Alexia

Así fui violado en mi propia casa. Quedé agotado. Demoré un rato en recuperarme. Desde ese día adquirió la costumbre de palparme los huevos...

ALEXIA

Cuando nuestra condición de cornudos se hizo oficial no nos tomó de sorpresa. Estábamos  preparados. Desde la adolescencia para ser exactos cuando Alexia se apoderó de nosotros. Íbamos a la misma escuela. Mi hermano mayor, July estaba en un grado superior, cosa que no fue obstáculo para que ella se lo devorara junto conmigo. Era la escandalosa de la escuela. Enseñaba sus genitales a todos los alumnos sin un ápice de vergüenza. Las chicas estaban horrorizadas pero no dejaban de asistir a los eventos, que ocurrían en los lavabos. Alexia, rodeada de chicos y chicas mostraba su enorme clítoris y se masturbaba corriéndose en presencia de todos. No tenía ninguna clase de pudor y sus violentos orgasmos se comentaban en toda la escuela. Muy pocos se atrevían a hablar fuera de los lavabos, pero eran el tema principal de todas las conversaciones. Una tarde obligó a una compañera a masturbarla, todos lo vimos. Sus escandalosas corridas se contaban por decenas. Nos hacía subir a una lomada de donde se divisaba la carretera por encima de las rejas de la escuela. Ella, que era la más alta, abría las piernas y se masturbaba descaradamente a la vista de los coches que pasaban. Alguien la denunció.

Se rumoreaba que también se follaba a la directora, aunque nadie podía decir de quémanera. Más adelante, cuando ya estábamos casados, me comentó que no era cierto. No se dejaba tocar por la directora, pero ella sí la tocaba y obligaba a dejarse hacer un montón de cosas. La dominaba completamente. De entonces le viene el gusto por recorrer a sus víctimas inmovilizadas. Se montaba encima y frotaba el clítoris en distintas partes del cuerpo (incluso la cara) para masturbarse a gusto. Una corrida en cada lugar.

Era extraordinariamente bella y decidida. Además de su cuerpo lucía un estilo personal tan sensual que todos los chicos teníamos las pollas tiesas durante las clases y las vaginas de las chicas se humedecían de solo verla andar con su físico escandaloso y su aire descarado.

No sé cómo siendo tan hermosa se fijó en mí. Luego supe que le atraía el dinero de mis padres..., pero ya era tarde. Supo de mi hermano y lo incluyó en sus maléficas redes. Yo creí

que era el primer chico en masturbarla pero mi hermano ya lo había hecho. Con Alexia nunca se sabe quién es el primero. Ella sí era la primera en todas las cosas. July y yo, ingenuos adolescentes, aún no percibíamos la realidad: ella nos tenía bien cogidos. Seríamos sus esclavos principales como le gustaría decir más adelante.

Cuando cumplimos la mayoría de edad me eligió como víctima preferida y se propuso dejarme sin personalidad... ¿cómo lo haría?, vaciándome de los fluidos que comenzaban a elaborar mis testículos. La primera vez sucedió en casa. Estábamos con mis padres tomando el té cuando me pidió que le enseñara los dormitorios del primer piso. Ni bien llegamos se lanzó sobre mí en absoluto silencio. Yo escuchaba conversar a mis padres en la planta baja.

Con mucha habilidad, me abrió la bragueta y metió la mano. Sacó el miembro endurecido. Alzó la falda, abrió las piernas y se fregó con él los genitales. No llevaba bragas. Nunca las usaba. Restregó mi pobre polla corriéndose como una posesa mientras me metía la lengua hasta la garganta. Luego, antes que yo me diera cuenta, se la succionó dentro del coño. Era multiorgásmica y comenzó a correrse mientras me apretaba con las piernas y me chupaba la boca. Ponía tanta agresividad en manejar la polla a su antojo que yo perdí el control de mi conducta. No demoró en ordeñarme. Tampoco se conformó con una sola eyaculación. Me presionó el culo con el dedo hasta obligarme a una nueva erección y... otra ordeñada. Mis padres esperaban abajo. Nos llamaron. Ella, en respuesta, me palpó los testículos con la mano y con su voz ronca de pervertida, me dijo al oído:

—    Aun tienes más leche...dámela.

