Alicia en la madriguera

En un pasadizo subterráneo, Alicia se topará con un conejo blanco que le hará de guía a un país muy particular...

Alicia miró la hora en el móvil al bajar del autobús. Eran las 2 de la madrugada. Teniendo en cuenta que la parada distaba casi 20 minutos a pie de su casa, no llegaría hasta prácticamente las 2 y media. Pensó en la bronca que le aguardaba por la mañana por estar por ahí hasta tales horas un martes. Suspiró resignada y emprendió el camino con paso desganado.

A sus 18 años recién cumplidos, Alicia había empezado la universidad hacía apenas un mes. Más por motivos de unas notas mediocres que por auténtica vocación, había acabado matriculándose en Derecho, carrera en la que la nota media de acceso solicitada se situaba en poco más de un 5. Desde el primer día había sido consciente de que allí no pintaba nada. Todas las materias le resultaban aburridas en incomprensibles y pasaba las horas garabateando en las hojas cuadriculadas supuestamente destinadas a tomar apuntes. Las más de las veces, se pelaba las últimas clases del día y se iba con su amiga Montse a tomar cañas. Hoy había sido uno de esos días, pero las risas y confesiones con su amiga se habían alargado en exceso y, sin que se diera cuenta, se le había hecho la una de la madrugada. La idea de tomar un taxi que le hubiera dejado en su casa en 20 minutos se asomó a su cabeza, pero la perspectiva de pagar no menos de 15 euros le hizo desecharla al instante, por lo que no tuvo más remedio que encomendarse a los autobuses nocturnos y su interminable recorrido tachonado de paradas y más paradas. El resultado: más de una hora de trayecto y casi media hora aún pendiente de camino a pie.

Ensimismada en sus tribulaciones acerca del total fracaso académico que se dibujaba en su horizonte, Alicia llegó a la enorme avenida de ocho carriles que constituía una de las principales arterias de entrada y salida de la ciudad y a cuyo otro lado se extendía el desolado barrio obrero en el que vivía. Siempre le deprimía observar aquella extensión de viviendas de protección oficial de la que pensaba que nunca podría huir. Acabaría de dependienta en la carnicería familiar troceando costillares y aguantando los reproches paternos por no haber aprovechado esas oportunidades académicas con las que ellos no pudieron ni soñar. Sus abuelos habían sido unos fracasados, sus padres lo eran y ella también lo sería, no se podía luchar contra la genética. Dejó a un lado estos pensamientos y vio a su derecha las escaleras que bajaban al viejo pasadizo subterráneo que cruzaba la avenida, un agujero lúgubre, mal iluminado y con un penetrante olor a meados que prácticamente ya nadie utilizaba desde que se habían construido las pasarelas superiores hacía unos años. El problema era que la pasarela más cercana estaba a no menos de 300 metros. Ciertamente, no era recomendable utilizar el pasadizo a cualquier hora del día (se había convertido en refugio habitual de drogatas y mendigos), no digamos ya a las 2 y pico de la madrugada. “Bah, a la mierda”, pensó Alicia “¿Qué puede haber, algún homeless durmiendo la mona?”, y decidió recortar 5 minutos a su trayecto utilizando aquel túnel insalubre. Bajó los 15 escalones que llevaban de la acera al inicio del pasadizo y un fuerte olor a orines le abofeteó la cara en cuanto se internó apenas un metro.

