Alex: El retorno

...y entonces fueron cinco!!

Alex: El retorno

1 – La tarde

Volvimos del pueblo cargados de cosas; unas para comer, otras para jugar y otras de aseo. Empujamos la puerta con cuidado pero sin entretenernos, porque no cesaba la lluvia. Sacó Daniel una toalla de las bolsas y me secó los cabellos:

Eres lo más bonito para mí – me dijo -, tengo que cuidarte.

Yo te secaré ahora – le contesté -, no te quiero resfriado. Te quiero. Punto.

¡Niños! – gritó Daniel -, ya estamos aquí ¿Dónde os metéis?

No sabía dónde estaban, pero sí que me imaginaba lo que podrían estar haciendo. Me di cuenta entonces de que sin duda alguna, pasaríamos momentos extraños o misteriosos en aquellos días, pero los cuatro allí solos no íbamos a parar de follar de todas las maneras posibles. Daniel lo sabía también y él nunca le pone pegas a estas cosas. Yo creo que si se trata de follar, le da igual el cómo, el dónde, el cuándo o el cuánto. Posiblemente, sí es de los que tiene muy en cuenta el «con quién», pero la compañía que llevábamos era para no parar. Nosotros ya éramos una pareja estable; nos amábamos y follábamos hasta el éxtasis, pero, curiosamente, cada uno de nosotros tenía ahora su propia pareja. Fernando me amaba sinceramente y no podía estar sin mí; Ramón había descubierto algo nuevo y a alguien de quien no quería separarse. Si esto seguía así se iba a producir una reacción en cadena.

Daniel se fue despacio hacia el dormitorio y miró hacia adentro. Parecía no ver nada y volvió para coger la linterna de la mesa. Cuando se volvió a asomar con la luz encendida, le oí decir:

¡Pero bueno! ¿Qué os pasa? ¿No veis que esto está todo sucio? ¿Qué coño hacéis follando en esa asquerosa cama?

Entró allí despacio y no oí ningún comentario. Poco después, me llamó con la voz un tanto temblorosa:

¡Tony, Tony!, ven un momento.

Me acerqué al dormitorio. Daniel estaba cerca de la cama grande y Ramón y Fernando estaban abrazados, desnudos y hacia un lado de la cama y nos miraban espantados.

¿Qué os pasa? – les dije -, nadie va a deciros nada porque estéis follando. Los que sobramos aquí somos nosotros.

Pero Fernando, casi sin fuerzas, me miró a punto de echarse a llorar y comenzó a hablar:

Estábamos ahí afuera de pie haciendo… algo, pero pensamos que a lo mejor había una cama. Cogimos esta linterna de la bolsa y vimos que esta cama estaba deshecha y no estaba llena de polvo, así que nos echamos aquí. Cuando estábamos en lo mejor, vino un chico muy lindo y se sentó con nosotros y nos dijo que si podía… que si podía follar con nosotros. Era un niño precioso, jovencito, le hicimos sitio en la cama y follamos como nunca, pero cuando quisimos que se corriera, se levantó asustado y salió por la puerta. A lo mejor ha oído vuestro coche llegar.

¡Espera, espera, cariño! – le dije a Fernando mientras los cubría con la sábana - ¿Me quieres decir que ha venido un chico de unos doce años, de piel rosada, suave como la seda y perfumada y habéis estado follando con él?

Sí, sí – rompió Ramón en llantos -, era un niño precioso y sabía hacer muchas cosas. No nos dimos cuenta, de verdad, pero cuando se fue, nos quedamos pasmados. No sabemos de dónde ha salido. Venía desnudo y seco.

Daniel me entregó la linterna y se fue al salón. Yo consolé un poco a los jóvenes y les dije que no le dieran importancia a aquello:

¡Anda! – les dije sonriendo -, poneos algo que hace fresco. No está el tiempo para ir por ahí con la polla al aire. Hemos traído comida. No preocuparos por ese niño. Es Alex, lo conozco. Anda siempre por aquí. Si lo veis, os lo folláis. A él le encanta, pero es tímido.

Les encendí la linterna, les acaricié las cabezas y me salí con Daniel. Estaba mirando la superficie de la mesa con la vista perdida: «¡Dios mío, es Alex!».

Le cogí el culo y lo apreté con fuerzas: «¡Qué buenas cachas!» Luego, lo abracé por la espalda y le puse un buen rabo. Temblaba.

¿Tienes frío, cariño? – le dije -. Por favor, no te pongas así que no pasa nada y no podemos asustar a estos dos. ¡Créeme! No pasa nada. Ya sé que es raro, pero no pasa nada.

