Alejandro, un amor verdadero

Tranquila, no pretendo salir de aquí contigo a mi departamento a hacerte el amor, aunque muero de ganas por que eso pase, pero esto no será así, te quiero enamorar, despacio, con detalles, atenciones, que poco a poco me convierta en el hombre de tu vida

ANTES DE COMENZAR ESTE RELATO, UNA DISCULPA, LO HE PUBLICADO DE NUEVO YA QUE LA PRIMERA OCACIÓN POR ERROR OMITI GRAN PARTE DEL MISMO Y NO ME HABIA DADO CUENTA, AHORA SI, YA CON EL RELATO COMPLETO, ESPERO QUE LES GUSTE.

Era una de esas noches tempranas a la salida de la escuela, mis amigas y yo platicábamos en el patio, esperando ese momento en que se nos acababa la inspiración para seguir una conversación entre siete.

El chismorreo de siempre, que si el chico de tal clase, que si el amor platónico de tal, que si el profesor ya me trae y seguro no paso por su puro gusto y, entre los temas favoritos de unos meses a la fecha, que para cuando me conseguía otro novio, aunque fuese nada mas para que mi ex, Alfredo, no me viera con cara de pena al pasearse con su princesa oscura al terminar las clases.

  • Míralos, ahí van de nuevo, ¡cada día mas excéntrica la tipa!
  • Pao, ¡ya! Consíguete algo por dios, que ese tipo parece tenerte lastima cada que pasa por el patio con su novia la muerta.

Y es que a mi se me caía aun la baba cuando veía pasar a mi chico metalero por el patio, con su chamarra de piel negra, con sus gesto duro y, sobre todo, abrazando a una chica con su mismo estilo por la cintura, igual que como hacia conmigo algunos meses atrás, antes de aquella conversación en el café de la calle de atrás de la escuela, cuando me dijo la típica frase de “no eres tu, soy yo”, me dio un beso frío sobre los labios y me dejo ahí junto con un billete para pagar la cuenta.

Si, yo aun quería a Alfredo, por eso no me había conseguido ya otro novio, o mas bien aceptado, ya que la verdad propuestas no me faltaban, pero pues no, la verdad ninguno me llenaba el ojo, y no por que fueran feos o mala onda, simplemente aun no superaba al otro y tampoco era cosa de salir con alguien así nada mas por que si.

  • Chicas, ahorita no, en serio, ahorita no.
  • Bueno es que Pao, mírate, tan linda y sufriendo por el.
  • Les propongo algo, es viernes, no tenemos tareas pendientes, mañana ninguna tiene que ir a trabajar, ¿por que no vamos por unos tragos coquetos al barcito que abrieron hace poco? Sirve que animamos aquí a la amiga Pao.

Total, yo sin estar tan animada para eso, acepte, nos subimos todas al coche de Danna y nos fuimos a un barcito nuevo que estaba como a cinco cuadras de la escuela, y que por cierto era la sensación entre nuestros vecinitos de la facultad de derecho.

Apenas entramos, fue un mirar colectivo, y es que los asistentes eran en su mayoría hombres, y que de pronto siete chicas entrar al lugar causo un poco de revuelo, un mesero se nos acerco presuroso y nos ofreció una mesa, o mas bien una salita y nos dejo la carta de bebidas.

Mis amigas estaban súper contentas, ya saludaban a uno, ya llega a presentarse otro, y para que mentir, la facultad de derecho se distinguía no tanto por su nivel académico como por los bomboncitos que estudiaban ahí, chicos muy guapos, mas que las chicas, en comercio nosotras hacíamos el contrapeso, o por lo menos eso decían, para chicas guapas, las de comercio y para chicos guapos los de derecho, y por lo que estábamos viendo esa noche, era verdad.

La estábamos pasando bien, muy bien, entre el buen ambiente del lugar, la platica que se había desviado de mi ex novio hacia los chicos del lugar y las margaritas que corrían una tras otra en la mesa la noche estaba siendo deliciosa, cuando de pronto, una voz conocida me hizo voltear a saludar a un viejo amigo mío.

  • Hola Pao.
  • Alex, que gusto.

De inmediato me levante para darle un fraternal abrazo al que hacia ya bastantes años había sido mi príncipe azul, claro, beso en la mejilla incluido. Al separarnos saludo a mis amigas, las conocía, claro que las conocía, si apenas entre a la facultad comenzó a rondarme como cuando entre a la preparatoria, aunque sin éxito, otra vez.

  • ¿Puedo sentarme un momento con ustedes? Seria un honor acompañar a tan lindas señoritas.
  • Claro, siéntate.

Se sentó a mi lado, y como había poco espacio ya en el sofá, pues aprovecho para abrazarme, yo me le recargue en el hombro, para quedar más cómodos. Platicamos un rato de todo un poco, que si la escuela, que si ya estaba por terminar la carrera, que por que nunca nos invitaba a salir con el, en fin, el asunto estaba entretenido.

  • Bueno, acaban de llegar uno amigos, voy a saludarlos, ¿les molesta si me robo a Pao?
  • No, no, para nada, ¿o ustedes que dicen?

A coro dijeron que no, y entonces me tomo de la mano para ayudarme a levantarme y me llevo con el hasta una mesita donde otros cinco chicos lo esperaban.

  • Hola, les presento a una amiga, Paola.
  • Hola, mucho gusto.

Salude a todos con el correspondiente beso en la mejilla, y la plática giro en torno a la amistad que tenia con Alex, hasta que de pronto, un mesero se nos acerco.

  • ¿Señorita Paola?
  • Si.
  • Las señoritas que estaban en la mesa del fondo le mandan esto, me pidieron que le dijera que no se preocupe por la cuenta y que se van por que saben que la dejan en buenas manos.
  • Gracias.

Recibí mi bolsa y mi carpeta con cara de susto, y es que jamás me imaginé que mis amiguitas me dejaran ahí.

