Algo más que amigos

Era la mejor amiga de mi novia, y no queriamos traicionarla, pero nos deseabamos demasiado como para estarnos quietos.

Marta y Nuria eran amigas desde la infancia. Su amistad se forjaba todos los veranos en aquel pueblo de la costa donde coincidían sus familias. Pero en invierno, aunque vivían en el mismo barrio, nunca estudiaron juntas en el mismo colegio. La familia de Nuria mantenía un nivel económico más elevado, y por eso siempre fue a colegios privados donde solamente podían estudiar niñas, mientras que Marta iba a colegios públicos y mixtos.

Al principio de la adolescencia cuando tenían 13 años se fueron distanciando la una de la otra. Cada una de ellas se fue acercando más a sus amistades del colegio, y cada vez era más frecuente que pasaran los fines de semana sin verse. Incluso durante el verano, donde cada año ambas eran inseparables amigas de juegos y secretos, se fueron distanciando, ya que Nuria se unió a un grupo de chicas que conoció en la playa. Con estas nuevas amigas, empezó a conocer chicos de su edad, y a descubrir el mundo de los romances veraniegos, y los primeros besos.

En el verano que Nuria tenía quince años permitió por primera vez que un chico del que estaba locamente enamorada le tocara los pechos. Ella siempre había hecho topless, y su chico le podía ver cada día los pechos en la playa, pero el día que le dejó que se los tocara fue inolvidable para ella. Era el último día que se verían pues él ya debía de volver a su país. Estaban en la playa, era ya tarde y quedaba muy poca gente. Se estaban besando tumbados de lado, el uno en frente del otro, encima de sus toallas cuando él le acercó su mano lentamente hacia sus pechos. Esperaba que ella le parara la mano antes de llegar a su objetivo como había ocurrido otras veces, pero esta vez ella no se lo impidió y le dejó que tocara, pellizcara e incluso que besara sus senos.

Cuando se separaron ligeramente el uno del otro y recobraron el aliento, el chico le agradeció a Nuria por haberle dejado disfrutar de sus senos, y le mostró el bulto que se marcaba en su bañador. Nuria nunca había visto un pene más que en la televisión o en alguna revista, y el bulto que veía marcado en el bañador le pareció mucho más grande de lo que se esperaba. Sintió una gran curiosidad hacia el pene, y se sintió muy reconfortada al comprobar lo que había provocado en un varón con la ayuda de sus pechos, de los que se sentía muy orgullosa.

Él le invitó a que le tocara y ella lo hizo con mucho nerviosismo y curiosidad. Recorrió el pene por encima del bañador de arriba a abajo, apretando ligeramente y descubriendo su dureza y calor. Más tarde él le invitó a que le mirara el pene sin el bañador, pero ella no se atrevió. Entonces él se bajó levemente el bañador hasta liberar el pene, y cogió la mano de ella para que se lo tocara. Ella volvió a acariciarla de arriba a abajo como había hecho antes aunque esta vez directamente sobre el pene, pero muy pronto él le cogió la mano, y la puso alrededor de su pene, enseñándole con lentos movimientos a masturbarle. Nuria se sentía asustada pero emocionada. No veía otra cosa que no fuera aquel pene que ella agitaba sin saber que más hacer. Observaba como aparecía y desaparecía el prepucio, como crecía aún más aquel pene en su mano, como se remarcaban las venas y se enrojecía como si lo estuviera apretando demasiado. La respiración del chico fue acelerándose y sin previo avisó se corrió violentamente sobre la mano de Nuria. Ella cuando todo hubo acabado se asustó. Temía que alguien los hubiera visto. Temía que se enteraran sus padres. Por otra parte se sentía feliz de haberle hecho correrse a ese chico, de comprobar lo que era capaz de provocarle con su cuerpo y con su mano. Pero inmediatamente se sentió angustiada porque aunque le había encantado llegar tan lejos, sabía que era el último día del verano con él.

