Algo que no buscamos 8
Fue un momento de lágrimas, sentimientos encontrados, y mucha, mucha alegría, Victoria, al fin, había despertado, y el sentimiento era indescriptible.
(Disculpen la tardanza es que mi sobrino hizo su primera comunión y todo mi tiempo se los compensaré)
Fue un momento de lágrimas, sentimientos encontrados, y mucha, mucha alegría, Victoria, al fin, había despertado, y el sentimiento era indescriptible.
Bien lo dice el dicho, no se sabe lo que se tiene, hasta que se ve perdido. Uno cree que todo lo tiene calculado, y no es así; el destino es muy incierto. Hoy estamos mañana no sabemos.
Entre sonrisas y anécdotas le fuimos contando, poco a poco, cómo habían transcurrido estos días -que se volvieron semanas largas- le anticipamos que sus padres ya casi estaban por llegar a la clínica. Se sorprendió un poco, ya que sus padres tenían su tiempo muy ocupado, pero eh de aceptar, que a pesar de todo, ellos nunca le fallaban a Victoria; creo que en el fondo la tenían mimada, aunque eso jamás lo aceptaría.
Sentimos unos golpes en la puerta, y ahí, de pie, se encontraban la Sra. Carlota Dugarte y el Sr. Álvaro Dugarte –padres de Victoria–. Eran la personificación de la clase, educación y mucha distinción; la Sra. Carlota vestía un conjunto de falda y camisa color azul muy hermoso, por cierto, y el Sr. Álvaro ,tan regio y varonil, se veía esplendido en su flux color negro. Ya decía que yo que venían preparados a un funeral.
—Sr. Y Sra. Dugarte, es un placer volvernos a ver. Claro, no en las mejores condiciones, pero sigue siendo un placer; pasen, adelante. ¡Vean la sorpresa! ¡Victoria despertó, es una alegría para todos!— Primero sentí el caluroso abrazo de la Sra. Carlota, a esa mujer los años no le pasaban. Sus ojos negros tenían la viva mirada de Victoria. Fui la primera en saludarlos, pues estaba más próxima a la puerta.
—Abigail, hija, ¡Qué gusto verte de nuevo! te estaré eternamente agradecida por haber estado pendiente de mi hija. Creo que hasta hoy estará vigente su permiso de conducir— Me dijo esa última frase al oído, provocándome una sonrisa, y a la vez, haciéndome recordar todos los acontecimientos.
—Adriana, querida, lamento no haber estado aquí en cuanto llamaste; nos fue imposible suspender nuestra la agenda—
—No te preocupes, Carlota. Lo importante es que ya están aquí.—
Ellas hablaban y se abrazaban como si fueran madre e hija. Era algo único; yo ni siquiera tuteaba a la madre de Victoria, y era su mejor amiga, su casi hermana… pero claro, ella era la yerna querida. A veces me sentía estúpida teniendo estos celos.
—Abigail has crecido bastante. La última vez que te vi tenías 19, sin mal no recuerdo.—
—Sr. Álvaro sepa usted que aun la memoria no le falla. Tiene razón, no lo olvida porque ese día arruiné su camisa favorita—. Mientras me abrazaba, no pude evitar sentir nostalgia, pero la deseche tan rápido como llegó.
—Adriana, que bueno que ya está todo mejor— Lo decía mientras la abrazaba y la besaba en la mejilla.
No era difícil imaginar que Adriana era sumamente querida por los padres de Victoria, cualquiera pensaría que, con unos padres así, jjamás serias aceptada, pero ellos eran tan
distintos... ellos siempre estaban apoyandola, aun con sus ocupaciones, siempre estaban para ella; incluso cuando se llegó a sentir rechazada en la escuela de abogados. Era, de cierta, forma un poco envidiable.
Los dos llegaron, al mismo tiempo, al lado de Victoria, y la abrazaron; pude jurar que era sincronía, cada quien había tomado su camino al llegar, pero en un momento exacto estaban a su lado, haciendo lo mismo; era increíble.
—Hija, ¿Cómo te sientes? ¿Ya has comido algo? Nos diste un buen susto, tu padre casi rompe el piso de la oficina de la desesperación por desocuparse—
—Me tenías sumamente preocupado, cuando tu madre me llamo, sentí que moría; no quiero volver a sentir eso—
Entre muchos abrazos, y una Victoria un tanto incomoda, nos habíamos olvidado de dar las noticias importantes.
