Algunos deseos se cumplen (1)
Muy excitante...
Algunos deseos se cumplen ( I ).
Tienes calor, putita?.- preguntó Noelia, con su voz de terciopelo.
Mientras lo preguntaba se acariciaba el clítoris
Bastante.- repuso Marta.- Y sed. Mucha sed.
Antes se había comido un chupa-chups de fresa. Y dos bombones.
Cuánta, guarrita?. Cuánta sed tienes?.
Mucha. No podría beber algo?. Un sorbo de agua, al menos.
No. Forma parte de tus obligaciones. No beberás nada hasta que no te lo ordene yo. Entendido?. Entendido, zorrita?.
Bien, de acuerdo - suspiró Marta.- Qué haremos ahora?.
Pues básicamente, disfrutar. Eso haremos: disfrutar. Quiero clavarte mi vibrador negro en el culo, follarte el coño con el plumero, untarte el abdomen con mermelada de frambuesa y comérmela, pellizcarte los pezones con unas pinzas, atarte las manos a los barrotes de la cama en fin quiero disfrutar. Disfrutar de ti. Saciarme. Saciarme de ti, putita.
Marta gimió, muy quedamente. Aquella situación la desbordaba
Noelia, desnuda y bronceada, se inclinó sobre ella, que estaba tumbada en la cama. La besó en la boca. Fue un beso salvaje, casi agresivo, brusco. La lengua de Noelia buscó con avidez la de la otra chica, y ambas se fundieron en un baile apresurado. Desde que, a la edad de once años, Noelia había entregado las caricias de sus labios a un amiguito del colegio, la chica no había dejado de gozar besando. Le encantaba besar, la volvía loca, adoraba la saliva, el contacto con los dientes, la sensación de una boca perdiéndose dentro de otra, la succión. Noelia besaba mucho, y besaba muy bien.
Debajo de ella, entre las sábanas, la otra mujer jadeaba un poco. Únicamente llevaba puesto un tanga blanco, breve y diminuto, que le sentaba estupendamente a su cuerpo moreno y curvilíneo. Noelia tenía diecinueve años, no era muy alta, poseía una silueta de líneas frescas y generosas, tetas grandes de areola oscura, culo redondo y respingón, vientre delicioso y piernas bien torneadas. Marta, mayor que Noelia, aparentaba unos veintisiete, tal vez alguno más. Sus pechos eran pequeños, con los pezones arrogantes, su cintura estrecha, los muslos firmes y bastante trabajados en el gimnasio, su cadera muy sugerente.
Las dos componían un territorio femenino en el que cualquiera desearía perderse principalmente él. Él, desde la ventana de la casa de enfrente, se estaba poniendo cachondísimo, llevaba más de veinte minutos mirando atento, con sus prismáticos, esos objetos que tanta satisfacción le estaban regalando
Noelia se enderezó, y su espalda se curvó de un modo muy gracioso. Cogió algo del suelo, con calma, y se atusó su melena cobriza. Se movía con la sensualidad de un felino, con movimientos que recordaban a un animal en celo, y su piel brillaba con la intensidad del sol. Se chupó, traviesa, el pulgar, altiva, y luego se lo metió en su coñito, un coño que, desde la distancia, se veía hermosísimo, adornado por una fina hilera de vello bastante claro. Se penetró con el dedo durante unos segundos, mientras Marta permanecía acostada, atenta a la acción que se desarrollaba ante sus ojos negros. Respiraba, Noelia, excitada, y esa respiración hacía que sus carnes se tensaran, se tornaran arrogantes. Después, sin mediar palabra, condujo su dedito ensalivado hacia el rostro de Marta, le acarició con él las pestañas, los pómulos, las acaloradas mejillas, la nariz la mujer abrió la boca, muy despacio, y Noelia le metió el pulgar, poco a poco, disfrutando del acto, se lo frotó contra su lengua inquieta, y le indicó que se lo mamara. Marta nunca le había practicado una felación a un dedo, sí a un plátano ( para aprender, cuando tenía catorce años ), y encontró la tarea bastante divertida.