  • No te preocupes, yo te llevo a tu casa, es mas, si quieres nos vamos ahora mismo.
  • No, no, termina tu copa al menos, esta bien.

Alex me miro de tal manera que sentí que en ese momento regresaba mi príncipe azul, ese del que me enamore en la secundaria, y borraba a Alfredo, su mirada era tan intensa como la recordaba, solo que ahora llevaba implícita la promesa de que esta vez no me le escaparía como en la preparatoria.

Se termino su whisky y, tras despedirnos de sus amigos, salimos del barcito.

  • No es necesario que me lleves, puedo tomar un taxi.
  • ¿Estas loca? ¿Sabes todo lo que te puede pasar en un taxi? Ven mi coche esta estacionado en la siguiente cuadra.

Me abrazo por la cintura y me llevo con el, sin que yo pusiera resistencia alguna, y es que no es que hubiese sido magia, simplemente estaba reviviendo aquellos viejos sentimientos que aun vivían escondidos en mi corazón.

Al llegar, el muy caballerosamente me abrió la puerta y me ayudo a subir, yo estaba impresionada, si bien no era un ultimo modelo, si que era un buen auto para un estudiante, además, la ropa que llevaba también se notaba fina, se veía que le iba bien en donde trabajaba.

  • Sabes, me gustaría invitarte a cenar antes de llevarte a tu casa, ¿se podrá?
  • Pues, es temprano, mis papás saben que salí con mis amigos, no tiene por que haber problema.
  • OK, te voy a llevar a un lugar muy lindo, espero te guste.
  • OK.

Tome mi bolsa y mientras escuchábamos música por el camino me arregle un poco el maquillaje y el cabello, Alex me hacia preguntas sobre nuestros conocidos comunes y yo le respondía sin dejar mi labor, hasta que llegamos a nuestro destino.

Ere un restaurante casual, de moda en aquel entonces, y por supuesto que lo conocía y también sabía que, si bien no era un lugar de alta cocina, tampoco era barato comer ahí. Nuevamente me ayudo a bajar del auto y entramos al lugar.

Mientras cenábamos, me contó de su trabajo, y vaya que si era un muy buen trabajo, de sus proyectos y de cómo había cambiado su vida durante el ultimo año y medio, ahora vivía solo y parecía que la pasaba de maravilla, estaba por titularse y, además, también tenia pensado abrir su propio despacho junto con los amigos que me presento en el bar.

  • Me has dejado impresionada, y no por que dudara de tu capacidad, si no por que jamás me imagine que siendo tan joven tuvieras tantos proyectos en marcha.

Entonces tomo mis manos entre las suyas y me miro fijamente con una mueca de sonrisa conquistadora dibujada en los labios.

  • Gracias, pero en estos momentos tengo un proyecto mucho mas importante que todos los demás.
  • ¿Cuál?
  • Conquistarte.

Instintivamente quise sacar mis manos, pero el las apretó muy suavemente, solo lo necesario para no dejarme escapar, sentí como me ruborizaba y me quede sin palabras.

  • Tranquila, no pretendo salir de aquí contigo a mi departamento a hacerte el amor, aunque muero de ganas por que eso pase, pero esto no será así, te quiero enamorar, despacio, con detalles, atenciones, que poco a poco me convierta en el hombre de tu vida.
  • Alex…

Muy suavemente acaricio mi mejilla y llevo su mano hasta mi boca en un gesto de que dejara de hablar.

  • No digas nada, solo déjate llevar, se que es mi momento, mi oportunidad, ya no eres la niñita que conocí en la secundaria, ya no esta Mario para robarme tu corazón y tampoco esta ese chico extravagante para robarme tu atención, así que esta vez no te voy a dejar escapar.

No dije nada, solo lo mire con complicidad, gritándole con la mirada que aceptaba la propuesta, que me enamorara, que reviviera esas emociones que años atrás había despertado el mismo en mi ser.

Y ese fue el inicio de tres meses de cortejo, de salidas con los amigos, de citas a solas, de ir a fiestas, conocer los respectivos círculos de amigos y, sobre todo, jugar a seducirnos.

Mis amigas estaban de lo más contentas por mí, y claro, también por ellas, por que gracias a mi naciente relación, ellas tenían la oportunidad de conocer a muchos chicos guapos y de muy buena posición. No así todos mis amigos, que aunque a la mayoría no les importaba, de pronto note como a mi muy querido Emanuel lo ponía de malas verme con Alex.

Y al final lo inevitable, una tarde en la escuela, mas en concreto, en la biblioteca, nos encontramos, ninguno de los dos teníamos tiempo para dedicarnos, yo estaba en una mesa de trabajo con unos compañeros terminando una tarea cuando el entro y se metió en uno de los salones privados para una clase especial, apenas un saludo tímido y un te quiero que tuve que leer de sus labios para regalarle una sonrisa que decía “y yo a ti”.

Fue una de las horas mas largas de mi vida, mientras mis compañeros me desesperaban con sus lentos avances, no dejaba de mirar hacia la puerta del salón donde estaba Alex, esperando ansiosa que la puerta se abriera y yo entonces poder decir, me voy, tengo clases, nos vemos después.

Por fin la puerta se abrió y presurosa levante mis cosas y salí de ahí tras el grupo de estudiantes después de una seña que me hizo Alex de que me esperaba en las escaleras. Al salir, el ir y venir de estudiantes no me permitía verlo, hasta que de pronto sentí como alguien me tomaba por un brazo y me jalaba hacia el. Al voltear vi a Alex quien me abrazo y sin mas me planto un beso, un señor beso, al que no me pude resistir. Sus labios aprisionaron los míos y un segundo después su lengua entraba en mi boca en busca de la mía. De inmediato lo abrace y respondí a su beso como se debía. Nos separamos en un suspiro y entreabrimos los ojos, solamente para cerciorarnos de que no era un sueño y repetir el beso, mezcla de amor y pasión guardados por tanto tiempo.

