Alfonso y Sara. En casa del narco

Sara me contrata para defender a un narcotraficante, y empieza un juego BDSM.

Esta es la historia de cómo conocí, gracias a mi trabajo como abogado penalista, a Sara, una abogada y economista, de 34 años, madrileña, que me pidió ayuda para defender un caso, algo especial, y acabó convirtiéndose, en toda una profesional del sexo, a pesar de que, ya apuntaba maneras, cuando yo la conocí.

Yo mismo os contaré la historia

Miércoles 11:00. En mi despacho.

Estaba en mi despacho, revisando unos papeles, para un caso penal que estaba llevando, a la vez que, como siempre, estaba pendiente de la bolsa, para controlar las diversas inversiones que tengo ahí, cuando me sonó el móvil del bufete de abogados.

Tomé la llamada, y, al otro lado de la línea, estaba Sara, me explicó que necesitaba verme con mucha urgencia, porque tenía entre manos un asunto penal grave y urgente, que no podía esperar, y, me dijo que estaría muy agradecida, que le haría un gran favor, si nos veíamos, en persona, lo antes posible, incluso en minutos, si pudiera ser.

A pesar de que tenía algunos asuntos que resolver, le dije que sí, que me diera los datos de su ubicación, y que, en unos minutos, nos veríamos para que me contara ese asunto que tanto le preocupaba.

Preparé mis cosas, entre ellas, el portátil, para poder tomar notas, y trabajar lo mejor posible, y me fui, caminando, hasta la dirección que me dio Sara, pues no estaba muy lejos, a unos 20 minutos, y, cuando se puede, me gusta ir caminando a los sitios.

Miércoles 11:30. En el ático de Sara

Llegué a la dirección que Sara me había indicado, y llamé al interfono del piso, se oyó el ruido de apertura de la puerta, y pasé al interior del edificio, muy lujoso, y antiguo.

Subí en el ascensor, y, al bajar del ascensor, en el ático, fue la primera vez que vi a Sara.

Una mujer de 1.60cm de altura, rubia, media melena, algunas pecas en la cara, un lunar en la barbilla, cuerpo natural, y, sin duda, de las mejor vestidas que había visto en mucho tiempo.

Una falda de tubo, pero de cuero, unas botas, de marca, que le quedaban genial, y una blusa negra, que marcaba sus tetas.

Una ejecutiva, que estaba muy buena, es lo que parecía, y me empecé a poner cachondo, pues, la mañana, prometía...

Me sonrió, un poco nerviosa, y me dijo que pasara a su despacho, que teníamos que hablar del asunto.

Pasamos al interior del ático, y Sara me fue indicando, hasta que llegamos a su despacho.

Parecía más una casa que una oficina, aunque me encontré, por el camino hasta su despacho, a una mujer, también muy elegantemente vestida, que estaba delante de un ordenador; luego, con calma, os hablaré de ella.

Antes de entrar en su despacho, Sara recogió dos cafés, que estaban ya preparados, y me dio uno a mí, por si quería tomar algo, mientras charlábamos.

Me senté en un sofá, de cuero negro, que había en su despacho, por indicación de Sara, que se sentó a mi lado, y me comenzó a contar de qué se trataba el asunto.

Sara me explicó que trabajaba para un grupo de narcos, y que estaba buscando un abogado penalista, porque uno de esos narcos, había tenido algunos problemas judiciales, y necesitaba un abogado penalista, que le ayudara a tratar de resolverlos, de la mejor forma posible, pues, al parecer, había una pena de prisión bastante elevada, en juego.

Sara me dijo que, a pesar de que ella era abogada y economista, su función en el grupo de narcos, era más, blanquear el dinero, montar empresas y ese tipo de cosas, y que había buscado por Internet, varios abogados, y, el que mejor le pareció, era yo.

Durante la conversación, noté que Sara se iba, poco a poco relajando, y que me miraba con ojos de “por favor, ayúdame”, así que le dije, que, por mi parte, no habría problema, y que, adelante.

Una vez que di el sí, Sara, me dio un beso, en la mejilla, eso sí, para agradecerme que hubiera dicho que sí, y agarró su móvil, para hacer una llamada.

Por lo que pude escuchar, llamó a alguien, parecía una mujer, por cómo hablaban, para confirmar, que íbamos para allá, y que estaríamos allí en unos 30 minutos, porque yo, había aceptado la propuesta.

