Alfonso, el salvaje esposo de mi hermana. PARTE II

Luego de autosatisfacerme descubro que mi cuñado ha estado viendo desde la puerta. En mi mente resuenan las palabras de mi hermana: que bueno que estoy embarazada, él es una bestia, quiere sexo cada noche, cuando me penetra lo hace salvajemente como un macho en celo.

Yo, veinteañera, de vacaciones en una pequeña ciudad tropical de México, en casa de mi hermana que esta a punto de parir, una noche  me retiro a mi recámara y me masturbo. Luego de llegar al orgasmo, me doy cuenta que desde la puerta, mi cuñado ha estado viéndome.

De un salto me incorporo en la cama de la habitación en penumbras. Estoy totalmente desnuda y solo acierto a tomar mi playera para taparme los senos. Intento, pero no puedo contener los jadeos del orgasmo alcanzado. Quiero hablar, pero ninguna palabra sale de mi boca.

Contra el marco de la puerta distingo a contraluz la figura alta y musculosa de mi cuñado, vestido solo con chanclas, playera resacada y short. Siento el rostro aún más caliente por la vergüenza. Pasan unos segundos interminables. Yo deseo que se vaya, pero en mi mente resuenan las palabras de mi hermana: que bueno que estoy embarazada, él es una bestia, quiere sexo cada noche, cuando me penetra lo hace salvajemente como un macho en celo .

Con calma, él entra y cierra la puerta con seguro. La penumbra aumenta, solo está encendida una pequeña lámpara de buró. El avanza suave, como un felino experimentado ante una pequeña presa. Instintivamente, me muevo sobre la cama hacia el otro extremo. Mi cuerpo tiembla, mis manos aferran la playera con la que intento tapar mi cuerpo.

El colchón cede cuando el se sienta con sus 85 kilos. En la semi oscuridad puedo ver su rostro que ya no es el de mi cuñado. Ahora se ha transformado en un macho ansioso. Puedo ver que su respiración ha cambiado, su pecho se expande profundamente y las aletas de la nariz se abren cada vez que aspira.  Sus ojos negros y penetrantes, proyectan la frialdad de alguien seguro de si mismo, que se sabe controlador de la situación. Su boca, enmarcada con un tupido bigote, exhibe una leve sonrisa entre lujuriosa y triunfante.

Aun jadeo pero, ahora es de temor. Su presencia me impacta y me hace sentir vulnerable. Él extiende con calma su brazo hasta que sus dedos tocan mi tobillo, desatando un zumbido eléctrico desde  mi sexo hasta mi cabeza. Tiene unas manos grandes cubiertas de vellos, con unos largos y gruesos dedos que empiezan a recorrerme lentamente. Me sorprende que pase sus yemas apenas tocando mi piel, parece una caricia casi femenina que me desarma, y hace que yo baje mis brazos, y como una invitación deje descubiertos mis senos.

Mi cuñado toca mis brazos, hombros y cuello con una delicadeza que me enciende instantáneamente y me coloca otra vez en el nivel de una mujer que acaba de masturbarse y llegar sola al orgasmo.

Cierro mis ojos cuando siento sus dedos tocando mi cara. Acaricia mi frente, mis mejillas y mis labios. Involuntariamente mi cuerpo se estremece y me avergüenza reaccionar como puta caliente, pero no puedo evitarlo. Sus dedos serpentean por mi oreja, nuca y cuello y se deslizan hacia mis pechos. Ahora yo respiro hondo e inclino mi cabeza hacia arriba, en un acto “inconsciente” de ofrecerle mis senos.

Él abre su manaza, toma uno y lo cubre por completo, lo cual es fácil porque sus manos son enormes y mis senos pequeños. Cuando aprieta suave, de mi boca se escapa un gemido que me hace morderme los labios.

Puedo sentir como mi vagina esta super mojada y palpitante. Hay un escozor permanente en la vulva, me muero por tocarme yo misma, pero siento que sería una falta de respeto para el macho que me acaricia.

En el momento en que mi temperatura está al máximo, él se acerca aun mas a mi y toma entre sus dedos uno de mis pezones, que eso si, los tengo del tamaño de pequeñas fresas, y empieza a juguetear girando sus dedos hacia un lado y luego hacia otro. Mi excitación aumenta, pero de pronto el empieza a apretarlo, primero suave y luego con mayor fuerza. Abro mis ojos sorprendida y encuentro su mirada fría y atenta, como un investigador ante su experimento.