Él, en la otra casa, no perdía detalle
Las sábanas parecían frescas. De color salmón. Seguramente desprenderían un sabroso aroma a lavanda, o a alguna cosa de esas. Hubo un instante en el que apenas veía nada, John continuaba con las ecuaciones el calor era demasiado pegajoso, se sentía sucio temió ser descubierto por el niño, incluso por la madre del niño carraspeó varias veces, se paseó por la habitación y todo regresó a la normalidad.
Las chicas continuaron sus actividades. Le gustaba observarlas, sabedor de que ellas ignoraban su presencia. Le agradaba el color de sus cabellos, Marta ( antes había escuchado a la otra joven llamarla así ) los tenía de un tono muy poco frecuente, era una de esas pelirrojas explosivas. La más cría de las dos los lucía castaños, con algunas mechas más rubias. Se trataba de melenas sedosas, largas, una rizada y la otra lisa, melenas que se juntaban, como si también ellas quisieran trato carnal, se tocaban, se confundían la una con la otra.
El niño resopló y procedió a resolver la tercera de aquellas ecuaciones de segundo grado.
Marta estaba siendo acariciada por la otra niña. Le estimulaba la entrepierna, se deslizaba una y otra vez por esos confines de su cuerpo, sin prisa, dibujando círculos pequeños en su más que sensible zona erógena. Él podía verles los coños, todavía vestido el de Marta, coños profundos, sabrosos, con los binoculares ( y siempre atento a los requerimientos de John ) podía verlo todo, sus pliegues rosaditos, mmmm, qué placer tenían que dar aquellos labios vaginales, eran como fresones maduros, podía captar la humedad en aquellas rosas, podía ver cómo Noelia se humedecía más y más, cómo el tanga blanco de Marta se llenaba de aguas Desearía olerlos, le fascinaban los olores, enterrar allí la nariz y apoderarse de aquellos embriagadores perfumes, sin duda algo amargos y algo dulzones, mmmm oler aquellos coños
No aguantaba más, su polla crecía a un ritmo vertiginoso
Eres una zorra.- dijo Noelia, mientras terminaba de atar las muñecas de Marta.
Unas cuerdecitas de color rosa sujetaban sus delgadas manos al cabecero de la
cama. Marta estaba inmovilizada. Ataviada con aquel pequeñísimo tanga que, pese a sus miedos, se había ido mojando. Le temblaban las rodillas, pero no podía evitar que se le pusieran duros los pezones. Tenía la boca seca, y el puso muy acelerado.
Lo sabías?. Sí, claro que lo sabías, lo sabes, sabes que eres una zorra, te gusta, te encanta .- continuaba hablando Noelia, mientras azotaba los muslos de Marta, al principio como si se tratara de una broma, más tarde con tanta fuerza que se le pusieron encarnados.
Me haces daño - se quejó la mujer, algo asustada, y también un poco excitada.
Te hago daño, puta?. Sí?, estás segura?...
Y Noelia dejó de azotarla, se paró de repente, con brusquedad, y la despojó del
tanguita, y se dispuso a penetrar a Marta con el plumero, un objeto compuesto de una vara muy larga y bastante gruesa y de un remolino de plumas de brillantes colores rosáceos. Lo había adquirido en una tienda erótica, acompañada de una amiga, tan viciosa como ella.
Marta no se esperaba aquello. El palo del plumero entró en su húmedo orificio vaginal con fuerza, la embistió, se perdió en sus misteriosos terrenos íntimos, alcanzó un lugar muy profundo. Noelia se lo metía con saña, salvaje, deseaba lastimarla, una penetración bien profunda, meterle aquel artilugio muy adentro, arrancarle a la mujer un abanico de suspiros, unos de placer y otros de dolor.
