Alguien me arranca una sonrisa (Intro)
- ¿Estás preparada para el gran día? - Pues no sé madre, estoy un poco agobiada, aunque espero que todo vaya bien. - Seguro que sí, ya verás. A lo mejor hasta conoces hoy a un chico que te arranque una sonrisa. Puse lo ojos en blanco y dije: - Quien sabe madre, aunque no te emociones demasiado. Llevaba dos años sabiendo que ningún chico iba a arrancarme la sonrisa que mi madre tanto esperaba, pero como no había tenido nada con nadie que mereciese la pena, ni me había esforzado en contarle nada a mi familia.
Hola a todos, por fin me he decidido a empezar a escribir aquí, a ver qué tal va el asunto. La historia que hoy empiezo a contaros, es una historia basada en mi vida y mis experiencias, experiencias ajenas y algo de imaginación. Espero que os guste
Me llamo Bea, tengo 18 años, soy de Madrid, España. Físicamente considero que soy bastante normal. Mido 1,68, piel muy blanca, pelo castaño claro con reflejos pelirrojos, tengo los ojos grandes y marrones, nariz chata y boca sonrosada con labios carnosos, soy una mujer normal, ni muy delgada ni gordita, tengo mis curvas: pecho generoso, abdomen plano y trasero algo respingón. Mis piernas son largas y mis manos y mis pies son más bien grandes.
Cuando acabé el colegio en Madrid, contra todo pronóstico, empecé a estudiar Bellas Artes, siempre me ha gustado la pintura, el dibujo y el arte en general, pero siempre pensé que estudiaría algo “más serio” como arquitectura. Sin embargo, al final días antes de selectividad, el examen de acceso a la Universidad que se hace en España, me decanté por Bellas Artes.
La noche antes del primer día de Universidad no pude dormir casi nada, me preocupaba todo. ¿Qué me iba a poner al día siguiente? ¿Debía arreglarme? ¿Cómo iba a hablar con la gente? ¿Habría gente de todo tipo o solo artistas bohemios? Si sólo había artistas bohemios, ¿Podría encajar con ellos?
Llevaba desde los 2 años yendo al mismo colegio, en quince años no me había cambiado de colegio ni una sola vez, nunca había sido la nueva, si no la que daba la bienvenida a los que llegaban solos, sin conocer a nadie y con una cara de susto que hasta enternecía. Esta vez era la nueva, aunque mejor pensado, todos éramos los nuevos, sin embargo, yo no tenía ni idea de cómo enfrentarme a esas circunstancias. No es que sea tímida, lo que pasa es que hasta que me hago un hueco, me cuesta ser yo misma. Vengo de una familia de clase media, mi padre nos abandonó cuando yo era muy pequeña, pero mi madre es una luchadora y esforzándose muchísimo, creó su propia empresa y nos sacó adelante a mis hermas y a mí. Nunca nos ha faltado nada, aunque mi madre nos ha inculcado que nuestros logros se consiguen con esfuerzo y nunca nos ha regalado nada que pudiésemos conseguir por nuestros propios medios, por lo que nunca he sido de las que tienen todo lo quieren. A pesar de eso, me gusta mucho arreglarme y, aunque me adapto a las situaciones con mi vestimenta, para mí la ropa es muy importante.
Al final, después de una dura noche llena de incógnitas, por fin salió el sol y decidí levantarme para empezar a prepárame para el primer día de mi vida adulta. Fui al baño y me lavé la cara y los dientes, me miré al espejo y me dije: - Ánimo Bea! Que hoy va a ser un buen día, acuérdate de respirar. Salí del baño y fui a la cocina a prepararme el desayuno. Mientras me preparaba el café, apareció mi madre y después de darme los buenos días me dijo:
- ¿Estás preparada para el gran día?
- Pues no sé madre, estoy un poco agobiada, aunque espero que todo vaya bien.
- Seguro que sí, ya verás. A lo mejor hasta conoces hoy a un chico que te arranque una sonrisa.
Puse lo ojos en blanco y dije:
- Quien sabe madre, aunque no te emociones demasiado.
Llevaba dos años sabiendo que ningún chico iba a arrancarme la sonrisa que mi madre tanto esperaba, pero como no había tenido nada con nadie que mereciese la pena, ni me había esforzado en contarle nada a mi familia.
Mi madre salió de la cocina y desayuné tranquilamente sentada en la terraza mientras observaba en la distancia a los aviones que aterrizaban y despegaban en el aeropuerto, siempre me ha hipnotizado imaginar a todas esas personas que comienzan una etapa, logran sus sueños o vuelven a casa. Me quedé embobada mirando y cuando volví en mí, cogí el móvil y me di cuenta de que iba a llegar tarde. Corriendo me di una ducha, me vestí con lo primero que encontré en el armario (una blusa azul turquesa, unos pantalones pitillo, unas botas de cuero marrón desgastadas y un bolso a juego) y salí pitando hacía la universidad. De camino, mientras estaba sentada en el metro, peiné mi pelo en una larga trenza de raíz tratando de pensar en el modo en el que hablaría con ms nuevos compañeros.
Para cuando llegué a la facultad, me había dado tanta prisa en todo, que aun así quedaban 20 minutos para que comenzasen las clases, asique me dirigí al aula en la que tendrá mi primera clase de pintura. La puerta estaba cerrada, no había nadie cerca. Miré mi horario de clases y me cercioré de que estaba donde debía, como así era, me quedé fuera esperando. Al poquísimo tiempo, empezó a llegar gente, todos iban preguntando si estaba cerrado, yo contestaba que sí y se hacía el silencio de nuevo, nadie hablaba, nadie decía nada. A las nueve en punto se acercó una mujer de unos treinta años largos, nos dijo que se llamaba Ana y que iba a ser nuestra profesora de pintura durante ese semestre, abrió la puerta y fuimos entrando en clase. Una vez hubimos entrado todos, la profesora se presentó de manera más oficial y nos pidió que uno a uno fuésemos presentándonos con nuestro nombre, nuestros estudios previos y los motivos por los que habíamos decidido empezar esta carrera universitaria. Todos nos fuimos presentando, y yo fui haciendo notas mentales de los compañeros que me parecían interesantes mientras decidía qué tipo de relación tendría con cada uno, en eso estaba cuando el sonido de la puerta al abrirse me sacó de mis pensamientos. Me di la vuelta y parada en la puerta la vi a ella, la chica que por fin me arrancaba una sonrisa.
Próximamente más, espero que os haya gustado, si es así decídmelo y así me animo a seguir escribiendo.