Alfredo...

Un encuentro fugáz, un amor que nunca olvidaré. Uno de los mejores encuentros sexuales que he tenido.

ALFREDO

Por: Gina Machorro

A pesar de los muchos años que llevo como travestido casi full-time (solo me visto de hombre por cuestiones laborales), y de que en mi ya lejana juventud ejercí como prostituta en un burdel de la ciudad donde vivo, con frecuencia encuentro en la red o en los lugares (antros, bares, cafés, parques y calle en general), alguna persona que me interesa por su aspecto físico o por su intelecto; esto último la más de las veces.

Por mi misma edad y por mi deteriorada salud, no me es posible "ligar" jovencitos con la frecuencia que quisiera; aunque permítanme decirles que es mucha mejor compañía una persona madura y reposada, que algunos jóvenes prendidos y alocados, sobre todo tratándose de relaciones homosexuales.

Sin embargo siempre he tenido suerte en el aspecto de conocer gente agradable y con quien pasar un buen rato, o varios buenos ratos.

Mi sexualidad me hace a veces jugarretas y no mido las consecuencias de llevarme a personas desconocidas a mi departamento, y sin que nunca me haya ocurrido nada grave, si me despierto a veces angustiada por no encontrar a quien pasó la noche (o parte) conmigo.

Pero lo que me ocurrió en días pasados no tiene parangón. Afortunadamente todo salió bien al final.

Sucede que en uno de esos arranques de lujuria que con frecuencia me dan, y que no estoy con mi pareja habitual, decidí salirme a buscar quien calmara mis ansias de sexo. Cuando esto sucede, me visto como una puta de las más descaradas, con unos mini vestidos que si bien no disfrazan mi ya no tan escultural cuerpo, si muestran más allá de lo que la imaginación podría descubrir.

Acostumbrada como estoy a los zapatos de tacón muy alto, estos hacen que mis regordetas nalgas resalten de una forma muy atractiva. Me maquillo con colores fuertes y oscuros y me pongo unas uñas postizas muy elaboradas. En fin, doy un aspecto completamente de puta, y de puta de esas dispuestas a todo (lo que en realidad pretendo)

Como a estas alturas ya mucha gente me conoce en el plano travestido, llamo al taxi que se encarga de transportarme y que contrato por el tiempo que sea necesario para regresarme a mi departamento, cuyo primor de chofer, se encarga de cuidarme en caso de que en el taxi quieran abusar de mi (ya una vez bajo a patadas a un patán que me quiso robar mis alhajas y cartera).

Llegó el taxi y bajé de inmediato y le pedí que me llevara al Parque de la Revolución a ver cómo estaba el ambiente. En este parque se acostumbran reunir gays y travestidos, así cómo sus amantes o mantenidos, y es donde van los "hombres" que buscan alguna aventura con alguna de nosotras.

Puse "hombres" entre paréntesis porque si bien son personas del sexo masculino que tienen sus esposas o sus novias y presumen de muy "machos", casi siempre van con algún travestido o con un gay para que se los cojan o para mamarles la verga. Pero si, también van algunos que sólo quieren coger con un travestido por el placer que les proporcionamos y que no les da ninguna mujer.

Tuve la suerte que después de media hora que estuve sentada con las piernas cruzadas, mostrando mis "encantos" y coqueteando abiertamente con cualquier cosa con pantalones y que pareciera ligeramente hombre, pasó un joven como de 20 años y se me quedó viendo. Yo, como la puta que me sentía (y que soy), le dije:

— ¿Te gusta lo que ves, mi rey?

Él se quedó sin saber que decir y se retiró, cosa que a mi no me preocupó, pues generalmente los muy jóvenes se asustan cuando una mujer (o un travestido como yo), les habla directamente. Además la noche apenas comenzaba y sabía que pronto aparecería otro candidato.

