Algunos amigos de Vanessa

La fiesta del placer continúa en casa de Vanessa. Nuevas experiencias para Bruno que terminan en una explosión de lujuria. Basado en hechos reales

Continuación de “En la casa de Vanessa (2)”

A la hora convenida estaba esperando a Vanessa en el salón de la casa. Ella apareció 10 minutos tarde, con el pelo aún seco y revuelto y una sonrisa de satisfacción en la cara. A saber qué había pasado en aquella ducha con Teresa. Iba envuelta en un albornoz rosa claro que dejaba ver sus pechos casi al completo. Supuse que no llevaba nada debajo y aquello me provocó una erección.

-                     Ven Bruno, te enseñaré primero tu cuarto.

La seguí al ritmo del contoneo de su goloso trasero. Mi habitación tenía una gran cama y poco más. En un armario me enseñó toda la ropa que iba a necesitar las próximas semanas. Luego me enseñó toda la casa. Era alucinante, pero no me detendré a describirla, aunque puedo adelantar que lo mejor era su dormitorio, con la cama más grande que nunca he visto, sábanas de seda roja, un gran espejo en el techo y algunos más por las paredes. Pensé en lanzarme sobre ella, pero era evidente que tenía otros planes.

-                     Voy a arreglarme. En una hora te espero en el salón.

Pasé el rato en mi habitación, viendo mi ropa nueva. Parecía hecha a medida. Me puse un vaquero elástico y una camisa azul clara y fui al salón, donde al poco apareció Vanessa. Estaba espectacular, con un vestido negó corto ceñidísimo que no dejaba a la imaginación ninguna de sus curvas. Esas medias negras que me volvían loco, un espectacular escote y tacones de aguja completaban su vestuario.

-                     Van a venir unos amigos a tomar un vermouth, prepara las cosas. El mueble bar está ahí mismo y hay hielo en la cocina.

-                     Inmediatamente Vanessa

Se sentó en el sillón en el que esa misma mañana se había metido aquel gigantesco dildo en el coño y su recuerdo me provocó una nueva erección. Abrió las piernas tanto como le permitió el vestido y pude ver que no llevaba nada debajo.

Al poco sonó la puerta y fui a abrir. Una pareja de unos 35 años me saludó a la entrada. Ella morena, con una gran melena ondulada, grandes pestañas, labios carnosos rojos. Vestía una blusa roja parcialmente desabotonada que dejaba ver un bonito encaje del sostén del mismo color, una falda de cuero negro cortita permitía percibir unas espectaculares curvas, las medias de esas con una costura detrás y tacones rojos completaban un atuendo de lo mas sexy. En su acompañante apenas me fijé, pero me saludo con cortesía. Les hice pasar hasta donde les esperaba Vanessa.

Se saludaron con sendos piquitos en los labios, aparentemente entusiasmados de encontrarse.

-                     Mirad chicos, este es Bruno, mi nuevo mayordomo. Ellos son Eloy y su mujer, Marta.

Eloy me saludó con un apretón de manos y una sonrisa de complicidad. Marta me observó de arriba abajo, se detuvo especialmente en mi paquete mostrando aprobación en su mirada, me dio dos prolongados besos en la mejilla frotando sus tetas contra mi pecho. Aún no sabía bien de que iba aquello.

-                     Bruno, prepara el vermouth y llévalo a mi dormitorio, que allí estaremos más cómodos.

Hice lo que me pidió Vanessa, puse todas las cosas en una bandeja, y las llevé al dormitorio. Cuando llegué, llamé tímidamente a la puerta y entré. La fiesta ya había empezado, aunque apenas se habían quitado nada de ropa. Sobre la cama se había tumbado Eloy, y Marta le estaba haciendo una soberbia mamada arrodillada sobre las sábanas de seda roja. La verga de Eloy aparecía y desaparecía dentro de aquella boca carnosa. Vanessa, tumbada también boca arriba, había levantado la falda de su amiga, había metido la cabeza por entre sus piernas y se estaba dedicando a lamer aquel coño. Parecían estar pasándolo muy bien.

-                     Vamos Bruno, ¿a qué esperas?

No perdí el tiempo, dejé la bandeja donde pude y me lancé a por el coño de Vanessa, subí su falda hasta la cintura y empecé a comerme aquella delicia. Al notar el contacto de mi lengua con aquellos labios tan húmedos, Vanessa emitió un gemido de placer, pero retornó a su tarea en el coño de Marta. Yo empecé a meter y sacar mi lengua del coño de Vanessa como si la estuviese follando con ella, mojé un dedo con su abundante humedad y se lo introduje sin dificultad por el culo; ella sufrió un espasmo.

Estaba concentradísimo en mi tarea cuando Marta sugirió que cambiásemos de posición y nos desnudásemos. Rápidamente lo hicimos, las chicas se quedaron en medias y tacones. No podría decir cuál de ellas estaba más buena. Las tetas de Vanessa quizá eran un poquito más grandes, pero su amiga tenía una cinturita aun más delgada. El coño de Marta tenía una deliciosa tira rectangular de vello negro como su cabello. Llevaba la voz cantante y nos ordenó a los chicos tumbarnos uno con la cabeza para arriba y otro con la cabeza hacia abajo. Ella se tumbó sobre Eloy en un soberbio 69, e inmediatamente Vanessa hizo lo mismo, empezó a lamerme la polla y a tragársela mientras jugaba con mis huevos. Yo lamía su coño y extendía mis lametones hasta su culo mientras introduje un par de dedos en su vagina y los movía hacia dentro y hacia fuera. De vez en cuando giraba mi cabeza hacia la derecha y podía ver como Marta engullía la más que respetable verga de Eloy hasta dar con sus labios en los huevos de su marido. Cuando se la sacaba de la boca, me miraba agarrada a su polla y me sonreía lamiéndose los labios.