No hubo palabras, no hubo mas peticiones, Alex me había contado sus intenciones meses atrás, no se requería de mas nada, esa era la señal, el me beso como dios manda y yo no lo rechace, al contrario, me entregue a su beso conciente de la situación, enamorada y feliz, así que las palabras ahí sobraban. Simplemente nos abrazamos y el me acompaño hasta donde mis amigas me esperaban en el patio.

  • Te veo mas tarde.
  • Si, nos vemos.

Y nos besamos de nuevo, aunque con menos intensidad. Mis amigas se quedaron mirando con asombro y en cuanto estuvo unos cuantos pasos lejos de nosotras comenzaron a cuestionarme.

  • ¿Ya andan?
  • ¿Por qué no nos contaste nada?
  • ¿Desde cuando?
  • Si, ya andamos, no les conté nada por que han visto todo el proceso, y pues llevamos siendo novios lo que se tarda uno en llegar de la biblioteca a aquí.
  • ¡¿Qué?!
  • Pues así, es todo lo que llevamos de novios, menos de cinco minutos.
  • Jajá, a pues, felicidades, con razón no habías dicho nada.
  • Si, felicidades amiga, esto hay que festejarlo.
  • Si, pero creo que el festejo con ustedes será otro día, supongo que hoy saldremos a festejarlo el y yo.

Y efectivamente, así fue, después de las clases el me estaba esperando en el patio, donde siempre, apenas nos vimos nos abrazamos y nos besamos, mis amigas se deshicieron en felicitaciones y Alex lucia tan contento que yo no podía evitar sonreír contagiada por su sonrisa. Después de platicar un rato con mis amigas, nos fuimos juntos, aun sin plan.

  • Bueno, y ¿A dónde te gustaría ir a celebrar esto?
  • Pues, a donde tú me quieras llevar.
  • Mmm..., pues si por mi fuera te llevaba al cielo a dormir en una nube, pero creo que aun no puedo hacer eso, así que tendré que conformarme con llevarte a cenar.

Me abrazo y nos besamos, así sin testigos, los besos iban cargados de emoción, el no lo sabia, pero desde que me confeso sus intenciones meses atrás me había llevado a una nube, y me encantaba.

Esa noche marco el inicio de un noviazgo muy especial, de muchos besos, muchos abrazos, citas muy románticas e intimas, en las que no perdíamos oportunidad para demostrarnos no solo amor, sino deseo y pasión. Si salíamos con amigos, siempre buscábamos pretextos para desaparecernos por algún rato, y si salíamos solos los besos y las caricias ingenuas terminaban en deliciosos episodios de sexo oral en su coche estacionado en alguna callejuela oscura.

Y así se nos pasaron dos maravillosos meses, quizá los mejores de mi vida he de confesarlo, por momentos me preguntaba como no habíamos vivido esto antes, por que no desde la secundaria, y después caía en cuenta de que sin todo lo previamente vivido por los dos, esto quizá no seria tan hermoso. Aunque, a decir verdad, tenia mis dudas acerca de muchos aspectos de su vida, sobre todo de su trabajo, y esas dudas se acrecentaban por el hecho de que aun no conocía su departamento.

Llego el sábado, dos días antes habíamos cumplido dos meses de noviazgo, y tras sorprenderme en la escuela con un enorme ramo de rosas rojas, me prometió llevarme a cenar el sábado, a un lugar muy especial, y yo sabia que cuando el decía eso podía llevarme a cualquier lugar, desde el mejor restaurante de la ciudad hasta a un paseo en globo.

Ese día todo estaba a mi favor, mis papás se habían ido de viaje con mi hermano así que, si era necesario, podía no llegar a dormir. Justo estaba preparándome para la cita cuando tocaron a la puerta, me asome por la ventan y vi a Emanuel parado frente a la puerta.

  • Hola, pásate.
  • Hola.
  • Pasa, pasa, ¿quieres algo?
  • No, gracias, ¿estas ocupada?
  • Si, un poco, ven pásale a mi cuarto, que me estoy arreglando.

Emanuel y yo somos amigos desde pequeños, no hay secretos ni nada de malas ondas entre nosotros, así que no había nada de anormal en que el estuviera en mi cuarto. Se sentó en la cama y se quedo mirando el vestido que tenía colgado en la pared para esa noche mientras yo seguía peleándome con mi pelo.

  • ¿Vas a salir?
  • Si, con Alex, a cenar ya sabes, por lo de los dos meses.
  • ¿Ya tienes dos meses con el?
  • Si tonto, y todo va de maravilla.

Se levanto de la cama y se paro detrás de mi ante el tocador, podía verlo en el espejo, no eran celos lo que había en su mirada, jamás los hubo antes ni en ese momento, era mas bien, preocupación. Puso sus manos en mis hombros y me miro a los ojos a través del espejo.

  • Pao, amiga, se que lo que diga esta de mas, pero, cuídate, cuídate mucho por favor. Mira, yo se que Alex se ve pues, mmm..., un tipo muy normal, exitoso a mas no poder, pero de ahí nada mas, pero hay algo Pao, algo que no se, no me cuadra, nada me consta, pero, cuídate corazón, por favor.

Mis ojos se clavaron en los suyos, en sus ojitos miel que tanto me agradaban y siempre me llenaban de paz, recargue me cabeza en una de sus manos y le sonreí.

  • Gracias por preocuparte, lo haré, tu quédate tranquilo.

Me levante y lo abrace fuertemente, Emanuel, mi amigo, siempre ahí, aunque su preocupación no me gustaba nada, menos si la sumábamos a mis dudas. Nos separamos lentamente y nos quedamos mirando un rato a los ojos en un gesto de complicidad.

  • ¿Te ayudo con lo del pelo?
  • ¿Sabes?
  • ¿Dudas?
  • Ajajá, esta bien, pero no creo que hayas venido solo para ver si tenia complicaciones con mi peinado.
  • Jajajajaja, obvio no mensa, solo quería verte, y platicar, salir a algún lugar, pero en vista de que te estas poniendo guapa para otro, no me queda mas que quedarme aquí y ayudarte.