-Joder, qué peste…

El túnel se hallaba precariamente iluminado por unos fluorescentes de los que dos de cada tres estaban fundidos y más de la mitad de lo restantes parpadeaban dándole a aquel agujero el aspecto de una especie de discoteca tercermundista. Las paredes se hallaban cubiertas por pintadas que iban desde graffitis moderadamente elaborados hasta simples soeces mal escritas y rematadas con rudimentarias representaciones de pollas. El suelo se hallaba cubierto de charcos de líquidos de más que cuestionable procedencia y una variadísima colección de envoltorios, papeles y latas. Alicia, ante aquel panorama, sopesó durante unos instantes la posibilidad de volver a la superficie e ir al encuentro de la mucho más higiénica y segura pasarela, pero finalmente decidió seguir adelante. “Son dos putos minutos, tía” se dijo a sí misma a modo de ánimo. Con paso rápido en intentando respirar lo menos posible por la nariz para evitar aquel atroz olor, finalmente se aventuró hacia el interior de aquel siniestro pasillo. Apenas había recorrido unos metros cuando, a la intermitente luz de los maltrechos fluorescentes, creyó distinguir algo parecido a una figura humana a unos 40 metros de distancia, más o menos a la altura de la mitad del pasadizo. Alicia se detuvo un instante y la idea de dar media vuelta y salir de allí brilló en su cerebro como un enorme cartel de neón. Tras unos dubitativos segundos, decidió seguir adelante. “Pasa de largo rápido y ya está”. La figura fue tomando definición a medida que se acercaba, a pesar la dificultad de distinguir algo bajo aquellas ráfagas de luz borracha. Era indudable que se trataba de una persona cuya espalda se apoyaba en la pared del túnel, pero una especie de bulto rechoncho parecía yacer a sus pies. Algo parecido a una respiración jadeante parecía resonar en el ambiente. Finalmente, cuando la distancia ya se había reducido a apenas unos metros, Alicia distinguió claramente lo que representaba aquel conjunto: un hombre de unos sesenta años apoyado en la pared y con los pantalones bajados al que algo parecido a una mujer le estaba practicando una felación. Alicia se quedó congelada ante tal estampa. Tras unos segundos, la mujer se percató de la presencia de la joven y, abandonando durante un momento su menester oral, giró la cabeza. Un rostro de marcados rasgos masculinos enterrado bajo una gruesa capa de maquillaje clavó los ojos en Alicia. Con una mano, apartó la encrespada melena rubio platino que le cubría el ojo izquierdo y una sonrisa entre dulce y malévola hizo acto de presencia en aquella atroz cara mientras observaba de arriba a abajo a la petrificada joven. Con un movimiento de cabeza lento y suave, volvió a girar la cabeza y a introducirse la polla de aquel carcamal en la boca mientras con el rabillo del ojo observaba divertida la reacción de su joven espectadora. Finalmente, tras uno segundos en los que parecía haber quedado hechizada ante la visión de tan repulsivo espectáculo, Alicia reaccionó y salió corriendo dejando atrás aquella perturbadora escena de la que había sido involuntaria testigo. Llegó al otro extremo del túnel , subió 5 escalones y se detuvo jadeante por la carrera.

-Hay que joderse… - se dijo a sí misma aún incrédula ante lo acababa de presenciar.

La imagen de aquel ser de sexualidad ambigua deleitándose con el pene de un sexagenario jadeante se había grabado en su cabeza y no había forma de expulsarlo. Lo extraño es que, más que repugnancia, sentía algo parecido a la excitación de haber sido testigo de la intimidad de dos auténticos frikis. Una especie de sentimiento entrañable hacia aquel par fenómenos de feria le cosquilleaba el estómago. Rio divertida y sacó el móvil dispuesta a contarle inmediatamente el bizarro episodio a su amiga Montse.

-Menudo culito tienes, cielo. Qué envidia me das…

Una voz ronca que intentaba enmascarar su indudable origen masculino mediante una amanerada entonación interrumpió a Alicia apenas había empezado a teclear en su móvil. Giró la cabeza y vio en la entrada del pasadizo, a la distancia de los cinco escalones por encima en los que se hallaba, a la inenarrable figura que hacía unos instantes se hallaba enfrascada en el arduo trabajo de propinar una mamada. Fumaba un cigarrillo de una forma teatral, como suelen fumar las femme fatales en las películas de bajo presupuesto. Se trataba de una persona de alrededor de 1,70, rostro cuadrado de hombre profusamente maquillado, rubia melena encrespada y prominente nuez en el cuello. La edad, imposible de calibrar, podía estar entre los 40 y los 70. Vestía un ajustado top rojo que amordazaba dos tetas desiguales similares a pelotas que no figurarían en el cuadro de honor de ningún cirujano plástico. Una minifalda de purpurina amarilla apenas cubría una pequeña parte de unos escuálidos muslos enfundados en medias claras. Unos zapatos de tacón azul celeste remataban aquel bizarro conjunto de características físicas y ropa barata. Alicia se quedó congelada ante la interpelación de aquel ser híbrido medio hombre, medio mujer, medio todo, medio nada. Se quedó mirándolo con la cabeza girada, incapaz de articular palabra o hacer lo más sensato que se podía hacer en tal situación: salir corriendo. Pero su cerebro parecía cortocircuitado y ahí estaba, parada y con la respiración acelerada.

