrón sobreactuado del joven, que al retirar la mano rozó su culo en un movimiento que no pareció inocente, pero que Alicia no se atrevió a reprochar.
El gordito miró otra vez al chico joven con complicidad, pero no dijeron nada. El silencio se volvió incómodo, a Alicia se le estaba haciendo una eternidad aquella situación y para tratar de romper aquella tensión dijo:
- Me ha dicho Silvia que en su casa hicisteis un buen trabajo.
Los dos se rieron y el jefe respondió:
- Muy bueno, sí. Sabemos satisfacer a nuestras clientas.
La forma de pronunciar la palabra “clientas” volvió a incomodar a Alicia que bajó la mirada mientras se sonrojaba de ira por el inapropiado comentario que le acaba de soltar un tío que le repelía profundamente. “¿De dónde sacan a esta gente?” pensó para sí misma.
Por suerte, escuchó que Juan ya anunciaba su llegada por el pasillo, miró su reloj y le sorprendió que su marido apenas había tardado un minuto que a ella se le había hecho eterno. Sin que se diera cuenta el chico joven se había arrimado mucho más ella de manera sutil, sin llegar a tocar su cuerpo, pero rozando el vuelo de la falda vestido.
Cuando el marido entró en el lavadero con la escalera golpeó levemente al chico joven, que se echó encima de la mujer descaradamente exagerando el empujón de Juan. Alicia pudo notar perfectamente como con una mano le tocaba la pierna izquierda y con la otra le agarraba fuerte la cadera cogiendo la mitad del culo y acercándose peligrosamente con los dedos al interior de su muslo.
- Con cuidado - Le dijo el chico a Juan - Y le pidió perdón a Alicia, que se quedó tan cortada que solo pudo indicar con un gesto de la cara que no pasaba nada.
Juan extendió la escalera en el cuartito, lo que hizo que Alicia tuviera que volver a retroceder. En su camino se volvió a encontrar al gitano, que no se movió y que además había dejado la mano muerta abajo, como esperando el culo de Alicia. Alicia se sobresaltó al sentir aquella mano fuerte en su culo. Hizo ademán de quitarse, pero el chico la agarró por la cintura con la otra mano y la llevó hacia atrás. Entonces Alicia sintió la polla del mecánico totalmente dura y no pudo evitar restregar su culo contra ella y emitir un leve suspiro. Fue un microsegundo en el que perdió el control al sentir aquel miembro completamente duro e inmediatamente un pensamiento de arrepentimiento la invadió "¿por qué coño no le he partido la cara a este mocoso?"
El suspiro hizo que Juan y el gordito se giraran a mirar, mientras el chico joven se retiraba rápidamente hacia afuera del cuarto. Juan miró extrañado a su mujer, que parecía agobiada en aquel cuarto minúsculo a 38 grados y rodeada de hombres sudorosos. Tenía la mirada baja, como ausente y movía con inquietud uno de sus pies, con el talón un poco elevado y haciendo círculos.
- Hace mucho calor aquí dentro - acertó a decir en su sofoco, omitiendo por vergüenza y culpa que estaba siendo acosada.
Los dos técnicos se volvieron a mirar con complicidad y el jefe dijo:
- Señora, enséñele a Charly dónde está la otra salida de los conductos, que aquí cuatro personas somos demasiadas. Yo me quedo con su marido revisando la máquina y vosotros quitáis la rejilla de la otra salida para comprobar que no hay ningún atasco en el conducto.
- Sí, Ali, id a la habitación y enséñale la salida.
Alicia no tuvo más remedio que irse de mala gana con el chico a la habitación. Como en el camino de ida, ella fue delante y Charly detrás, lo que hacía que se pusiera cada vez más nerviosa sintiendo sus miradas. Iba echa un flan y casi no podía caminar del temblor de piernas que sentía.
- Aquí es - dijo señalando una rejilla que había en el techo
- Uy, que alta. ¿Puedes traer una escalera, Alicia? -Pronunció su nombre por primera vez, con un cierto retintín- Tengo que quitar la rejilla para ver si hay algo dentro.