Estás segura, putita, de que mis azotes te hacían daño?. Y esto?, este plumero te hace daño, también?. Pues te jodes. Más daño me has hecho tú a mí, zorra, que lo sepas.
Y, en un segundo, Noelia, que sudaba y gemía, sustituyó el plumero por un
vibrador, una verga artificial de tamaño XL, una tremenda polla, muy bien lograda, que comenzó a follarse, con ayuda de la mano de la joven, el coñito estrecho de Marta. Entraba, empujaba, recorría aquellos senderos gelatinosos, salía fuera con garbo, muy pronto se volvía a meter, un combate frenético.
Te gusta así, zorra?. Dirás que te duele, pero bien que te lo tragas. Me gusta verte, putita, ver tu coño de puta, ver cómo te comes el consolador, follarte con él, escuchar tus jadeos y reírme de tus quejas, así, zorra, siéntelo, siéntelo bien dentro, lo ves?, más dentro, y más rápido, y más fuerte, putita, para ti, trágate toda esta polla de mentira, guarrita, te gusta?, te excita?, igual te estás poniendo caliente pensando que es la picha de mi novio, verdad, puta?, verdad que sí?, a qué te mojas más si piensas que es Juan el que te está follando, eh, zorra?, habla!.
Marta sólo podía gemir. En la habitación el sol de junio entraba con demasiada
fuerza, hacía mucho calor, ella se sentía enardecida, emputecida, cachonda. No sabía qué decir, tenía tanta sed que apenas podía pronunciar palabra, el vibrador le penetraba una y otra vez su cueva lubricada, le gustaba lo cierto era que sí sentía escozor, le dolía un poco al entrar, pero estaba bien, era un cuerpo duro, taladrante ( mmm, taladrante ) , un cuerpo vigoroso que se adueñaba de ella sin tregua, una vez, y otra, con un ritmo salvaje que la estaba enloqueciendo
Cómo te gusta, putita, qué puta eres Te lo haces con hombres casados, con mi novio, con tu primo te pones como una perra porque te estoy follando con un consolador, eres una guarra, una cerdita con qué más te lo quieres hacer, putilla?, con el plumero también lo gozaste con un animal?, a una zorra como tú seguro que le gustaría, eh, putita?, quieres que suba a mi perro, para que te lama el chocho?, o prefieres que te la meta un caballo?, eso estaría bien, que te follara un caballo, y te rompiera tu coño de puta
John preguntó algo. Él se lo explicó, se había confundido con un signo, donde era menos había que poner más, así de simple. Su verga, erecta, con todo el vigor que le otorgaban sus escasos veinticinco años, estaba grande, y dura, y hambrienta. Allá, en la otra casa, las mujeres seguían a lo suyo, qué mal llevaba no poder escuchar sus conversaciones. Se las imaginaba a las dos conversando, diciéndose cosas al oído, alabándose sus hermosos cuerpos, suspirando No podía, no podía aguantarse, era superior a sus fuerzas, necesitaba hacerse una paja, agarrarse la polla y meneársela arriba y abajo, darle duro, con ganas, liberarse de aquella excitación acumulada, correrse
Sí!!!!!!!.- exclamó.
Sí, quería correrse, expulsar toda aquella leche, dejar de notarse los huevos tan hinchados
Sí qué?.- preguntó el niño.
Nada, nada.- respondió él, con voz torpe.- Que lo estás haciendo muy bien. Seguro que apruebas.
John miró a su profesor, al joven, bastante feo y bastante antipático, que su
madre había contratado para que le ayudara con las matemáticas. Aprobar?, hacía meses que John no aprobaba ninguna asignatura, con doce años sus conocimientos acumulaban ya bastante retraso. En fin, él sabría, él era el profesor
Él era el que, aunque John lo ignorara ( o quizá no ), permanecía atento a lo que ocurría en la ventana de enfrente. Las chicas parecían diosas, tan bonitas, tan prietas de carnes, tan bellas de formas.