El chico se fue y el agosto llegó. Nuria sabía que probablemente nunca más le vería y pasó unos días suspirando por el. Pero con el paso de los días y la ayuda de sus amigas Nuria olvidó a su “ex “ y disfrutó del verano todo lo que pudo. No perdió la virginidad ese verano, pero dejó que varios chicos disfrutaran de su cuerpo, y les masturbó a todos sin excepción. Le gustaba. Les miraba a la cara mientras lo hacía, y se sentía como una reina del sexo. Lo hizo en la playa, en el parking de una pequeña discoteca local, en el agua mientras se bañaban, en las duchas de un camping cercano, incluso se sintió tentada a besar el pene de uno de ellos que se lo pedía con insistencia, pero a eso no se atrevió.

Se acabó el verano y Marta y Nuria volvieron a sus correspondientes colegios. En todo el verano solamente se habían visto dos veces y no hicieron más que saludarse ya que cada una estaba con su novio de turno. Durante el invierno no se vieron ni un solo día, hasta que un día coincidieron en una fiesta que organizaba un chico en su casa aprovechando la ausencia de sus padres. Se pusieron a charlar y toda la amistad que había habido entre ellas reapareció de inmediato. Comentaron como les había ido el verano, quien les gustaba ahora, cotillearon de unas chicas y otras, y se sintieron tan a gusto la una con la otra, que cuando se despidieron se dieron un abrazo fuerte y sincero de amistad y alegría por haberse reencontrado. A partir de ese día Marta y Nuria fueron inseparables, compartieron amigas y amigos, salían siempre juntas de marcha, quedaban siempre que podían incluso cuando alguna de ellas tenía novio.

Marta era más alta que Nuria, media un metro setenta. Era delgada, tenía un culo precioso, y unos pechos ligeramente pequeños pero firmes y redondos, con una forma preciosa. Nuria era más coqueta y más morbosa. Tenía la piel de color moreno, delgada también, con el culo muy respingón como Marta, pero tenía unos pechos sencillamente perfectos. Grandes, muy firmes y con unos pezones deliciosos, pequeños, muy oscuros y que desde la areola sobresalían del resto del pecho, en forma puntiaguda que invitaban a mordisquearlos y lamerlos. Las dos eran guapas y tenían mucho éxito entre los chicos. Normalmente no tenían novios formales, sino ligues de una noche. Se divertían, coqueteaban con uno y con otro, y al final, si les apetecía practicaban el sexo en el coche su ligue nocturno.

Yo les conocí un año más tarde, en el mes de marzo cuando tenían 17 años. Me enamoré de Marta y empezamos a salir juntos. Más tarde siempre salíamos los tres juntos, pero al final de la noche Marta y yo nos separábamos y no veíamos a Nuria hasta el día siguiente.

El primer día que fuimos juntos a la playa, me sorprendió por que las dos se quedaron inmediatamente en topless. Yo ya había visto los pechos de Marta otras veces en la playa y me encantaba vérselos al sol. Me gustaba verle ir al agua y observar como otros chicos de alrededor no le quitaban la vista de encima, y ella hacía como si no se diese cuenta, pero cuando volvía del agua, levantaba los brazos para arreglarse el pelo mientras caminaba con los ojos cerrados, permitiendo que todo aquel que quisiera disfrutara viendo su cuerpo. Pero aquel día que fuimos con Nuria a la playa pude verle por primera vez los pechos y me dejaron fascinados. Intentaba no mirarle demasiado para que no se dieran cuenta ni ella ni Marta, pero discretamente miraba siempre que podía. Una vez, estaba ella boca a bajo apoyada sobre sus codos para leer una revista, tenía los pechos colgando, rozando levemente la toalla, Marta se levanto para ir a darse un baño, y yo que estaba tomando el sol también boca a bajo abrí los ojos y sin Marta de por medio tapándome la vista, me quedé mirando los pechos de Nuria un buen rato aprovechando que nadie me veía y que ella estaba distraída con la revista. Al poco rato me di cuenta que Nuria había girado la cabeza y me miraba con una sonrisa en la boca pero sin cambiar de postura, morbosa, coqueta y complacida de mi reacción. Entonces se incorporó, se acercó a mi oreja, y rozándome con sus pechos me dijo: “Como sigas mirándome así no vas a poder levantarte en un buen rato.” .Me besó en la mejilla y se volvió a su toalla, recuperando la postura que tenía y dirigiéndome de nuevo otra sonrisa. Me sentí muy excitado y avergonzado, sin saber como reaccionar, ya que era evidente que ella se ofrecía para que la siguiera mirando. Inmediatamente llego Marta del agua, se tumbó en su toalla entre Nuria y yo, y todo volvió a la calma. Desde aquel día Nuria siempre fue muy coqueta conmigo. Me excitaba con miradas y roces  descuidados siempre que podía, pero nunca fuimos más allá.

