Alicia
Mi vecina Alicia. No apto para impacientes
Alicia
Salgo a la terraza a fumar como siempre hago después de cenar.
Mi terraza asoma sobre los patios de los vecinos y la cierra un edificio lateral. Es un espectáculo de gente entrando y saliendo, gritos de niños, ladridos de perro, sin tiempo para aburrirte.
Alicia vive justo en frente un piso más arriba, vive con sus padres.
La primera vez que la vi salió con una toalla enrollada en la cabeza y un albornoz a medio atar, llevaba la ropa sucia en la mano. Ciertamente me vió pues, provocativa como es, me sonrió y se bajo el albornoz hasta medio brazo, simpáticamente, con una pose de modelo en una sesión de fotos semi-erótica. Yo le sonreí, con el cigarro en la boca y aplaudiendo sordamente. Ella lanzó un beso y desapareció tras las cortinas.
Sonreí ligeramente y volví a mi cigarro prácticamente consumido.
Me gustaba salir en bóxer a fumar a la terraza en los meses de calor, las noches eran mas agradecidas con menos ropa.
Cada día entre semana esperaba impaciente a Alicia para ver que albornoz llevaba si el azul, el blanco o uno muy gracioso con un personaje de dibujos. Ella salía, me miraba me enseñaba un muslo y se despedía mandando un beso al aire. Yo le sonreía, ponía cara de asombrado y volvía a sonreir.
El juego duraba ya dos semanas y sus provocaciones eran cada vez mas atrevidas. Un día salió vestida con su pelo negro ondulado mojado, tras mi cara de tristeza se dio la vuelta y me mostró un folio pegado a su espalda escrito con un rotulador grueso. ¡ Su numero de teléfono! Yo entre deprisa, cogí mi teléfono y cuando volví a salir se lo mostré. Ella, indulgente se volvió a girar y marque los números hasta pulsar la tecla de llamada.
Siii largo y dulce
¡Hola! Estoy algo decepcionado, esperaba algo más.
¿Que haces mañana? mas corto pero mucho mas dulce
Nada, esperarte.
Pues ven a mi casa mis padres, se van a cenar fuera
Era un viernes y la mañana la pase inquieto.
Pasa.
La besé en la mejilla pero no se dejo. Me giro la cara y puso sus labios allí donde debían estar sus mofletes. Me hizo pasar de un tirón y en el pasillo pude ver que llevaba puesto mi preferido, el albornoz blanco corto. Olía a suavizante mezclado con el perfume característico de su piel.
Desenfrenada, comenzó a desvestirme rápidamente. Mientras me quitaba los zapatos ella se había encargado de mi camisa, arrancando algún botón y me estaba bajando los pantalones. Me deshice de ellos como pude mientras me besaba.
Resoplaba su nariz en mi cara mientras su lengua se mezclaba con la mia, se separaba y me volvía a comer. Su mano acariciaba mi bulto sobre el bóxer y yo entreabría el albornoz para acariciarle los muslos y su culito. No llevaba nada debajo de él.
Me cogió de la mano y me llevo al comedor.
Allí fue dándome besos bajando por mi pecho, haciéndome cosquillas en el vientre hasta que metió la mano bajo el bóxer y saco mi polla dura y brillante. La veía arrodillada pasar la lengua por el glande generosamente. Cogía mi polla con fuerza y se la metía en la boca. Su saliva recorría la base de mi polla y empezaba a humedecerme los huevos.
Veía el albornoz medio abierto y como asomaban sus preciosas tetas. Eran redondas no muy grandes pero rígidas.
La chupaba con voracidad, respiraba fuerte mientras lo hacia. Cuando lamía el glande me acariciaba los huevos suavemente, luego arremetía y se la tragaba entera hasta el fondo de su garganta y comenzaba una serie de arremetidas fuertes que me hacían ver las estrellas.
Me entregue por completo hasta que mi semen le inundó la boca. Le resbalaba cuello abajo y vi su cara de satisfacción, la misma cara con la que me despedía cada noche.
Mientras me recuperaba, la recogí del suelo y comencé a acariciarle bajo el albornoz sus pechos, lentamente hasta el vientre, el interior de sus muslos. La cogí de la cadera y la subí a la mesa. Lamía desde sus pies hasta la parte interna de sus muslos, subía un poco y succionaba sus pezones. Ella lanzaba gemidos cortos mientras apretaba sin diminutos pezones entre mis labios. La bese de bajada hasta su coño, la abrí de piernas y sentí el olor de su sexo, caliente y mojado. Introduje mi lengua hasta donde pude y pegue mi nariz en su clítoris, me movía en círculos y ella me sujetaba la cabeza para que no me detuviera. Pasaba mi lengua por su clítoris, lo aplastaba con la base mientras dos de mis dedos se introducían en su coño chorreando de flujo. Le apretaba sus tetas con una mano, manoseándolas, mientras ella gemía retorciéndose de placer.
Cuando sentí que volvía a estar listo me subí a la mesa y mientras la besaba se la introduje despacio hasta que no pude más. Lanzó un alarido y comencé a embestirla, salvajemente, entraba hasta el fondo y sacaba apenas un centímetro en un movimiento rápido y certero. Se aferraba a mi espalda mientras sus piernas buscaban el ángulo justo para sentirme mas adentro. Me apretó con fuerza y lanzo un grito definitivo, se estaba corriendo y me apretaba la polla con fuerza. Me quede unos segundos dentro de ella mientras me movía en círculos acariciando con mi bajo vientre su clítoris.
Nos quedamos así, tumbados sobre la mesa ella se puso sobre mí y apoyó su cabeza sobre mi pecho, mientras le acariciaba el pelo, le pregunte:
¿Cómo te llamas?
Alicia
Me gusta ese nombre
A mi no se rió.
Tengo que irme
Quédate solo un rato, ¿vale?
Vale
Allí nos quedamos los dos sobre la mesa del comedor. Exhaustos pero satisfechos.