Vanessa estaba haciendo un gran trabajo en mi verga y yo en sus orificios, llegó a correrse al menos una vez, lo noté en sus espasmos y en sus jugos que lamí con dedicación. Entonces Marta dijo que era tiempo de cabalgar un rato. Las chicas se levantaron y yo me giré para tumbarme junto a Eloy, nuestras vergas apuntaban al techo con el espejo, ambas se sentaron en sus monturas para meterse cada polla hasta el fondo. Allí se quedaron quietas, y como estaban muy próximas empezaron a sobarse las tetas y a besarse en la boca. La visión desde debajo de cada una de ellas con una tranca clavada hasta las entrañas, morreándose y acariciándose los pezones era perfecta. El reflejo de nuestros cuerpos gozando en el techo era embriagador.

Entonces empezaron a subir y bajar clavándose cada una su polla hasta el fondo, parecían tenerlo todo ensayado pues lo hacían de manera simultánea. Sus tetas botaban a la vez en un hipnotizante y rítmico bamboleo.  Agarré a Vanessa por sus nalgas para ayudarla en aquella deliciosa cabalgada. De vez en cuando ambas amigas se miraban, paraban de follarnos y se besaban en la boca dejando ver como sus lenguas se acariciaban. Verlas así desde abajo, y su reflejo en el espejo del techo constituía un éxtasis indescriptible.

Poco después Marta hizo un guiño a Vanessa, parecía la señal convenida para cambiar de cabalgadura, y ambas abandonaron sus vergas. Entonces Marta se sentó sobre mí, agarró mi polla con la mano, la dirigió a la entrada de su coño y se la metió entera de un solo golpe. Vanessa hizo lo mismo con la de Eloy. Ambas amigas volvieron a morrease, incluso con más pasión. Yo agarré las tetas de Marta y empecé a sobárselas, casi implorando que empezara a follarme. Cuando empezó a subir y bajar de mi polla, tuve que concentrarme para no correrme. Aquella magnífica mujer sabía perfectamente cómo obtener y dar placer. Desde mi posición, podía ver perfectamente también la verga de Eloy taladrando el coño de Vanessa una y otra vez. Ambas hembras gemían de placer y ya no se detenían para besarse, cada una de ellas estaba concentrada en obtener placer de su macho y sus movimientos se aceleraban por momentos. Marta apoyó sus manos sobre mi pecho para poder follarme mejor, logró alcanzar un ritmo verdaderamente frenético de penetraciones mientras gemía, gritaba, suspiraba. Vanessa hacía lo mismo. De repente Marta se detuvo, contrajo los músculos de su vagina alrededor de mi polla, su rostro se desencajó y emitió un enorme grito por el brutal orgasmo alcanzado. Mientras jadeaba extasiada noté como su coño se derretía en un mar de jugos vaginales por la corrida. Vanessa había caído sobre el cuerpo de Eloy y le besaba en la boca como agradeciéndole aquella nueva corrida.

Las chicas se levantaron de nuestras pollas y se besaron nuevamente acariciándose una a la otra sus coños empapados. Entonces Marta dijo:

  • Vamos Vanessa, estos tíos querrán probar nuestros culitos, ¿no crees?

  • Pues claro, ¿y tú no quieres que te lo perforen?

Ambas amigas se rieron y se pusieron muy juntas a cuatro patas ofreciendo sus respectivos culos. Yo dudé por un instante, aunque ya me había follado a la mujer de Eloy, otra cosa diferente era empotrarla por el culo. Pero él resolvió mis dudas rápidamente, pues se arrodillo tras Vanessa y dirigió su polla a ese delicioso culo, empezando a perforarla. Yo agarré a Marta por su cintura, escupí a la entrada de su estrecho orificio, y la humedad de mi polla permitió que pudiera ir clavándosela poco a poco. Las chicas gemían, seguro que al principio sintieron dolor pero no pareció importarlas, se miraban entre ellas y se besaban.

Cuando por fin logré enterrar la polla entera en el culo de Marta, ésta se giró y me suplicó:

-                     Por favor, Bruno, empieza a moverte

Eso fue justo lo que empecé a hacer, con embestidas cada vez más rápidas, su cuerpo se retorcía de placer con cada empujón. La visión del culo de Vanessa, justo a mi lado, perforado por la polla de Eloy también era embriagadora. Mi verga entraba y salía cada vez más fuerte y más rápido del culo de Marta. Mis nalgas chocaban con fuerza contra las suyas. Eloy y yo no lo teníamos tan ensayado y nuestro ritmo de penetraciones iba desacompasado, por lo que las expresiones de placer de nuestras hembras inundaban la habitación en un fabuloso desorden. Ya no podía aguantar mucho más antes de estallar, pero justo en ese momento ambas amigas estallaron en un concierto de gemidos porque habían alcanzado un nuevo orgasmo. Las contracciones en mi polla indicaban la inminente corrida. Marta se percató y en un rápido movimiento se tumbó para que me corriese en su boca. Vanessa repetía los movimientos de su amiga.

No tuvieron que esforzarse mucho para obtener lo que buscaban, mi corrida en la boca de Marta, fue abundante, pudo tragar toda la leche que quiso, y aún hubo para rociar sus tetas. Vanessa estaba parecido, con la leche saliendo por sus comisuras labiales y las tetas empapadas por la leche de Eloy.

Agotado me tumbé en la cama y Marta y Vanessa se fundieron en un prolongado beso, intercambiando como quisieron la leche de sus respectivos machos.

Continuará