Al colgar, Sara me pidió que nos diéramos prisa, porque teníamos que ir a la casa de Don Paco, el cliente, narco, al que iba a tener que defender, para que me conociera, y me explicara la situación, con detalle.

Salimos del despacho, y Sara, me presentó a la secretaria, la mujer que había visto antes, trabajando, y que también iba muy elegante.

Ángela, que así se llamaba la secretaría, apenas parecía tener 20-22 años, así, a ojo, estaba muy buena, aunque, su cuerpo, parecía natural, pero, muy machacado en el gimnasio. 170 cm de altura, rubia de pelo largo, y llevaba un vestido negro, corto, y unas botas, con las que parecía una puta, o una gogó.

Al ver, de nuevo, a Ángela, mi polla se pudo dura, no pude evitarlo.

Salimos, de nuevo, a la calle, y fuimos a buscar el coche de Sara, pues, yo había ido caminando, y tenía el coche en mi oficina, algo alejada, si íbamos con prisa.

Durante el trayecto, en coche, hasta La Moraleja, donde vivía Don Paco, Sara me dijo que no me sorprendiera por nada de lo que iba a ver en esa casa, pues, Don Paco, tenía unos gustos sexuales un poco raros, que no me podía explicar en ese momento, pero que, yo mismo vería, al llegar a su mansión.

Miércoles 12:30. En la casa de Don Paco, en La Moraleja, Alcobendas

Llegamos a la casa de Don Paco, el narco, y, al llegar a la puerta de la parcela, un vigilante de seguridad, de la casa, reconoció a Sara, y abrió la puerta grande, de coches, para que pudiéramos pasar, hasta el interior de la finca.

Sara aparcó su coche, un Audi eléctrico, que estaba casi nuevo, y que era muy silencioso, en un parking que había en la parcela, enorme, de la casa de Don Paco, y que tenía varios coches más, aparcados, la mayoría, de alta gama, y, algunos, clásicos.

Llegamos caminando, hasta la puerta de la casa de Don Paco, y, Sara llamó al timbre.

Esperamos unos segundos, y se abrió la puerta. Ahí ocurrió, la primera sorpresa agradable, de esa visita...

Nos abrió la puerta una mujer, vestida de asistenta, pero, el uniforme, era de látex, llevaba medias, también de látex, estaba amordazada, con una mordaza negra, de bola, que se veía, claramente, iba esposada de pies y manos, llevaba un collar que le impedía casi, mover el cuello, y unas botas, de mucho tacón, con algo de plataforma.

Al estar amordazada, no podía hablar, pero, nos indicó, con un gesto, que pasáramos al salón, al que nos acompañó, y nos sentamos, a esperar a Don Paco.

Desde que vi a Sara, notaba que andaba de forma un poco extraña, y que, sentarse, le costaba un poco, así que, aproveché para preguntarle, el motivo de que le costara sentarse.

Sara me respondió, un poco avergonzada, que era por los golpes que llevaba en su culo, y un vibrador que llevaba dentro, siempre puesto, y que sólo se lo quitaban, para cagar y para cuando se la follaban por el culo.

Yo me quedé un poco sorprendido, aunque me encajaba, con lo que estaba viendo, la estética que llevaba Sara, unido a ver a Ángela, y, minutos atrás, a la asistenta amordazada.

Iba a pedirle a Sara que me demostrara que era, digamos, atrevida, que me hiciera, ahí mismo, una mamada, a ver si se atrevía, pero, llegó la secretaria de Don Paco, y se terminó el tiempo para jugar.

Ahí fue cuando conocí a Lara, la secretaria de Don Paco.

25 años, castaña, pelo largo, cuerpo natural, pero cuidado, llevaba una micro falda, que se le veía medio culo con ella puesta, unas botas con mucho tacón, y bastante plataforma, un top de cuero, que apenas le tapaba las tetas, y, en el ojo derecho, un parche negro, tipo pirata; en el cuello, llevaba un collar de cuero, que le impedía, casi, mover el cuello.

Sara y Lara, se saludaron, dándose un beso en la boca, y, después, Sara hizo las presentaciones de rigor.