Aquella cubista mezcla de rasgos masculinos y femeninos acabó de fumar el cigarro y subió los cinco escalones que le separaban de Alicia. Ya a su altura, la miró y sonrió con toda la dulzura que sus toscos rasgos recubiertos de maquillaje barato le permitían. Alicia, inexplicablemente para ella misma, siguió paralizada. La palabra “huida” rebotaba en las paredes de su cráneo, pero el hechizo de algún hada con muy mala leche parecía haber congelado sus músculos.

-Caray, eres monísima, cariño… - susurró el indefinido ser recorriendo con sus ojos la figura de Alicia.

Pequeñita pero tremendamente bien proporcionada, Alicia era en realmente una auténtica preciosidad. Vestida con una ajustada minifalda de cuero sintético negro que marcaba espectacularmente la curva de su redondo y firme trasero, una ancha camiseta blanca de cuello desbocado bajo la que se escondían unas pequeños pero redondos y firmes senos que no se hallaban retenidos por sujetador alguno y unas Converse blancas inmaculadas, resultaba tremendamente sexy sin ni si quiera pretenderlo. Su carita ovalada de pequeña nariz, carnosos labios rosados, grandes ojos color miel y castaña melena recogida descuidadamente en una coleta era el remate perfecto de una maravillosa obra que despertaba ternura y lascivia a partes iguales.

-¿Cómo te llamas, cielo? - preguntó dulcemente aquel ente indefinible.

-A… Alicia – contestó estupefacta la joven sin creer que le estuviera dando su nombre a aquella cosa. ¿Se había vuelto gilipollas de repente?

-Vaya, un nombre muy adecuado. ¿Te has metido en esta madriguera persiguiendo a un conejo blanco? Jajaja

-¿Q… qué? - replicó confundida Alicia sin comprender la referencia.

-Nada, cielo. Cosas mías. Yo me llamo Casandra.

Antes de que Alicia pudiera reaccionar a esta presentación, las huesudas manos de largas uñas fuxias de Casandra se aferraron a su cintura y le estampó dos besos en las mejillas. Alicia siguió congelada, totalmente paralizada ante las toneladas de surrealismo de toda aquella situación, respirando el olor a maquillaje de baja calidad y tabaco barato que exhalaba aquel rostro. Casandra, sin soltar aquella maravillosa cintura, observó a Alicia de hito en hito.

-Mírate, cariño, eres lo más bonito que he visto en mi vida. Y mírame a mí… - susurró tristemente Casandra. - En fin, el martirio de haber nacido mujer en el cuerpo de un hombre…

-Te… tengo que irme – logró por fin articular Alicia.

La declaración de intenciones no fue seguida de acción alguna por parte de Alicia. Siguió allí parada, sintiendo cómo aquellas manos seguían aferrando firmemente su cintura. Por algún motivo que no lograba comprender, aquel contacto no le resultaba desagradable en absoluto. ¿Habría perdido la cabeza? “Corre, imbécil”, se dijo a sí misma. Su cuerpo se negó a obedecerle.

-Pues no veo que te vayas – dijo Casandra en un tono entre divertido y malicioso.

Sus manos se desplazaron y asieron firmemente aquellas prietas y redondas nalgas que se escondían bajo la minifalda de falso cuero. Un escalofrío recorrió la espalda de Alicia. ¿Por qué se estaba dejando sobar por aquel bizarro transexual? Sintió una angustia que se le atravesaba en la garganta. Sintió rabia contra sí misma. Pero no sintió impulso alguno de huir. Casandra apretó con ganas aquel maravilloso culo que no ofrecía resistencia a sus manos.

-Joder, cielo, mataría por tener este culo… - susurró dulcemente Casandra pegando su cara a la de Alicia.