Cual no sería mi sorpresa cuando veo otra vez a este muchacho y que tímidamente se sienta junto a mí. Volteé a verlo y con la mejor de mis sonrisas y poniendo en juego toda la putería de la que pude hacer gala, le dije:

¿Qué pasó papacito, porqué te fuiste?

Es que no sé si eres mujer o eres de los que vienen aquí a buscar…; me dijo.

¿Qué quieres que sea para ti? ¿mujer, joto, travestido? Lo que tu quieras seré.

¿Tienes pene? No porque quiera que me cojas, sino porque siempre he tenido la fantasía de cogerme a una mujer con verga.

Mira, la verdad si tengo una verga, pero tan pequeña que te aseguro ni la vas a ver, mucho menos a sentir. Y además no se me para pues soy totalmente impotente.

Cuando le dije esto, noté que se removía un poco en la banca y respiraba ansiosamente.

¿Y cuanto cobras?

De eso no te preocupes. Si me das satisfacción no te cobraré nada.

¿De verdad?, ¿no me cobrarías? Pero de seguro vas a querer algo a cambio, y no traigo ni reloj ni joyas ni celular.

No seas tonto, vengo aquí a buscar placer y a dar también, aunque me veas vestida como puta, eso ya lo dejé hace mucho y ahora sólo lo hago por gusto. Anda, vamos a mi departamento. – Le dije levantándome de mi lugar.

Lo tomé de la mano y lo llevé a donde estaba mi taxi esperándome. Se veía un poco asustado pero lo tranquilicé cuando puse mi mano en su muslo.

El citado parque está algo retirado de mi departamento, por lo que quise ir poniendo a tono al rico muchacho que me acompañaba, le pregunté lo de costumbre en estos casos: su nombre, que si trabajaba o estudiaba, que si tenía novia, que cuanto hacía que no cogía, etc.

Algo nervioso, me contestó todas las preguntas y mientras yo, avanzaba osadamente por su muslo hasta llegar a su entrepierna, en la cual se sentía ya una prometedora protuberancia.

Me enteré que se llamaba Alfredo, que estaba estudiando la preparatoria, que no tenía novia y que nunca había cogido, ni con una mujer y menos con un puto (sic).

Esto me extrañó, pues al haberme dicho que sentía curiosidad por cogerse a una mujer con pene, asumí que ya había tenido experiencias sexuales. Entonces, ¿eres primerizo?; le pregunté. Él todo ruborizado me contestó con un casi inaudible "si".

¡No me hubiera dicho eso! Me sentí yo también como una primeriza, como si este fuera mi primer hombre. Me quise controlar para no arrojarme sobre él en ese instante. Devorar su virginal verga y succionar su semen juvenil hasta hartarme.

Mi mano acariciaba ya sin control la protuberancia en su pantalón y me dijo el chofer: "Cálmate Gina, ya vamos a llegar a tu departamento, no tengo ganas de limpiar el coche de la leche de tu amigo" y soltó una carcajada.

Como pude me separé de Alfredo y me arrinconé en el asiento. Alfredo se me quedó viendo y como que recién entonces notó mi indumentaria; la cual si ya de por si estaba muy cortita, con los movimientos la falda se me había enrollado ya hasta la cintura y dejaba al descubierto mi pubis semi-lampiño y mis exuberantes muslos.

Sin poder evitarlo, Alfredo se arrojó sobre mí y me acariciaba frenéticamente mientras besaba mi boca con una pasión que no era propia de un primerizo.

Sus manos apretaban mis senos y bajaban hasta mis lúbricas nalgas, abriéndolas y pellizcándolas con mucha habilidad.

Ya estaba a punto de sacarse la verga de su pantalón cuando llegamos a mi departamento y como pude abrí la puerta y salimos tropezando debido a las ansias que nos embargaban. El chofer discretamente se fue y casi arrastrando a Alfredo lo metí al departamento, que afortunadamente está en la planta baja.