Después, pasamos los tres, al despacho de Don Paco, mientras íbamos al despacho, yo me quedé detrás, dejando delante, para poder verlas, a las dos bellezas que estaban ahí, conmigo, y que, cada vez, me ponían más cachondo.

Pude observar cómo, a Lara, al ver su culo, había varios moratones, supongo

que,

de algún castigo, pues eran recientes, y también hacían que Lara anduviera de una forma, especial.

Hubo algo que me llamó la atención, en su culo, era una especie de marca, como si fuera un logo, parecía

un tatuaje

, pero, hecho, directamente, una marca...

¿Quizás, de fuego, de las de marcar ganado?

Una vez, ya en el despacho, conocí a Don Paco, un hombre, de unos 40 años, con cuerpo machacado en el gimnasio, se notaba que estaba en forma, llevaba algunos tatuajes (En los brazos, que fue lo que pude ver), e iba vestido, por completo, de látex, con un traje que le cubría todo el cuerpo, casi.

Sara y yo, nos sentamos, juntos, en un sofá de cuero que había, y, Don Paco, se sentó, en otro, enfrente, y de tipo relax.

Lara, en lugar de irse, se quedó de rodillas, al lado de Don Paco, y, éste, antes de que empezáramos a hablar, agarró un antifaz, se lo puso en los ojos a Lara, sobre el parche que ya llevaba, y, después, le puso algo en los oídos, unos tapones, para que tampoco no pudiera escuchar nuestra conversación; finalmente, agarró una correa, y la conectó a una argolla del collar de Lara.

Notaba que Sara se empezaba a poner nerviosa, al ver a Lara así, quizás, deseando estar en su situación.

Don Paco, comenzó a hablar, y me explicó la situación, al parecer, habían pillado uno de los cargamentos de droga, que llegaba desde Colombia, a la zona de Andalucía, habían detenido a los que llevaban las drogas, personas de su organización, y necesitaba mi ayuda, para intentar que los detenidos e investigados, pudieran evitar ir a la cárcel, o, de ir a la cárcel, fuera el menor tiempo posible.

Don Paco también me dijo, que pondría a mi disposición, lo que necesitase, y que, tendría que irme a la zona de Málaga, en alguna ocasión, para atender, directamente, a las personas detenidas.

Una vez finalizada la conversación, como ya era la hora del aperitivo, Don Paco nos dijo, a Sara y a mí, que le acompañáramos, que iba a jugar un rato, mientras nos tomábamos, con él, una cerveza.

Sara me dijo, al oído:

“Prepárate, porque vas a flipar”

Don Paco, agarró la correa que sujetaba el collar de Lara, dio un toque, y Lara se levantó, sin decir nada, y, Don Paco, la sacó de la habitación, de su despacho, usando la correa.

Salimos del despacho de Don Paco, él iba delante, tirando de la correa de Lara, y, Sara y yo, íbamos, detrás de Lara, mirando el espectáculo.

Bajamos en el ascensor de la casa, hasta el sótano, y, una vez ahí, caminamos hasta una puerta, que Don Paco abrió, poniendo su huella digital.

Accedimos los cuatro, a la sala, y, Don Paco, me dijo que, antes de entrar en la sala, aunque, fuera sólo para ser espectador, me tendría que vestir, para poder jugar.

Don Paco le pidió a Sara que, primero, se vistiera ella, también para jugar, y, después, me ayudara a mí con la ropa.

Fui con Sara, a una habitación, contigua a la sala, en la que había una cama, y, encima, dos paquetes; en uno de ellos, ponía una S bien grande, y, en el otro, una A.

Sara, se empezó a desnudar, me pidió que no la ayudase, que ella podía sola, pero que, por favor, mirase cómo se desnudaba, que eso le ponía muy

cachonda, y

fue cuando pude verla, por primera vez, desnuda.

Su cuerpo estaba lleno de marcas, algunas recientes, otras, más antiguas, al parecer, disfrutaba cuando era golpeada, pensé.

Vi que, Sara, llevaba piercings en los pezones, y, también, uno en el clítoris.

Sara, una vez estaba ya desnuda, por completo, y, también descalza, abrió la caja que tenía una S. sólo llevaba, y pude ver, el

plug

anal, que siempre tenía que llevar.

