Algo pendiente

En la adolescencia quedan cositas pendientes.

Algo pendiente.

No puedo creerlo, voy a volver a verte después de tantos años sin saber de ti, añorando tu recuerdo, fuiste mi primer amor, ese amor adolescente que queda para siempre en lo mas profundo del corazón, que consigue estremecerte solo con oír la voz de tu amado, ese que con un cálido beso consigue abrirte las puertas del cielo. Un amor puro.

Ayer mi teléfono me avisó que había recibido un mensaje, cuando lo leí descubrí que era tuyo, me contabas que mañana debido a tu trabajo estarías por aquí, preguntabas si me apetecería verte, como negar con la mente lo que pedía a gritos el corazón. Tenía tantas ganas de volverte a ver, mis dedos  temblorosos atinaron a teclear -¡claro! ¿a que hora?-.

Al fin esa noche interminable a dado paso al día, no veo la hora de reunirme contigo, creo que mis nervios están apunto de consumirme, reunirme contigo donde tantas veces acariciaste mi pelo, besaste mis labios, sentarme en nuestra mesa esperarte como tantas veces lo hiciste tu, cuantos recuerdos. Miro el reloj, las manecillas corren sin descanso, esta ansiedad no podrá conmigo, siento tu presencia tras de mi, tus gestos te delatan, esa respiración entrecortada que se me hace tan familiar, te siento como cuando te acercabas a mi nervioso para robarme un beso.

-¡hola guapa! ¿Cómo estás?- Esa voz me transporta casi 17 años atrás, me pongo de pie todo lo que mis piernas me permiten, tiemblan como nunca lo habían hecho, nos fundimos en un abrazo del cual no queremos ni podemos zafarnos. Parece que no hubiese pasado el tiempo, mi corazón late desbocado como un pura sangre, después de darnos dos besos en las mejillas, dos besos que me queman la piel, -debo haberme puesto rojísima ¡que corte!-. Nos sentamos uno frente a otro, pedimos algo de picar, ya casi es la hora de la comida. Empezamos a charlar de cómo nos ha tratado la vida en este tiempo, mientras hablas yo no dejo de mirar tus ojos, esos ojos azules que me volvían loca. De repente tú estiras tu mano, y entrelazas tus dedos con los míos, es una sensación maravillosa sentir tu piel tan suave en contacto con la mía. -¿quieres comer conmigo?- preguntas con un suave hilo de voz. Como negarme, ese día no tengo voluntad, dependo de ti, solo de ti, no quiero negarte nada. La comida termina y salimos del local, nos agarramos de la cintura como antaño solíamos hacer, caminamos mucho rato. Me preguntas -¿puedo darte un beso?- ufffff mi corazón se dispara, no digo nada pero pienso…. -eso no se pide, se da y punto-. Me acerco a ti, lentamente acerco mis labios a los tuyos, sin poder evitarlo me quedo mirándote fijamente, estás tal y como te recordaba, a mi mente vinieron flashes de aquel tiempo en que nos jurábamos amor eterno. Éramos dos adolescentes que no pasaron de besos y caricias. Nuestros pasos se encaminaban lentos, con miedo a que aquella magia se rompiera en cualquier momento, cogimos un bus como dos cazadores furtivos con el miedo de que la gente nos viera juntos y comenzaran con esos típicos chismes.

Ya estamos en otro pueblo, otras caras y lo más importante menos conocidas, entramos en un hotel y pedimos la llave de una habitación. Mientras subíamos en el ascensor nos besábamos con una delicadeza y dulzura que jamás olvidaré. Abrimos la puerta y me cogiste en tus brazos como si de nuestra luna de miel se tratara, me echaste a la cama y empezamos un juego de caricias y besos, me quitaste uno a uno los botones de la camisa, besaste mi cara, mis labios, mi cuello, bajaste por mi vientre y seguiste con mis vaqueros con los cuales te tuve que ayudar con todo el placer del mundo. Nos deshicimos de ellos, yo te saqué el polo y luché con el cinturón de tu pantalón, se me resistió un poco. Tu nerviosismo y tu inquietud se aliaron para ponértelo difícil con mi sujetador pero tus manos expertas lo consiguieron. Me dijiste – por fin voy a cobrarme ese asuntillo pendiente- empezaste a jugar con tus labios y tu lengua por todo mi cuerpo, tu humedad me recorría entera.  Mi cuerpo se alzaba  para facilitarte  tal misión, lamías  y succionabas mis pechos como si se tratara de un bebé en busca de su comida, yo con cada roce me estremecía poco a poco bajaste a mi monte de Venus, besaste mis labios vaginales los cuales no tardaron en abrirse, dejaban ver un clítoris radiante e hinchado por la excitación, tu lengua jugueteó con el hasta el cansancio. De repente uno de tus dedos se introdujo en mi interior, lo movías hasta la saciedad con tal habilidad que parecía que se te iba la vida en ello, mis jugos mojaban tus dedos que cada vez los sentía mas dentro de mi ser, un estremecimiento recorrió mi cuerpo, tuve un orgasmo increíble. Miré tu cara, era todo un poema, te excitaba al máximo verme disfrutar de esa manera. Recuperé un poco el aliento, me incorporé y te dije –ahora te toca a ti- empecé besándote el cuello, tus ojos, ese pelo suave como el de un ángel, la oreja, tu pecho y así recorrí tu cuerpo sintiendo como vibrabas con mi contacto. Llegué al borde de tu slip, besé tu miembro por encima de la tela y bajé la goma, tu pene rígido, exultante saltó al encuentro de mis labios, lo besé en el glande humedeciéndolo con el líquido preseminal, lo rodeé con mi mano, acariciaba el tronco de arriba hacia abajo, lo introducía en mi boca como saboreando el mas rico de los manjares. Tu estabas apunto de estallar y me pediste que parara, no querías terminar aún esa explosión de placer que nos embargaba a los dos, me tumbaste en la cama de nuevo, abriste mis piernas y me diste otra sesión de sexo oral. Luego te pusiste sobre mi, me penetrabas con sumo cuidado, sabías que no eras el primero pero aún así me tratabas como si fuese de cristal y en un momento me fuese a hacer añicos, empezaste a embestir suave dentro de mi, estuvimos así por un rato. Luego yo te di la vuelta, me puse sobre ti, te cabalgaba con tanta libertad y tan rítmicamente que no tardamos en llegar al clímax los dos. Apoyé mi cabeza en tu pecho, oía los latidos de tu corazón, era una sensación maravillosa. Así permanecimos un rato relajados y sudorosos, oyendo el susurro de nuestras respiraciones, era una melodía descompasada pero la mas bonita que había oído nunca. Nos dimos un baño juntos, jugando con el agua que resbalaba por nuestros cuerpos. Después de vestirnos salimos del hotel.

La despedida era inminente, eso me partía el corazón como aquella vez en que el destino nos separó. Tu tren llegaba y yo me quería morir, nos besamos por última vez, tus labios ardían en los míos. Subiste al tren, te dije adios con la mano y me sequé una lágrima que rodaba por mi mejilla. Aquella lágrima tenía sabor a…. tal vez amor, deseo y añoranza.

Dedicado a mis amigos ana belény arael, también a alguien que me animó a publicarlo