Algo olvidado en un cajón
Mi marido y yo experimentamos una nueva experiencia gracias a un hallazgo inesperado.
Mi marido y yo llegamos a Valladolid casi al anochecer. Cuando entramos a la habitación del hotel decidimos ducharnos y descansar, y no dar un paseo por la ciudad tal y como hacíamos en otras ocasiones que llegábamos a ciudades que aún no conocíamos. Tras unos minutos en la estancia deshaciendo el equipaje pasé a hacer lo que más me gusta cada vez que llego a un hotel, que no es otra cosa que registrar todos los cajones de los armarios y mesas de la habitación por si algún otro huésped había olvidado algo anteriormente. No sabía exactamente porqué lo hacía, pero alguna vez encontré algún libro, o unas monedas sueltas, quizá una foto Sin embargo aquella vez en el hotel de Valladolid y precisamente en el último cajón en el que me quedaba por mirar, el de una de las mesitas de noche, tuve un hallazgo muy curioso.
Había oído hablar de aquellos objetos, pero nunca había tenido uno en mis manos. Lo cogí entre mis manos en el preciso instante en que mi marido salía del baño con una toalla enrollada en la cintura.
¿Qué es eso? preguntó.
Estaba en el cajón. Acabo de encontrarlo; alguien hospedado ha debido olvidarlo dije.
¡Menudo aparato! exclamó mi marido sonriendo- Es casi el doble que la mía.
Yo me ruboricé y solté inmediatamente el aparatito en cuestión en el mismo lugar de donde lo había sacado.
¿Cómo llaman a ese cacharro Andrea? me preguntó- ¿Arnés, polla portátil ?
Strapón, lo llaman estrapón. dije.
¡Qué bien lo sabes!
Leo cosas
-¿Y qué cosas lees? me preguntó insinuante mientras se sentaba junto a mí en la cama y me abrazaba por la cintura.
No respondí, estaba cansada y no tenía muchas ganas de juegos, al contrario que mi marido que siempre tiene ganas y sobre todo cuando salimos de viaje.
Me gustaría saber que tipo de tía zorra disfrutó con este juguete comentó mi marido.
¿Y por qué habría de ser una mujer? ¿Es que no pudo ser un hombre?
¡Vamos, vamos querida, un hombre tendría que ser muy maricón para meterse eso!
No tendría que ser muy maricón, habría de tener ganas de experiencias singulares, nada más. Además, se lo tendría que meter por el culo, ¿o es que sólo se puede penetrar el culo a las mujeres? -pregunté finalmente.
¿Te gustaría probarlo a ti? me preguntó interesado mi marido.
No le dije- esa no es la cuestión. El asunto es si te gustaría probarlo a ti, porque yo ya se lo que se experimenta cuando una polla entra en mi ano.
Sí, lo sé, y lo experimentas muy ricamente dijo él con algo de lascivia, refiriéndose sin duda a las decenas de veces que me había sodomizado.
Intentó después cambiar de tema, pero yo fui directamente al ataque, empezando a excitarme la idea de amarrarme aquel strapon a la cintura y ser yo "el macho" que enculase a mi marido. Él lo advirtió, se dio cuenta de que me apetecía hacer aquello, y se da la circunstancia de que mi marido raramente me niega un capricho.
Cuando al cabo de dos días abandonamos la habitación del hotel, yo quise dejar el strapon justo donde lo encontré, pero mi marido me convenció para que lo echásemos dentro de la maleta.
Aclaración: Esto es sin duda lo que se cataloga como relato erótico. No hay que ser un lector muy avezado para intuir la dimensión del texto sin matizar la historia detalle a detalle, más si esta se acompaña de una ilustración tan explícita. Otra cosa son los relatos pornográficos.