Alicia continuó totalmente quieta, dejando que aquellas manos amasaran con avaricia sus perfectas nalgas. Estaba a punto de romper a llorar. Notó como la mano izquierda de Casandra subía por su cintura y acariciaba su pecho derecho por encima de la camiseta. Un pulgar empezó a dibujar círculos alrededor del pezón y éste se puso duro como un perdigón al instante. Casandra comenzó a pellizcar suavemente aquel pezón que tan buen comportamiento había demostrado.

-Vaya, cariño, ¿te has puesto cachonda? - susurró triunfalmente aquella voz de género indefinido.

Alicia seguía callada y quieta mientras aquellas manos se daban un banquete con su cuerpo. Una lágrima descendía por su mejilla izquierda. Aquellas dos tetas asimétricas y duras como balones de reglamento se aplastaban contra su barbilla mientras Casandra seguía manoseándola a placer. La repugnancia que sentía por sí misma era inconmensurable Había otra cosa aún más inconmensurable que también sentía pero se negaba a reconocer: morbo. Una lengua húmeda comenzó a pasear suavemente sobre su mejilla para, finalmente, lamer tiernamente sus preciosos labios. Alicia, casi inconscientemente, abrió lentamente la boca y sintió como aquella mojada culebra irrumpía en su cavidad bucal. Un fuerte sabor a tabaco y vodka barato anegó sus papilas gustativas. Sintió asco, pero el hormigueo de placer que recorrió su espalda le hizo comprender que había algo que superaba con creces a ese asco. Sumisa, dejó que Casandra jugara a placer con su lengua. Saboreó con fruición aquella saliva rancia que se trasvasaba a su boca, tragándosela placenteramente mientras la lengua de Casandra trazaba suaves espirales alrededor de la suya. Las manos de Casandra levantaron la falda de Alicia y se agarraron directamente a la carne de aquel culo celestial mientras seguían fundiéndose en un húmedo y láscivo beso.

Tras unos minutos de apasionado intercambio de fluidos bucales, Casandra sacó la lengua de la boca de Alicia. Ésta, jadeante y con el pulso acelerado, vio como aquel feo rostro mal maquillado le dedicaba una sonrisa que contenía todos los matices que iban desde la bondad más beatífica hasta la maldad absoluta. Las manos de Casandra seguían aferrando las nalgas de Alicia por debajo de la falda.

-En cuanto te he visto en el pasadizo, he sabido que eras una zorrita en potencia… - susurró maliciosamente Casandra.- Es lo que tenemos las putas, cielo, que sabemos reconocernos.

-Yo… yo no soy una puta- susurró avergonzada Alicia.

-Sí que lo eres, cariño…

Casandra volvió a meter su lengua en aquella boca juvenil. Sus manos ascendieron por debajo de la camiseta de Alicia y amasaron ávidamente las pequeñas y redondas tetas que allí se cobijaban. El cuerpo de Alicia se relajó, admitiendo con su blandura el triunfo absoluto de Casandra.

-¿Quieres… que el conejo… blanco... te enseñe… hasta… dónde llega… la madriguera… cariño? - articuló entrecortadamente Casandra mientras seguía devorando la lengua de Alicia.

La madriguera. El conejo blanco. Alicia. Se acordó de aquella película de dibujos que había visto de pequeña y por fin captó la referencia. Alicia persiguiendo al conejo hasta la madriguera y llegando al País de las Maravillas. Aquel pasadizo hediondo no parecía llevar a País de las Maravillas alguno. Aquel conejo blanco solo podía guiarla al País de las más oscuras pulsiones. Alicia, sumisamente, asintió débilmente con la cabeza. Se había resignado a ser la puta de aquella otra puta. Casandra frenó el banquete que se estaba dando con aquella fresca lengua adolescente y miró aquella preciosa carita. Una sonrisa de triunfo se dibujo en sus labios pintarrajeados de rojo al ver los vidriosos ojos de esclava de Alicia.

-Vamos, cielo… - susurró dulcemente mientras guiaba escaleras abajo a aquel maravilloso cuerpo sin voluntad que era ahora mismo Alicia.

Entraron en el pasadizo. El fuerte olor a orines sacudió a Alicia y le hizo volver al mundo real. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo podía haberse enrollado con aquel engendro? ¿Había perdido el poco juicio que tenía? Se dio la vuelta nerviosa, dispuesta a salir corriendo. Se topó con Casandra, que iba detrás pegada a ella. A la estroboscópica luz de los agónicos tubos fluorescentes, aún parecía un ser más bizarro.