Alfredo ya iba con los pantalones y las truzas a media pierna y su verga mostraba ya gotas de precum en su boquita.

Prácticamente lo arrojé sobre el sofá e hincándome entre sus piernas, tomé con mi sensual boca su verga, dispuesta a no permitir que ese preciado líquido se desperdiciara.

Para esto, déjenme decirles que Alfredo es todo un ejemplar de virilidad. Más alto que yo (mido 1.72m), su cuerpo es de esos jóvenes de gimnasio, de clase económicamente acomodada, resuma salud por todos sus poros. Cara muy estética completamente simétrica y un color de piel bronceado por el sol. En pocas palabras ¡un cuerazo!.

Su verga sin ser un monstruo, si es de esas que algunas mujeres le tendrían miedo, pues además de tener un glande tipo champiñón, su longitud y grosor son más que regulares. Dije a algunas mujeres, pero para putos como yo, son toda una golosina.

Le comencé a mamar su rica verga con toda la maestría que me ha dado mi profesión de puta durante tantos años. Alfredo gemía y se retorcía de placer y sentí que si no lo detenía se iba a correr muy pronto. Me separé de él y apreté con mi mano la base de su pujante miembro, para evitar su orgasmo.

Alfredo me tomó de la cabeza y me halaba hacia si para que continuara mamándole la verga, pero lo calmé con algunas palabras y levantándome de la posición en que me encontraba, me senté sobre su regazo. Recorrí a un lado la tira de mi tanga y sin condón, sin lubricación más que la saliva que le había dejado en su verga, y sin pensarlo dos veces, me senté en la rica verga que estaba ya a punto de eyacular.

Debido a la forma del bálano, hubo un poco de resistencia por parte de mi esfínter para permitir la entrada, resistencia que si bien se tradujo en un poco de dolor, resultó verdaderamente placentera pues siempre el roce y esa sensación de que están penetrando a una con algo tan grande, es muy agradable eróticamente hablando.

Con la verga de Alfredo ya bien aposentada en mi recto, mis músculos peri anales comenzaron a distenderse y apretarse en forma rítmica. Esto produjo en Alfredo la reacción más exquisita que podía imaginar. Me abrazó al nivel de los senos y empezó a darles un masaje de lo más erótico que pudiera esperar. Pellizcaba suavemente mis pezones y besaba mi espalda.

Por desgracia, esto también actuó en él que sin poder contenerse y sin hacer caso de mis súplicas que esperara un momentito, regó con una fuerza inusitada mis intimidades con chorros de caliente esperma que sentía como bálsamo en mi invadido culo, que parecía querer absorber todo ese rico semen.

Desafortunadamente, la dilatación producida en mi esfínter, permitió que una parte de esa rica leche se derramara y quedara entre los vellos del pubis de Alfredo y en mis nalgas. Sin embargo su verga continuaba dentro de mí y no daba señales de retirarse ni de disminuir de tamaño o rigidez.

Me quedé quieta mientras Alfredo respiraba a gusto y yo también, pues nuestros orgasmos habían sido bastante abundantes.

Le pedí que nos fuéramos a la recamara para estar mas cómodos en la gran cama que tengo, cosa que aceptó gustoso. Sin sacarme la verga del culo, nos fuimos a la recámara y nos colocamos sobre ella en la posición de "perritos".

En poco tiempo, sentí que Alfredo volvía a la vida y sus manos retomaron mis senos y sus caricias despertaron una vez más en mí, ricas sensaciones lúbricas.

Su verga pareció tomar aun más vida y claramente sentía como iba hinchándose y dilataba mi lubricado recto. Alcanzó proporciones auténticamente majestuosas, aun más que antes y casi me costaba trabajo respirar, pues sentía que estaba clavada en lo más profundo de mi intimidad; mi esfínter reaccionó apretando, lo que hizo que Alfredo expulsara más semen y un gemido de dolor. Aflojé todo lo que pude y mi amante tomó impulso y agarrándose de mis caderas, empujó fuertemente y ahora la que gritó fui yo, pues me sentí atravesada por tan larga, gruesa y dura verga.