Me ordeñó una tercera vez. Luego, como si nada hubiera ocurrido, tan solo dejando caer la falda, bajó a sonreírles a mis padres. Así fui violado en mi propia casa. Quedé agotado. Demoré un rato en recuperarme. Desde ese día adquirió la costumbre de palparme los huevos, a ver cuanta leche tenía para ella . Nunca dejaba de quitármela. Prácticamente dejé de ser hombre antes de terminar mi desarrollo. Ella me vaciaba cada vez que nos veíamos. Terminó por adueñarse de mi voluntad. Yo no tenía valor para contrariarla y la obedecía en todo. Ignoraba aún que no conocería a otra mujer en toda mi vida. Una vez que hablamos de tener hijos,

ella dijo que el tema no le interesaba. Insinué que podría tenerlos igual, pero ella se echó a reír

— ¿Cómo harás, imbécil? Toda tu leche la tengo yo

También tenía miedo que me pusiera los cuernos. Una vez le dije que si me engañaba la dejaría de inmediato. Ella, que ya se follaba a mi hermano sin yo saberlo, se reía a carcajadas. Abriendo sus labios rojos y subyugantes y mostrando su brillante dentadura me respondía

—  Yo haré lo que me venga en ganas y tú me chuparás el coño el resto de tu vida.

Tenía razón. Así lo hice siempre y sin discutir. Una tarde ella quiso que conociera a sus padres y me invitó a su casa. Entonces comprendí muchas cosas. Mi suerte no era tan mala. A mí me dominaba una sola mujer, pero mi futuro suegro estaba sometido a dos. La madre de Alexia era una salvaje mujer, atractiva, alta, de mirada severa y terriblemente autoritaria. Dominaba a su marido, un pelele sin voluntad y no se molestaba en disimular. El infeliz nos sirvió el té vestido de doncella y con una cofia blanca. Las dos mujeres lo vapuleaban, basureaban, pegaban y se divertían a su antojo. Se acercó a saludarme. Se mostraba orgulloso de ser cornudo sumiso y esclavo. Me aconsejó obedecer a Alexia y someterme a su voluntad. Casarme con ella le aliviaría el trabajo. Tendría más tiempo para atender a la madre.

Supe que Alexia se follaba a mi hermano cuando ya estábamos casados y ella quiso pasar un fin de semana de locura en alguna casa de campo. Yo llevaría a mi hermano y ella traería una amiga. Pero no trajo a ninguna. Sin dar explicaciones nos obligó a meternos en el coche y emprendimos viaje. Lo hizo conducir a July mientras ella, en el asiento trasero se dedicaba a volverme loco. Pude ver como extendía su pierna calzada con sandalias de tacón (siempre iba de tacones a pesar de ser tan alta) y se la metía en la boca a July. Ingenuo como era, pensé que se trataba de un movimiento impensado. No sabía que July ya estaba devorado como yo. Mientras tanto ella se frotaba sobre mí, ordeñándome a su estilo. Me abrazaba con sus piernas apretando fuerte. Noté que  un pié estaba desnudo. July miraba por el espejito. Tenía su sandalia en la boca y la lamía.

Cuando llegamos a la casa de campo que habíamos alquilado supe entonces que  mi mujer era una verdadera bestia salvaje, una demonia. Me palpó los huevos y dijo que estaban secos

como pasas de uva. Ya había sido vaciado en el viaje y debía recuperarme. Entonces se volvió hacia July. Él los tenía llenos. Sin importarle mi presencia lo volteó de un empujón sobre la larga mesa del comedor y se le echó encima para comenzar la recorrida ... ¡Qué vergüenza la mía, pasar a ser cornudo de esa manera y con mi propio hermano...! No atiné a hacer nada. De haber hecho algo, no hubiera servido. Ella, autoritaria y avasallante, con o sin mi consentimiento, hubiera hecho lo que le daba la gana. Nada estaba por encima de sus placeres.

Montada y fregándose sobre July, me obligó a que la sirviera. No solo le quité la ropa para que se follara a mi hermano con toda comodidad, sino que también le chupé el culo con la polla de July dentro de su vagina. También le besaba las tetas, las piernas, los pies, los tacones, las manos, el cuello, los labios... Ella se corría como una posesa. Me susurraba al oído.

—  ¡Qué dura la tienes! ¡Cómo te gusta ser cornudo! ¡Mira como me follo a tu hermano!

Gritaba enloquecida. La casa estaba en medio del campo y solo nosotros la escuchábamos. Luego de cada ordeñada con el dedo hacía presión en el culo de July, que aún estaba vestido, para excitarlo nuevamente. Yo estaba enloquecido de ver como se lo devoraba. Nada me importaba más que verla  gozar. July, exprimido dos veces más y ordeñado a fondo, ya no aguantaba otra. Sentí lástima por él, pero deseaba que ella me follara a mí. De pronto Alexia extendió su mano y me palpó los huevos. Estaba recuperado y listo para servirla.