Nuria siempre que quería, ligaba. Luego decidió que ella también quería tener un novio, pero cambiaba de novio constantemente y siempre les era infiel. Le duraban dos o tres meses, luego ella se cansaba y los dejaba. Marta era más conservadora. No había tenido nunca tantos ligues como los que había tenido Nuria, y a diferencia de esta, tuvo algunos novios que le duraron bastante tiempo. Mi amistad con Nuria era total. Nos veíamos muy a menudo, incluso quedaba con Nuria cuando no estaba Marta, pero había mucha confianza entre los tres y eso nunca fue un problema.

Un día estando en una discoteca, acababa de besarme con Marta cuando apareció Nuria que había ido a dar una vuelta. Marta que estaba ya un poco borracha, nos dijo que nos quería mucho a los dos, y que estaba muy contenta de la amistad que había entre los tres, y me pidió que le diera también un beso a Nuria, un morreo como muestra de nuestra amistad. Nuria no se lo pensó dos veces y me dio un morreo que a mi me pareció que era más de deseo que de amistad. Desde entonces siempre me he saludado con Nuria con un pico en la boca, y en las noches de juerga era frecuente que nos diéramos un morreo en presencia o no de Marta.

Al año siguiente las dos decidieron estudiar la misma carrera, y se fueron a vivir juntas a Valencia. Alquilaron un piso, y yo iba a verlas siempre que podía. A veces nos quedábamos allí los fines de semana y Nuria que por aquellas fechas tenía un novio que parece que le duraba bastante, también se quedaba. Marta trabajaba los jueves y viernes por la noche en una discoteca, ya que necesitaba dinero para pagarse el piso y los estudios, pero Nuria aunque también empezó a hacerlo, lo dejó por que en realidad no le hacía falta ya que sus padres le pagaban todos los gastos.

Nuria aprovechaba los días que compartíamos en el piso para coquetear discretamente conmigo. Cuando llegaba, se cambiaba de ropa con la puerta abierta de par en par, sabiendo que yo podía verle desde la cocina. Se ponía de espaldas a la puerta y se quitaba el jersey, la camiseta y el sujetador, luego se giraba levemente y me permitía ver el precioso perfil de sus pechos. Cogía una camiseta ancha y se la ponía con mucha calma, sin nada debajo. Luego se quitaba los zapatos y los pantalones y se ponía un pantalón corto y finalmente salía como si nada. Lo hacía siempre, y yo le miraba siempre, y ella lo sabía.

A mitad de curso Nuria cortó con su novio y pasó una mala racha sentimentalmente hablando. Un día aproximadamente dos meses más tarde, fui a ver a las chicas al piso. Era un jueves y Marta estaba sola y se encontraba mal porque tenía la regla. Estuvimos toda la tarde en casa descansando porque luego Marta como cada jueves tenía que ir a la discoteca a trabajar. Antes de la cena llegó Nuria. Yo como siempre fui a la cocina con la excusa de prepara algo para cenar, porque sabía que desde allí podría ver a Nuria como se cambiaba la ropa. Ese día fue diferente. Nuria no se puso una camiseta como las que se ponía normalmente, sino que se puso una más larga, que le llegaba hasta medio muslo, y luego se quitó los zapatos, los pantalones y para mi sorpresa se quitó también las bragas quedando vestida únicamente con aquella camiseta larga. Quedaba claro que Nuria quería calentarme, y yo decidí que no iba a quedarme atrás. Fui a la habitación y me quité los calzoncillos que llevaba debajo de unos pantalones cortos de deporte. De esta manera, al moverme o al caminar, si alguien se fijaba, podía ver el movimiento libre de mi pene. A Marta seguramente le hubiera extrañado si se hubiera dado cuenta, pero como ya íbamos a cenar y ella se iría en seguida a trabajar, no tendría muchas oportunidades para darse cuenta. Nuria si se dio cuenta, ya que le pillé en más de una ocasión mirándome el paquete, cuando me levantaba de la mesa o cuando volvía de la cocina.

