Algo mas que una amiga (II)

Otro encuentro de una joven de 18 años y una mujer de 45

Un paisaje gris. La tarde había caído y las primeras gotas de lluvia empezaban a presentarse. Primero fueron suaves gotitas que caían lentamente, hasta que empezaron a acelerarse para convertirse en una lluvia continua que podía escucharse al impactar sobre los tejados de las casas. Yo me encontraba en mi piso, sentada en el marco de la ventana contemplando el húmedo paisaje de la ciudad bajo la lluvia mientras me fumaba un cigarro. No fumo, pero en los días como ese en los que me apetece quedarme en casa a veces me daba por fumarme uno. Soy una persona sana.

En el tiempo que llevaba viviendo sola en esa ciudad a causa de mis estudios me habían pasado bastantes cosas. Cosas las cuales me limitaba a quedarme para mí sola. Cuando llamaba a mi familia, les decía que todo normal, como siempre. No me gustaba contarles nada. Por mí cabeza, iban pasando todo tipo de recuerdos de esos meses. Mi sobresaliente en algunos exámenes, otros que no habían ido tan bien, las salidas con mis nuevos amigos, mis planes con ellos para algunos días, lugares de la zona donde vivía…etc. De todas esas cosas había una que me tenía mas pensativa. Clara.

Desde lo ocurrido hacía un tiempo, no había podido sacármela de la cabeza. Los siguientes días al incidente, todo transcurrió con normalidad. Seguimos viviendo cada una en su casa, con nuestras iguales pero diferentes vidas, y por supuesto habíamos vuelto a quedar. Lo que sucedió aquella noche no se había repetido. Los limitamos a seguir quedando alguna tarde para tomar un café y hablar. No solíamos sacar el tema. Cuando este surgía, siempre terminábamos diciendo que estuvo bien,  que ambas lo necesitábamos e incluso intercambiamos algún pequeño beso en un par de ocasiones. No es nada de lo que haya que arrepentirse. Ya lo creo que no.

Ahora hacía ya unos 5 días que no nos veíamos un hablábamos. Hasta esa mañana. Me había llamado para pedirme si podíamos vernos un rato para hablar de algo, y que como no hacía muy buen día sería mejor ir a casa de una de las dos. En ese momento me ofrecí voluntaria para poner el lugar de encuentro. No se el motivo pero no me apetecía estar en su apartamento. No tenía ganas de ponerme a recordar aquel magnífico encuentro y desviar demasiado mis pensamientos.

Llevaba todo el día pensando en que llegara la tarde y eso me tenía un poco nerviosa. De repente sonó mi teléfono móvil. Observé la pantalla y leí un mensaje de Clara. Llego en 10 minutos. Rápidamente, tiré mi cigarrillo, cerré la ventana que tenía abierta para ventilar y me puse a recoger un poco la pequeña sala de estar. Después me senté en el sofá y esperé hasta que ella llegase.

Sonó el timbre. Sin responder, abrí la puerta de la calle. Esperé unos minutos y sonó el timbre de mi puerta. Respiré hondo, y abrí. Allí estaba Clara. La preciosa Clara. Como siempre, iba vestida de una forma impecable. Un bonito jersey de punto de un tono grisáceo con unos pantalones oscuros acompañados (como no) de unos preciosos zapatos de tacón, y encima un abrigo por encima de la rodilla de color oscuro. Yo, me había limitado a ponerme una camiseta de manga larga un poco ajustada de color rosa palo y unos vaqueros estrechos. Dejando a un lado mis pensamientos, la invité a pasar. Cerré la puerta, se quitó su abrigo y le di un beso en la mejilla. No tuve impulso para hacer nada mas, algo me frenaba.

Le ofrecí tomar algo, pero me dijo que no quería nada. Nos sentamos las dos en el sofá, un sofá bastante amplio pero no tan bonito ni cómodo como el que tenía ella en su casa. No sabía que decir, me quedé callada y esperé a que ella hablara.

La conversación fue bastante normal. Hablamos sobre lo que habíamos estado haciendo estos días, lo ocupadas que estábamos cada una, sobre cuando llegarán las vacaciones, si iré a visitar a mi familia… Hasta que llegó el punto clave de conversación. Ahí nos poníamos las dos algo tensas. Las conclusiones fueron las de siempre, no hay arrepentimiento de lo sucedido. Esta vez añadí algo.