—    Acuéstate junto a tu hermanito que te follo a ti también

Entonces escupió la gastada polla de July y de un salto se tragó la mía. Era una verdadera experta en sexualidad masculina... ¿Dónde habrá aprendido? No quiso que July se levantara ni se quitara la ropa. Mientras me follaba a mí, con una mano le acariciaba los huevos para excitarlo y que comenzara a elaborar leche.

Encima de la larga mesa, durante una hora, a los gritos y sin  ninguna vergüenza, saltó de un hombre al otro hasta quedar satisfecha y dejarnos exhaustos. Entonces, con todo descaro,  dijo que ya nunca más follaría con un solo hombre.

—    Una vez que te acostumbras a dos ya no quieres saber nada de uno solo.

Sumisos, agachamos la cabeza. Nos mandó a desempacar las cosas y prepararle la cena.

Dormimos los tres en la cama matrimonial. Ella acomodaba sus piernas encima de nosotros. Se las ingeniaba para mantener a su alrededor las pollas tiesas y en reserva. A medianoche, en sueños, lo montó a July. Yo estaba despierto. Le introduje mi dedo en el culo para pajearla suavemente. Fue una acción refleja nomás, porque luego de un par de corridas como si fueran de rutina, se durmió en seguida. Yo era el encargado de su culo. Me hacía limar las uñas del dedo índice y anular para acariciarla por dentro .

Pasamos un fin de semana de locura. Por  la  mañana desayunamos a su estilo. Todo lo hacíamos a su estilo. Metía los pies en un tazón con café con leche y nos daba de beber. Luego nos lo hacía untar con mantequilla y chuparlo. July trajo una bandeja con croissants. Alexia, sin levantarse de la silla, abrió las piernas y puso sus dedos en el coño apuntándonos. Comenzó a mear. Movía el chorro de uno al otro... y a los croissants.

—    Desayunen a gusto..., putitos

Lo hicimos. Luego nos daba a beber más café con leche. Después de semejante desayuno me mandó al pueblo cercano a comprar provisiones. Ella se quedaría con July en la piscina, dijo mientras le palpaba los huevos. Volví a tiempo para ser follado y sustituir a mi hermano, nuevamente agotado.

Con July no tuvimos tiempo de hablar a solas. No hicimos otra cosa que servir a Alexia todo el fin de semana. Ella, siempre hermosa, alta, con un cuerpo espectacular, calzada con sensuales zuecos de tacón, nos volvió locos, hizo lo que quiso con nosotros exprimiéndonos a sus anchas. No obstante su avasallante personalidad, cuando estaba satisfecha era una mujer cordial, simpática y muy amable. Pero se transformaba en una demonia si algo la excitaba.

El domingo, en el viaje de regreso nos contó su particular manera de calentarse y su descomunal apetito sexual. Los hombres en sí no le interesaban. Como utilizaba a todo el mundo a su antojo, le daba lo mismo varón o mujer. Se calentaba con su propio cuerpo, solo de verse hermosa y con el inmenso poder que ejercía sobre los demás. No tenía amistades sino esclavos o esclavas.

— Las mujeres se arrastran a mis pies como gusanos.

Le bastaba tener a alguien en sus garras, que de solo ver su abyecta sumisión y su cara de ternero degollado, ya se ponía a mil. Se divertía un rato con sus víctimas indefensas antes de humillarlas del todo y devorárselas.

Alexia iba en el asiento trasero, yo conducía y July estaba sentado vuelto hacia ella. Mientras contaba esas cosas nos ponía los pies en la boca. Calzaba sandalias de tacón aguja que olían a cuero fresco. En un momento se descalzó para ponernos los pies en el cuello y nos dejó a cada uno con una sandalia en la boca. Algunos coches se adelantaban y nos miraban.

Finalmente dijo que seríamos sus sirvientes sexuales. Nos haría hacer mil y una aberraciones hasta que estuviera satisfecha.

Actuaba con los hombres con la actitud de una violadora. No se amilanaba por nuestra presencia (o la de cualquiera). Se les iba encima, le cogía las pollas y se frotaba con ellas; los volcaba sobre la cama, el piso o lo que fuera y de un salto se montaba encima y comenzaba a cabalgarlos, recorrerlos y follarlos. Les sacaba una, dos y tres lechadas. Le gustaba ordeñar hombres porque la eyaculación de ellos le inducía los orgasmos más potentes . Con las mujeres en cambio las cosas eran más largas, pero menos intensas. Interminables fregadas sobre sus pechos, brazos, piernas, nalgas... Empalmada sobre ellas las dominaba con su cuerpo espectacular para recorrerlas con el clítoris pajeándose a sus anchas.

Así comenzó nuestra  relación de tres. July vino a vivir con nosotros como segundo marido (o primero, a ella le daba lo mismo).