Sacó un

catsuit

de látex, negro, adaptado a su cuerpo perfectamente, pues, era a medida, un vibrador para el coño, un rollo de cinta americana, pero negra, y una máscara de látex, que tenía agujeros para los ojos, la nariz y la boca.

Había, en la caja, también unas botas, que eran espectaculares, al muslo, y con mucho tacón y mucha plataforma.

Se fue poniendo cada cosa, de la forma que os voy a describir:

  • Sara empezó por el vibrador, en su coño, que, ya estaba húmedo, por la anticipación de lo que iba a pasar, y se lo precintó con la cinta americana, para que no se saliese.
  • Después, se puso el

catsuit

de látex, que, al ser a medida, le quedaba genial * También se puso, a continuación, las botas, que se cerraban con, sendas cremalleras. * Y, finalmente, se puso la máscara, que dejaba solo los ojos, la nariz, y la boca, libres, en principio, aunque, tenía una especie de saliente, en cada uno de los agujeros, para poner algo, que, luego explicaré. * Antes de ponerse, Sara, la máscara, se puso unos tapones en los oídos

Llegó mi turno, Sara me empezó a desnudar, y, claro, se quedó sorprendida, al ver mi polla, toda erecta, me dijo que me la quería chupar, pero, claro, no podíamos hacer esperar a Don Paco, íbamos con el tiempo pegado al culo, así que, me prometió, que, antes de acabar ese día, me haría una mamada, incluso si yo me negaba. (Algo que, claro está, no iba a hacer)

Sara abrió la caja que tenía una A, y sacó otro

catsuit

de látex, de mi talla, unos calzoncillos, que era de cuero, y tenían unos candados puestos, y, otra máscara, muy parecida a la que Sara ya llevaba.

Me puso los calzoncillos, y cerró con los candados, eran una especie de cinturón de castidad, para que mi polla no se saliese de ellos, pero me gustó.

Después, me puso Sara el

catsuit

de látex, y, por último, la máscara de látex, que me dejaba ver y hablar y respirar, sin problema.

Para Sara, aún no había acabado el proceso de vestirse, y, ahora, ya sí necesitaba mi ayuda.

Sacó unas lentillas de una caja, y me pidió que se las pusiera, una en cada ojo, eran negras.

Le puse la primera, en el ojo derecho, y sara me dijo que ya empezaba a no poder ver, el objetivo de las lentillas, pues son de esas que te dejan ciego, al llevarlas puestas (Pero, al quitarlas, se recupera la visión)

Repetí la operación, en el ojo izquierdo, y ya Sara me confirmó que, aparte de un poco de luz, no veía nada más.

Lo más impactante de todo, es que, sus ojos, parecían normales, salvo porque eran negros, era difícil darse cuenta de que, Sara, no veía apenas nada.

Sara me dijo cuáles eran los siguientes pasos, que tenía que seguir, y yo, los seguí, claro está:

  • Agarré la mordaza de bola, como la que llevaba la asistenta que nos recibió a la entrada, y se la puse a Sara en la boca, y, después, le puse varios trozos de cinta americana, sobre la mordaza, para que, Sara, no pudiera hablar ni emitir ningún sonido.
  • Antes de amordazar a Sara, le robé un beso en los labios, para ver

cuál

era su reacción, y, a Sara, le gustó. * Había un antifaz, que conectaba los salientes de la máscara, en la zona de los ojos, oí un

click

, que era cómo cerraba la máscara. * Saqué un collar postural, de cuero, parecido al que llevaba Lara, y se lo puse, también tuve que conectar la correa que había, a la argolla del collar. * Había un mando, que ponía en marcha, el vibrador del coño de Sara, lo encendí, y empecé a oír gemidos, de placer, de Sara, que la mordaza y el precinto, camuflaban. * Finalmente, le puse a Sara, unas esposas, metálicas, como las que llevaba la asistenta.

Con eso, ya habíamos acabado de vestirnos, y prepararnos para la sesión BDSM.

Agarré la correa que sujetaba el collar postural de Sara, y salí de la habitación, para buscar a Don Paco, y poder empezar a jugar, o, a observar lo que pasaba.

Ahí fue cuando me empecé a sentir, un poco, el Amo de Sara, y eso me puso a mil.

En el próximo capítulo, os contaré cómo fue la primera sesión de juegos, en la casa de Don Paco, el narco.