Alfo parecido a un rescate

Cuando ni se escuchaba de VIH, o SIDA, ls intervención en una riña femenina tiene un final muy placentero.

UNA MUJER MISTERIOSA

Marco salió de su casa sin rumbo, había discutido con su madre y se sentía frustrado; al llegar a la esquina del barrio tampoco halló a sus amigos por lo que regresó hasta el garaje en el que había dejado horas antes el carro que su cuñado le había encargado para que lo hiciera revisar en la mecánica. Subió al vehículo y partió hacia el centro de la ciudad, al pasar por la Plaza del Teatro miró un tumulto y voces que aupaban una riña; como la circulación continuaba no pudo detenerse, así es que siguió hasta la calle siguiente en la que dio vuelta retornando al lugar del escándalo; al aproximarse observó que se trataba de una pelea de mujeres y que varios hombres hacían círculo a su alrededor como si se tratara de un espectáculo común y corriente de gallos de pelea. Las mujeres se tenían asidas de los cabellos y se gritaban frases hirientes; Marco se acercó con el vehículo y cuando estuvo a la altura del encuentro una de ellas se desprendió de la otra, Marco abrió la puerta lateral y ella subió apresurada, pálida, desencajada; él arrancó abriéndose paso vertiginosamente entre el tumulto y preguntó:

  • ¿Qué pasó? ¿Por qué peleaban?

Ella ruborizándose levemente y con frases entrecortadas por la ira contestó:

-¡Esa grandísima ....., cree que estoy con su marido y me pegó! Pero yo también le pude arrancar unos mechones de su cabeza. A propósito ¿por qué paraste?

Marco le relató lo ocurrido en su hogar y concluyó preguntándole hacia donde se dirigía, ella le dijo que al sur, por la 5 de junio. En el trayecto mientras conducía lentamente él pudo juzgar que se trataba de una mujer joven, de 18 a 23 años, blanca, de pelo largo color claro y que vestía una falda blanca, blusa roja -de la que se habían desprendido unos botones permitiendo ver en su totalidad el sostén con alguna mancha obscura- y abrigo negro.

Marco hizo notar a su acompañante la mancha del sostén, ella agachó la cabeza, miró hacia abajo y dijo:

-Eso no es nada, también se me ha rasgado el filo de la falda; no se como no se me cayó al subirme al carro. Busca algún sitio por aquí que quiero agradecer tu gentileza.

Marco se sorprendió, y como se acercaban a una calle obscura que conducía hacia la otra avenida principal de la ciudad, previo el paso de un viejo puente de madera por lo que era poco transitado, dirigió el vehículo hacia allá, mientras su acompañante aparentemente arreglaba sus ropas. Cerca del puente él detuvo el vehículo, apagó el motor y cuando se dio vuelta vio que ella estaba totalmente desnuda, solamente conservaba sus zapatos rojos; inclusive se había sacado las medias. Ella se incorporó del asiento y acercándose a Marco le dijo:

-¡Haber mi machote! Me salvaste de una paliza por eso mereces un premio, y como no tengo dinero, creo que puedo darte lo que está a mi alcance.

Diciendo esto, estiró la mano y tomó el sexo de Marco por sobre sus pantalones inicialmente, luego abrió su bragueta y lo extrajo procediendo a acariciarlo mientras con otra mano abría la correa y le bajaba las prendas para dejarlo totalmente al descubierto; después se levantó de su asiento y se pasó a la parte posterior del jeep invitando a que su acompañante la siguiera, cuando Marco pasó atrás la vio acostada sobre la alfombra del piso, con las piernas y brazos totalmente abiertos y una sonrisa en los labios. Ella no dejó que se le monte inmediatamente, sino que cuando él se acuclillaba lo atrajo hacia arriba y tomando entre sus manos el sexo de él lo acarició mientras decía:

  • No te asustes mi pajarito; tu nido puede esperar, te mereces un beso.

Y abriendo la boca se lo introdujo hasta el fondo de su garganta, luego tomó los testículos de Marco, palpándolos cariñosamente y, retirando de su boca el sexo de él, ahora totalmente rígido, expresó:

  • Pero si tienes tres. Y parece que están llenos.

Marco al sentir inicialmente la lengua de ella humedeciendo su pene y los hábiles movimientos de la mano femenina a todo lo largo de su sexo, se sentía en la gloria. Ella lo empujó quedamente hacia abajo, posó el pene entre sus senos desnudos que lo rodearon íntegramente bajo la presión de sus manos y cada vez que asomaba la cabeza del miembro se la introducía en la boca; después hizo acomodar a Marco entre sus piernas y se introdujo el pene en la vagina, iniciando un cadencioso movimiento de sus caderas luego de posar las piernas sobre los hombros de su amante.

El clímax llegó al unísono para la pareja que después se quedó recostada un momento. Marco estaba feliz sobre ella sintiendo como su vagina le apretaba a momentos el pene y como, con movimientos leves de la cadera, ella hacía que brotara de éste más semen del que él podía imaginar.

Finalmente ella se levantó y procedió a arreglar sus ropas, pidiendo a Marco que la llevara hasta la Villaflora, bajándose del vehículo en una de las esquinas, sin haber contestado las incesantes preguntas de su acompañante que indagaban por lo menos su nombre, ya que no quería que la dejara a la puerta de su casa y que también se negara a darle el número de su teléfono. Al salir del auto ella únicamente dijo:

  • ¡Fue hermoso. Adiós!