Pero Alexia comenzó a apretar las clavijas. Quería algo más que dos maridos cornudos y esclavos. Nos hizo firmar un poder para que le cediéramos el mando de la empresa de nuestros padres. Nos dijo.

—    Desde mañana yo iré a la oficina y dirigiré todo. Ustedes dejarán de trabajar, pero se quedarán en casa a mi servicio. Estudiarán manicura, pedicura, peluquería, masajes, cocina, repostería... Lo que sea para que yo esté satisfecha. Se ocuparán de mi ropa, de la casa y todo lo ateniente a mi confort. Yo saldré cuando y con quien me dé la gana. Vosotros os someteréis

porque lo haré de cualquier manera y entonces vuestra humillación será peor. Desde hoy pasaréis a ser los cornudos…, mis objetos sexuales. Pensaréis en mí todo el día y tendréis la polla tiesa. Así os quiero ver cada vez que regrese a casa para utilizaros cómo me apetezca.

Mientras nos hablaba de esa manera tan amable nuestras pollas ya se ponían como garrotes. Ella triunfaba siempre. Cuanto peor nos trataba, más nos excitaba. Éramos como machos de Mantis Religiosa . Mientras la hembra se lo come, él entrega la mejor calidad y cantidad de semen. Pierde la vida pero deja satisfecha a la hembra. Es su destino.

Alexia, que ya desde la escuela era exhibicionista, desvergonzada y carecía completamente de pudor, no tenía ningún empacho para correrse en público, masturbarse ella misma o permitir que alguien lo hiciera, mostrar su pubis (depilado por nosotros), sus orgasmos y el furioso palpitar de los labios vaginales en cada corrida. Podía estar conversando con algún importante personaje y me hacía señas para que la manoseara por encima del vestido. Ella no dejaba de hablarle. De pronto se interrumpía para exhalar un tremendo gemido anunciando su inminente orgasmo a los cuatro vientos. Su interlocutor se quedaba pasmado. Desde ese momento se volvía servil y pasaría a engrosar  la corte de esclavos. Ella, al verlo en ese estado y protegida por nosotros, se levantaba la falda, tomaba al individuo por el cuello y se colgaba de él rodeándolo con las piernas. No era liviana y el pobre debía hacer un esfuerzo para sostenerla. En esa posición, oprimiéndose fuertemente contra el hombre, lo meaba de arriba abajo. El pobre tipo se quedaba paralizado. Alexia se secaba el coño en el traje de él. El individuo quedaba  a la miseria. Ella se ponía en pie, nos tomaba del brazo y se alejaba de allí. Nosotros debíamos acariciarle el culo mientras lo hacía. Aún no me explico como nadie nos pegó un tiro por la espalda. El dominio de Alexia no tenía límites. No era de extrañar que el tipo, meado y todo, se arrastrara a sus pies mostrando una polla dura como una roca. Ella lo mandaba a lavarse. A veces, si estaba de buen humor, podía pisotearle la polla con la suela de sus zapatos para exprimirlo. Pero como sería una leche desperdiciada , nosotros debíamos pajearla mientras lo hacía. Uno por delante y el otro por detrás. Esas corridas eran potentísimas. Yo, que me cuidaba las uñas y era el encargado de pajearle el culo, sentía como sus corridas me apretaban

el dedo con fuerza, una y varias veces. July, que la pajeaba por delante, apoyaba la mano en el

coño para sentir los estertores de sus labios vaginales. Nos mirábamos y asentíamos cono dos expertos.

Pero las malvadas intenciones de Alexia iban mucho más allá de una puesta de cuernos. Comenzó a imponerse en todo. Nosotros no tuvimos valor para enfrentarla. Ella se quedó con la empresa. Nos obligó a firmar de una manera escandalosa. Uno de sus aspirantes a esclavo era un importante notario que se deslizaba tras ella lamiendo el suelo que había pisado. Ese día nos pusimos traje nuevo. Alexia con una tijera hizo un tajo en el trasero de los pantalones y nos ordenó vestirnos sin calzoncillos. Le gustaba sodomizarnos vestidos y todos nuestros pantalones estaban cortados en el trasero. Pero vestidos de traje y en público nunca lo había hecho. La vimos meter en la cartera el arnés consolador que  utilizaba en casa. Eran dos dildos que se sujetaban a los muslos con una correa. Ella podía follarnos a los dos juntos.... y todavía  le quedaba el coño libre si quería a un tercero.