-¿Qué pasa, cielo? - preguntó Casandra. Sus manos volvieron a aferrar firmemente la cintura de Alicia. Las garras de un águila evitando cualquier posibilidad de huida de su presa.

-No… no puedo. Qui.. quiero irme – sollozó nerviosamente Alicia. Las ágrimas empezaron a correr abundantemente por sus mejillas.

-Tchsss… tranquila, cariño…

La mano izquierda de Casandra soltó la cintura de Alicia y acarició suavemente su mejilla derecha secando las lágrimas que la arrasaban. Alicia agachó la cabeza entre pucheros. El nervio por huir había desaparecido. Volvía a sentirse totalmente a merced de aquella hiena andrógina. Quería morirse. En realidad, quería otra cosa que no se atrevía a confesarse.

-Mírame, tesoro… - le dijo suavemente Casandra mientras su mano izquierda seguía acariciando su mejilla.

Alicia alzó la vista. Vio a través de las lágrimas aquel rostro varonil enterrado bajo capas de maquillaje. Los labios rojos exgaredamente pintados, el colorete mal puesto, la sombra de ojos aplicada a brochazos… todo era demasiado grotesco para ser cierto. Casandra desplazó la mano y sus dedos índice y anular comenzaron a acariciar los labios de Alicia. Ésta cerró los ojos en un intento de mostrar algo de resistencia que le hiciera recuperar un mínimo de respeto por sí misma, pero sus labios se rebelaron ante aquel conato de dignidad y se entreabrieron. Los dedos de largas uñas de Casandra aceptaron la invitación y se introdujeron en aquella boca que tan amablemente los recibía. Alicia notó un sabor salado, de auténtica suciedad, en cuanto aquellos dedos tocaron su lengua. Casandra empezó a hacer movimientos adentro y afuera con ellos, llegando hasta el fondo de la garganta. Alicia abrió los ojos y notó como su lengua jugaba alegremente con aquellos intrusos. Saboreaba ávidamente el gusto rancio con el que aquellos dedos juguetones habían contaminado su boca.

-¿Ves cómo si puedes, dulce putita mía? - dijo alegremente Casandra mienras mientras sus dedos se deleitaban con la humedad de aquella boca celestial.

Casandra sumó el dedo anular a los otros y, sujetando con la otra mano la parte posterior de la cabeza de Alicia, comenzó a follarle violentamente la boca. Ésta notaba como llegaban hasta el fondo de su garganta y se mantenían allí unos segundos cortándole totalmente el aire. Alicia, en las escasas 4 mamadas que había hecho en su corta vida, había descubierto que se le daba bien aguantar la respiración y soportar como las pollas se le introducían hasta la campanilla sin sufrir arcadas. Así, pudo aguantar estoicamente el repaso bucal que aquellos 3 dedos le estaban propinando. Sentía la saliva le cayéndole a chorros por ambos laterales de la boca. Mientras Casandra se entretenía profanándole la boca, Alicia notó cómo unas manos se posaban en sus caderas. Un estremecimiento le recorrió el espinazo ante aquel contacto. No podía ser Casandra, pues sus manos estaban demasiado ocupadas en su boca y cabeza. Notó claramente como un bulto, sin lugar a dudas un pene en erección, comenzaba a frotarse contra su culo. Aquella pelvis trazaba movimientos ascendentes y descendentes, haciendo que la polla recorriera toda la rajita del culo de Alicia por encima de la falda. Alicia, presa del terror, intentó gritar, pero los dedos de Casandra alojados en su boca impedía que pudiera articular sonido alguno.

-Tranquila, cielo. Solo es el cliente al que le estaba haciendo la mamada. Me ha prometido 100 euros si conseguía traerte aquí, ¿sabes? Pórtate bien con él, querida… - la lengua de Casandra comenzó a juguetear con el lóbulo de la oreja de Alicia tras susurrar estas palabras.

