Alex
Nada tan inocente, puro y excitante como el primer amor.
Como ya les he relatado, soy una mujer de 50 años, educada dentro de una familia religiosa y conservadora, y aunque mi familia entera no veía con buenos ojos que tuviera tantos amigos, yo siempre me salí con la mía y tuve mi primer novio: Alejandro. Él era un chico delgado que jugaba béisbol y que por lo tanto comenzaba a formar unos brazos fuertes y hermosos, éramos compañeros de secundaria, por las tardes él jugaba béisbol y yo asistía a “La asegurada” una escuela de primeros auxilios de mi pueblo, donde comencé asistir al notar que a la salida, varios chicos de la zona se acercaban “de cacería”, sabiendo que en aquel lugar se reunían varias chicas del pueblo.
Alex y yo nos queríamos mucho y tanto él como yo, reprimíamos nuestros deseos sexuales debido a nuestra educación, pero un día decidí ir más allá y mientras estábamos sentados en las gradas del patio de la escuela, tomé la cremallera de su chamarra escolar y comencé a subirla y bajarla inocentemente, volteando hacia otro lado, como si nada importante ocurriera. Nadie nos puso atención, todos seguían en lo suyo, incluso Alex, quien no sabía mis intenciones. Cuando menos se lo esperó, al bajar el cierre, mi mano bajó un poco más de lo necesario y con el dorso, toqué su pene: Estaba flácido y él saltó desconcertado, la siguiente vez dejé mi dorso un poco más de tiempo tocando su sexo y en ese momento él tomó conciencia de lo que yo hacía, de modo que en el siguiente intento, sentí cómo su bulto había crecido. Continué con el sube y baja y Alex estaba metido de lleno en el juego, sin decir nada pero con el rostro enrojecido, ahora tocó su turno y cuando bajé de nuevo, detuvo mi mano para que permaneciera se restregara más a su miembro que ya se sentía caliente y se notaba que había crecido más de lo que hubiera imaginado. Ahora me tocó a mí ser la sorprendida, traté de alejar mi mano, pero él me detuvo y yo no opuse mucha resistencia, por lo que ahora me dediqué a moverla de un lado a otro, provocando rozones cada vez más fuertes y claros de modo que él parecía perder el control. Me detuve un momento para abrir un poco mi blusa escolar y que pudiera apreciar mis incipientes senos que, no obstante mi corta edad, eran ya la envidia de muchas y la inspiración de las auto-caricias solitarias de otros. Así seguimos por un rato y de pronto noté algo extraño: Alex emitía un sonido extraño, mientras su pantalón se mojaba y un maestro gritaba: “A ver ustedes dos, vengan inmediatamente”... ¡Estábamos perdidos!...sentí que era el fin de mi reputación de niña buena. Al llegar ante la presencia del maestro, nos reprendió por estar sentados en la gradería cuando todo mundo ya estaba formado para regresar a las aulas. ¡Afortunadamente, al parecer no notó nada más que eso! Ya dentro del salón, Alex me miraba con ternura y emitía un aroma especial, que aunque era desagradable, me hacía sentir como una perra en celo, caliente y húmeda. Al salir, Alex me besó y me dijo suavemente: Te amo, nunca cambies.