Si antes me sentía ahogar por la profunda penetración, en ese momento sentía que mi cerebro ya no reaccionaba y mi cabeza perdió control y se movía en todos sentidos, tanto de dolor como de placer. Alfredo empujaba y empujaba y sentí que sus testículos penetraban también en mi dilatado culo y esto me hizo sentir que volaba en círculos de depravación y masoquismo. Si, dolía, y dolía mucho pero ¿Qué el dolor no es la fuente del placer? La verga tocaba mis más profundas paredes y sentía sus venas como estaban dilatadas y rozaban el interior de mi recto, sus testículos dentro de mí causaban una extraña sensación que jamás había sentido.

Sus manos acariciaban mis senos y mi pubis, y su boca besaba más ardientemente mi espalda, dándome chupetones cariñosos y muy eróticos.

¡Ah! ¡Qué de sensaciones tan diversas y ricas estaba teniendo! La juventud de Alfredo permitía que llegara a excesos que hacía mucho que no había experimentado. Su verga sin ser muy grande (como a las que estoy acostumbrada), me estaba ocasionando fuertes emociones, me mareaba y veía estrellas. No sólo era dolor, era tanto placer que mi grupa se movía en círculos y reculaba tratando de hacer más profunda la penetración. Estaba desbocada, mi boca emitía ya no gemidos, verdaderos gritos pidiendo más y más verga.

Mis orgasmos ya eran incontables, es más, era un orgasmo continuo que producía un exquisito ardor en mi entrepierna. En tanto Alfredo metía y sacaba su hermosa verga con rapidez y profundidad. Se sentía muy gruesa y más larga, pero yo sabía que era por la irritación de mi culo, pues con tanto roce era imposible que no se me hubiera inflamado.

Esto no podía durar eternamente, aunque los dos quisiéramos y entonces Alfredo me tomó de los hombros y de un fuerte envión, dejó su ardiente verga quieta y totalmente metida en mi goloso, ansioso, hambriento y obsceno culo y sentí

Sentí como su serpiente escupía su veneno en lo más profundo de mi ser.

Esos chorros del espeso y caliente semen, calmaron un poco mis ardores; tanto físicos como eróticos. Verdaderos ríos de esperma sentía que inundaban mis entrañas y yo apretaba mi esfínter lo más que podía para no dejar que ese elixir de vida y placer se derramara.

Alfredo, dando muestras de su virilidad y juventud, no cejaba en su empeño de seguir cogiéndome y su verga casi no disminuyó su tamaño. Estaba taponando mi culo y no permitía la expulsión de la espesa crema que había dejado en mi interior.

Podía jurar que el sabor del semen me estaba llegando a la boca, de tan profunda e intensa que había sido esa eyaculación. Mis intestinos querían protestar por semejante invasión, pero la misma verga no permitía que expulsara nada.

Se abrazó a mi como si fuera su única salvación, sus manos me apretaban dulcemente y sus piernas se enlazaron a las mías. Se fue haciendo de lado arrastrándome con él hasta que quedamos en la posición de cucharas, pero su verga no salió ni un milímetro de su cálido estuche. Yo sentía estar en la gloria. Hacía meses que no me habían cogido con esa intensidad y lujuria. Su mano se apoderó de mi clítoris (¿de que otra manera puedo llamar a mi pequeñísima verga?) y me lo estuvo sacudiendo. Aunque llegué a experimentar una leve excitación, la verdadera conmoción era en mi apretado, repleto, obsceno e irritado culo.

Era increíble que después de la más que estupenda cogida que me había dado, aun siguiera deseando más y más verga, y Alfredo siguiera con la erección más potente que hubiera visto en mucho tiempo.

