Alfonso, el savaje marido de mi hermana.
...desnuda y desparramada en la cama, con el cuerpo sudoroso, la respiración agitada, la piel temblando, el sexo húmedo, recuperando a jirones la consciencia; y en la puerta entreabierta, a tras luz, la silueta de Alfonso mi cuñado,
Yo no sabía exactamente por qué mi madre jamás se refería a mi cuñado Alfonso por su nombre. Tal vez fuera porque mi hermana había quedado embarazada joven y se empeño en dejar la universidad para casarse; o quizás porque era ranchero y aunque exitoso económicamente, carecía de estudios superiores; o tal vez fuera porque se había llevado a mi hermana a vivir a 15 horas de la ciudad de México, a una zona tropical, calurosa y llena de vegetación, el caso es que siempre que tenía que hacerlo, se refería a él como, el salvaje esposo de tu hermana.
Eso no era un pretexto para dejar de aceptar la invitación, que cada año, en las vacaciones de verano, él le hacía con gastos pagados a su pueblo, y que mamá con gusto aceptaba. Yo solo la acompañé el primer año, el calor me sentó mal y jamás regresé, a pesar de que, año con año él insistía en que fuera.
Sin embargo, esta vez no pude negarme ya que mi hermana estaba a punto de tener un nuevo bebé; mi madre no podía salir de la ciudad por un tratamiento médico, y a mi, me habían dado dos semanas de vacaciones en la universidad.
Quizá fuera porque ahora ya tenía 20 años y estaba más madura, o porque sabía que solo eran dos semanas, pero el caso fue que esta vez, desde que llegué me sentí muy contenta. La ciudad era pequeña comparada con México, las personas más amables, los días más luminosos, con más arboles, y aunque tropical, el calor era tolerable.
Mi hermana es diez años mayor que yo y mi cuñado 15. Ella se la pasaba prácticamente en cama por su avanzado embarazo. Me contó que era un alivio para ella estar nuevamente embarazada, porque así no se sentía responsable del cuidado de la casa, que era antigua y con muchas habitaciones , además, me confesó que así podía evitar la intimidad con su marido. Ante mi extrañeza me explicó que estaba harta de que, lo único que quería Alfonso era sexo. Es un insaciable me dijo , y le gusta hacer cada cosa. Siempre quiere estar experimentando, cuando no me da nalgadas, me pide que le chupe los pies, quiere amarrarme de las manos, o que me comporte como su puta, lo aguanto solo porque es mi marido, pero me resulta insoportable tenerlo encima penetrándome sin piedad, sudoroso y diciéndome marranadas al oído. De verdad es un salvaje.
Un pinchazo en vientre me hizo apretar mi sexo sintiendo mi propia humedad, y la boca seca me impidió hacer algún comentario, pero esa tarde, paseando con él en compañía de mi sobrino, me dí cuenta de que ese hombre formal y ranchero tenía un atractivo especial. Era moreno, alto, de hombros anchos, brazos fuertes y manos grandes. Su cuerpo, aunque con estómago incipiente, era vigoroso. Su rostro varonil, estaba acentuado por cejas pobladas y tupido bigote. Casi siempre parecía distante y serio, pero tenía una voz grave que imponía y unos ojos negros de mirada penetrante. Era controlador pero a la vez detallista, una se sentía protegida a su lado.
Cuando subí a su camioneta miró directo mi corta falda y comentó. Luego luego se ve que eres de ciudad, tienes la piel pálida. Y luego añadió, pero se ven torneadas y debe de ser suavecitas . La última palabra la dijo mas bajo y mas lento, remarcando las silabas, yo hice como que no había oído nada, pero mi rostro contestó enrojeciendo .
Por la noche, mi hermana cenó en su recámara y nosotros tres en el comedor. Luego de que mi sobrino se fue a la cama, él tomó una cerveza del refri y se sentó en la sala a ver la segunda parte de un partido de futbol, mientras yo terminaba de limpiar la cocina.
Los hombres tienen la capacidad para desconectarse totalmente del mundo ante un partido de fut en la tele. Mientras hacen eso, ignoran por completo el universo, solo existe el fut. Ah ,y la cerveza.
El no era la excepción, después de que terminé de asear la cocina, fui y me senté descuidadamente en la sala, con el objeto de volver a llamar su atención sobre mis piernas, pero él jamás volteó a verme.