—¡¡¡JESÚS!!!! Cierto, se me había olvidado. Sr. Y Sra. Dugarte, Victoria `por el momento, esta… un poco muda... eso suena raro y feo ¿cómo decirlo? Algo impactó contra su garganta, y sus cuerdas vocales están un poco lesionadas—
—¿Qué? ¿Quieres decir que mi hija no volverá a hablar?— El Sr. Álvaro se había alterado un poco, y noté cuando Victoria lo tomó de la mano, como calmándolo con la mirada.
—No Sr. Dugarte, eso no es lo que quise decir. Sino que...—
—Disculpa, Abigail. Lo que ella trata de decirles es que las cuerdas vocales de Victoria están un poco atrofiadas e inflamadas, por el momento. Le harán unos exámenes dentro de poco, para que le puedan indicar un tratamiento, próximamente— Victoria solo asentía, no movía mucho su cuerpo, solo su rostro; sus otras heridas no se lo permitían.
—¿Y quien en su Doctor?— Carlota al fin habló, después de recibir la noticia.
—La Doctora Miller, ella estará acá dentro de poco—
Como sabía que la doctora no llegaría pronto, me aventure a pedirles a los padres de Victoria que me acompañaran.
—Sr. Y Sra. Dugarte ¿No les apetece un café? creo que lo necesitan, y Victoria debería descansar un poco. Adriana la puede cuidar mientras los llevo a la cafetería— Aceptaron gustosos mi proposición, depositaron, cada uno, un beso en la frente de Victoria, y salimos de la habitación.
Bajamos al cafetín y los dejé en la mesa mientras buscaba los cafés. Pensaba en cómo abordar el tema, ellos tenían que saber todo lo que sucedía, estaba segura que, con sus talentos, lograríamos dar con el Desconocido. Decidí que no me andaría con rodeos, éramos personas adultas. Al llegar a la mesa, coloqué un café enfrente de cada uno y me senté.
—Mientras no estabas, le comentaba a Álvaro, que necesitamos rentar algo mientras dure nuestra estancia aquí. Tenemos que estar al tanto de los avances en Victoria—
—Sí,sería bueno si nos pudieras dar una mano con eso—
—Para mi será un placer ya me pongo a trabajar en ello, pero quisiera ser sincera con ustedes—
—Querida, noto cierta preocupación en tu voz ¿Acaso sucede algo más con Victoria?—
— Sra. Carlota, la verdad quisiera que esto quedara entre nosotros, y a su debido tiempo, decírselo a Victoria y a Adriana—
—Pero habla, hija. Me tienes preocupado—
—Adriana los llamó para decirles que Victoria había tenido un accidente en su auto ¿Cierto?—
—Cierto ¿Qué hay con eso?
—Que no fue precisamente un accidente… ¡Alguien provocó el choque!—
Pude notar como se miraron, interrogantes y sorprendidos. No debe de ser fácil escuchar que alguien quiso matar a tu hija, y de la peor manera.
—Hace unos días me contacto un policía, el oficial Noah Acorella -les daré su número para que también los ponga al tanto de la situación- nos reunimos y me mostró una grabación tomada de una cámara en la avenida, en ella se ve a Victoria deteniéndose ante un semáforo en rojo, y justo detrás de ella, una camioneta blanca; todo parecía normal, hasta que la camioneta comenzó a dar acelerones, en uno de sus acelerones salió disparado, y se llevó el auto de Victoria. En el video se puede notar que Victoria frena, pero aún así, la camioneta la arrastra. La llevó a mitad de la avenida, y de la nada salió el autobús que se llevó su auto. La camioneta pasó como si nada por los escombros que dejo el carro de Victoria, y siguió su camino. El detective aún intenta descubrir al dueño de la camioneta, pero sin serial, es una en un millón— Creo que di mucha información; los padres de Victoria solo me veían atónitos, hasta que Álvaro habló, y creo que fue la primera vez que sus palabras me hacían sentir con un miedo terrible.
—El maldito que intentó matar a mi hija no sabe con quién se metió. Lo haré desear no haber nacido. Su condena será tan larga que preferirá el suicidio—.