Efectivamente Emanuel me acompaño un rato, me ayudo con mi pelo y me observo mientras me maquilla haciendo preguntas de todo cuanto usaba, y se fue de la casa justo antes de que me pusiera el vestido y los tacones.

  • Bueno, pues te dejo, un placer observarte mientras echabas mano de todos tus artilugios para pasar de niña bonita a mujer exuberantemente hermosa, me encantaría verte con el vestido y los zapatos, pero puesto que todo esto no es para mi, mejor me voy, pero no olvides lo que te dije, cuídate, por favor, cuídate mucho.
  • Gracias, y ya te dije, me cuidare, no lo dudes.

Un nuevo abrazo y se fue, aunque sin dejar esa expresión de preocupación, eso no me estaba gustando.

Regrese a mi cuarto y termine de arreglarme, me puse el vestido negro de satín, de tirantes delgados, escote generoso y corto hasta la mitad de los muslos, las zapatillas negras de tacón de aguja, quería enloquecer a Alex esa noche, quería que por fin me llevara “hasta las nubes”. Y sin embargo la duda estaba ahí, por los misterios de su trabajo, esas llamadas a las que salía corriendo a atender sin importar donde estuviéramos, su basta disponibilidad de dinero, su repentino alejamiento familiar y, ahora, las recomendaciones de Emanuel.

Al poco rato llego Alex a mi casa, cuando le abrí la puerta, lo primero que vi fue otro enorme ramo de rosas rojas, lo abrace y nos besamos apasionadamente, el comenzó a recorrer mi cuerpo con sus manos, vaya que si el también estaba dispuesto a dar el todo por el todo esa noche.

Nos separamos casi sin querer, ya con la respiración entrecortada y las mejillas encendidas.

  • Te ves espectacular.
  • Gracias, voy por mi bolsa.

Tome las rosas y me fui a mi habitación, me tarde un poco ya que acomode las flores en el jarrón donde aun tenia las otras y después salí.

  • ¿Nos vamos?
  • Cuando quieras.

Ya en el auto, Alex no dejaba de mirarme las piernas y el escote, aprovechábamos cada alto para besarnos y acariciarnos, ambos sabíamos como deseábamos terminar la noche.

  • ¿A dónde me vas a llevar?
  • A mi departamento.
  • ¿Por fin?
  • Si, he preparado todo para tener una velada que jamás olvidaras.

Cuando llegamos a su departamento quede impresionada, estaba iluminado con una luz muy tenue, había rosas y globos rojos por todas partes y al fondo se veía en la mesa del comedor dos lugares puestos en la mesa en la cual también había dos velas y mas rosas.

  • ¿Te gusto?
  • Me encanto.

Me abrazo por atrás y comenzó a besarme el cuello muy despacio, el sabia de mi debilidad en esa parte, sabia que si seguía no podría decirle que no a nada, mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo buscando ya el cierre del vestido. Sin embargo, y como ninguno de los dos pretendía que aquello sucediera tan precipitadamente, me soltó poco a poco hasta dejarme en el sofá de la sala.

  • ¿Te sirvo algo?
  • Un tequila esta bien.
  • OK, en un segundo estoy contigo.

Me dio un tierno beso en los labios y se fue para la cocina. Yo me quede esperándolo en la sala, observándolo todo, el departamento era muy lindo, lujoso y algo sobrio, pero con un toque de juventud que sin duda iba con todo el estilo de Alex, me encantaba, además, las flores, los globos, la tenue luz, el aroma a incienso, todo era un sueño, todo preparado para hacer de aquella noche, una velada muy especial.

  • Su tequila señorita.
  • Gracias.
  • Me encanta cuando sonríes, aunque seria también te ves preciosa.
  • Vas a hacer que me sonrojo.
  • Te amo… salud.

Brindamos, el con su whisky, yo con mi tequila, los bebimos de un solo trago, Alex tomo mi vaso y lo puso en la mesa de centro, me abrazo despacio, acercándose a mi con mucha delicadeza y nos besamos de nuevo pero con mucha ternura, lentamente, muy profundo y lleno de amor.

  • ¿Te gustaría cenar, o quieres que hagamos algo más antes?
  • Mmm..., no se, ¿bailar un poco?
  • Me matas con esa mirada.
  • A mí con tus detalles.
  • Te amo.
  • Te amo.

Se separo lentamente de mi para poner algo de música, una suave y romántica melodía lleno el lugar, me tomo entre sus brazos y bailamos lentamente, abrazados y mirándonos fijamente a los ojos.

Después de un par de canciones, decidimos que era hora de cenar, Alex me llevo al comedor, mesa puesta para dos, mas rosas, velas, luz tenue, de cuento. Salio de la cocina con dos platos servidos, pasta preparada nada menos que por el, vino y unas deliciosas tartitas de frutas como postre fue el menú de aquella noche.

  • Espero que te guste, me pase la tarde cocinando.
  • Gracias, se ve delicioso.
  • Por ti lo que sea mi hermosa princesa.
  • Gracias.
  • Bueno, he de confesar que el postre si lo compre, la idea era prepararlo yo, pero no me ha dado tiempo.
  • Es lo de menos, todo esta magnifico, las flores, las velas, los globos, cocinas riquísimo y de seguro que hiciste una gran elección con el postre.
  • Si lo he elegido tan bien como he hecho contigo, deben saber a gloria, como tus besos.

La cena continuó entre halagos mutuos, miradas largas y besos cortos, no era raro sentir de vez en cuando su mano acariciando dificultosamente mi rodilla. La pasta, el vino y las tartas estaban deliciosos, terminamos cada uno con una copa de vino, platicando amenamente de nuestro día a día.

  • ¿Bailamos?
  • ¿Por qué no?

Se puso en pie y busco un CD, Reyli Barba, un cantautor muy conocido en México, me tomo de la mano y me llevo a su lado en un abrazo y comenzamos a bailar al ritmo pausado de la melodía.