Me miró con los ojos perdidos y sus lágrimas caían despacio por sus mejillas.

¡Vamos, vamos! – le dije secándole la cara -, sonríe, disimula, que no pasa nada. Vamos a comer como si tal cosa.

Hizo un esfuerzo difícil de hacer, porque cuando salieron Ramón y Fernando del dormitorio, terminando de vestirse, les miró sonriendo y les dijo muy seguro:

¡Vaya! ¿Eeeeeh? Así que habéis estado follando con Alex. ¡Joder, qué suerte! Ese niño es como un ángel. No sé por qué os asustáis. Esperad un momento, que voy a limpiar la mesa. Oye, ¿os importaría poner leña de esa en la chimenea? ¡Vamos a encenderla! Así tendremos luz y calor ¿Os mola?

Aquellas frases parecieron hacer efecto, aunque Daniel me miró como resoplando mientras pasaba un paño húmedo por la mesa. Los dos chavales se pusieron a bromear y a llenar la chimenea de leña y Daniel y yo les ayudamos a encenderla («¡Leña al mono! ¡Mira que tronco tengo!»). Los tomamos por el culo cuando estaban agachados mirando cómo se encendía el fuego y les pusimos un rabo. Se rieron y se volvieron a besarnos.

¡Joder!, tío – dijo Ramón -, nos creímos que pasaba algo y encima nos cogéis follando. ¡Qué vergüenza!

Verás, Ramón – le dijo Daniel ante mi mirada observadora -, si os hubiésemos cogido robando, tal vez no nos hubiese gustado. Pero… ¿os folláis a Alex y os asustáis? ¡Venga!

Cuando pude hablar con Daniel a solas, lo abracé con todas mis fuerzas. El corazón se me iba a salir por la boca:

Gracias, cariño – le dije besándolo sin parar -, tú sí que eres un ángel. Gracias por ayudarme.

Te lo debo, amor mío – me respondió muy serio -, debería haberte creído cuando me lo contaste y te llevé a un psiquiatra. No me lo perdono. Ahora voy a ayudarte en serio. No lo dudes.

2 – El extraño juego

Comimos muy a gusto. Noté que Daniel, aunque sintiese curiosidad por esa extraña aparición de Alex, se comportaba normalmente; demasiado normalmente, diría yo, que no dejaba de meterle mano a Ramón. Comenzó a oscurecer. Afortunadamente, habíamos encendido la chimenea y teníamos luz y calor. Había leña suficiente y comenzamos a pensar que si el tiempo seguía así íbamos a estar muchas horas allí encerrados.

¡Eh, chicos! – dijo Daniel -, traigo mi inseparable baraja de cartas. Podemos jugar a cualquier cosa ¿Qué os parece?

Que si es un juego como el primero que hiciste – dijo Ramón -, me parece que vamos a follar a la carta.

Vamos a ver…. – se quedó pensativo -. El juego puede ser cualquiera; lo interesante sería que el que perdiera o ganara, tuviera que hacer… alguna cosita. Ya me entendéis.

Y a todos nos gustó la idea. La primera ronda fue de órdago. El que perdía la partida tenía que hacerle una mamada ante todos a uno de los que la había ganado. El pobre Fernando perdió el primero y, por bordar la faena, me la mamó a mí. Creí que no iba a poder seguir jugando. El segundo en perder fue (cosa muy rara) Daniel y se la mamó a Ramón, claro. Pero cuando repartía la tercera vuelta, oímos que algo se caía en el dormitorio. Tomó Daniel la linterna a toda prisa y miró hacia adentro:

¡Joder! – se echó hacia atrás -¡Es Alex!

¡Hombre! – grité -, ¡Pasa Alex! Estamos jugando a algo que te va a encantar.

Enseguida, asomó tímidamente su cabeza por la puerta y luego dejó verse. Ya traía puestos sus pantalones cortos y la camisa blanca. Estaba, como siempre, bellísimo. Vino a mí corriendo, me abrazó y me besó: «Tenías que haberme llevado, Tony».

¡Mira, Alex! – le dije -, fíjate cuántos amigos te he traído. Estamos jugando a algo que te va a gustar mucho.

Ya lo he visto – me dijo -, pero sé mamarla y no sé jugar a las cartas.

¡Ven, cariño! – siéntate aquí a mi lado y yo te diré lo que tienes que hacer. Luego, ya juegas tú solito; es muy fácil.

