Alfonsina y el verdadero amor

¡Qué bello es el amor, cuando se ama!

Aviso: Este relato acaba de nacer a las 5:25 hora de España del día 28 de Diciembre de 2011. Por lo tanto si a partir de ahora se lee en otro medio y con otro nick, es un plagio.

Recordatorio de relatos pasados: Como saben me encuentro en el Hotel Puerto Bahía del Puerto de Santa María - Cádiz. En donde 550 mujeres celebran una convención de empresa: una multinacional de belleza. La noche de ayer sábado la pasé con Montse en mi habitación, pero me comunica que debemos dejarlo porque viene a buscarla su marido.

Alfonsina y el verdadero amor

Desperté con resaca y con amargor de boca, y eso que apenas había bebido. También sentía en mis labios los irradiaciones que me había dejado. Alcé mis labios a la altura de la nariz para olerlos mejor; pero al recuerdo de cómo acabó lo que podía haber sido un romance maravilloso, me irritó su fragancia, por lo que fui inmediatamente al baño para quitarme los restos de aquel amor etérico, que se evaporó como una nube de verano.

Eran las 14.10 horas. Lavado, afeitado y perfumado, además de bien trajeado, me dispuse a comer en el comedor del Hotel, donde se come bastante bien, sobre todo el pescaito de la zona. Pedí una ración, que aunque es para dos, me permití darme ese capricho, por aquello de que "las penas con pan son menos", y "con marisco mucho menos".

No había pasado ni cinco minutos, cuando Montse, más esplendorosa si cabe que ayer, entraba en el comedor del brazo de un caballero de aspecto distinguido que debería ser su marido. Pasaron por mi lado, tanto, que, su vestido rozó mi brazo derecho.

-Qué aproveche. Me dijo el señor que le acompañaba.

-Gracias, ¿Si gusta?

Ella ni me miró.

Se situó en la mesa al envés de mí, por lo que sólo podía ver su espalda y esas caderas que hace unas horas habían sido mías.

-¡Ay que joderse! como son las mujeres ¿O uno que es un romántico que cree sigue siendo la diosa de la creación a la que hay que adorar? Me reía de mi mismo. Puse borrón al tema asunto, y a buscar otra hembra que me "aliviara el dolor". Pues como es sabido, "la mancha de una mora, con otra mora se quita".

Entraba sola al comedor, que por cierto estaba a tope, no quedaba ni una mesa libre. Antes de que alguna compañera le llamara para que se sentara con ellas, me apresuré, (ya que en ese momento pasaba justo por mi lado) para cederle un sitio en la mía.

-Señora ¿O señorita?. Si no tiene inconveniente y viene sola, le cedo con mucho gusto mi mesa. Estoy sólo.

-Gracias caballero, pero es que me esperan unas compañeras. Dijo señalando a una mesa del rincón de donde dos señoras le llamaban.

-De nada señora.

Se fue, pero la sonrisa que me echó me daba a entender que hubiera preferido comer conmigo; por lo que me propuse observarla.

Se podía haber sentado de cara hacia mí, o dándome la espalda, ya que tenía esas dos opciones; eligió la primera, unido a que no me quitaba la vista, comprendí que después de comer seguro que habría "rollo".

Las miradas que nos cruzamos desde nuestras respectivas ubicaciones fueron constantes. No era una mujer tan espectacular como Montse, pero sin embargo me parecía más espiritual; quizás que se le adivinada detrás de su rostro, que sin ser bello, una alma noble; y lo estaba seguro, es que no estaba casada.

No sé si será una impresión o una cualidad mía, pero por la expresión de sus rostros distingo a la mujer que fornica mucho de las que no, o lo hacen muy poco. No me pregunten el secreto que ni yo mismo lo sé. Quizás "las fornicadoras" tienen un halo especial en la expresión, y otro color. Las no otras, parecen como más palidas y una expresión como la vírgenes que pintan los maestros del arte.

Y deduje por la expresión de su rostro, que la dama que estaba enfrente de mí, y que me miraba con más cara de incauta que de las otras, de las que no. Y no me equivocaba; Alfonsina como así se llamaba era de esas. Pero no adelantemos acontecimientos.

Salí del comedor y me dirigí a la cafetería colindante, con la intención de tomar un café y copa, y con la seguridad de que ella haría por encontrarme.

No había pasado media hora, cuando salía del comedor con las dos compañeras; éstas se despidieron y ella se quedó en la barra, en la que pidió un café con leche.