Alicia se derrumbó totalmente por dentro. Se sentía como una gacela retrasada mental que se había metido por gusto en la guarida de los leones. Gruesas lágrimas comenzaron a correr de nuevo por sus mejillas. El tipo ya le había levantado la falda y sentía cómo aquel pene se deslizaba directamente sobre la estrecha franja de las bragas que cubría el valle que se separaba sus nalgas. Alicia, en un estado semicatatónico, comenzó a mover las caderas y a estimular aquella polla con su firme y redondo trasero . No le quedaba otra que portarse bien, como le había dicho Casandra.

-Joder, si esta niña es toda una zorra. Qué maravilla… - dijo una voz carajillera tras Alicia.

Casandra sacó finalmente los dedos de la boca de Alicia. La saliva le caía a hilos por la barbilla. Casandra pasó por allí su lengua recogiendo gustosamente todas aquellas babas que sabían a néctar celestial. Alicia sacó la suya deseosa de enlazarla con aquella que le lamía la barbilla. Casandra correspondió y volvieron a comerse las bocas con gula. Mientras, el sexagenario anónimo hizo las bragas de Alicia a un lado de un tirón y, consiguiendo que aquellos preciosos muslos se separaran unos centímetros, introdujo su polla de un vigoroso golpe aquel coño de 18 años. El cuerpo de Alicia se estremeció al sentir como aquella estaca de carne se clavaba en sus entrañas. Solo la habían penetrado 3 veces en su vida, y nunca en esa incómoda posición. Las piernas le temblaron, pero el apoyo que constituía Casandra enfrente suyo impidió que cayera de rodillas.

-Hostia puta, que agujerito más prieto y húmedo. Qué maravilla. - Dijo el cliente mientras, agarrado firmemente a las caderas de Alicia, su polla realizaba bruscos movimientos ascendentes y descendentes dentro de aquel precioso coñito.

Alicia notaba cómo aquel glande golpeaba la pared de su cuello uterino y se retiraba solo para propinar un golpe más enérgico a continuación. Aquella polla era grande, o eso le parecía a ella dada su poca experiencia sexual. Sentía dolor, pero un agradable cosquilleo empezó a invadir su bajovientre y a irradiarse hasta la zona de los riñones. Casandra dejó de devorarle la boca y observó aquella carita sujetándola entre sus manos. Alicia estaba con los ojos entrecerrados, como en trance, y graciosos jadeos se escapaban de sus labios a cada golpe que aquella polla asestaba en su coño.

-Estás gozando como una perrita en celo, ¿eh, cariño? - le susurró cariñosamente.

A modo de respuesta, Alicia enlazó los brazos alrededor del cuello de Casandra y su rostro se contrajo en una mueca de puro placer. Un latigazo eléctrico acababa de estallar en sus riñones y se había desplazado como un ejército de cosquilleantes mariposas a los largo de su espina dorsal. Las piernas le fallaron y habría caído de rodillas de no haber estado cogida a Casandra.

-Madre mía, esta cría acaba de tener un orgasmo de cojones… - dijo maravillado el cliente sin dejar de follarse enérgicamente a Alicia.

Alicia abrió los ojos tras unos segundos de éxtasis y se encontró con aquella cara que contenía toda la fealdad de ambos géneros. Las manos de Casandra seguían acariciando suavemente sus mejillas. Le encantaban aquellas caricias. Sacó la lengua y lamió afectuosamente un pulgar que le rozaba la boca. Casandra lo paseó dulcemente sobre aquella lengua que tan agradecidamente se ofrecía. Los golpes de polla en su cuello uterino se aceleraron y Alicia sintió como el cosquilleo que había precedido a la explosión de placer volvía a tomar forma en su bajovientre. Una mano cogió su cuello y arqueó su cuerpo hacia atrás. Sintió en su mejilla el aliento rancio del sexagenario y el roce de su boca.

-Qui… quiero verte la carita cuando me corra dentro de ti, putita… - jadeó entrecortadamente mientras aceleraba el ritmo de sus embestidas.