La situación, en escasos minutos, había cambiado. Marta ya no estaba atada a los barrotes de la cama, ahora se había colocado a cuatro patas. Qué divinidad Qué porte. Un culo redondo, potente. Una postura tan erótica Sumisa, con la mirada baja y su precioso rostro sonrojado, apoyada en sus delgadas muñecas y en sus huesudas rodillas, expuesta.
Noelia gateaba sobre las sábanas. Retorcía con los dedos unos de los pezones de Marta, se lo llevaba a la boca y tiraba hacia abajo, como si las tetas fueran ubres y ella la estuviera ordeñando, le metía uno de sus largos dedos en aquel coño que él se imaginaba muy sabroso y complaciente, le acariciaba la perfecta espalda con su traviesa mano
Él, completamente ajeno a los ejercicios del niño, deseaba más que nada en el mundo encontrarse allí, aparecer por arte de magia en aquella cama, comerse la boca de Noelia y adueñarse del chocho de Marta, follarle la boca a una y el culo a otra, vaciarse en las melenas de las dos
Su polla estaba inmensa, durísima, más erecta que nunca
Fue entonces cuando la madre de John irrumpió en el cuarto
Te va a encantar esto, zorra, ya verás.
A cuatro patas sobre las arrugadas sábanas, Marta no sabía qué pensar. Le
colgaban las tetas hacia el suelo, esa sensación le gustaba mucho, le agradaban los pellizcos que Noelia aplicaba a sus pezones enhiestos y no sabía cómo interpretar el tono imperativo y burlón que la joven utilizaba.
Qué me va a encantar?- preguntó.
No hubo respuesta. Sintió cómo algo enorme, gigantesco, le atravesaba el culo. Se
clavaba en su orificio anal, rasgaba su diminuto agujero sonrosado y amenazaba con entrar de hecho entraba ya aquel objeto invasor se imponía, pretendía avanzar por su estrecho sendero de atrás notaba cómo se le rompía el culito.
Noelia la penetraba con un dildo. Sin compasión. Sin lubricante. Sin saliva, sin besos, sin ternura. Noelia le follaba el culo como si fuera un animal salvaje, gozando de sus quejidos, bebiéndose sus lamentos.
Marta gritaba, apenas aguantaba aquel dolor, Noelia decidió ayudarla estimulándole el coñito con los dedos
Así, putita, así. Cómete el vibrador, te rompe, eh, zorra?. No serás virgen por detrás, no?. O sí?. Sí lo eres, guarrita?, te gusta cómo te meto el aparatito?, te gusta?, es grande, verdad?, te lo hizo mi novio por el culo?, te lo hizo, puta?.
Marta emitió un gruñido. Cuánto le estaba doliendo
Di, putita alguna vez te habían metido un vibrador ahí detrás?.
No.- repuso, casi en susurros.- No, nunca. Aunque, la verdad, era algo que sí deseaba
Ah, sí?. Lo deseabas, guarrita?. Ten cuidado, algunos deseos se cumplen
Él la contempló. Tendría cuarenta y cinco años, alguno más. Era guapa. Ni recordaba su nombre. Belén, o algo así. Algo rellenita, pecho generoso, curvas de escándalo, ojos verdes. Trató de serenarse, su polla a duras penas obedecía las órdenes de su cerebro.
Qué calor, eh?.- dijo ella. Ella, que no lo veía ni feo ni antipático
Uff, un montón.- repuso él.
Qué cachondo estaba La zorra aquella había interrumpido sus
contemplaciones, había entrado en un momento crucial, cuando más interesante se había puesto el tema
Qué tal?, cómo ves a John?.
( Mejor te veo a ti, zorra, pensó vale, se estaba perdiendo los juegos de las
niñas, pero la tenía a ella delante, a aquella mujer tan estupenda, tan rotunda de carnes y curvas ).
Bien.- musitó.- Mejorando.
