Alicia (Historia de una Vocación) 3

Después de su experiencia con el Padre Miguel, Alcia quiere perder la virginidad, para lo cual pedirá ayuda a su amiga MArta.

Alicia. (Historia de una vocación) Tercera parte.

Salí de la sacristía pensativa, y durante el resto del día no hablé demasiado. Marta me preguntó varias veces por lo que me había dicho el Padre Miguel, pero yo le dije que en el cole era mejor no hablar de esas cosas, y le propuse ir después de clase a su casa. Allí le contaría todo, porque había decidido que necesitaba los consejos de mi amiga más experimentada.

Así que después de pasar por casa a ducharme y merendar, me cambié de ropa y caminé los escasos 200 metros que había entre mi casa y la de Marta. Fuimos corriendo a su habitación y totalmente ansiosa me suplicó que le contara todo. Y se lo conté. Sin guardarme nada y con todo lujo de detalles, ante su expresión cada vez más alucinada.

-No abras tanto los ojos que se te van a salir de las órbitas- le dije sonriendo.

-Pe..pero- tartamudeó- El cura es un hijoputa, eres menor.

-Si, pero eso no es lo que me importa ahora.

-¿Pues qué es?

-Que me lo he pasado de puta madre. Estaba muerta de miedo, pero caliente como una pizza. Joder, tía, me he corrido al tragarme su leche.

-No me puedo creer que con lo estrecha que eres te hayas dejado hacer todo eso. Joder, yo nunca me he tragado esa cosa, la escupo siempre... jajajaja.

Mientras nos reíamos entró sin llamar el hermano de Marta, Juan Luis. Era un chico de 17 años muy deportista pero a mi modo de ver, no muy listo. Lo conocía de toda la vida, y me parecía guapo, pero cuando lo vi entrar, lo miré con mis nuevos ojos y me di cuenta de que estaba buenísimo. Tenía las espaldas anchas, el pecho musculoso, la barriga plana, y los brazos y piernas fuertes. "Joder, que cacho de polla se tiene que gastar"- pensé para mí, medio asombrada todavía por la falta de costumbre.

-Tías- nos dijo- voy a ducharme, que vengo de jugar un partido. Los papás se han ido al cine, así que sed buenas y si me necesitáis me llamáis.

Y, sonriéndome, añadió- sobre todo tu, Alicia.

Marta le soltó un bufido y le mandó a la mierda. Cuando nos quedamos solas, me preguntó.

-¿Y qué vas a hacer con lo del cura de los cojones?

-Pues nada. La verdad es que ahora me da igual, mi problema es que quiero perder la virginidad.

-Coño, sí que te ha dado fuerte.

-Marta, estoy cachonda todo el día. Desde que he salido de la sacristía no paro de pensar. He tenido que masturbarme tres veces en las últimas 6 horas. Necesito una polla dentro, y cuanto antes.-

-Joder tía, me estás poniendo caliente a mí- Dijo Marta.- Oye, tengo una idea,- y me agarró de la mano y me arrastró fuera de la habitación, corriendo me llevó hasta la habitación del final del pasillo y entró sin llamar; a la derecha estaba el cuarto de baño y entramos sin pensárnoslo. Juan Luis estaba allí, desnudo, con la polla en la mano, totalmente empalmado, zumbándosela. Al vernos se quedó helado, sin saber qué hacer. Detuvo la paja que se estaba haciendo y empezó a balbucear.

-¿Qu...qué hacéis?

Marta empezó a carcajearse.

-Te hemos pillado con las manos en la masa, jajajjaa.

-Vete a la mierda- dijo él, pero al verme allí intentó taparse.

-No, hermanito, no te tapes. Joder, no sabía que la tuvieras tan hermosota- y no paraba de reírse.

-¿Qué coño queréis?

-Bueno, dijo tranquilamente. Es que Alicia tiene un problema, y como has dicho que te llamáramos si pasaba algo...