Así de lado, Alfredo retomó el ritmo de mete y saca que tantos estragos había ocasionado minutos antes. En esta nueva posición, su verga rozaba aun más mi ya de por sí maltratado culo, pero la sensación que percibía en las nalgas era tan erótica que yo también reculaba tratando de ser penetrada todavía más profundamente.

Estaba ya loca, desquiciada. Mi cuerpo a pesar de lo cansado, quería, necesitaba, pedía más verga. Llegó un momento que mi culo estaba ya del todo insensible; mi esfínter ya no respondía. Mi cabeza daba vueltas y mi mundo era solo Alfredo. Alfredo y su increíble verga.

Perdí el sentido no se cuanto tiempo. Cuando reaccioné Alfredo estaba trenzado a mí y su verga aun reposaba en mi interior. La cama estaba hecha un lago del sudor que nuestros cuerpos desalojaron. Sentí un rastro de algo húmedo y viscoso que corría de mi culo. Me daba miedo saber que podía ser.

Alfredo también despertó en ese momento y me hizo volver la cabeza y me dio un rico beso tan sensual, que sentía su lengua casi en mi garganta. Yo hubiera querido seguir cogiendo, pero ya ciertas urgentes necesidades me obligaban a ir al baño.

Alfredo así lo entendió y se fue separando de mí poco a poco. Por lo largo de su verga, esta operación llevó un buen rato y además le supliqué que no la sacara de repente para poder bloquear con papel sanitario la expulsión de lo que pudiera salir de mi dilatado culo.

Cuando ya estaba sólo el glande dentro de mí, coloqué un apósito de papel sanitario y rápidamente me desprendí del grueso bálano taponando inmediatamente mi aflojado culo.

Por delicadeza no pongo aquí lo que expulsé en el baño, pero afortunadamente no hubo sangre, que era lo que temía.

Me hice un ligero aseo y regresé a la cama, donde encontré a Alfredo con una mediana erección y acariciándose su hermosa verga. No pude reprimir mi deseo y me dejé ir con mi boca totalmente abierta sobre ese majestuoso instrumento y besándolo, lamiéndolo y chupándolo, lo engullí casi en su totalidad.

Lo chupé con la maestría que me caracteriza y pude sentir como crecía dentro de mi boca atragantándome.

Mis manos acariciaban sus testículos y de vez en cuando, alguno de mis dedos tentaleaban su apretado culo y penetraban ligeramente.

Al fin, después de varios minutos, pude obtener la ansiada recompensa. A pesar de la abundante eyaculación anterior, una buena cantidad de semen fue a parar a mi estómago inyectada directamente en mi garganta.

Con esto, Alfredo pareció quedar tranquilo, pues se separo de mí dulcemente, alcanzando a dejar sobre mis labios algunos restos de su rica leche. Yo, aun excitada, tomé su verga y me la paseé por toda la cara y la besaba y chupaba los restos de su orificio uretral.

Al ver que ya no obtenía ninguna reacción de su parte, me separé de él y acostándome a su lado lo abracé cariñosamente y le dije al oído: "Hacía mucho que ningún hombre me había proporcionado tanto placer. Gracias mi amor"

Entonces Alfredo me estrechó entre sus brazos y si decir palabra me regaló otro de sus dulces besos, un beso prolongado, profundo, sensual. Se separó un poco de mí y dijo: "nunca creí que pudiera sentirse tanto placer. Si así es siempre, me volveré adicto al sexo. Fue como un viaje maravilloso del que no quiere uno regresar. Dime: ¿es igual con las mujeres de verdad?"

No quise decepcionarlo y le dije que sí, que con las mujeres era igual y hasta mejor, pues tenían otro orificio para dar placer.

No tenía caso decepcionarlo, porque ustedes saben que nosotras, los travestidos, SI damos verdadero placer.

Hasta la próxima.

FIN

gina_machorro@yahoo.com