Nos mirábamos a los ojos, y sonreíamos, poco a poco se fue acercando a mi oído para cantarme muy quedito.

Poco a poco me fue llevando hacia el sofá donde primero nos sentamos sin dejar de acariciarnos y besarnos, sus manos recorrían mis muslos suave pero firmemente, las mías ya buscaban su entrepierna, al poco rato ya podía sentir sus hábiles dedos jugando sobre la tela de mi tanguita, buscando introducir un dedo en mi ya muy húmedo interior.

  • Ah.
  • ¿Te lastime?
  • No, no, sigue, me encanta.
  • Acuéstate.

Por toda respuesta obtuvo mi acción, me tumbe en el sofá, el subió mi vestido hasta arriba de mi cintura y puso una de mis piernas por arriba del respaldo del mueble, sus dedos seguían entrando y saliendo de mi vagina, despacito me fue sacando la tanga, y ya cuando me tenia así, recostada y completamente dispuesta para el, sentí como su boca se iba adueñando de mis labios vaginales, despacio y como en un tierno beso, sin dejar por un momento de mover con maestría sus dedos en mi interior. Fue ahí donde me vino el primer orgasmo de esa noche mágica en la cual estaba dispuesta a hacer realidad todos sus deseos.

  • Así, así amor, déjame deleitarme con tu sabor.
  • No pares, no pares por favor.
  • Te ves preciosa así, no sabes como me gusta verte gozar.

Y estalle de placer con su boca pegada a mi sexo.  Subió despacio por mi cuerpo, besándome y acariciándome a su paso, sentía su cuerpo rozando el mío, era excitante, se detuvo en mi cuello mientras acariciaba mi espalda en busca del cierre de mi vestido.

  • Esta en el costado izquierdo.
  • ¿Cómo?
  • El cierre…
  • Gracias…

Muy lentamente fue bajando el cierre mientras me besaba, después bajo poco a poco mi vestido, hasta dejarme únicamente con los zapatos, de los cuales se deshizo al momento.

  • Te amo.
  • Te amo.

Me senté sobre mis muslos en el sillón y lo bese en la boca, ahora era mi turno, o por lo menos eso pretendía, le fui desabrochando los botones de la camisa sin dejar de besarlo y acariciarlo mientras el estrujaba mis senos, se la quite lentamente y fue entonces que comencé a bajar con mi boca por su cuello, su pecho, bese y succione sus pezones, eso lo volvía loco, el acariciaba y mi espalda y mis senos, aunque con mayor dificultad. Fue entonces que le desabroche el cinturón y enseguida el pantalón, mirándolo a los ojos con un tanto de picardía en la mirada, sonreíamos cómplices y el me ayudo moviendo su cadera para en un solo movimiento llevar su pantalón y su boxer hasta sus rodilla, mis manos se fueron enseguida sobre su ya erecto pene para acariciarlo lentamente  mientras el terminaba de sacarse la ropa y los zapatos.

  • Te ves tan…hermosa
  • ¿O sexy?
  • Divina

Le sonreí de nuevo y sin dejar de mirarlo a los ojos me fue acercando con la boca a su pene, le bese tiernamente la cabecita, le di un par de lengüetazos en la punta y finalmente me lo fui introduciendo despacio en la boca. Con una mano acariciaba la parte que no me entraba y con la otra sus testículos, mi lengua le acariciaba en círculos y de repente lo sacaba por completo de mi boda para dedicarme a darle chapetones únicamente a la cabecita o para meterme en la boca sus testículos, pasados unos minutos me dijo estaba por eyacular, normalmente me quitaba y su semen iba a parar a un pañuelo, pero esa vez tenia que ser diferente, apenas me aviso que estaba por terminar, me metí todo lo que pude en la boca y sin dejar de mirarlo a los ojos, apreté con fuerza pero con cuidad sus testículos, entonces sentí como el primer chorro de semen golpeaba mi paladar, seguido por otros dos, que me trague sin chistar.

  • Amor, estuvo genial.
  • No podía ser como siempre, hoy es especial.
  • Ven, yo también te tengo una sorpresa.

Me abrazo y nos besamos apasionadamente, se combinaban los sabores de nuestras salivas con los de nuestros fluidos, se levanto y me tomo entre sus brazos, y así desnudos como estábamos me llevo cargando hasta su habitación.

La puerta estaba entreabierta, con una suave patada la abrió del todo, dos lámparas de pie de luces tenues iluminaban la habitación, la cama King size estaba cubierta de pétalos de rosas rojas, había mas flores por todos lados y varitas de incienso también ahí.

  • Bienvenida a tu recamara.

Yo estaba sin palabras, solo sonreía, lo besaba y acariciaba su rostro, el caminaba despacio, imitando la famosísima marcha nupcial, me coloco muy suavemente sobre la cama, entre los pétalos, por la textura de la tela supe que las blancas sabanas de la cama era de seda, todo era perfecto.

Me recosté lentamente sobre las sabanas, los pétalos y la seda se sentían de maravilla en la piel, Alex también se fue acostando, pero el sobre mi, nos besábamos y acariciábamos, definitivamente aquella noche no se quedaría en una buena sesión de sexo oral y adiós, no, esa noche la teníamos que terminar durmiendo abrazados en “nuestra” cama, entre las sabanas de seda y los pétalos de rosas, con las almas entrelazadas.

Sus dedos jugaban con mi sexo, yo solo gemía y respiraba entrecomadamente, mis labios besaban su cuello y mis manos acariciaban su espalda y su cabello.

  • ¿Quieres seguir?
  • Hasta donde tengamos que llegar.
  • Te amo princesa.
  • Te amo.

Fue entonces que sentí como su pene se abría paso entre mis labios vaginales, después de tantas sesiones de sexo oral, por fin lo tenia bien dentro de mi, poco a poco me fue llenando, sentía su calor, su grosor, sentía como se iba introduciendo poco a poco, centímetro a centímetro, mientras nos besábamos apasionadamente.