( Qué buena estás, cabrona, se dijo a sí mismo, caliente como un perro en celo,
loco, ávido de sexo, exultante de deseo ).
Se imaginó a la madre del niño, a aquella dama tan altiva y estirada, fantaseó con la idea de someterla, de hacerse su amo, de obligarla a mamarle la polla de rodillas, de deshacerse de su semen grumoso en su boquita de puta con dinero.
Me alegro. Sus últimas notas fueron lamentables.
Disculpa, debo ir al cuarto de baño.- dijo.
Y, veloz, él se deslizó por los pasillos de la casa como un alma en penitencia,
hambriento, anhelante, deseoso de masturbarse, de menearse la polla más fuerte que nunca, de procurarse un placer que estaba necesitando con urgencia.
Entró en el aseo, en menos de un segundo se había bajado las ropas, qué tremenda se había puesto su verga, qué grande, qué erecta qué meneos, qué rápido, qué más y más, más
Extrajo el vibrador, ligeramente manchado de sangre, del culo de Marta. Aunque le había dolido mucho, la joven tuvo que reconocer que también le había resultado una novedad agradable. Seguía sedienta, temblorosa, y su cueva femenina estaba muy mojada. Noelia sabía trabajar con los dedos. Se sentó en la cama, y posó sus ojos en la cría, que estaba arrodillada en la alfombra.
Qué haces?.- quiso saber.
Aquí las preguntas las hago yo.- respondió Noelia.- Pero, ya que tienes curiosidad, voy a saciártela. Estaba oliendo tu tanga, huele muy bien tu coño.
En serio?.
Sí, putita, me gusta tu aroma.
Lo dijo mientras olisqueaba la perfecta prenda blanca.
Hueles a putita. A lo que eres.
Me muero de sed
Ah, ya. Bueno. Quizá luego te mee en tu boquita de zorra. Igual te satisface. De momento, quiero degustarte. A ver a qué sabes
Y, nada más decirlo, pasó la lengua por el tanga de Marta.
- No está mal.- dijo.- Sabes rica. Quiero probar más de ti.
Ambas adoptaron otra postura, y Noelia empezó a comer el coño de la otra mujer Llevaban dos horas en el dormitorio
se corrió como nunca. Fuera, John se peleaba con la última de sus ecuaciones de aquella tarde. Su madre dudaba entre refrescarse en la piscina o ponerse una copa. Las niñas jadeaban, Marta acariciándose las tetas mientras Noelia le chupaba el coño, y Noelia muy golosa degustando aquellos pliegues tan dulces.
Él se vaciaba, se contraía, sudaba, evitaba los jadeos, su leche se estrellaba contra los espejos del cuarto de baño
Todo había empezado a mediodía, cuando Marta había acudido a casa de Noelia a pedirle disculpas.
Disculpas?,- se había reído Noelia.- Te has tirado a mi novio y ahora vienes a pedirme perdón. Tú eres una puta, niña, una zorra. Tú necesitas un escarmiento, para que aprendas
Vas a castigarme?.- quiso saber Marta.
Los castigos son útiles.
Ah, sí?.
Sí, putita, sí.
La había convidado a pasar. Tres minutos más tarde las dos se encontraban en la
habitación. Poco después, Noelia le había ordenado que se lo quitara todo, excepto el tanga. No había tardado mucho en obligar a Marta a tumbarse en la cama, lo primero que él pudo ver fue cómo la adolescente deslizaba un cubito de hielo sobre los hombros de la pelirroja, que estaba asombrada, temerosa.
...en aquellos instantes, él regresaba al cuarto de John, agotado y sereno. Qué tarde tan grata y al día siguiente debía volver
Marta se convulsionaba por el orgasmo, y Noelia se tragaba los jugos que su coñito desprendía.
- Así, puta, te gusta?, córrete, córrete a gusto. Ves, zorra, qué buena soy en la cama?, mejor que mi novio ahora verás sé hacer muchas más cositas