Algo más que tío

Anna,una adolescente esta furiosa por la aparición de un hombre que la hace temblar proclamando ser su tío del cual nunca había oido hablar. El es muy atractivo, sexy, seductor y no puede dejar de pensar en él. Ana siente la posibilidad que entre ellos dos hay algo más que solo cariño familiar.

Sabía que no debía, pero en verdad... ¿a quién le importaba? a nadie exactamente. Hace 6 meses mi padre murió y mi madre se había hundido en una terrible depresión con la que, además, aprovecharía para traer a un hombre desconocido a casa que terminó siendo el hermano de mi padre, un tío que nunca había existido antes. Hablaron de se quedaría en casa por un tiempo. Creo que mi madre se siente más segura, pero apenas la veo salir de casa y siempre se queda dentro de su habitación encerrada. Pocas veces nos encontramos por las habitaciones. Así que no le importaría, ni tampoco se daría cuenta si tomara una de las botellas de vino de la bodega, que está en el patio trasero.

La descorché, me serví en una copa y le dí un sorbo. Me sentía adulta y orgullosa. Después de todo con 16 años de edad, ya casi lo era. Pensaba que de todas era más madura que las chicas de mi edad y por lo tanto tenía el derecho de manejarme como quisiera.

Pensando en el hombre que se encontraba viviendo en nuestra casa, recordé el primer momento en que lo vi y la primera impresión que pasó por mi mente. A lo lejos, un hombre parado a la derecha del árbol con mi columpio, fuera de casa. Yo estaba sentada en las escaleras del porche. Su postura me pareció muy sexy y mientras se acercaba y caminaba hacia mi, lo podía ver con más claridad. De no más de 35 años, ojos claros, cabello castaño y una sonrisa totalmente irresistible. Era sexy, muy sexy. Por eso me decepcioné al enterarme que era un familiar, pero más que nada, me enojé al saber que este desconocido, diciendo ser mi tío, se quedaría en nuestra casa. Parecía querer ocupar el lugar de mi padre. Pero fue peor, a tal punto de enfurecerme, cuando la vi a mi madre tratando de coquetear con él... ¿Pretendía ya reemplazarlo? ¡Que puta! Coqueteando con su propio cuñado a casi 6 meses después la muerte de su esposo! Días más tarde, cayó en otra depresión, pero debe ser muy probable por algún tipo de rechazo con mi "tío" Anthony. Escuché parte de una conversación que tuvieron mientras volvía tarde del colegio. Al parecer ella lo había esperado con un elegante y seductor vestido con la espalda descubierta, dos copas, el mejor vino que teníamos y a la luz de las velas. Exactamente lo que Anthony decía fue "Soy tu cuñado y sería una falta de respeto a mi querido y difunto hermano. Estoy seguro que todo esto es un malentendido de tu parte y lo único que necesitas es nada más que consuelo por la muerte de tu marido". Ella rompió en llanto haciendo una pequeña escena para conseguir algo de aquel hombre, lo cual no obtuvo y sin una lágrima en su rostro hizo una rabieta como una niña caprichosa al querer un dulce y se fue a su habitación. No ha salido de allí en cinco días, el único movimiento que hay es de la ama de llaves entrando y saliendo con la bandeja de las tres comidas.

Debería decir que los intentos de Anthony tratando de hacer que me agrade eran constantes y se esforzaba cada vez más. Sentía admiración y siempre me sorprendía su perseverancia. Aún así no le hablaba y apenas lo miraba. Me traía dulces y regalos poniendo esa leve sonrisa en su rostro, esa sexy sonrisa.

Le dí otro sorbo a mi segunda copa de vino, llena hasta el borde. Un calor me invadió el cuerpo. Estaba por empezar el verano, y el aire de la primavera se sentía pesado y caluroso. Era tarde, pero todavía con el uniforme del colegio, desabroché tres botones de mi camisa blanca y me acomodé el cabello para sentir más aire. Me apoyé sobre la mesa de la bodega, con la tenue luz y cerré los ojos, escuchando los búhos y las chicharras cantar.

-Peekaboo para mi sobrina en la bodega.

Di un pequeño salto y ahí estaba, en la puerta. Mirándome con sus grandes ojos de color azul verdoso... y esa sonrisa, la cual no podía dejar de pensar.

-No te asustes... solo soy yo. No diré nada...

-No hay secreto que guardar. Ya soy grande y por lo tanto hago lo que quiero. -espeté con rudeza.