-Necesitaba un cambio en mi vida.

-Lo siento… Lo siento mucho, perdóname- dijo ella.

-¿Cómo?

-No quería hacerlo.

Me quedé mirándola. No entendía nada de aquello.

-Tú eres muy joven. Mereces tener una vida. No soy la persona adecuada.

-¿Qué estás diciendo Clara? Lo que pasó pasó, y no podemos cambiarlo.

-Yo no puedo cambiarlo… Pero tú sí, tú aún estás a tiempo…

Me desorienté un poco. Me enfurecí. Tampoco me había dicho ninguna barbaridad pero me sentí molesta.

-Mejor márchate. No me siento bien- le dije

Intentó abrazarme. Me eché a un lado del sofá y me quedé contemplando la nada. Ni siquiera escuché lo que me decía. Mi mente se había quedado totalmente en blanco. Puso su mano sobre la mía, la cual yacía encima de mi rodilla. Noté como su calor se extendía encima de mi fría mano. Estaba helada. No hice nada. No quería hacer nada. Simplemente seguir allí inmóvil. Esos segundos se me hicieron eternos. Pensé y pensé. Pensé en la nada.

De repente, esa espiral sin sentido atrapado en mi cabeza se rompió por completo. Sentí la húmeda punta de su lengua pasar por el lóbulo de mi oreja. Seguí quieta. Sus dientes mordisquearon mi cartílago suavemente, sin hacer daño, produciendo un ligero masaje.

-No me arrepiento- me susurró al oído.

Y nos besamos. Un beso largo y dulce, como solo ella sabe hacerlo. Sintiendo el roce de nuestros labios y jugenteando con nuestras lenguas. Me estremecí al volver a probar aquellos labios. Separamos las bocas por un instante. Nos miramos sin apenas separar nuestras caras. Ambas podíamos sentir nuestras respiraciones. Pasé mi mano por su mejilla y fui hasta detrás de su cabeza, para así acercarla nuevamente hacía mí. Queríamos mas. Nuestros labios juntos de nuevo, las lenguas de cada una dentro de la boca de la otra, me encantaba que me mordiera los labios. Se quitó su jersey, quedando en camiseta. Nos acariciamos, nos abrazamos, yo la rodeé con mis brazos para así acercarla hacía mí. Quería sentirla cerca, su cuerpo contra el mío. Ese juego de besos y caricias era algo que nos enloquecía, nos hacía pensar en lo que iba a pasar.

Introdujo sus manos por debajo de mi camiseta, acariciando mi espalda mientras seguíamos “comiéndonos” la boca. Me subió la camiseta y me acarició los pechos por encima del sujetador sin despegar nuestros labios. Con un gesto rápido, me quité mi camiseta y procedí a quitarle la suya. Los besos seguían, los abrazos, el roce de nuestras pieles ahora ardiendo era incontrolable. No pude más, y desabroché su sujetador. Tenía otra vez ante mí aquellos preciosos pechos de tamaño perfecto, los cuales no pude evitar acariciar para después llevarme a la boca. Los besé, lamí, mordí. Ella suspiraba, y apretaba mi cabeza contra ellos para que no parase. Mientras me quitó el sujetador. Lo aparté a un lado, y la besé mientras me abracé a ella como si quisiera traspasarla, consiguiendo que nuestros pechos se encontrasen para frotarlos unos contra los otros. Me incorporé un poco, y me puse delante de ella, encima suyo, quedando la una enfrente de la otra. Me sonrió y colocó su cabeza entre mis dos pechos mientras puso sus manos en mis nalgas acercándome a ella. Me mordisqueó los pezones y me besó y lamió los pechos ansiosamente, pero con cariño y suavidad. No quería que parase, me encantaba sentir su lengua sobre esa zona. Bajé mi mano acariciando su vientre, y la introduje dentro de su pantalón y sus braguitas para poder acariciarle allí abajo. Estaba húmeda, muy húmeda. Comencé a jugar con su clítoris mientras me besaba los pechos, para terminar besándola con pasión. Antes de que alcanzara el éxtasis, retiré mi mano. La desnudé del todo, y me puse arrodillada delante suyo. Nos miramos a los ojos e intercambiamos una pícara sonrisa. Lentamente, abrí sus piernas. Acerqué mi cara poco a poco, y besé sus labios vaginales con dulzura, como si se tratase de su boca. Este suave beso en su sexo hizo que gimiera, y que todo su cuerpo temblase un poco. Pude sentir en mi boca la humedad de sus flujos. Seguí besando sus partes, hasta que saqué un poquito la lengua. Lamí lentamente su clítoris y lo besé. Comencé a introducir mi lengua por donde podía y a besarle por todo. Cada vez más  rápido, haciéndola gemir y suspirar sin parar. Yo seguía, nuevamente, ella sujetaba mi cabeza acercándola a su sexo, para que no parase. Entonces gritó, gritó de placer y se fundió en un orgasmo que la hizo temblar. No dudé en mantener allí mi boca. Se vino en ella y eso me encantó.