En la cena Marta dijo que se tenía que animar antes de ir a trabajar, que o sino la noche se le haría muy larga. Abrimos una botella de vino. Eso lo solíamos hacer habitualmente los días que íbamos a salir de marcha, pero aunque aquel día no estaba previsto salir, bebimos y mucho. Marta se fue a trabajar un poco alegre, y Nuria y yo nos quedamos acabándonos la segunda botella de la noche. Estábamos bastante borrachos y nos reíamos mucho. Yo ya ni me acordaba del morbo de saber que ninguno de los dos llevábamos ropa interior. Nos preparamos un cubata más y nos sentamos en el sofá a ver la tele mientras charlábamos. Hicimos un zapping y no había nada bueno en la tele, así que dejamos un canal al azar. Seguimos hablando y bebiendo y cabo de una hora hicimos otro zapping, pero a esas horas ya había empezado una película porno en una emisora local. La conversación inmediatamente derivó hacia el sexo.

Nuria - ¿Sueles ver estas pelis?

Yo - No habitualmente, a veces si, para masturbarme ¿y tu?

Nuria - No yo no, y eso que últimamente me masturbo mucho, desde que estoy sin novio. ¿Te masturbas a menudo tú?

Yo - No demasiado, dos o tres veces por semana. Pero deberías ayudarme a convencer a Marta para que se masturbe. Yo no lo consigo, dice que le corta el rollo masturbarse, y a mi me gustaría que lo hiciera, y que lo hiciera delante mío. ¿Lo has hecho tu alguna vez? ¿Te has masturbado delante de alguien?

Nuria - Si, alguna vez. Resulta muy morboso.

Mientras tanto, no habíamos cambiado de canal y en la película una pareja follaba en la piscina de un chalet. Entre la conversación, la película y el hecho de saber que Nuria estaba a mi lado solo con un camisón, mi pene empezó a reaccionar. Ella me miró sin disimulo y me dijo.

Nuria – Marta me ha dicho alguna vez que tienes un pene bastante grande ¿es verdad?

Yo – Bueno, pues no lo sé, porque tampoco he visto nunca en vivo en pene erecto para poder comparar.

Entonces Nuria me mira, sonríe y me dice

Nuria – ¿Por qué no me la enseñas y así yo también opino?

Yo – Hombre, no se si debería hacerlo.

Nuria – ¡Venga hombre! Hay confianza entre nosotros, hazlo como un gesto de amistad. Seguro que a Marta no le importaría que me enseñases tu pene si ella estuviera delante.

Tenía razón. Para Marta sería como un juego entre amigos. Una situación divertida con la que luego ellas podrían comentar y hacer bromas y comparaciones. Como yo seguía dudando, Nuria empezó a reír y a animarme, hasta que al final ella misma se inclinó sobre mí, y me bajó los pantalones mientras que yo levantaba ligeramente el culo para ayudarle. Puso cara de sorprendida y dijo.

Nuria – Ahora entiendo porque Marta habla tan bien de tu pene. Quizás no sea el más grande que he visto, pero casi.

Se quedó mirándolo un rato con un tono serio. Ya no había un tono de bromas y risas como antes, ahora el ambiente había cambiado. Le miré los pechos a través de la camiseta y se marcaban los pezones que debían estar erectos y entonces me dijo.

Nuria - ¿Por qué no te masturbas viendo la peli? Me gustaría verte como lo haces.