-Así que la niña tiene voz... Por fin una oración entera y solo para mi. - No dije nada, seguí bebiendo.

-¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar entreteniendo a mi madre o algo parecido? Porque parece que eso es para lo que te quedas. -mi odio comenzaba a hablar y tal vez también el alcohol tenía la culpa.

-Lamento que hayas presenciado esa terrible escena, Anna. Si me preguntas, creo que es imperdonable. Me irrita tanto como a ti, con solo a pocos meses de la muerte de tu padre, aún la tierra removida casi fresca en su tumba, el epitafio recién grabado... -Por fin había captado toda mi atención- Lo siento, no debería decir semejantes cosas sobre tu madre. - Solo asentí con mis ojos puestos en él. -Pero luego pienso que tal vez tu madre se siente sola... y que necesita compañía para atravesar esta tragedia. Al igual que tú. Lo único que quiere es un poco de afecto. -Sus palabras volvieron a despertar la furia que se había calmado.

-¿Sola? ¿Que se siente sola? Yo también me siento sola y no ando por la vida queriéndome acostar con cualquiera que se me cruce por el colegio. No tiene excusas, ella siempre ha sido así. Dudo mucho que hasta haya amado a mi padre. Apuesto la fortuna que me heredó a que está deprimida por haberla dejado sola en este mundo conmigo. Para ella no soy más que una carga. Soy su cruz, me lo ha dicho miles de veces. ¡Ella no ha perdido a nadie, solo perdió el beneficio de estar en libertad sin una niña que cuidar!

-Estoy seguro de que las cosas no son así.

-¡¿Y tu qué sabes?! Apareces un día y me aseguran que eres el hermano de mi padre. ¡¿Quién diablos eres?! Pues te diré una cosa por si no lo sabías tío, mi padre nunca habló sobre ti, ¡jamás! Para mi eres un completo extraño, jamás serás nadie para mi. ¿Quién eres para venir a opinar sobre mi madre y sobre mi? Si mi padre nunca dijo ni una palabra sobre ti entonces es obvio que nunca quiso que formes parte de nuestras vidas. - apenas me faltaba el aire, estaba agitada. Tomé una bocanada de aire y me lo quedé mirando con el rostro totalmente rojo. Y él ahí parado delante mío con esos ojos grandes, pero ya no estaba su sonrisa. Estaba serio. Sus ojos me estudiaban y me recorrían de arriba abajo. Me sentía intimidada ante él pero luego de unos interminables segundos allí estaba de vuelta, la sonrisa en su rostro. Me senté en la mesa sin decir nada pretendiendo que ignoraba su presencia, volví a llenar la copa al tope y bebí un poco más.

-De casualidad no tienes otra ¿verdad?

-No, como podrás ver.

"De acuerdo" dijo y se acercó a mi lentamente sonriendo. Apenas se inclinó puso sus labios sobre la copa que yo misma sostenía y le dio un sorbo mientras seguía mirándome fijo.

Sé que dijo que era la hija de su hermano, pero estoy segura que esa mirada y lo que estaba haciendo no es lo que un tío hace con su sobrina. Pero después de todo, para mí no era un tío. Nunca en la vida lo había visto hasta un mes y era un extraño viviendo en nuestra casa. No solo fue por el alcohol y la noche calurosa, esa mirada despertó en mi un fuego hambriento en mi interior y el corazón latía con fuerza. Me bajé de la mesa y me apoyé sobre ella con la cabeza gacha, mareada. Tal vez era el alcohol por fin haciendose notar. Sentía sus ojos quemándome en la nuca. Recordaba cada uno de los movimientos que hacía, los tenía grabados en mi mente desde que llegó hasta aquel momento y como me derretía por dentro a cada minuto que pasaba al lado mio y apenas me rozaba la piel, como si estuviera tentandome. Era él, sus ojos, su cuerpo masculino, el cabello, su colonia, su caminar y su sonrisa. Ardía de deseo y peleaba en contra pero era imposible. Él estaba ahí y lo sabía. Lo sabía desde que me vió mirándolo a lo lejos, sentada en la escalera de mi pórtico.

En ese momento sentí sus manos en mi cadera y su aliento en mi cuello. De a poco fue besándolo y rodeándome son sus brazos mientras aumentaba los besos. De verdad me estaba tocando y no era mi imaginación como las otras veces desde que había llegado. Él estaba tocandome, envolviendo mis caderas con sus manos enormes.