Poco a poco mi cuerpo se fue acostumbrando a su amado invasor, nuestro sudor se mezclaba y sus movimientos se hacían mas rápidos dentro de mi, sus manos se apoderaron de mis senos y sin compasión los estrujaba con fuerza, yo estaba volcada al placer y lo dejaba hacer, hasta que sentí como su miembro crecía aun mas dentro de mi antes de vaciarse en mis entrañas.

Terminamos agotados, abrazados y bañados en sudor, respirando con dificultad, mirándonos a los ojos, sonriendo, besándonos.

  • Te amo.
  • Te amo.

Nos quedamos dormidos un rato, un poco mas de dos horas, al despertar, aun de madrugada, Alex llevo a la cama un juego de te, bebimos y jugamos un rato entre las sabanas y los pétalos antes de repetir ahora conmigo cabalgándolo.

Dormimos abrazados el resto de la noche, al despertar, el no estaba en la cama, pero apareció casi de inmediato en la puerta, vestido solamente con unos pantalones de pijama y una bandeja con desayuno para dos.

  • Buenos días princesa.
  • Buenos días.
  • Prepare el desayuno, espero que te guste.
  • Gracias, creo que todo eso me corresponde a mi.
  • Ya habrá tiempo de compartir la cocina, por el momento déjate querer.

Comimos en la cama, el vestido como ya dije y yo desnuda, apenas cubierta con la delicada sabana de seda y con pétalos de rosa por todos lados, reíamos y nos besábamos, una escena digna de recién casados.

  • Espera un momento, te tengo una sorpresa.
  • ¿Otra?
  • Cierra los ojos.
  • ¿Qué me vas a hacer?
  • Nada, nada, ábrelos ahora.
  • Ah
  • ¿Te casarías conmigo?

Me quede helada, frente a mis ojos Alex había puesto una pequeña caja de terciopelo negro, dentro había un anillo de oro con un pequeño diamante, era precioso, no sabia que decir, lo abrace y lo bese, el dio por sentado que era un si. Tomo mi mano delicadamente y puso el anillo en mi dedo, me beso el dorso y se quedo mirándome sonriendo.

  • ¿Pero no seria ahora mismo verdad?
  • Claro que no amor, mira, solo es para formalizar bien esto, primero quiero abrir el despacho, terminar la carrera, quizá en un año, tal vez un poco mas.
  • Eso me parece mejor, aunque, bueno, en este tiempo nos conoceremos mejor, y sabes, tengo algunas dudas respecto a ti, más bien, a tu trabajo.
  • ¿Qué clase de dudas?
  • Pues, es que, ganas demasiado bien para ser pasante, y Emanuel me ha dicho que tenga cuidado.
  • Mira, no quiero hablar mal de nadie, pero si gano bien, es por que trabajo realmente mucho, tu lo has visto, en ocasiones hasta tengo que sacrificar tiempo contigo por el trabajo, y eso de que te cuides, no veo de que, ¿de mi? ¿de mi trabajo? No lo se, no creo que sea necesario, de mi no tienes nada de que cuidarte, y mi trabajo es como cualquier otro.
  • Pero…
  • ¿Mis ausencias, mis repentinas salidas? Tengo clientes importantes, clientes que pagan mucho por mis servicios, servicios que no son nada de otro mundo, pero que les ofrezco en cualquier momento, eso es quizá lo que no ve tu amigo, que yo no tengo un trabajo fácil como el de muchos de la facultad, haciendo de guía en los juzgados.

Me quede mirándolo con asombro, en parte tenia razón.

  • Pero, ¿Quiénes son esos clientes?
  • Amor, es gente de dinero, con poder, y a veces, hay cosas que es mejor no saber…

Nos quedamos mirando muy fijamente, lo abrace y lo bese, no mas preguntas, no mas dudas, tenia puesto el anillo de compromiso, a más tardar en dos años seria su esposa, con todo y esas cosa que, a veces, es mejor no saber.

Y pues, me quede con el anillo de compromiso, hay que decir que mis amigas casi se infartan cuando me lo vieron puesto, y creo que no precisamente por lo que significaba, si no por lo que costaba, y es que después de que Alex me llevo a la joyería donde lo compró para que me lo ajustaran yo también quede mas impresionada que cuando me propuso matrimonio, era una de las mas exclusivas, no solo de la ciudad, si no de la región norte del país, donde vivo todavía.

Ese pequeño detalle, y el hecho de que cuando me quede observando maravillada unos aretes en forma de corazón de rubíes genuinos el se ofreciera a comprarlos en el acto, me tenia todavía mas intrigada acerca de su trabajo, y es que no era para menos, si aun no tenia ni la pasantía y ya contaba con la solvencia económica para hacerme regalos mas que espléndidos, pero pues adopte la filosofía que el me enseño, hay cosas que es mejor no saber, y deje de preocuparme del por que de tanto dinero.

Ya habían pasado casi tres meses desde que me había comprometido con Alex y el único que no se atrevía a decir ni pío era Emanuel, de hecho yo sentía que desde que me vio con el anillo puesto en la escuela, como que no se me acercaba mas que lo necesario, así que decidi invitarlo a comer un viernes aprovechando que los lugares donde trabajabamos no estaban tan alejados.

Cuando llegue al restaurantito donde quedamos, Emanuel ya me esperaba, ya sin el saco y corbata, yo igual iba sin el saco, pero el se veia especialmente bien aquel día, creo que cuando ponia cara de preocupación se veia mas lindo.