- No creo que tengamos otra escalera, pero puedo buscar algo.
Volvió con una escalera pequeña de solo tres peldaños. El chico se subió, pero no llegaba bien. Se bajó y le dijo a Alicia:
- ¿Me puedes ayudar? No llego.
- ¿Qué dices? Ese no es mi trabajo, quítala tú.
- Mira, es que José (el jefe) es un cabrón y si viene y no he conseguido quitar la rejilla me va a echar.
- Joder tío, y a mí que me cuentas.
- Qué más te da, si solo es subirse y quitar cuatro tornillos. Tu eres más alta, seguro que llegas.
Alicia entornó sus ojos con gesto de desesperación, suspiró con desaprobación, pero terminó por ceder - “Ya subo yo, no te preocupes”. Se subió a la escalera, pero apenas llegaba a la rejilla. Para tratar de alcanzar los tornillos con más facilidad se inclinó, poniéndose de puntillas y descuidando que se le levantaba el vestido. Desde abajo, Charly no perdía detalle del espectáculo, podía ver perfectamente el culo de Alicia y su tanguita blanco. Ella al principio no se dio cuenta de lo que pasaba, pero cuando se giró para decirle que los tornillos de la rejilla estaban demasiado duros vio al gitano con el móvil en la mano haciendo fotos por debajo de su vestido de manera descarada.
- ¿Qué coño haces, imbécil? - le dijo fuera de sí.
La ira hizo que se tambaleara y perdiera el equilibrio, cayendo encima del chico, que al recogerla se tropezó con la cama:
- Perdona, no lo he podido evitar. -Dijo Charly sin mostrar mucho arrepentimiento y con un cierto aire de suficiencia.
- Eres un hijo de puta, ¿de qué coño vas? Te voy a hundir la vida, miserable de mierda. Tú no sabes quién soy yo.
- Joder tía, llevas toda la mañana poniéndome cachondo, no te pongas ahora así. Solo te he mirado un poco el culo, que por cierto es una pasada.
En caída, Alicia había quedado atrapada en el suelo, entre las piernas del chico, que parecía divertirse anulando los intentos de ella de zafarse apretando las piernas
- Esto no tiene gracia. Te estás pasando.
- No seas tonta, si en el lavadero me has restregado el culo y me la has puesto como una piedra. En mi barrio no nos gustan las calientapollas.
- ¿Qué dices? Si has sido tú el que me ha tocado y no he dicho nada para que mi marido no te rompiera la cara.
- Jajajaja, ¿seguro que ha sido por eso? ¿querías librarme de la ira del increíble Hulk? - soltó con tono insolente el gitano - ¿y el gemidito a qué venía? ¿No sería que te estaba gustando que te tocara un hombre de verdad? - E inmediatamente le puso la mano en la polla.
Alicia seguía haciendo ademán de salir de las garras del aquel chico, el calor y la fuerza con la que Charly se lo impedía estaba haciendo que decayera en su intento y empezara a sentirse mareada. La falta de fuerzas la estaba llevando a un estado de resignación que hizo que al tocar nuevamente la polla del gitano no pudiera evitar volver a emitir un gemido, esta vez más audible.
Charly sonrió, le agarró la cara y le dijo:
- Mira cómo me pones, ¿has tocado alguna vez una como esta? Y se sacó la polla por encima elástico del pantalón de trabajo.
Alicia y Juan se habían conocido en el último año de Universidad y desde entonces mantenían una relación feliz, sin mayores altibajos que alguna discusión de vez en cuando por el tema de los hijos. Los dos se entendían bien y no eran personas celosas, si bien ninguno de los dos había dado motivos al otro para serlo.
Juan tenía un trabajo que le consumía muchas horas y Alicia hacía tiempo que no se sentía bien atendida. A pesar de ello, en todos estos años solo una vez había tenido un desliz con un compañero de trabajo. La culpa hizo que Alicia se lo confesara a Juan, que le perdonó sin mucho drama. Lo cierto es que, aunque Alicia le juró no volver a hacerlo, en aquel momento fue consciente de que lo podía volver a hacer siempre que quisiera porque Juan era demasiado pusilánime para dejarla.