-Pues la próxima vez llámame al móvil. ¿Qué te pasa?- dijo más dulcemente mirándome, ya más tranquilo puesto que se había tapado con una toalla.

Pero yo no sabía qué decir. Aunque estaba caliente después de haber visto a Juan Luis en plena paja, seguía siendo muy vergonzosa, y además no terminaba de saber a dónde quería ir Marta a parar.

-Alicia quiere perder la virginidad- Dijo Marta con total tranquilidad.

-¿Cómo?- gritó Juan Luis-

-Que Alicia...- y mientras hablaba empezó a tocarme el culo-necesita...-y pasó la palma de la mano por mis tetas tapadas por un top azul ceñido y muy sexy- que le echen un buen polvo- terminó, metiendo la mano entre mis muslos con mucha suavidad.

-Joder, tías ¿os habéis vuelto locas?

Yo estaba muy caliente, pero colorada como un tomate. Marta estaba totalmente tranquila, miraba a su hermano con total descaro y tenía los ojos brillantes como los de una gata.

-No, hermanito, simplemente te pedimos que le hagas un favor a nuestra amiga. Ella quiere dejar de ser virgen, ¿quién mejor que tú, que la conoces de toda la vida?

-No sé de qué va esto- dijo bastante azorado.- ¿Cuándo? ¿Dónde?

-Ahora mismo, aquí.

_¿Contigo delante?- gruñó él.

-Por supuesto, soy muy curiosa- contestó ella.

-Ni de coña, tía, ya has visto bastante de mí por hoy.

-Verás- empezó a decir con mucho retintín Marta, poniendo la misma voz que una empollona que contestara a la pregunta de un profesor, y poniéndose detrás de mí pasó sus brazos por mi cintura.- Puedes follarte a este pedazo de tía- y pasó las manos por mi contorno, demostrando que tenía muchas curvas- Puedes echar un polvo increible con la zorrita de mi amiga. Puedes sobar estas tetas tan grandes- me levantó el top hasta dejar mi sujetador al descubierto, y ella misma me las sobaba metiendo la mano. Y apretando con sus dedos mis mejillas hasta que mis labios se quedaron contraídos formando un círculo, siguió- Puedes meter tu polla en su boca.- Y prosiguió metiendo la mano por mi pantalón hasta tocar mi coño empapado- y puedes follártela como te apetezca. Puede ser tu zorrita, siempre que aceptes una condición, y es que yo os mire.

A mí me había dejado totalmente entregada a lo que tuviera que pasar. Me sentía exhibida, como si fuera un regalo para aquel joven musculoso, y eso me ponía, y mucho. Pero Juan Luis no estaba menos caliente. La toalla no podía ocultar que su polla estaba dura como una estaca. Sus ojos no se apartaban de mi cuerpo, no se lo podría creer.

-Joder, hermanita, sabía que tenías fama de calentorra, pero no imaginaba que fueras tan puta.

-No sabes tú cuanto.- Añadió sin dejar de frotar mi clítoris con su dedo.

Pero cuando Juan Luis empezó a acercarse, ella se separó y se sentó en la taza del Water dispuesta a ver el espectáculo.

Yo estaba quieta como una estatua, totalmente entregada, ansiosa y deseando que empezara a tocarme. El se puso delante de mí y empezó a besarme el cuello suavemente, sentía su aliento en mi piel, y notaba sus manos que tímida y dulcemente acariciaban mi espalda sin llegar a bajar más. Me gustaba, era un chico amable y romántico, pero no era lo que imaginaba. Entonces Marta gritó:

-Joder, no es tu puta novia, tío, es una perra que te he regalado para que te la folles, no para que le digas cositas al oído.- Y dirigíendose a mí me ordenó- Tu, Alicia, agarra la polla a ese pringado y dale fuerte, a ver si se anima.

Marta me había entendido perfectamente; eso era lo que me gustaba. Mi mano obedeció y le sujeté la polla con fuerza, empezando a masajearla con energía. El respondió bufando y gimiendo.

-Sí, sí, Alicia, qué bueno.