  • Hola.
  • Hola.
  • Te ves linda con ese conjuntito, has de traer a más de un cliente muriendo por ti.
  • Jajá, pues no me visto pensando en enloquecer a los clientes, pero gracias, además, recuerda que tengo novio.
  • Prometido, dirás.
  • ¿Qué pasa? ¿Por qué estas así conmigo?
  • ¿Así como?
  • Pues así, distante, enojado, siento que algo paso desde que me viste con el anillo.
  • Mira, no me lo tomes a mal, pero te pedí que te cuidaras de el, y ahora resulta que te vas a casar, no Paola, no, créeme que Alejandro no es el chico buena onda que aparenta, algo esconde y eso no me gusta, no quisiera que salieras mal parada en todo esto.
  • ¿Tienes pruebas de algo en concreto o solo suposiciones?
  • Pues yo no tengo con que comprobar nada, pero hay cosas que se ven a leguas, Pao, tan solo mira el anillito que te cargas.

Me quede callada mirándolo, en parte tenia razón, pero, yo amaba a Alex, y estaba segura de que seria incapaz de ponerme en peligro o hacerme daño.

  • También tengo mis dudas, pero, lo amo…
  • Bien, ante eso, que puedo hacer yo, nada, te quiero, así que tratare de poner mi mejor cara para no arruinarte la vida, ahora, ¿Qué te parece si cambiamos de tema?

Se quedo mirándome fijamente, una lagrima corrió por mi mejilla y el la seco con el dorso de su mano, la cual después se poso sobre la mía.

  • No llores, mira, ya no me voy a portar como un chiquillo caprichoso, es tu vida, tu decisión, y pues, a mi solo me toca apoyarte, ya sabes, siempre juntos, en las buenas y en las malas…
  • Gracias.

La verdad es que eso de que  Emanuel tuviera sospechas de que algo con Alex no estaba del todo bien no me gustaba para nada, pero como dicen por ahí, el amor es ciego, y aunque yo también tenía mis dudas acerca de su trabajo, continúe con mi noviazgo, compromiso incluido.

Los meses que siguieron fueron un sueño, me pasaba la mayor parte del tiempo ayudando a Alex en la organización de la inauguración de su despacho, ahora me invitaba a algunas reuniones con sus clientes y a eventos mas formales, además, podría decirse que muy a pesar de mis padres, ya prácticamente vivía con el, por lo menos no había fin de semana que durmiera en su casa.

Por fin llego el día de la gran inauguración, Alex estaba muy emocionado, al igual que sus socios, todo estaba listo para que asistiéramos al coctel que se celebraría en el despacho, y al cual estaban invitados muchos de sus clientes, por lo menos los principales, a los cuales se habían adjudicado de los diferentes despachos en los que habían trabajado hasta entonces.

Alex me había comprado todo lo que quería que usara para esa ocasión, un vestido muy lindo, aunque muy provocativo para mi gusto, en color coral con zapatillas de tacón de aguja a juego, bolsa y accesorios que iban bien con el anillo de compromiso, me arregle para el esa tarde y cuando llego, por la sonrisa que se le dibujo en el rostro, supe que le había gustado mucho.

  • Luces como una reina.
  • Gracias, sigo pensando que el vestido es muy ajustado.
  • Nada, lo justo para tu figura, impactaras a todos.

Al llegar a su despacho, ya nos esperaban dos de sus socios, y al poco rato llegaron los otros tres así como los invitados al coctel de inauguración, las novias de los abogados conocíamos ya fuera a unos o a otros a fuerza de acompañarlos a diferentes compromisos, sin embargo, cuando llegaron tres sujetos con vestimenta mas propia de acaudalados hacendados que de gente de negocios citadinos, las seis nos quedamos algo sorprendidas.

Tras el brindis y el discurso que ofrecieron los nuevos socios, nos pidieron a nosotras que atendiéramos a los invitados, mientras ellos se encerraban en el salón de juntas con los sujetos de pinta extraña.

Platicando con los demás clientes, nos sorprendimos aun más por el hecho de que nadie conocía a tales personajes. Tras casi una hora de encierro, por fin salieron los nueve del despacho, se despidieron exclusivamente entre ellos y los tres rancheros se fueron del lugar.

  • ¿Quiénes son ellos amor?
  • Clientes princesa, clientes.
  • Si, pero, ¿Qué clientes?
  • Amor, recuerda, hay cosas que es mejor no saber…

Me beso en los labios muy tiernamente y yo ya no hice mas preguntas.

Después de eso todo fue una vorágine, acordamos la fecha de la boda, teníamos un año para prepararlo todo, aunque parecía que no era suficiente tiempo, a tres meses de que llegara el gran día aun teníamos mil asuntos que resolver.

Llevábamos ya tres meses viviendo juntos, los tres mejores meses de mi vida, sin duda alguna, si bien tenia los días mas ocupados por que trabajaba, estudiaba y atendía la casa a medias, sin duda compartir los días con Alex, despertar a su lado y saber que de cierto modo ya estábamos casados no tenían precio.

Casi todos los que me rodeaban estaban felices, y es que Emanuel seguía con esas dudas a cerca de Alex que de cierto modo eran completamente injustificadas. Me visitaba casi a diario, sin embargo, mas que verme a mi, las visitas eran como una forma de hurgar en nuestra casa, como tratando de buscar algo que le confirmara todo lo que sospechaba, algo para culparlo.

Sin embargo, eso que tanto buscaba Emanuel, llego antes de lo que el se imaginaba.

Una tarde de agosto regresaba a casa, estaba lloviendo y por mas que le marque al celular a Alex jamás me contesto, me mandaba al buzón directamente, sospeche que estaba en alguna junta o resolviendo algún asunto importante, no me atreví a marcar al despacho, no quería interrumpirlo, además nada me costaba tomar un taxi para llegar a casa.

Llegue y prepare la cena, revise algunas cosas de la escuela y del trabajo en lo que esperaba a que llegara, pero las horas pasaban y el no aparecía, seguía sin contestar el celular y cuando me decidí a llamar al despacho ya era tarde, no encontré a nadie. Cene sola y me fui a la habitación a esperarlo en la cama, pero jamás llego.

El día me sorprendió sola en la cama, con el teléfono sonando, al contestar comenzó la peor pesadilla de mi vida.