Tras unos segundos de frenéticas penetraciones, Alicia notó como aquella polla adquiría un nivel de dureza brutal y, acto seguido, su interior se inundaba de semen. Casi al mismo tiempo, un nuevo orgasmo le recorrió la espalda con una intensidad aún mayor que el anterior. Su cuerpo se tensó mientras el cliente seguía sujetándola y propinándole las últimas embestidas para decargarse totalmente en el interior de aquella preciosa criatura. Un prolongado jadeo de puro placer surgió de los labios de Alicia y resonó a lo largo de las paredes del pasadizo. Los ojos entrecerrados y en blanco no podrían haber sido más indicativos del éxtasis en que se hallaba sumergida. Tras unos segundos, la tensión abandonó el cuerpo de Alicia y sus tendones parecieron convertirse en mantequilla. El cliente sacó la polla de aquel inundado coño y soltó a su presa. Alicia se derrumbó sobre el sucio suelo, quedando de rodillas y con la cara apoyada en los antebrazos. Pequeños temblores aún recorrían su cuerpo. Notó cómo sus rodillas se empapaban sobre un charco de algún líquido nauseabundo. Jadeante y agotada, prefirió no saber naa acerca de la naturaleza de aquella sustancia.

-Joder, qué polvazo … - dijo el cliente mientras se abrochaba los pantalones.

-Creo que os lo habéís pasado bien los dos – replicó burlonamente Casandra.

-Toma, los 100 euros prometidos, cariño – dijo el cliente alargándole 2 billetes de 50 a Casandra.

-¿Y los 20 de la mamada? - inquirió ofendida Casandra.

-Pero si ni si quiera has acabado de hacérmela.

-Eres un viejo cabrón, ¿lo sabes?

-Y tu engendro feísimo, pero que hace mamadas muy baratas jajaja – rio el cliente mientras se dirigía a la salida del pasadizo.

-Hijo de puta – susurró Casandra con tirria.

Alicia seguía tirada en el suelo en la misma posición. El ritmo de su respiración delataba que estaba llorando. Casandra se acuclilló y le acarició dulcemente el pelo.

-¿Estás bien, cariño? - preguntó con toda la ternura que le permitía su ronca voz.

Alicia enderezó el torso, apoyó la espalda contra la pared y se quedó sentada en el suelo mientras seguía llorando con la cabeza gacha. Sentía como por sus rodillas chorreaban los orines rancios de algún mendigo. El semen de aquel desgraciado empezaba a resbalar por la parte interna de sus mulos. Además, se había sentado sobre otro charco asqueroso y notaba como las bragas se le empapaban pegándosele al culo. Por lo visto, el destino había decidido que todo fuera jodidamente repugnante aquella noche.

-Ey, cielo, no llores…

Alicia giró la cabeza y, a través de las lágrimas, vio el grotesco rostro de Casandra dedicándole una dulce mirada. Su huesuda mano seguía acariciámdole suavemente el pelo en actitud consoladora.

-Estas son las cosas que pasan cuando uno decide entrar en la madriguera, querida. Y tampoco te ha obligado nadie, ¿verdad?

La ternura de la voz de Casandra parecía esconder cierta malicia. Los sollozos de Alicia cesaron. El mohín de sus labios indicaba que, aunque quisiera culpar a alguien, era perfectamente consciente de su responsabilidad. Podía haber salido huyendo varias veces y no lo hizo. Se había parado en aquel quinto escalón con la excusa de escribir a su amiga, pero sabía que en realidad lo había hecho dispuesta a dar media vuelta y volver al pasadizo ante la curiosidad de la escena que había observado. Le había dado morbo por mucho que intentara negárselo. Casandra captó perfectamente el significado de la expresión de aquella carita.

-Mira, cielo, – dijo Casandra incorporándose – en esta madriguera no hay conejos blancos. Aquí solo hay putas y lobos.

Se puso frente a Alicia, con la entrepierna a la altura de su cara. Se alzó lentamente la falda y finalmente quedó al descubierto un grueso pene en erección apenas retenido por un fino tanga. Alicia lo miró sin sorpresa alguna, estaba claro que bajo aquella falda solo podía esconderse una polla. Aquellas tetas deformes de cirujano barato no podían engañar a nadie. Casandra movió ligeramente el tanga a un lado y la dura polla quedó libre, con su glande apuntando directamente al rostro de Alicia.

-Yo soy las dos cosas, ¿sabes? - dijo mientras acariciaba con aquel duro glande la nariz de Alicia – y tú sabes perfectamente lo que eres, ¿verdad, cielo?