Hizo que me levantase, me besó y me tumbó en el sofá. Ahora le tocaba actuar a ella. Me desnudó completamente, abrió mis piernas y lentamente comenzó a besar mi sexo. Lamió mi clítoris con la punta de su lengua, para seguir besándolo. Entonces paró. Me acarició los labios vaginales suavemente mientras se puso un poco encima de mí para besarme. Comenzó a tocar mi clítoris con un dedo, a masajearlo sin parar mientras me besaba y mordisqueaba uno de mis pechos. Movía sus dedos con rapidez sobre mi vagina, sin introducirlos dentro. No era necesario. Cada vez iba mas rápido, y su boca seguía lamiendo mis pechos sin parar. No aguanté, iba a gritar. No pude evitar cerrar los ojos y poner una expresión de placer, abrí mi boca y grité y en ese momento Clara se abalanzó sobre mí para besarme, aún teniendo la boca abierta. Tomé su mano y la apreté contra mi sexo, mientras me corría de placer y sentía como ella jugueteaba con mi lengua en su boca. Toda su mano quedó llena de mis jugos, y para sorpresa mía, al separar su mano de mí, la llevó a su boca para lamer sus dedos. A la vez que morboso, me pareció “bonito”.

Ahora, las dos sabíamos como continuar. Entrelazamos nuestras piernas, y suavemente iniciamos una placentera y húmeda tijera. Las dos nos movíamos despacio, mirándonos fijamente a los ojos mientras suspirábamos y gemíamos no muy alto. Nos cogimos de las manos. Otra vez me invadió aquella sensación de seguridad que sentí la primera vez. Me encantaba, volvía a sentirla formar parte de mí, podía sentir su calor en mi cuerpo. Seguimos rozando nuestros sexos, ahora un poco mas rápido, más intenso. Nuestras respiraciones se aceleraron, nuestros gemidos aumentaron. Otra vez, aquello estaba perdiendo el “control”. El placer era increíble, la sensación era única. Nos frotábamos la una contra la otra como si no hubiese mañana, nos abrazábamos y besábamos como podíamos, sin interrumpir aquel continuo roce.

-Sigue por favor, házmelo…- me dijo Clara.

Esto hizo que el ritmo aumentase. La rodeé con mis brazos y la acerqué a mí. Comencé a besarla en el cuello mientras las dos gemíamos. No quería que aquello terminase. Clara estaba a mil, podía sentirlo. Sin dejar de frotarnos, me tumbó y se puso encima de mí, para “cabalgarme”. Se inclinó hacía mí hasta que juntó nuestros pechos, y comenzó a moverse, a frotarse entera contra mi cuerpo. La abracé, la abracé y moví mis caderas para seguir el roce de nuestros sexos ya empapados. Ahora todo era una locura. Besos, caricias, roces. No podíamos mas, íbamos a llegar. Nos movíamos sin parar y gritábamos del placer.

-¡Clara quiero ser tuyaaa por favor, quiero ser tuyaaaaaa!

Esto la enloqueció. Abrazó mi cuerpo contra el suyo, y me besó apasionadamente mientras tuvimos un increíble orgasmo que nos hizo gemir bastante fuerte, temblar y estremecernos.

Las dos nos tumbamos en el sofá, rendidas, agotadas, satisfechas. Clara extendió sus brazos y me acurruqué en ellos, mientras me daba besos en mi mejilla y me acariciaba. La miré a los ojos y me susurró:

-Eres mía mi niña…Te quiero.

Y me besó.

FIN