Creímos que preparaba para humillarnos en público. Se vistió con elegante tailleur blanco y unos sensuales guantes negros que llegaban por encima del codo. Eran de cuero. Nos metió en el coche y fuimos a la notaría. Los papeles ya estaban preparados. Notamos la turbación del notario cuando ella le extendió una mano enguantada. El infeliz hincó una rodilla en el suelo para besársela. Pasamos a la oficina. Entonces Alexia lo hizo. Se ubicó entre nosotros y nos pasó el brazo por la cintura empujándonos a la mesa donde estaban los papeles. Aún no sabíamos de qué iba la cosa. Entonces ella bajó los  brazos y nos metió un dedo en el culo. Miré de soslayo a July. Supe que ya lo tenía puesto, tenía las mejillas arreboladas. A mí me lo estaba metiendo. Ella hizo presión y nos inclinamos al unísono. Metió el dedo un poco más. El notario nos puso una lapicera en cada mano. Ella empujó más todavía. El dedo estaba bien metido. Era el dedo mayor. Con el resto de la mano nos apretaba los glúteos. Rendidos, entregados por completo a su poder, firmamos.

Luego nos envío a la sala de espera. Alcancé a ver como sacaba de su cartera el arnés consolador. No era para nosotros. Tuve un arranque de celos pero ya era tarde para todo. Luego

de un rato de espera salieron. Ella delante con paso de triunfo. El notario iba detrás, encorvado y a los tumbos. Las manchas en su pantalón eran demasiado visibles.  El espejo de la oficina reflejó el pantalón rasgado. El pobre tipo estaba agotado. Ella se lo folló y ordeño a su placer. Nos fuimos a casa. Ya era dueña de la empresa.

Su rostro era intimidante. Estaba siempre maquillada. La fuerza de su mirada aumentaba el poder de su cuerpo. Todo lo hacía con una sonrisa..., pero era implacable. Tendríamos que firmar bajo el poder de su dildo. No solo entregar la empresa sino también el orgullo. Efectivamente, primero ella obligó al notario a chuparle el dildo y luego, cuando estaba bien lubricado, se lo folló en nuestra presencia (también tenía el pantalón rasgado). Su esbelto cuerpo, tan alto y avasallante, calzada sobre los tacones aguja y sodomizando al notario, era para meter miedo a cualquiera. La imagen vívida de su tremendo poder femenino. Luego me indicó que limpiara el dildo y se lo calzara junto con el otro, uno en cada muslo. Nos hizo agachar sobre el escritorio e inmediatamente nos lo metió a nosotros por el corte que había hecho en los pantalones. Así, vestidos de traje, agachados y follados, firmamos la escritura de traspaso.

Lo terrible de todo esto era, que ella, cuanto más sometidos nos veía, más se excitaba y mucho más incrementaba la humillación... y mucho más nos excitábamos nosotros. Sabía que cuanto peor nos tratara, más leche sacaba.  Llegábamos a un punto en que Alexia necesitabavarios orgasmos explosivos y potentes para calmarse. Era capaz de destrozarnos si no se satisfacía de inmediato.

Nadie podía oponérsele. Una vez dueña de la empresa y de nosotros, se dedicó a otra presa de nuestra familia. Una tarde nos dijo.

—  Necesito una perra.

— Mujer, ya nos tienes a nosotros

—  No es suficiente. Necesito una para mi servicio personal.

Ya lo tenía decidido. Así era cuando nos informaba de algo. El golpe vino al saber quién sería la perra. Nuestra pequeña hermana Catalina. Le decimos pequeña porque es menuda y de baja estatura. Trabajaba en las oficinas de la empresa y allí cayó en las redes de Alexia. Hizo que dejara el trabajo y pasara las horas en el suelo, bajo su escritorio, chupándole los pies. Catalina se desvivía por atenderla

No hubo forma de hacerle cambiar de idea. El poder que ejercía sobre Catalina la excitaba enormemente. Intentamos rescatar a nuestra hermana menor, pero ella no se ablandó

—    Solo importa mi placer. Catalina es un buen nombre de perra. ¡Obedeced!

Catalina cumplía funciones de sierva total. Supo por primera vez que no era la única perra. Sus dos hermanos mayores eran maridos, cornudos, perros y esclavos de Alexia. Permanecía en el suelo, al lado de su dueña, lamiéndola como una buena perra. Pasaba mayor parte del día echada en el piso. De noche dormía en un jergón a los pies de su ama. A veces ella le permitía introducirse en la cama y darle placer. Era tan pequeña frente al enorme cuerpo de Alexia que se metía por todas partes para sobarla, masajearla, acariciarla y lamerla.

Se arrastraba bajo la silla donde se sentaba Alexia para comer y le chupaba los zapatos. Ella echaba las piernas hacia atrás apoyando los zapatos en el suelo por la punta. Entonces el afilado tacón quedaba libre. Catalina se lo metía en la boca hasta atragantarse.