  • Bueno.
  • Buenos días, ¿estoy llamando a la casa del licenciado Alejandro Nava Escalante?
  • Si, así es.
  • ¿Es usted su familiar?
  • Soy su esposa, ¿Quién llama, disculpe?
  • Señora, estoy hablando de la comandancia, lo que le voy a decir, es difícil, encontramos a su esposo muerto en la cajuela de su auto, tiene que venir a reconocer el cuerpo.

Me quede helada, mi esposo muerto, en la cajuela de su auto, no eso era una broma de mal gusto y muy pesada.

Me tranquilice, pedí los datos del lugar donde tenia que ir y después llame a Emanuel, si tenia que ir a una comandancia no lo haría sola, una hora mas tarde estaba presentándome en el lugar, donde Emanuel hablo por mi, en calidad de mi abogado.

  • Bien, la señora, o en su defecto usted, tiene que reconocer el cuerpo.
  • Lo hare yo.
  • No, Paola, es algo muy fuerte entrar en la morgue, mejor voy yo, estoy acostumbrado, si.
  • Mm, OK, al final, supongo que quieres evitarme el trauma de entrar ahí, y veras que todo esto no es mas que un mal entendido.

Espere a Emanuel sentada, mientras llamaba al celular de Alex sin éxito, también llame al despacho, pero lo único que me dijeron fue que mi esposo había salido de la oficina aproximadamente a las 5:00 PM, que después de eso no habían sabido nada mas, lo que hizo que un escalofrío recorriera toda mi columna vertebral.

Hice un nuevo intento al celular pero nada, seguía dando tonos pero nadie contestaba, entonces, antes de una inminente crisis nerviosa, vi a Emanuel aproximarse a mi con el rostro pálido, con un gesto entre confundido, asustado e impresionado.

  • Pao…
  • ¿Qué paso?
  • Paola, es tu marido, el que esta en la morgue es Alejandro.

Me abrace a el, sentí como sus brazos me rodeaban, un dolor de cabeza intenso se apodero de mi, las lagrimas rodaban por mis mejillas y, no supe mas.

Cuando desperté estaba en un hospital, Emanuel estaba a mi lado.

  • ¿Dónde estoy?
  • Permíteme, llamare a una enfermera.

Emanuel salio al pasillo y de inmediato entro seguido de una enfermera y un medico que comenzaron a interrogarme y checar mis signos vitales, no entendían que la que tenia y quería hacer preguntas era yo.

Al fin salieron y me dejaron con Emanuel.

  • ¿Qué paso? ¿Dónde estoy?
  • Estamos en el Hospital del Parque, te desmayaste, no era para menos, la impresión que te llevaste fue muy grande.
  • Entonces, Alex…
  • Si, desafortunadamente si.
  • Y que paso, quiero ir a donde esta el, quiero verlo.
  • Tranquila, mira después de que te desmayaste y pedí la ambulancia en la que te traje hasta aquí llame al despacho, desde tu celular claro, le di la noticia a uno de los socios, Armando me dijo que se llama, el se encargo de todo, hace un rato me llamo, tienes que recuperarte pronto, mañana en la tarde van a cremarlo y harán una misa en su nombre a manera de velorio.
  • Pero quiero ver el cuerpo, quiero asegurarme que es el.
  • ¿No te basta mi palabra?
  • Es mi marido tengo derecho.
  • Ya veremos, primero tienes que ponerte bien, salir de aquí.

Dormí el resto de la tarde, me imagino me aplicaron un calmante, al día siguiente salí del hospital, pero no me dejaron ver a Alex, Emanuel estuvo a mi lado en todo momento, fue el quien me acompaño a la ceremonia de cremación, a la misa, a depositar las cenizas en e nicho, todo me parecía un sueño, una pesadilla, había quien me preguntaba que había pasado y yo no sabia que decir, entonces Emanuel contestaba por mi y decía que había sido un asalto.

Pasaron algunas semanas, casi un mes y medio, para que por fin pudiera darme cuenta de que todo aquello no era una pesadilla, era mi realidad, en todo ese tiempo se leyó el testamento de Alex, tome decisiones que, aunque fueron sin pensarlo muy en serio, creo que fueron las correctas, pero sobre todo, me fui dando cuenta de muchas cosas que no conocía del que iba a ser mi compañero de vida.

Una tarde, tomando un café con Emanuel afuera de la escuela, si, aun no terminaba la carrera, descubrí cosas que me dejaron helada.

  • ¿Por qué no me dejaste ver a Alex antes de que lo cremaran?
  • Por tu bien.
  • Era mi derecho, ver a mi marido antes de que desapareciera su cuerpo.
  • No lo hubieras soportado, fue una imagen terrible.
  • Pero… era mi marido.
  • OK, te diré por que, siempre te dije que no me latía algo de el, pues bien, Alejandro tenia un tiro de bala en la cabeza, se notaba que lo habían atado de pies y manos y lo habían torturado antes de matarlo, por eso no quise que lo vieras, por eso, y por que como el mismo te dijo, hay cosas que es mejor no saber, por que a Alejandro no lo mataron para asaltarlo, de otro modo no lo habrían dejado en la cajuela del coche, ni tendría todas las pintas de haber sido asesinado por narcos.

Me quede helada, no dije mas, pero el, sin saberlo, despejo muchas dudas que me habían surgido después de la lectura del testamento de Alex, del cual yo era la única beneficiaria y feliz, o infeliz, poseedora de dos residencias en exclusivas zonas de playa en México, una colección de joyas exquisitas, varias jugosas cuentas bancarias en diversos paraísos fiscales, el departamento donde vivía, las acciones que le correspondía del despacho y una cuenta corriente en un banco mexicano.

Como decía Alex, hay cosas que es mejor no saber, y hoy, a un poco mas de dos años de su muerte, puedo decir que si bien mi flamante marido, que ni siquiera llego a serlo de manera legal u oficial, me dejo muy bien protegida económicamente por el resto de mi vida, hubiese preferido compartir una vida de trabajo y esfuerzo a su lado, a esto.