-¿A qué esperas?- siguió Marta. Ponla de rodillas y fóllale la boca.

En cuanto su mano rozó mi cabeza yo me arrodillé dócilmente y empecé a hacer lo que ya sabía que se me daba bien. Empecé usando mi lengua como si fueran las puntas de mis dedos, lamiéndole muy despacio mientras mis verdaderos dedos rozaban con las uñas sus hinchados huevos, provocándole un estremecimiento tras otro; cuando noté que sus piernas flaqueaban, agarré su culo con fuerza y me la empecé a meter en la boca oprimiéndola con los labios, y llevando toda la piel hacia atrás. Era una polla no tan larga como la del Padre Miguel, pero más gorda, y me pareció mucho más rica. Moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás mis labios masturbaban aquel precioso rabo, mientras mi lengua, por dentro, golpeaba y lamía produciendo cada vez más saliva que, mezclada con los flujos que destilaba, perseguía a mis labios cuando sacaba la polla de mi boca. Me gustaba jugar con esa saliva, la escupía una y otra vez sobre su polla y luego la extendía al pajearlo. Hubiera seguido toda mi vida mamando aquella delicia, pero Marta estaba atenta y me interrumpió:

-Deja de chupar, tía, que se te va a correr en un decir Jesús.- Y dirigiéndose a su hermano le ordenó.- Tú, que esta ha venido a perder su virginidad, y ya te habrás dado cuenta de que su boca no tiene ningún himen que romper.

Los dos nos quedamos quietos. Yo, arrodillada, medio desnuda y con la polla pegada a mis labios; él, tembloroso y con los ojos abiertos como platos. Estaba claro que Marta gobernaba la situación, así que esperábamos a que ella nos dijera cómo seguir. Por fin, se levantó de la taza y se acercó hasta nosotros.

-Alicia-dijo casi susurrando-Suelta esa polla que no va a irse a ningún sitio.- Abrió mis dedos como hacía mi madre cuando yo era pequeña y quería quitarme un juguete de las manos, y cogiéndola ella misma con fuerza, empezó a arrastrar a su hermano, tirando de la picha como si fuera un carrito y me ordenó que la siguiera.

Junto a la cama, y sin soltar la polla de su hermano, que sujetaba como si fuera de su propiedad, me empujó hacia el colchón. Luego, mirando a su hermano, le dijo:

-Hermanito, no sé a qué niñas pijas estás acostumbrado a follarte. Seguro que a ellas les encanta que les recites poemas de amor mientras les metes la polla con mucha educación, pero esta perra lo que necesita es que se la claves sin compasión como harías con cualquier puta de 20 euros la hora. Y si no lo haces- dijo meneándole la polla despacio-me obligarás a hacerte el resto de tu vida imposible.

-Joder, Martita, me estás haciendo una paja, tía que eres mi hermana.- dijo Juan Luis alucinado.

-No creo, con lo pardillo que eres seguro que te adoptaron.- Y sin dejar de menearle la polla se sentó a mi lado y le ordenó: - ¡¡Follátela!!

Juan Luis, confundido pero con el rabo tieso y anhelante, se echó sobre mí y guiado por la mano de su hermana empezó a introducirla en mi coño. Marta la empujaba como si metiera el cinturón en sus vaqueros, controlando que entrara poco a poco. Yo iba sintiendo esa cosa gruesa y mojada que se introducía despacio en mi vagina, tan despacio que podía abandonarme a las sensaciones que se sucedían a cada centímetro que entraba. Era como si un calambre que no fuera a terminar nunca se extendiera por todas las partes de mi cuerpo.

En unos pocos segundos que parecían eternos, el rabo de Juan Luis se vio frenado por algo que todavía había dentro de mi vagina; sentí algo de miedo, no sabía si me haría daño al romper el himen, pero estaba deseando comprobarlo, así que agarrando con mis manos su culo, empujé yo misma elevando de golpe mis caderas, y en un instante el delgado telo cedió y la polla penetró hasta dentro, provocándome un espasmo de placer. Gimiendo y mareada por el gusto que me daba sentir esa cosa tan dura frotarse contra mis entrañas, movía mi culo deprisa, perfectamente coordinada con Juan Luis, que entraba y salía con fuerza, mientras sus músculos se marcaban como los de un atleta corriendo los 100 metros lisos.