July era el encargado de servirle la comida y yo de masturbarla delicadamente. Le gustaba sentir varias sensaciones a la vez. Gozaba enloquecida de placer. Con una mano cogía restos de comida y se los daba a Catalina. Nosotros comíamos cuando podíamos porque nos llamaba intempestivamente por cualquier cosa que se le antojara.

En la empresa había hecho relaciones nuevas, ejecutivos o importantes figuras de la política o el deporte. Todos terminaron sometidos a sus deseos. Su avasallante personalidad era muy conocida. Solían invitarla a fiestas privadas... y agregaban:

— Ven con los cornudos y la perra

Lejos de ser una actividad humillante, en el caso de Alexia nos hacía sentir orgullosos. July, Catalina y yo éramos muy admirados como cornudos y sirvientes. Todo lo hacíamos en público. Catalina se acurrucaba a sus pies o bajo el vestido, si éste era largo. Desde allí le chupaba los zapatos, los pies y las pantorrillas. A veces se erguía levemente y alzaba los brazos para masturbarla desde abajo mientras ella reía y conversaba con  los invitados. July y yo

también la manoseábamos delante de todos. Alexia era masturbada en público hasta por tres manos  a la vez. Sus orgasmos se escuchaban en todo el salón. No los ocultaba ni disimulaba. Yo mismo me arrodillaba y le levantaba la falda para mostrarles a los asistentes los espasmos de su vagina. Sus espectaculares corridas eran aguardadas ansiosamente. Cuando las anunciaba con un estentóreo... ahora viene , los hombres y mujeres, se arremolinaban a su alrededor para  presenciar el espectáculo. Todos terminaban perturbados y excitados. Entonces ella comenzaba a gozar y recoger su cosecha . Erguida y calzada con sus altas botas de tacón, las piernas abiertas y exhibiendo su imponente cuerpo, obligaba a los hombres a masturbarse y juntar la leche en un vaso que yo me ocupaba de pasar atento a quien estaba por eyacular para correr a recogerle el esperma. Alexia, con expresión golosa, prestaba atención a la cantidad que depositaba cada uno. Algunos lo hacían dos veces antes que el vaso se llenara. Entonces les entregaba el vaso a las esposas. Éstas, puestas de rodillas en el suelo se repartían el semen en las manos y, guidas por Catalina, frotaban enérgicamente las botas de Alexia, le besaban el clítoris, las piernas y los labios vaginales. Cuando nos retirábamos de la fiesta, ella con las botas relucientes se llevaba el semen de los hombres y dejaba tras de sí un grupo de maridos exprimidos y de esposas insatisfechas. Es bueno para el cuero, decía.

Pero sus ambiciones iban más allá de una perra y dos esclavos. Lo quería todo.

Mis padres ignoraban que se habían quedado sin la empresa. Vivían retirados en una lujosa mansión de las afueras. Ella comenzó a visitarlos. Solo quiso que la acompañara Catalina.

—    Vosotros os quedaréis a prepararme la cena y el baño.

La presencia de Catalina, acurrucada en un rincón, la excitaba lo suficiente para hacer lo

que hizo. Nuestro padre sucumbió primero. Era el más débil. Alexia le servía café mientras ponía una de sus piernas, calzada con los infaltables tacones, sobre la rodilla del pobre hombre. Nuestra madre estaba turbada, pero contemplaba la escena a su lado. El cuerpo de Alexia era  impactante y su avasallante personalidad pisoteaba todos los valores humanos. El pobre hombre, ayudado e inducido por su hija Catalina, terminó chupando sus zapatos y lamiéndole los pies frente a su esposa. Alexia lo premió incrustándole su vagina en la cara para aplastarlo

con uno de sus potentes orgasmos. Catalina sostenía la cabeza de papá y lo incitaba a sacar la lengua para darle más placer a su nuera. Alexia, con los músculos vaginales le abofeteaba el rostro. Lo sobaba y chupaba como una ventosa atrayéndolo hacía ella y lo soltaba de repente. Era experta en manejar los músculos del perineo. Podía ordeñar un pene sin moverse, solo con las contracciones de los músculos vaginales. Lo humilló a papá cacheteándolo con la vagina como si fuera un muñeco.

Sometido el hombre, ella se lanzó contra nuestra madre. No se anduvo con vueltas. De un manotazo la derribó sobre la mesa y se le montó encima. Comenzó a cabalgarla, fregarse y recorrerla . Catalina, a la par que mantenía inmovilizada a su madre, le aconsejaba someterse. Papá miraba. No podía hacer nada. Ya estaba devorado y sin voluntad. Fue vaciado en un santiamén. Alexia, mientras se frotaba contra el cuerpo de mamá, le ordenó a Catalina que le calzara el arnés consolador. Ella obedeció. Presenció cómo se lo clavaba a su madre. La pobre mujer, follada con la ayuda de su propia hija, se echó a sus pies lamiéndole los zapatos. A instancias de Catalina el padre le chupaba el culo y ella la masturbaba. Esa tarde Alexia se devoró a nuestros padres. Ya tenía a toda la familia.