Más claro que el agua, sus amigas sabedoras de que tenía ligue a la vista, "abandoran el campo de batalla".

Como estaba de pie, y a escasos metros de la mesa donde me hallaba saboreando mi café y copa, pude o su figura a placer. Mientras pedía al camarero, se encontraba de espaldas a mí. La verdad que me decepcionó un poco; hacía menos de 12 horas que había estado con un monumento de cuerpo de mujer, y sin duda, las piernas y tafanario que estaba contemplando en este momento, no eran los de aquella.  Sin embargo, cuando se dio la vuelta y miró hacia mi ubicación, si vi un rostro de una dulzura que me cautivó, tanto, me hizo olvidar el cuerpo de la otra.

Me levanté y me dirigía a ella, que seguía como mirando al vacío.

-Señorita, no me tome por un desahogado, pero mi deseo es invitarle a que siente en mi mesa.

-Gracias por su ofrecimiento. ¿Y cómo sabe usted que soy señorita? Me dijo con una sonrisa. (Ya sentados)

-La verdad que no lo sé, pero su rostro exento de arrugas y preocupaciones de las casadas, así lo expresa.

-Muy sagaz caballero, ha acertado en mi soltería, pero arrugas tengo unas pocas, y preocupacines,  muchas.

-Permita que me presente, me llamo Félix, y si usted me lo permite, este domingo me gustaría hacerle olvidar sus preocupaciones.

-Encantado Félix, me llamo Alfonsina. Pero si me llamas de usted, dudo que lo consigas.

-Pues te aseguro Alfonsina que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que las olvides, al menos por esta noche.

-¡Ah! ¿Es que vamos a pasar la noche juntos? Me preguntó con cierta ironía.

Pronto me di cuenta que llevarle al receptáculo iba a ser arduo difícil, lo vi en su mirada; no era una mirada de deseo, me miraba de una forma que me hacía sentir algo especial, en donde el sexo no era su principal motivo.

Siempre me he preguntado si para las mujeres el sexo es como para el hombre: el motivo principal y la consecuencia de una relación entre dos personas adultas. Dicho de otra forma. ¿La mujer busca tambien el follar cuando liga? Me refiero a las mujeres solteras o separadas, las casadas se supone que cuando ligan, es porque les apetece lo mismo que al hombre. Aunque lo que sí estoy seguro, que la mujer por regla general es más selectiva en aceptar "al macho".

La verdad que estaba agusto con ella, pero desconcertado. Me inspiraba algo más que el fornicar; no sé, vivir como ese cuento de hadas en donde el príncipe salva a la princesa de las garras de dragón de mil cabezas sólo para darle un beso.

-La verdad Alfonsina, que no me importaría pasar la noche contigo; pero no necesariamente como dos amantes; como dos amigos o dos camaradas, podría ser igual de maravillosa. Le dije con la intención de parecerle un caballero, no un ligón.

-Desconozco lo que es un amante, ya que como sabes no estoy ni he estado nunca casada; y los amantes se tienen los y las casadas, ¿verdad?

-¡Claro, claro! Los solteros y solteras tienen novios o amigos.

-¿Estás casado, Félix? Así, de sopetón me lo preguntó.

-No te voy a mentir, sí, si estoy casado.

Me daba ya por vencido; Alfonsina no buscaba un ligue para esos días de convención. Por lo que decidí cortar por lo sano. Aunque como dije antes, me cautivaba su compañía.

Ya he repetido que no soy un mujeriego nato que se va con cualquier mujer. Si no vivo una especie de romance, no "me motivo". Tengo la absurda idea que las mujeres por muy ardientes que sean, son algo más que un cuerpo con curvas excitantes.

Se dio cuenta de mi actitud; por lo que me dijo a renglón seguido.

-¿Me llevas a bailar?

Cuatro palabras habían cambiado la situación, por lo que aproveché para "entrar a matar", y saliera por donde saliera ya me importaba poco, por lo que le dije mirándole a los ojos.

-Cómo creo que compartirás habitación con una compañera, y no querrás molestarla, me figuro que querrás dormir en la mía.

-¿Pero tú crees que vamos a dormir?

-Yo siempre después de hacer el amor me quedo como un tronco. ¿Y tú?

-Yo es que no hago el amor.

-No lo puedo creer.

-Pues es muy cierto. Huesca es una población muy pequeña, y yo gozo de un gran predicamento de mujer seria y formal.

-Entonces, ¿tampoco tienes novio ni amante?

-No, no tengo nada de eso.