Mientras tanto Marta estaba masturbándose como una perra, con todos sus dedos trabajando su coño; unos frotando, otros metiéndose hasta el fondo. La cara de cerda de Marta me calentaba todavía más. Entonces nuestros ojos se cruzaron, yo la miraba abrumada por la follada de Juan Luis, con los ojos humedecidos, los labios entreabiertos y mi cuerpo moviéndose de arriba abajo tras esa polla tan maravillosa; ella tenía tal deseo en su expresión que resbaló su cuerpo por las sábanas, como una serpiente, y empezó a lamer mis pezones despacio, saboreándolos, mordisqueándolos. Al placer que sentía por las embestidas se añadió el que me producía la boca de Marta. De mis tetas pasó a mi boca, y me la comió metiendo su lengua caliente y mojada y jugando con mi lengua.

Juan Luis seguía follándome con los ojos cerrados, y no se dio cuenta de que Marta se ponía tras él y cogiéndolo por las caderas lo sacaba literalmente de dentro de mí. Casi susurrando, dijo:

-Joder, yo también quiero mi parte- y dándole la vuelta se arrodilló frente a él y como una posesa se metió en la boca lo que hace un momento estaba en mi coño. Juan Luis, la miraba atónito, y entre jadeos dijo:

-Marta, no puedes hacer eso, eres mi hermana....-

Ella, sacandola de la boca, agarrándola firmemente entre sus manos, y con una mirada de puta que se la hubiera puesto tiesa hasta a un eunuco, se limitó a contestar:

-Si, una hermanita bien zorra que te come la polla; ¿no te gusta eso, hermano? ¿No te gusta que tu hermana pequeña te pase la lengua por todo tu hermoso rabo?- Y mientras hablaba daba lametones lentos y largos, recogiendo con la lengua la saliva mezclada con el líquido preseminal que cada vez era más abundante.

-Alicia, ayúdame- me ordenó, y me arrastré hasta el suelo poniéndome junto a ella, de rodillas. Ella estaba comiendo y lamiendo sin parar, pero metódicamente, la sacaba y con su propia mano la metía en mi boca. Yo notaba la mezcla de sabores más deliciosa que había probado hasta entonces. Era más rico que cualquier golosina. Y deseaba cuanto antes sentir el espeso semen en mi lengua.

Marta adivinó mi pensamiento, y mordisqueando mis labios me dijo: -No, Alicia, quiero que se corra de otro modo.- Entonces, de repente, empujó a Juan Luis hacia la cama, dejándolo tumbado bocarriba, y agarrando mi melena bruscamente, se levantó arrastrándome con ella, hasta dejarme a mí también tumbada junto a su hermano.

-Ponte de rodillas sobre la cama, hermanito-

El obedeció, totalmente entregado. Entonces, Marta, empezó a masajear la polla de su hermano despacio, mirándome a los ojos con una sonrisa perversa, y sin elevar la voz, dijo:

-He hecho muchas pajas, pero nunca a una polla tan grande. Enhorabuena, hermanito- Y empezó a besarlo en la boca sin dejar de pajearlo. Yo los miraba desde abajo, tumbada, sin dejar de acariciarme el coño, extasiada al ver una mano tan pequeña masturbar un rabo tan grande, que casi no le cabía. Lo hacía muy despacio, apretando fuertemente, presionando y soltando rítmicamente. Juan Luis gemía mientras su hermana no dejaba de chupar su lengua y lamer sus labios.