Catalina nos contó lo sucedido. Alexia escuchaba. Una vez más nos sometimos. La próxima visita fuimos todos. Ni bien ella entró a la casa, nuestros padres comenzaron a correr por  la enorme mansión. Estaban aterrorizados. Alexia no se inmutó. Montó encima de mí y me clavó los tacones ordenándome perseguirlos.

Cuando le dimos alcance saltó sobre mi padre y lo inmovilizó con una mano mientras con la otra hizo lo mismo con mi madre. Los obligó a rendirle culto. Mi padre, de rodillas le

chupaba el coño y mi madre por detrás, se aferraba a su culo con desesperación. Dejaron de lado la falsa cultura de toda su vida y se abandonaron a sus instintos serviles. Así nos encontraron July y Catalina que venían detrás de nosotros.

Dueña absoluta de todo no tardaría en quitarles a mis padres el resto del patrimonio. Usó el mismo método y el mismo notario.

Mandó insonorizar el sótano, instalar un lavabo, acolchar las paredes y el piso para

satisfacer sus apetitos. Allí se guardaban diversos arneses consoladores, dildos  limpios y desinfectados, guantes, cremas lubricantes, divanes, etc. Había una nevera y un pequeño bar. Todo era a la medida de Alexia y de su espectacular cuerpo.

Pendientes todos de Alexia, nos trasladamos a la casa de campo. Comenzó a organizar cosas y dar órdenes. La principal función, aparte de sirvientes, de papá, July y yo (los cornudos), era la de sementales. Seríamos ordeñados una, dos y tres veces al día. Catalina, continuaría siendo la perra que la acompañaba a todas partes y mamá se ocuparía de organizar la casa. Nos dijo a los varones (todavía lo éramos).

— Os pondré bajo tratamiento médico para que tengáis buen vigor sexual. Quiero sentir a mis seis huevos repletos de semen. Tengo apetencia de vosotros.

Orgullosa, me decía que nos había traído felicidad a todos. Razones no le faltaban.

—  Han sido devorados y me apropié de todos los bienes, es cierto.  A cambio les he dado un sentido a vuestras anónimas vidas. July y tú han sido perros fieles y no han tenido otra mujer... ¿Tenéis idea de cuantos disgustos os habéis ahorrado....? Han cumplido con vuestro destino de machos: ser devorados por una hembra voluptuosa e insaciable como yo. Habéis nacido para ser mis víctimas. Me he bebido todo vuestro esperma. Os he conservado sanos para que me rindáis como corresponde. Vuestros padres han rejuvenecido. Ahora tienen una importante tarea que cumplir: se pelean por servirme y chuparme el culo y el coño. Les gusta que me corra en la boca de ellos. Catalina es más feliz que nunca, tiene nombre y vocación canina. Mostrarse como mi perra faldera personal la ha dignificado y hecho famosa. Ahora es más respetada. No sois más que un montón de espermatozoides que se disuelven a mis pies para que los pisotee. Muchos quieren vuestro puesto de cornudos.

— Es cierto que no has traído salud y bienestar, Alexia, pero luego nos lo quitas todo. Te devoras nuestras vidas y nuestro semen. La usas a mamá y Catalina para tu placer.

— Por supuesto... ¿Qué esperabais?

Las fiestas privadas se hacían ahora en casa. Ella recibía a los invitados sentada en un taburete con los pies sumergidos en una fuente. No tenía café con leche sino whisky.

Los invitados, parejas o matrimonios, bebían de sus pies. Ya sabían de qué iba la cosa.

Así pasaron algunos años de felicidad. Nuestra vida giraba alrededor de Alexia, que se llevaba toda la cosecha . Éramos una familia de zombis a su servicio. Mis padres entusiasma dos se ocupaban de vigilarnos para que no cometiéramos ningún error que la disgustara. A todos nos excitaba enormemente sus exigencias: las uñas limadas, los penes limpios, el perfume, los cuerpos depilados, el cuidado de los dildos..., etc. Ella  se había vuelto un poco más fiel a nuestra familia. La manteníamos satisfecha y tranquila. Prefería nuestra compañía, pero nada le impedía sus aventuras. Nos follaba diariamente a los tres y juntaba nuestro esperma en un frasquito. Era la cosecha del día. Por la mañana mamá y Catalina lo mezclaban con crema hidratante y, antes de asistirla en su baño, le masajeaban el cuerpo. A veces nosotros ayudábamos. La leche masculina era aprovechada en su totalidad. Es buena para la piel, decía.