Alicia aspiró el aroma de esa polla que se paseaba por su nariz. Tenía un olor fuerte, a falta de aseo de varios días. Sacó la lengua y lamió suavemente la base del glande. Un estremecimiento de placer recorrió el cuerpo de Casandra ante aquel contacto. La lengua de Alicia comenzó a trazar círculos alrededor del capullo. Un intenso sabor entre salado y rancio se adueño de sus papilas y sintió como la excitación se apoderaba de su ser. Se agarró a los escuálidos muslos de Casandra y recorrió con la lengua toda la parte inferior de aquella polla. Enterró su cara en las pelotas arrugadas y apestosas que colgaban entre aquellas dos raquíticas piernas enfundadas en medias de saldo y las devoró ávidamente.

-Buah ,cielo… tengo que follarte esa carita ya… - jadeó Casandra presa de un arranque de puro deseo.

Sujetó la cabeza de Alicia con ambas manos y le introdujo la polla en la boca lentamente hasta tocar el fondo de aquella suave garganta. Alicia notó el contacto y ni una contracción de arcada hizo acto de presencia. Definitivamente, iba a ser muy buena en las folladas de boca. Casandra comenzó a mover la pelvis y Alicia sintió como aquella lanza cárnica se paseaba entre su lengua y su paladar castigándola inmisericordemente con golpes de glande.

-No voy a tardar nada en correrme, cariño. Me has puesto muy cachonda… - jadeó Casandra. - Aaaaah… joder…

Alicia sintió cómo la presión de las manos de Casandra aumentaba sobre su cabeza y un generoso chorro de semen inundaba su boca. La polla de Casandra quedó detenida en el fondo de la garganta de Alicia evacuando todo aquel viscoso fluido. Tras unos segundos, realizó un par de movimientos suaves con el pene y se deleitó con la expresión del rostro de Alicia saboreando aquel mástil pringoso. Finalmente, sacó la polla de aquella boquita de fresa. Pequeños hilos de semen cayeron por las comisuras de la boca de Alicia al hacerlo. Casandra se acuclilló y puso su cara a la altura de la de Alicia. Suavemente se abalanzó sobre ella e introdujo su lengua en aquella boca en la que acababa de correrse. Alicia correspondió entrelazando la suya con aquella visitante y compartiendo los restos de semen que su dueña acababa de brindarle. Un beso maravillosamente asqueroso que a Alicia le supo a auténtica gloria.

-¿Qué eres, cielo? - preguntó Casandra sacando la lengua de la boca de Alicia y saboreando los últimos restos de su propio semen.

-U… una puta – jadeó Alicia.

-La princesa de las putas, tesoro – dijo tiernamente Casandra.

Alicia sonrió tímidamente ante tal cumplido. Casandra se levantó, amarró su pringosa polla en el interior del tanga y se arregló la falda.

-¿Te acompaño a casa, cariño? A estas horas te puedes encontrar con muy mala gente. - Dijo alegremente Casandra.

-Sí… por favor… - jadeó Alicia aún intentando recuperar el aliento.

Casandra la cogió de la mano y le ayudó a levantarse. Alicia intentó arreglarse la mojada falda. Aquello sobre lo que se había sentado olía a demonios. Se dejó caer sobre el costado de Casandra, apoyó la cabeza en su hombro y comenzaron a andar hacia la salida del pasadizo. La mano de Casandra se posó en el culo de Alicia y lo apretó con cariño.

-¿Sabes que la sigo teniendo dura, cielo? - le susurró Casandra dulcemente al oído. - Y sería una lástima no probar ese coñito...

5 minutos más tarde, un tipo borracho entraba en el pasadizo. Le sorprendieron unos sonidos, una especie de gritos que retumbaban por todo el túnel. Comenzó a caminar tambaleante y distinguió la sombra de unas figuras a una veintena de metros. Siguió aproximándose y decidió encender la linterna del móvil, dado que los precarios tubos del pasadizo apenas permitían distinguir nada. Pudo ver con toda claridad a una especie de horrible travesti follándose a horcajadas contra la pared a una  chiquilla guapísima. Ésta última emitía los jadeos de placer más sinceros que él había escuchado nunca. Parecían totalmente indiferentes ante la presencia del inesperado espectador. El borracho comenzó a grabar la escena mientras sonreía estúpidamente.