Algo prohibido (hermanos) #2

Muchas hormonas, pero una casa llena de familiares. Es imposible que pase algo en esta situación... ¿no?

Me había pasado toda la semana ignorando a mi hermano. E iba a seguir haciéndolo, si no fuese por la cena familiar en la que nos encontrábamos.

Estaban mis abuelos, mis tres tíos con sus mujeres y sus hijos. Todos en una misma mesa.

El viaje en coche a la casa de mis abuelos había sido un tanto incómodo.

Yo iba sentada en los asientos de atrás en una de las ventanas y mi hermano en el asiento del medio. Este iba hablando con mis padres sobre temas coloquiales y cada vez que tomábamos una curva se aplastaba contra mí a la vez que abría más sus piernas haciendo que mis piernas entrecruzadas se aplastaran sobre mis labios vaginales.

En una de estas curvas puso su mano sobre mi rodilla y por no llamar la atención de nuestros padres no la aparté.

Este se aprovechó y siguió subiendo hasta meter su mano por debajo de mi vestido, pero no pudo llegar más lejos ya que el coche paró en la entrada de la casa de mis abuelos.

Y ahora estaba intentando hacer lo mismo en la cena, con el resto de la família en la mesa.

Con los dedos de su mano izquierda dibujaba figuras abstractas en mi muslo por debajo de la mesa mientras que con su otra mano sujetaba la copa de vino en sus labios.

Tomó una cereza de uno de los entrantes y se la metió a la boca. Me miró de reojo y se la sacó totalmente entera dejando colgando un hilo de baba de su boca a sus dedos.

Bajó su mano sujetando la cereza por debajo de la mesa y apartó su otra mano de mi muslo por un segundo.

Cuando la volvió a apoyar noté algo frío en sus dedos. Volvió a subir su mano derecha, pero esta vez sin la cereza.

«¿Qué está hac… »

Antes de terminar mi pregunta puso lo que tenía en su mano entre mis labios vaginales.

«Es la cereza»

Subió y bajó varias veces sobre mi clítoris. Yo me retorcía en la silla buscando más su contacto.

Ya no podía más. No puede jugar así conmigo.

Mis abuelos hablaban de algún tema coloquial con mis padres, pero me era imposible prestar atención.

Apreté la copa de vino con fuerza cuando noté como metió la cereza dentro de mi vagina. Abrí los ojos como platos y lo miré de reojo.

Tenía una sonrisa socarrona en su rostro, pero no me miraba.

La empujó un poco más y tuve que morder mi labio para no soltar un gemido.

La conversación que se llevaba a cabo en la mesa era como un alboroto lejano. Apenas era un susurro para mí. Estaba en otro mundo.

Subió sus dedos hasta mi clítoris y lo pellizco haciéndome apretar mi interior. Cosa que hizo que la cereza saliera con un 'plop' de mi coño.

Mi hermano apartó su mano de mi coño y la subió por encima de la mesa sujetando la cereza, ahora toda brillante, empapada por mis flujos.

Se giró hacia mí y mientras me miraba fijamente a los ojos se la metió en la boca.

La estuvo saboreando durante un rato y después dejó el hueso en el plato.

Se inclinó hacia mí y me susurró:

—Realmente bueno.

Mis ojos estaban rojos y lágrimas de impotencia luchaban por salir de mis ojos. Estaba tan cachonda que tenía ganas de llorar.

«Yo también sé jugar a esto.»

Bajé mi mano por debajo de la mesa y la dejé apoyada en su muslo. Este se giró sorprendido y después sonrió.

—Atrévete —susurró.

Fui subiendo mi mano hasta su entrepierna y empecé a frotar por encima del pantalón de arriba abajo.

Mi hermano tensó su mandíbula y centró su vista en el plato.

Cada vez se le ponía más dura y sabía que necesitaba el coño de su hermana, pero no se lo iba a dar.

De repente bajó sus dos puños con fuerza en la mesa llamando la atención de todos. Asustada aparté mi mano y mi hermano carraspeó.

—¿Qué pasa hijo? —preguntó mi tío mirándolo confundido.

—Estoy un poco mareado. —Se llevó una de sus manos a su frente y bufó.

Lo miré extrañada. ¿Qué está haciendo?

—¿Salté afuera un rato no? —preguntó mi madre metiéndose en la conversación—. Que te acompañe tu hermana.

Mi hermano asintió y se levantó de su silla, pero yo tardé un rato más en hacerlo. No quería estar a solas con él ahora mismo, pero por no levantar sospechas lo hice, y caminé con él hasta la puerta trasera que daba al jardín.

Ninguno de los dos hablaba, y por un momento me creí que de verdad se encontraba mal, pero cuando la puerta se cerró detrás nuestra me empujó contra la pared de la casa quedando su cara a escasos centímetros de la mía.

—¿Te gusta provocarme? —preguntó. Nuestras respiraciones se mezclaban. Bajó su boca hasta mi cuello y pasó su lengua haciéndome estremecer—. Te voy a probar de todas las maneras posibles y me da igual quién esté mirando. —Cuando terminó de hablar empezó a succionar mi cuello mandando una corriente de electricidad por todo mi cuerpo.

Me mordí el labio para acallar los jadeos de mi boca. Si abría la boca ahora mismo no saldrían nada más que gemidos.

Se apartó de mí cuello y me miró la cara sin perder ningún detalle. Mis ojos estaban cristalizado y mis mejillas ardían. Estaba tan cachonda…

Pasó su mano por detrás de mi cuello y acercó su boca a la mía.

—Dime que lo quieres —susurró contra mi boca.

Bajó su mano a mi cintura y cerré los ojos. No quería que siguiera, pero tampoco quería que parará.

Llevó una de sus manos por debajo de mí vestido y con la otra bajó uno de los tirantes, aún con su boca encima de la mía.

Metió su mano por debajo de mis bragas y mis piernas temblaron al notar como pasaba su dedo de arriba abajo.

Me separé de sus labio para coger aire y me sujeté a su cuello para no caer al suelo.

Sacó su mano de mis bragas y la llevó hasta mi labios para dejarlos mojados de mi flujo.

—Estás toda mojada. —Pasó su lengua por mis labios para limpiarlos.

Abrí la boca para que metiera la lengua, pero en cambio se alejó.

—Dímelo. Dime que lo quieres y no pararé —susurró.

Cerré los ojos y susurré:

—Si.

Me tomó de la barbilla con fuerza haciéndome abrir los ojos.

—¿Sí qué? —preguntó.

Me pasé la lengua por el labio inferior sin poder mirarlo a los ojos de la vergüenza.

—Te necesito.