Yo – Hombre, me da un poco de corte, además no se si deberíamos hacerlo, ¿Qué pensaría Marta?

Nuria – Tú vas a masturbarte como lo haces otras veces, y eso a Marta no le importa, y yo me voy a limitar a mirar, y voy a ver lo mismo que hay en la tele pero en directo. Tampoco es tan fuerte.

Yo – Bien, de acuerdo, pero solamente si tu también te masturbas mientras yo lo hago.

Nuria – Vale, de acuerdo pero solamente nos miramos. No quiero hacer nada que luego no pueda explicárselo a Marta.

Entonces me cogí el pene y comencé a masturbarme muy despacio. Ella, que estaba sentada a mi derecha, se levantó la camiseta hasta la cintura, y me enseñó su monte de Venus con muy poco pelo y muy recortado. Abrió las piernas muy despacio y empezó a tocarse y masturbase mientras yo le miraba. Los dos nos estábamos masturbando y nos mirábamos. Era muy erótico verle la cara de placer y morbo que ponía mientras se masturbaba. Abrí mis piernas y se tocaron con las suyas. A los dos nos gustó la sensación de tocarnos mientras nos masturbábamos. Nos seguimos masturbando y entonces le pedí que se quitara la camiseta, que quería verle los pechos, que me encantaban sus tetas. Ella se incorporó y se quitó la camiseta y se encaró ligeramente hacia mi agarrando los dos pechos con sus manos, sobandoselos un poquito, y estirando los dos pezones hacia mí, mostrándomelos como un tesoro que no podía tocar. Se volvió a sentar, un poco más cerca de mí y volvió a abrir las piernas, poniendo su pierna izquierda sobre la mía.

Yo no paraba de mirar como se frotaba el clítoris y se metía dos dedos en su vagina utilizando las dos manos. Repetía los movimientos más rápido y más despacio. Se frotaba alrededor de su vagina, y luego acariciaba con rapidez su clítoris, y volvía a meterse varios dedos en la vagina. Yo mientras intentaba masturbarme muy despacio para alargar todo lo que pudiera. Entonces decidí masturbarme con mi mano izquierda y poner mi mano derecha sobre el muslo de ella. Ella me miró sonriente y yo le dije que nunca había habido ningún problema por que yo tocara sus muslos, que siempre los había podido tocar, igual que un brazo o un hombro, claro que esta vez lo hacía mientras me estaba masturbando. Entonces ella acercó su mano izquierda y la puso sobre mi brazo izquierdo con el que me estaba masturbando y volvió a mirarme sonriente como diciendo “nunca ha habido ningún problema para que te toque tu brazo izquierdo”. Seguimos masturbándonos y entonces retiré su mano de mi brazo y lo puse directamente sobre mi mano izquierda, una encima de la otra sobre mi pene.

Ella la dejo allí y acompañaba a mi mano en mis movimientos. Yo paré los movimientos con mi mano sobre mi pene y en seguida entendió que quería que fuera ella la que llevara el ritmo de mi masturbación. Ahora era ella la que apretando sobre mi mano continuó masturbándome. Yo estaba en la gloria y no paraba de mirar el movimiento de sus pechos, y su mano en su vagina, entonces puse yo mi mano sobre la suya, coincidiendo mis dedos sobre los suyos. Ella paró un momento para facilitar la maniobra. Sus dedos estaban mojados de su jugos, y mis dedos resbalaban sobre ellos. Lentamente empezó a mover sus dedos y los míos sobre su clítoris. Fue aumentando el ritmo poco a poco y ya resultaba difícil que mis dedos permanecieran sobre los suyos. Tocaba con las yemas de mis manos su clítoris y alrededor de él. Los movimientos de su mano eran rápidos y mi mano no permanecía ni un momento sobre la suya. Entonces ella dirigió sus dedos dentro de su vagina, y mis dedos también se adentraron en ella. Nuria mantuvo sus dedos y los míos dentro de su vagina, apretando fuerte, y entrando y saliendo rítmicamente y entonces retiró su mano, pero yo mantuve la mía un poco más, como si no recordara que yo mantenía mi mano sobre la suya para de esa manera fingir que no pasábamos del limite de lo permitido, aunque los dos sabíamos que hacía rato que habíamos superado ese limite. Estábamos los dos desnudos en el sofá mientras yo le estaba masturbando a ella y ella me estaba masturbando a mí.