-Ya, comprendo. Y hoy si estás dispuesta a amar ¿me equivoco?

Esta es mi primera canvención con la empresa, me encuentro desubicada de mi medio natural y me hallo algo confusa...

¿Sólo te puedo decir que soy un caballero, y conmigo no tienes nada que temer. Vamos.

La tomé del brazo. Eran las 18:20 horas. Te voy a llevar a un lugar maravilloso.

Partimos rumbo a Cádiz, ya que no lo conocía Alfonsina, y tenía deseos de hacerlo. El Puerto de Santa María está poco más o menos a 25 kilometros por el Puente de Carranza, por lo que tardamos poco menos de media hora en llegar.

Estuvimos paseando por amarraditos de las manos a orillas del Atlantico por el Paseo del Vendaval y la calle Campo del Sur, hasta el Parque Genovés. Al lado se halla el Hotel Atlántico, en donde recalamos.

No sé que me pasaba; aunque creía que me estaba enamorando, ya que sólo el haber paseado amarradito a su mano o a su talle durante ese largo paseo, me produjo más emociones que las que me había producido Montse hacía menos de veinticuatro horas en esa noche frenética.

Es cierto que las "flechas del amor" se te pueden clavar en un momento, y a mí se me estaban empezando a clavar; tanto, que no pensaba con lujuria, pensaba en vivir un sueño, una ilusión, una quimera... Como las que se viven a los dieciocho años.

-¿Qué piensas Félix? Me dijo al verme abstraido mirando al Océano desde la terraza del Hotel.

-Algo maravilloso Félix, pero utópico.

-¿Se puede saber cual es esa utopía?

-Que estás jugando con los caballitos en el fondo del mar, y yo soy el Dios Neptuno que voy a desposarte.

-De Alfosina Storni, sólo tengo la soledad, pero gracias a Dios, una salud muy buena, no una enfermedad incurable como a ella que le llevó al fondo del mar. ¿Eres soñador, Félix?

-Desgraciadamente bastante

-¿Por qué dices desgraciadamente?

-Porque a los cuarenta años un hombre sólo debe pensar en realidades, no en quimeras.

-O sea, que yo soy una quimera.

-Hoy sí. Pero si estuviera soltero serías una realidad.

-Pero en España ya existen las separaciones. No me mal interpretes, que no lo digo por ti; lo digo, porque "esos sueños" se pueden lograr con el divorcio.

Me estaba metiendo en un terreno absurdo, terreno propio de los ilusos; ya que era una ilusión la que estaba viviendo mi  mente respecto a Alfonsina.

Lo que más me fastidia, es que amo a mi mujer con tal fuerza, que no concibo vivir sin ella; pero esta mentalidad mía tan infantil me estaba sublimando a retornar al pasado en donde robar un beso a la mujer amada, era el mayor premio que aspiraba el enamorado.

¡Claro! mi mujer no es capaz de llevar mi mente a ese estado. Son casi veinte años de matrimonio, y si le digo que quiero vivir otra vez la juventud con ella, lo más probable es que me diga que despierte.

Acerqué mis labios suavemente a los de Alfonsina, que me miraba como queriendo escudriñar mis pensamientos. Cerró los ojos, y allí, ya obscurecido, a la luz de la tenue luz rosada de una farola, nos besamos como se besaban los niños de aquella España de los años cincuenta.

-¡Ah! que no saben como se besaban los niños y las niñas de antes Pues sin lengua. Los labios solamente pegaditos. Besos que materialmente no saben a nada, pero sin embargo espiritualmente saben a Gloria.

-Alfonsina.

-Dime Félix.

-¿Quieres hacer el amor conmigo?

-Cuando me enamore, lo haré con inmenso amor.

Era un no tan rotundo, pero dicho de una forma tan sutil que comprendí y volví a la realidad. Las mujeres como Alfonsina no fornican, hacen el amor cuando se enamoran de verdad. Que al fin y al cabo, eso es hacer el amor.

Que expresión no pondría, de decpción supongo, que me dijo solamente.

-Lo siento Félix.

Mis sueños se derrumbaron como un castillos de naipes. Y me sentí como ese enamorado que su amada le ha dejado por otro después de un largo noviazgo. Y sin embargo había disfrutado de estas horas con Alfonsina, más que anoche con Montse.  ¿Por qué?

Fue porque estaba acostrumbrado a hacer mis caprichos con las mujeres que sólo buscan lo que yo. Alfonsina busca el amor, el verdadero amor.