Como hipnotizada, permanezco inmóvil mientras él aprieta cada vez más fuerte, sin dejar de observarme casi mecánicamente. Ahora usando sus dos manos, captura ambos pezones y el suplicio se duplica. No se de donde me nace la orden de que debo resistir el dolor. Tal vez de mirar que él disfruta torturándome, o quizá porque descubro que hay un punto de quiebre en el cual, en lugar de sentirme lastimada estoy sintiendo un extraño e intenso placer, y aunque trato de no evidenciarlo, mi respiración y gemidos lo revelan, lo cual hace que el sonría satisfecho al comprobar que su castigo me excita.

No se cómo será mi rostro,  pero tengo los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás, mientras sus dedos como pinzas aprietan sin piedad mis pezones, haciéndome jadear como una perra en celo y sintiendo que otro orgasmo se aproxima.

Ya, ya, ya!, ya casi señor, ya casi termino, ah, haha, así, siga, siga, así, le ruego y suplico verbal y corporalmente. Siento la primera oleada que  me inunda, se que se aproxima otra y así seguirán llegando las demás, pero…….

Sin decir nada, él de pronto suelta mis pezones y un espasmo me invade, es otro tipo de dolor. Ahora mi suplicio es que haya suspendido el castigo. Tiemblo, jadeo y me invade un profundo deseo de que él retome nuevamente el juego, pero él ha vuelto a una actitud entre insolente y distante, simplemente se pone de pie, y se desnuda. Lo hace con una calma que desconcierta, parecería que esta en un almacén probándose ropa. Sin embargo, tiene una semi erección que deja ver una gorda y venuda verga, que se bambolea orgullosa, de la que cuelga un hilo transparente prueba de su lascividad.

Se acuesta sobre la cama y sin decir nada, intenta introducir su dedo medio en mi vagina . Lo sabia, eres toda una zorra, no te pareces a tu hermana. Dice, mientras yo automáticamente,  abro mis piernas para que sin ninguna dificultad, su largo y grueso dedo entre totalmente en mi mojada abertura. De inmediato me mete dos dedos y arranca un quejido que mitad es dolor y mitad placer.

Yo reacciono por reflejo y con mi mano intento retirar la suya, pero él, con su mano izquierda me toma de ambas muñecas y las eleva encima de mi cabeza, y me mantiene inmovilizada, mientras con su mano derecha,  me mete los dos dedos sin piedad, diciendo: quieta chiquita, aquí el que manda soy yo cabrona, y se hace lo que yo diga.

Me sorprende, que al oír su voz se potencie el placer experimentado. Muchas veces, con mi novio desee que me hablara mientras teníamos relaciones, pero a él no le gusta, y solo se dedica a meterla y sacarla sin pronunciar palabra. No me quejo, pero esto es otra cosa. No tengo pena alguna ahora. Estoy dejando salir a mi verdadera yo, la que gime y se estremece como puta al sentir como me toca mi cuñado.

Cierro los ojos y me concentro en su voz, me excita  oír cerca de mi oído su voz ronca, aspirar el aroma de su aliento oliendo a alcohol, y también que alternativamente me llame: cuñada, chiquita, cabrona o puta sin ningún titubeo o vergüenza. Y también me excita ese mostrarse tan seguro de poder hacerme lo que le venga en gana, de tenerme con mis muñecas aprisionadas mientras me dedea sin recato.

Nuevamente empiezo a sentir otra vez que el orgasmo se inicia y se lo aviso. Ya papi!, ya!, ya casi llego, ya empecé papito, yaaa !, y en el instante en que la ola gigantesca empieza a tomar forma, sus dedos me abandonan dejándome otra vez temblando y al borde de un precipicio sin saber que hacer.

Tranquila puta, me dice, ya vi que eres toda una zorra caliente, con un chocho hambriento de verga, pero aquí el que decide cuando tengas un orgasmo soy yo, entiendes puta?. MI cuerpo se estremece inconteniblemente. Mecánicamente froto mis piernas tratando de recuperar el orgasmo que se me escapa. Escucho su voz, pero mi cerebro no reacciona.

Plaz!, plaz!, un par de fuertes bofetadas me hacen olvidar mi propósito y reaccionar de inmediato. Cuando te pregunte, contéstame perra. Estoy diciéndote que quien decide cuando venirte soy yo, estas de acuerdo, zorra?, contesto sinceramente desde el fondo de mi alma, Sí señor, sintiendo un incomprensible y extraño gozo nunca antes descubierto. Es el intenso placer de estar siendo sometida por Alfonso, el salvaje esposo de mi hermana….CONTINUARÁ SOLO SI GUSTA A ALGUIEN, POR FAVOR HÁZMELO SABER.