Al principio me pareció molesto que me ignorara, pero luego me pareció divertido verlo emocionarse como niño, daba instrucciones a los jugadores como si pudieran oírlo, y me daba explicaciones como si yo entendiera algo. Luego, en un momento dado, sin mirarme, me dijo: tráeme otra cerveza mija.
Me sorprendió, porque en seguida, visiblemente avergonzado reaccionó disculpándose, perdón es que pensé que eras tu hermana. Nos reímos juntos. Bueno, le dije un poco coqueteandole, no te preocupes, por estas dos semanas, has de cuenta que soy ella. Y me pare a traerle su cerveza, y me destapé otra para mi.
Cuando el partido terminó yo había tomado dos cervezas y me sentía media achispada, dado que casi no consumo alcohol.
Pasaron otros quince minutos mientras él me daba explicaciones sobre la tabla de posiciones, y los grupos y sus pronósticos sobre el futbol nacional. Mientras lo oía sin entender, lo miraba hablar entusiasmado, sentado en el sillón, enfundado en ropa del trópico: short, playera y sandalias.
Me gustaba ese cuerpo pleno y masculino. Especialmente me llamaba la atención sus piernas desarrolladas por los muchos años de practicar futbol. Eran muy armónicas a su talla. Él debía medir uno ochentaytantos, y pesar 95 kilos al menos. Me daba curiosidad que estuvieran tan pobladas de vello negro, grueso y rizado.
Mientras hablaba, de cuando en cuando, él separaba aun mas las piernas y se tocaba el paquete. Exactamente era un ligero pellizco de sus dedos, como para aliviar una comezón en sus testículos. Las cervezas ingeridas, la alusión de la tarde a mis piernas, verlo semi desnudo rascándose asi, me puso cachonda.
Sin embargo, pronto me di cuenta de que en realidad no estaba insinuando nada, sino que el gesto de tocarse ahí, era inconsciente, como algo automático en muchos hombres. Me frustró mucho mi ego femenino, y eso me trajo a la mente algo juguetón y pervertido.
Mientras él seguía hablándome de equipos, jugadores y entrenadores, yo lo miré en silencio y como si pudiera oírme empecé a hablar mentalmente.
Que ejemplar de macho eres cabrón, que ganas de ser mi hermana y que me usaras todas las noches papacito. Mmm, si eso fuera posible, te complacería en todo, como si fueras mi Amo y señor. Te besaría todito, desde la punta de los pies a la cabeza. Te adoraría como un dios macho y te dejaría hacer conmigo lo que se ten antojara mi rey.
Que rico debe ser cuando tocas con esas manotas y esos dedotes, mmm, me imagino lo que se ha de sentir cuando la dedeas a una. Sentir esos gordos y fuertes dedos en mi conchita húmeda, llenándome y calentándome, mmmm. Y sentir tu boca en mis pechos, oooh papi, que rico debe ser que tu barba roce mi pecho mientras me chupas fuerte los pezones. Mmmm y tu mano de macho apretándomelos duro, mmm.
No sé cómo debe haber sido mi mirada, pero de pronto, me di cuenta de que se había quedado callado, mirándome con otros ojos, como en la tarde cuando me hizo el comentario de mis piernas.
Entonces reaccioné. Me dije que estaba loca, estiré mi falda tratando de cubrir mis piernas, aunque en realidad quería cubrir mis pensamientos. Mi rostro enrojeció y tartamudeé un, me siento mareada ya me voy a dormir.
Caminé hasta mi habitación, sentía un calor abrazador, me desnudé y me metí así bajo la sábana. Apagué la luz y cerré fuerte los ojos. Y sin poder contenerse, mis dedos empezaron a tocar una antigua canción de auto amor para una mujer sola.
El orgasmo vino como una tormenta, como un rio creciente, como descargas de esas que la vuelven a una santa y puta a la vez. Llegó pronto pero duró una eternidad. Estaba yo ahí: desnuda y desparramada en la cama, con el cuerpo sudoroso, la respiración agitada, la piel temblando, el sexo húmedo, recuperando a jirones la consciencia; pero en la puerta entreabierta, a tras luz, estaba la silueta de Alfonso mi cuñado, de pié, mirándome en silencio…..