Comenzó la primera ronda en serio con Alex… y le tocó perder, claro. La siguiente mamada fue la segunda mía. Pero ¿cómo podía mover aquel chico la boca para dar tanto gusto?

Oye – dijo Fernando -, es que aquí siempre vamos a perder los mismos.

No – le dijo Daniel -, si alguno no pierde en tres veces, a ese le tocará mamarla.

Alex comenzó a reírse. Todo parecía haber cambiado. Todos los que estábamos allí sabíamos a qué atenernos. Cuando volvió a perder Alex, se fue directamente a Daniel. Era el único tío al que no se la había mamado.

jJo, Tony! – exclamó al vérsela -, es tan grande y tan bonita como la tuya.

Y tú, precioso – le dijo Daniel -, eres un niño de película, guapo.

Estoy muerto ¿sabes?

Se hizo un gran silencio y todos nos miramos en suspenso.

Pues para estar muerto, hijo – le contestó -, la mamas del carajo.

¿Te gusta?

Contigo – le dijo -, no hay quien aguante más de diez chupetones, precioso.

Y así, a lo tonto, pasaron unas horas de turno de cartas y de mamadas. Para rematar la faena, dijo Daniel que podría darse un premio de consolación, así que si alguien quería mamársela a alguien en concreto, que podría hacerlo. Pero se formó tan tumulto, que tuvimos que desnudarnos todos, poner los sacos de dormir junto a la chimenea y echarnos allí para hacer montones de combinaciones.

"Polvo aquí, polvo allá. Mastúrbate, mastúrbate"

Mamamos y fuimos mamados muchas veces. Los niños disfrutaron de lo lindo, pero nosotros tuvimos que aguantar bastante. Yo creo que Alex no se quedó sin probar ninguna polla y, más raro aún; se dejó mamar.

Al final, acabamos todos tumbados junto a la chimenea agotados.

3 – La cena

Comenzó Daniel a vestirse y nos dijo que nos pusiéramos todos algo. Iba a preparar alguna cosa para comer temprano y seguir luego si se nos apetecía. Todos nos levantamos enseguida para vestirnos, no sé si por tener hambre o por comer pronto y seguir la orgía.

Pero cuando comenzaron a ponerse alimentos sobre la mesa, vi que Alex se retiraba poco a poco hasta su rincón. Nadie se dio cuenta. Me miró sonriendo y un poco cortado y desapareció por la puerta.

¡Coño! – exclamó Daniel - ¿Y Alex?

Tuve que inventarme una historia que contar ante Fernando y Ramón:

Ya sabes que Alex tiene prohibido comer fuera de su casa. Ha salido corriendo, no puede evitarlo. Pero no preocuparos que ya volverá para lo mejor.

Les pareció verosímil y se lo tragaron:

Bueno – dijo Fernando -, un poco maleducado sí que es el chico. Ya podía haberse despedido hasta luego.

Es así – dijo Daniel -; déjalo.

Comimos muy bien y caliente. Algunas cosas y el pan se pusieron junto al fuego. Luego, los platos de plástico, los vasos y las sobras, las metimos en una bolsa y las dejamos fuera bajo el chaparrón.

Si sigue lloviendo así – dijo Ramón -, me parece que vamos a salir muy poco y a follar mucho.

Tal vez – añadió Daniel – se llene el río, escampe y salga el sol y nos peguemos un buen baño o acabaremos como cerdos.

No – exclamó Ramón -, traigo una caja de toallitas húmedas y perfumadas.

¿No pensarás limpiarme la polla con eso, verdad?

¡Pero si esas toallitas – aclaró Ramón – son para limpiarle el culito a los niños!

Pues límpiaselo a Alex – se rió Daniel -. Prefiero ducharme bajo la lluvia con jabón.

¿Ah, sí? - le dijo Ramón comiéndole luego los labios -, pues te va a chupar la polla tu novio, guapo. ¡Tienes babas de cuatro tíos!

¿Y te da asco? – le contestó -, todas esas babas las has probado de boca en boca. Bueno, venga, dame una toallita de esas... pero aquí se limpia el carajo hasta el gato. Mira, no sería mala ida que cada uno se lo limpiara a otro.

Y, ¡qué casualidad!, apareció Alex.

Próxima parte, Alex: La noche caliente

NOTA: Perdonad que no escriba el relato de una sola vez. Es muy largo y muy denso. El retraso entre uno y otro lo dejo al criterio de TodoRelatos. No quiero publicar una parte sin que se haya publicado la otra. Gracias a todos, que sé que sois muchos y muy buenos.