Algunas veces al pasar, Alexia nos brindaba halagos ocasionales, tal cual acaricia un ama a sus perros. Se preocupaba por protegernos y que nos no faltara nada. De vez en cuando nos traía golosinas. Pero todo lo que daba era para recuperarlo con creces. Las exprimidas de semen y las humillaciones seguían con su intenso ritmo de siempre. Una vez, por ejemplo, entró a casa acompañada de invitados. En la cocina, vestido tan solo con un delantal de cocina y la cofia blanca (una idea de mi suegro), estaba yo planchando su ropa. Ella le pidió a Catalina (siempre llevaba un bolso con las herramientas) , que le calzara el arnés consolador. Me hizo agachar para follarme delante de sus invitados y correrse varias veces. Luego, sin dejar de charlar con ellos, siguió andando mientras Catalina recuperaba las herramientas.

Teníamos libertad... , para hacer lo que a ella le gustaba. Una noche, a la hora de la cena, dijo que Catalina podía, si lo deseaba, sentarse en la mesa con los demás en lugar de andar por el suelo bajo la silla, chupándole los zapatos. Sospechamos que la respuesta sería negativa. Catalina elegiría su puesto de perra. Era quien más la excitaba. Gracias a su abyecto servilismo, Alexia gozaba de sus ataques de furia sexual.

Cuando esto sucedía (con bastante frecuencia), entonces todo era válido. Si estaba cerca de casa venía conduciendo su propio coche con el dedo de Catalina metido dentro del culo La

pajeaba para apaciguarla hasta llegar a destino. Con la otra mano se las ingeniaba para avisarnos y que estemos preparados. Ya en casa y siempre con Catalina a su cola, se iba directo al sótano. Nosotros, limpios y perfumados, ya habíamos organizado todo, consoladores, cremas, vibradores, etc. Ella saltaba sobre el primero que veía para pajearse el clítoris. El dedo de Catalina no se alejaba del culo. Luego, rugiendo como una fiera salvaje, se dedicaba a usarnos a su voluntad. Nos hacía de todo, latigazos, bofetadas, patadas con los tacones, penetraciones, folladas. Había un vibrador especial que se sujetaba por la frente dejando la boca libre para sacar la lengua. Lo usaba solo con mamá. Se la follaba cabalgando sobre su cara. Succionaba el vibrador y mami, con el switch en la mano, lo encendía y apagaba al ritmo de sus corridas. Mientras tanto le chupaba el culo con la lengua.

Esos ataques le duraban un par de horas hasta quedar satisfecha y saciada. Eran verdaderas orgías de familia. Temíamos que no se calmara hasta cobrarse la vida de todos nosotros de tanta violencia que ponía en sodomizar a la familia. Enfadada con mi padre porque no le daba abundante leche me obligaba a masajearla la próstata para sacarle unas gotas más. Esta costumbre le gustó y la extendió a July y a mí..., pero ella hacía los masajes. Quería dejarnos secos y los hacía sin miramientos y a lo bestia.

July y yo, afanosos por halagarla y con el acuerdo de Catalina, nos metíamos el dildo dentro del culo antes que Alexia abriera la puerta. Al vernos humildes, agachados, de espaldas, mostrándole el culo con el dildo dentro y la correa colgando, se volvía loca de calentura. Acercándose a nosotros, abría las piernas y se masturbaba. Catalina solo tenía que sujetar las correas a sus muslos y ella comenzaba a follarnos.

Como era una mujer previsora, se preocupó de someter al gerente de la empresa para tener con quien regodearse de inmediato en esos casos.  No le costó mucho. El pobre tipo ya andaba jadeando detrás de ella. Al ver el servilismo perruno de Catalina intentaba imitarlo. El infeliz seguía las instrucciones de Catalina..., que procuraba servírselo en bandeja a su ama.

Cuando Alexia tenía un ataque, antes de venir a casa para su placer definitivo, se follaba y ordeñaba al gerente.

Una tarde al ver el rostro de Catalina sentí un estremecimiento. Me asustó la expresión vacía de sus ojos, ausente de todo raciocinio. Era una mirada vidriosa, hueca, mirada de perra. Observé a July. Tenía la misma cara de mascota. Fui a la cocina donde estaban mis padres preparando la cena de Alexia y les vi la mirada vacía. En sus mentes ya no había otra forma

de cultura que obedecer a la dueña. Corrí a un espejo. La cruda realidad apareció entonces, pero no me preocupó demasiado. Lo esperaba. Habíamos perdido nuestra condición humana y cumplido nuestro destino.

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