-Soy tu sobrina... y soy menor... -dije entre suspiros tratando de detenerlo, si caía no podría parar. - ... es ilegal.

-No soy un hombre de leyes. - replicó con su voz apenas susurrando, me volteó con fuerza, me levantó sobre la mesa y me besó en los labios violentamente. Y yo, perdida en el deseo, rodeaba su cuerpo con mis piernas y mis manos jugaban en su cabello.

Desabrochaba mi camisa y sentía sus manos por cada centímetro de mi piel. Cada una de sus caricias me excitaba más y más. Era un hombre, un hombre experto, podía ver como me daba placer con solo tocarme sin haberse acercado a mi sexo todavía. En un segundo había quedado completamente desnuda delante de él sin siquiera darme cuenta. Me apartó mirándome a los ojos. Un poco tímida estiré mi mano para quitarle la camisa y mientras lo hacía él solo me quedaba mirando. A cada segundo sentía mis mejillas rojas, encendidas, avergonzada por mis torpes manos que, a diferencia de él, apenas había tenido sexo sólo dos veces. Llegué a su cinturón y lo aflojé, sus pantalones cayeron sin ayuda y podía notar su erección, su miembro más grande que el de los dos chicos con los que había estado. Este era de un hombre, no el de un niño.

Siguió besándome y me pegó a su cuerpo para luego sentir como su gran miembro hinchado abría paso dentro de mi. Un gemido fuerte vibró por mi garganta, tan fuerte que parecía un grito atrapado, desesperado por salir. Él entraba y salía suave como si quisiera hacerme llegar a lo más alto de mi placer con movimientos delicados, como si fuese a romperme en cualquier momento. Mi sexo húmedo y caliente estaba a punto de estallar en un gran orgasmo. Sus manos jugaban con mis pechos, masajeándolos y apretándolos, pellizcando, chupando, lamiendo y mordisqueando mis pezones. Solo se escuchaban gemidos y suspiros en la bodega.

-¿Has estado con otros chicos, Anna? -me preguntó jadeando, follándome.

-Si... -sin pensar en la pregunta ni en la respuesta contesté con la voz apenas audible.

-¿Te besaron como yo? -iba aumentando las embestidas.

-No.

-¿Te tocaron como yo?- iba más rápido.

-No....

-¿Te follaron como yo? -más y más rápido.

-¡No! - grité mientras gemía y gritaba a cada embestida que Anthony daba.

Me tomó del cuello, me bajó de la mesa violentamente, y me inclinó sobre la mesa. Sin cuidado y rápidamente volvió a entrar en mi y embestirme con fuerza mientras me acariciaba el cabello y la espalda. Toda la delicadeza de hace un rato había desaparecido y ahora solo parecía un animal hambriento queriendo saciarse. "Pega tu cara a la mesa" seguía diciendo, "curva tu espalda" indicaba, "levanta el trasero, sácalo para mi". No pude contenerme y estallé en un increíble orgasmo. Él lo sentía también y gemía cada vez más. Oleadas de placer y más placer a cada embestida, a cada palabra, a cada caricia. Hasta que lo sentí otro orgasmo justo detrás del primero. Una sensación eléctrica en mi clítoris hicieron que mis piernas temblaran y apenas me permitía mantenerme de pie. Pero él seguía hasta que lo sentí acabar dentro de mi a seguido de un gemido. Sus semen tibio dentro mio me hacía estremecer con más ganas de continuar, aunque ninguno de los dos tenía fuerzas, quería seguir.

Así nos quedamos un buen rato, yo acostada sobre la mesa y él sobre mí, con su miembro dentro de mi vagina dando pequeños saltos. Lentamente se apartó y me sentó sobre la mesa. "Quédate ahí" dijo. Y cuando se terminó de vestir, tomó una botella, la destapó y la bebió de golpe hasta la mitad. Me dio la orden de acabarla, beberla sin parar mientras él me vestía.

Mareada por el alcohol, extasiada por el sexo con Anthony nos besamos violentamente, volviendo al mismo estado en el que habíamos empezado.

-Vete a tu habitación, mañana tienes colegio. -susurró Anthony.

-No diré nada... guardaré el secreto. -dije balbuceando apenas consciente.

-Lo sé.

Volví a mi habitación dejando atrás la bodega y a Anthony, mi tío Anthony.