Retiré mi mano de su vagina y comencé a acariciarle el clítoris sin importarme donde estaba su mano. Ella gemía con fuerza, estaba próxima a un orgasmo. Mientras la masturbaba con fuerza, ella ponía su mano sobre la mía, presionando para que no la retirara, y entonces empezó a gritar.

Nuria – Si, si, si, continua follándome. No pares, por favor, no pares.

Su tripita de piel morena empezó a temblar, cerró las piernas y empezó a gritar y a gemir con muchísimo morbo, más morbo del que había oído nunca. Suspiraba, gemía, seguía diciendo que sí mientras poco a poco iba relajándose. Lentamente giró su cabeza hacia mí y me miró sonriendo, satisfecha del placer que había recibido. Su mano, que había parado de masturbarme empezó de nuevo a ponerse en marcha despacio muy despacio. Mi mano aun seguía bajo la suya rodeando mi pene.

Ella lo hacía muy bien. Lo había hecho muchas veces. Aumentó poco a poco el ritmo, y apartando mi mano empezó a frotar mi glande esparciendo el líquido preseminal. Retiré mis manos y me relajé para sentir todo el placer que me daba. Lo hacía de maravilla. Yo la miraba a ella, y ella me miraba a mí. Le miraba sus pechos y me atraían enormemente como siempre lo han hecho, grandes y con los pezones muy erectos. Entonces me incliné y me introduje uno de sus pechos en mi boca. Ella siguió masturbándome mientras yo con mis manos y mi boca devoraba sus pechos. Estaba a punto de correrme y ella debía saberlo. Aumentó el ritmo con su mano yo me incorporé en el sofá y mirándome a los ojos me besó mientras yo me corría con mucha fuerza sobre mi tripa. Ella siguió besándome y masturbándome hasta que ya no me quedaba ni una gota, y entonces se separó de mí, se inclinó y con muchísimo morbo me empezó a lamer todo el semen que tenía en la tripa. Lo limpiaba todo y se giraba a mirarme. Mi pene no lo lamió, porque en el fondo recordábamos que éramos el novio y la mejor amiga de Marta. Luego se incorporó me cojió la cara con las dos manos y me besó en un morreo que duró minutos.

Nuria – Si no fueras el novio de Marta, te follaría ahora mismo. Te follaría y te devoraría. Te haría de todo, y te obligaría a hacerme de todo. Hasta te dejaría que me lo hicieras por el culo, que sé que te gusta.

En ese momento la deseé más de lo que la había deseado hace 15 minutos. La cojí y la senté con las piernas abiertas sobre mí. Los dos desnudos. Besándonos. Acariciándonos con desesperación. Mi pene ya empezaba a recobrar fuerzas. Ella lo sentía a la entrada de su vagina y rozando su ano, pero entonces ella se separó y me dijo que no. Que eso ya sería demasiado. Que le había encantado lo que habíamos hecho y que lo recordaría siempre, pero que no quería llegar más lejos. Que hasta cierto punto ella podría explicarle esto a Marta, de tal manera que lo llegara a entender. Que la amistad entre los tres era tan grande, que Marta podía llegar a entenderlo si se lo explicábamos bien, y comprendería que en realidad, nunca nos habíamos olvidado de ella mientras lo hacíamos. Que quizás si Marta lo entendía, un día podríamos estar los tres juntos, y entonces si Marta nos dejaba, podríamos follar los dos delante de ella, y con ella.

Nuria me dio un beso, se puso de pie y se fue a su habitación desnuda, muy sexy, sonriendo mientras me miraba. Yo apagué la tele y me fui a mi habitación a esperar a Marta para follar con ella. Tenía unas ganas terrible follar, y cuando Marta tenía la regla solíamos hacerlo por el culo, sobre la mesa del escritorio, como nos gusta.