El miembro que aquel joven sacó de su pantalón era realmente imponente, Alicia trató de rememorar las pollas que había visto en su vida, como intentando buscar respuesta a la pregunta que le habían hecho; la de su marido, la de su compañero de trabajo, las de su etapa universitaria al llegar a Madrid....
No es que hubiera visto muchas pollas, pero antes de Juan, en la uni, había tenido su etapa de zorrón en la que se había follado a unos cuantos tíos y le gustaba fantasear con aquella etapa de libertad que abandonó para tomar “el camino correcto en la vida”.
- Joder, esto es demasiado, quiero que pares y no diré nada. - Suplicaba sin poder evitar ser cada vez menos convincente.
- No, no quieres que pare. No seas tonta y disfruta… “Ali”.
El gitano imitó el acento gallego de Juan, se levantó y acercó su polla a escasos centímetros de la boca de Alicia, que seguía en el suelo.
- Si quieres que me vaya me lo dices y me voy ahora mismo. -mientras le decía esto, le acaricio la cara con mucha suavidad con toda la palma de su mano y mirándola de manera imponente desde arriba como diciéndole con los ojos "no te vas a poder resistir".
La polla del gitano estaba totalmente erecta frente a ella, era enorme con una forma perfecta, sin la más mínima desviación, con las venas marcadas y un capullo que sobresalía resplandeciente y que casi parecía que le hablaba. A la altura de su polla, bajo un musculado abdomen, el gitano tenía un tatuaje de un conejo. Alicia recayó en él, puso su mente en blanco y medio hipnotizada por el fuerte olor a sexo que desprendía aquel rabo descomunal, cubrió el capullo de la polla de Charly con sus labios y empezó a succionar suavemente, claudicando a los deseos de aquel joven desconocido y a los suyos propios. En cerebro se repetía una frase "¿quién eres, Alicia?"
- Muuuuy bien, muy bien. - Le dijo Charly disfrutando de la mamada mientras empujaba suavemente la cabeza de Alicia para ayudarla en sus intentos de introducir más polla en su boca. .- Buena chica, Alicia, buena chica .- Le decía con condescendencia.
Aquella mamada llevó a Alicia a rememorar otros tiempos, en los que trataba de esforzarse por hacer gozar a los hombres con los que ligaba una noche, con la vaga esperanza de que si los dejaba satisfechos la volverían a llamar al día siguiente. Aquella obsesión por encontrar pareja la había llevado a perfeccionar su técnica, viendo porno, leyendo manuales en internet, practicando con dildos e incluso contactando con mujeres por internet para que le compartieran los secretos más inconfesables para hacer disfrutar a los hombres. Esto le hizo ganarse la fama de ser una de las mejores mamadoras de Ciudad Universitaria, además de una "chica fácil".
Alicia volvía a sentirse una joven irresistible para los hombres que tenía que proporcionar placer como único objetivo. Su garganta iba aceptando cada vez mejor aquella tremenda polla que la atravesaba. El tremendo tamaño hacía muy complicado conseguir tenerla completamente dentro, pero Alicia lo estaba intentando a conciencia, succionando con mucha fuerza el capullo cada vez que lo tenía entre sus labios y lamiendo de vez en cuando el frenillo con la lengua mientras clavaba la mirada en aquel joven que parecía extasiado.
Mientras jugueteaba con la polla del gitano, tratando de evadirse mentalmente de lo que estaba haciendo y sintiendo un intenso calor en todo su cuerpo, escuchó el clic de un móvil haciendo una foto que le hizo recobrar la cordura. Se sacó la polla de la boca e iba a increpar violentamente a Charly cuando se oyeron pasos acercándose por el pasillo. El gitano la empujó subiéndose rápidamente los pantalones y se subió a la escalera para hacer que estaba trabajando. Alicia se quedó desconcertada y solo acertó a sentarse en el borde de la cama, tratando de recomponer su imagen y limpiándose una y otra vez la boca con la mano, como si se le acabara de meter un mosquito dentro y se lo quisiera quitar.