-Vas a correrte sobre la puta de mi amiga, sobre sus tetas-

Y poco a poco aumentó el ritmo. Era una maestra pajillera, se le notaba. Yo sabía que en el cole había hecho muchas a unos cuantos compañeros, y ahora controlaba perfectamente a su hermano, retrasando o acelerando su eyaculación según le apeteciera a ella. Ví que su mano iba muy rápida, subiendo y bajando, con la polla firmemente agarrada, empapada en saliva y brillante. Yo deseaba que se corriera en mi boca, pero ver casi sobre mis ojos aquella masturbación me tenía tan caliente que yo misma frotaba mi coño al mismo ritmo que Marta la polla de su hermano, hasta que por fin, Marta gritó:

-¡¡Ahora, cabrón córrete sobre esta zorra!!- Y conforme lo gritaba, un chorro de espesa leche empezó a caer con fuerza sobre mí, inundando mis tetas. Una corrida enorme, que parecía no acabar, que me hacía sentir el caliente líquido como disparos. Sentía esparcirse el aroma del semen, me llegaba a la nariz, al paladar, como una comida recién hecha, y entonces empecé a correrme yo misma, empapando mi mano, gritando.

-Sí, dámelo, dámelo, joder- decía mientras mi cuerpo temblaba y se estremecía.

Pero todavía me quedaba una bonita sorpresa. Marta, dejando a su hermano acostado junto a mí, agotado por la corrida, se inclinó sobre mis tetas y empezó a lamer toda la leche. Con tanto placer y tan meticulosamente iba juntando todo el semen en su boca, que yo me calenté inmediatamente otra vez, al sentir su lengua sobre mi piel, mis pezones y mi vientre, y el pegajoso líquido moverse de una parte a otra de mi cuerpo. Cuando había recogido en su boca toda la corrida de su hermano, puso sus labios sobre los míos. Ambas abrimos la boca como para un beso, y sentí como desde su boca, una bola de nieve caía hacia mi lengua. Nuestras lenguas se juntaron y pasamos el semen de una a otra varias veces. Ese modo de sentir la leche dentro de mí, mezclada con la saliva de Marta y notando su caliente y maravillosa boca jugando con la mía, me excitaba todavía más que si simplemente se hubiera corrido en mi boca.

Estaba tan extasiada que no reparé en que Juan Luis se había recuperado de su corrida, hasta que abrí los ojos y lo ví de rodillas, abriendo mis piernas y con la polla otra vez dura como una piedra, diciendo excitado:

-Joder, sois las dos tías más putas que he visto en mi vida.-

Y bruscamente, como si yo fuera solo un pedazo de carne del que él pudiera disponer a su antojo, se echó sobre mí y me la clavó de una vez, hasta el fondo. Sentí su carne entrar en mis entrañas, quemándome por dentro, y luego su polla rozarse contra las paredes de mi coño al meterla y sacarla en una follada mucho más violenta que la primera vez. Sabía que a ese ritmo no tardaría en correrse otra vez, y yo con él, sobre todo porque habiéndome tragado todo el semen, Marta seguía besándome y sobandome por todas las partes del cuerpo que Juan Luis no ocupaba al follarme.

Me sentía usada por ellos dos, utilizada como un juguete, por aquellos dos hermanos. Me gustaba sentirme así, me limitaba a disfrutar a la espera de que ellos decidieran hacer lo que quisieran con su puta. Y por fin, en pocos minutos, sentí por primera vez correrse un hombre dentro de mí, disparar el chorro de leche sin avisar, como lo haría con una prostituta que no le importara una mierda. Y yo me corrí conforme sentí su polla estallar. Fue más violento que la primera vez, porque todo mi cuerpo estaba siendo estimulado por Marta y Juan Luis, y porque el sabor de la leche seguía en mi paladar, y el aroma del sexo en mi olfato. Dejé de pensar, solo me dejé llevar por aquel orgasmo hacia las sensaciones que mi cuerpo fuera capaz de provocarme, y no voy a contaros cuáles fueron esas sensaciones, porque las conocéis perfectamente, pero sí os digo que a partir de entonces solo viviría para repetirlas contínuamente.