Algo más que primos (Historia de Julian y Javier)

Julian y Javier se inician el el sexo entre juegos de niños.

Julián no recordaba muy bien la primera vez que folló con su primo. Javier nunca lo olvidó. Fue recordando un juego de niños; el juego de los perritos. Un juego inventado el día del decimoctavo cumpleaños de Julián.

¿Sabes lo que realmente me hubiera gustado?, que mis padres me hubieran regalado un perro. Pero me han dicho que no era capaz de comprometerme a cuidarlo y a sacarlo todos los días.

Le miró con ojos de devoción absoluta. Aunque no lo entendiera muy bien, intentaba trasmitirle que sus padres no eran capaces de darles la importancia que ellos tenían. De pronto se puso serio.

  • Tengo la solución. Si tu quieres yo será tu perro.

Y para apoyar sus palabras se puso a cuatro patas y dio un ladrido. Medio en broma y para probarle, le dije que los perros no llevaban vestidos. Entonces él se desnudo y se puso a mis pies a cuatro patas. Aquella visión me excito. Le acaricie y le toque el culo. Entonces él se empalmó.

Habían pasado cuatro años. Recuerdas cuando de niños jugábamos a los perros, dijo Javier; bueno, a que yo fuera tu perro. La primera vez que me follé a mi primo, fue con el jueguecito de los perros. Yo sospechaba que le gustaba estar en bolas delante de mío. Estaba a cuatro patas sobre la cama y yo a su lado, también desnudo me la pelaba.

Me acorde de cómo se montaban los perros y me puse detrás de él. Pero como nunca lo habíamos hecho, no atinaba a metérsela, pues su culo no se abría. Decidí que a lo mejor había que empujar más; e insistí. Conseguí meterle apenas el capullo. Mi primo grito que le hacía daño. Le dije que si quería ser mi perro aguantara y se calló; aunque yo me daba cuenta de que hacía muecas. Pero estaba muy excitado, de modo que seguí insistiendo.

Al poco él estaba tirado sobre el colchón y yo se la metía bastante. El pego un grito; me cabreé. Se la saque y comencé a darle golpes, cachetes y bofetadas. Él se tapaba con las manos, pero no me devolvía ningún golpe. Sólo me miraba con su cara de perro amansado. Eso me excitó más; le volteé y le comencé a dar azotes en el culo. Después de no sé cuantos, me dijó que haría lo que quisiera, se puso a cuatro patas y como un buen perro, me lamió las manos. Entonces le volteé y se la intenté volver a meter.

El aguantó mientras yo le embestía; se la metía y sacaba bastante aprisa. Y por fin me corrí dentro de él. Y cuando me salí y me quede tumbado en la cama, recuperándome, mi primo volvió a lamerme entero: la cara, las manos, los pezones e incluso la polla y los huevos, sin importarle que estuvieran llenos de mi semen.

Aquella noche mi primo me pidió volviera a follarle. Me suplicó que le dejara ser mi esclavo.

Le tumbe en la cama boca abajo y me puse encima. Le lamí las orejas y le pegue un bocado en la nuca. Coloque una almohada debajo de su vientre; así el culo quedaba hacia arriba. Se lo abrí y escupí dentro.

Me gustaba su culo; pequeño pero redondito, bien formado, levantado. Me puse a masajearlo. Me incline y lo lamí; seguí por todo el culo hasta que mi lengua encontró el esfínter. Metí mi lengua y le oí como empezaba a gemir.

Cuando me incorporé el culo le brillaba, y su cara ladeada, a la expectativa, preguntaba que iba a hacer ahora. Levante la mano y le di un cachete.

¡Qué culo tienes!

Me gusta que me des azotes. Pónmelo colorado.

¿Seguro?

Dame, Julián. Sin miedo.

Le di una vez, dos, tres… cada vez con un poco más de fuerza. Él suspiraba, daba pequeños gritos, me miraba sonriendo casi feliz. Me deje llevar un poco histérico, hasta que me dolió la mano. Me fije que entre las piernas asomaba su polla, dura y reluciente. Los azotes le habían provocado una erección. Metí la mano por debajo de su cintura y se la agarré.

¡Estás cachondo!

Cogí el bote de lubricante y deje caer un chorro. Con el dedo anular lo distribuí bien. Al hacer círculos noté que el esfínter cedía. Poco a poco metí el dedo; el lubricante hizo que entrara fácil. Mi primeo empezó a mover el culo; primero hacia los lados y después de arriba abajo. Saque el dedo, me puse un condón y me tumbe sobre él.

Dirigí con la mano mi polla y la coloque sobre el culo. Empecé a empujar y note que cedía. Mi primo puso una mueca.

¿Duele?

Un poco… pero no la saques.

Di en fuerte empujón y la metí entera. Se arqueo hacia arriba hasta que su espalda se encontró con mi pecho; al tiempo dio un grito. Me quede quieto unos segundos. Y comencé a meterla y sacarla. Sudábamos, gritábamos y gemíamos. Yo sentía que mi cuerpo entero sentía escalofríos, intensas cosquillas subiendo desde mi pene hasta la nuca, recorriendo la espina dorsal. Mi primo gritaba más y más fuerte hasta que se abandonó en un orgasmo y se dejo caer contra la cama, arrastrándome hasta quedar sobre él.

Seguí moviéndome; él me aceptaba resoplando. Me apoye en mis manos y arqueando mi cuerpo volví a balancearme, entrando y saliendo. Cinco minutos después el volvía ronronear y amoverse levemente.

Córrete – me dijo- . Correte.

El volvió a gritar; creo que tuvo otro orgasmo. Y al minuto yo empecé a notar que el culo se me tensaba, que mi polla se quedaba totalmente recta y una fuerza brotaba desde mi ingle hasta brotar por el glande, haciéndome estallar en un grito.

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