Alejandra y sus travesuras (3) Obsesionada

Ambos estábamos de pie en la cocina y él me miraba con naturalidad. Yo, por mi parte, estaba nerviosa como una chiquita a punto de cometer una gran travesura. El hecho de estar solos abajo y mis dos hijas arriba me envalentonaba para lo que pensaba hacer

Pasaron varios días en los que Mariano no apareció por casa. Se habrán peleado, pensé en un momento y la culpa empezó a carcomerme. Le pregunté a mi hija si todo estaba bien, y me aclaró que sí. Recién entonces me quedé tranquila.

En toda esa semana me masturbaba casi a diario, pero sólo una vez lo hice pensando en la pija de mi yerno. Creo que fue por eso que por un momento creí que de a poco los sentimientos hacia mi yerno se irían calmando, pero no fue así.

Un día volvió mi yerno. En el momento en que aparece Mariano y entró sin mirarme a los ojos me dio mucha bronca, aunque pensé que era lo mejor, parar todo esto de una buena vez. Yo lo saludé con un beso en la mejilla y me fui a la cocina a preparar la cena. Esa noche mi marido no vino a cenar así que cenamos solo nosotros cuatro, mis dos hijas, mi yernito y yo

Saber que mi hija estaba en su cuarto con su novio haciendo vaya a saber qué cosas me daba celos. Sabía que estaba mal, pero no podía controlarlo. Fue por eso que cuando estaba por sacar la carne del horno, se me ocurrió una travesura

-        Mariano, podes venir? Le grité

-        Si, señora, me dijo

Ambos estábamos de pie en la cocina y él me miraba con naturalidad. Yo, por mi parte, estaba nerviosa como una chiquita a punto de cometer una gran travesura.  El hecho de estar solos abajo y mis dos hijas arriba me envalentonaba para lo que pensaba hacer

-        ¿Agustina está cerca?

-        No, está arriba y Micaela también, aclaró

-        Escuchame una cosa… dije en tono de reto

La cara de miedo que me puso me hizo sacar el lado más perverso que tenía. Casi con sus labios temblando me dijo:

-        Si señora, decía él con pánico

-        ¿Qué pasa? Le dije para mantener el suspenso

-        ¿Con que, señora? Ya me daba mucha ternura lo que sufría

-        ¿El otro día me mirabas las tetas y ahora te haces el respetuoso?

-        Es que yo…

-        Tranquilo que te estoy cargando

-        Ah, me había asustado

-        No tengas miedo

-        Es que pensé…

-        ¿Queres verlas de nuevo? Le dije

-        No se, señora

-        ¿No sabes? ¿O no te animas?

-        No, es que…

-        Yo, si queres, te la muestro.

-        Si, si usted quiere mostrármela, si, decía con pánico

-        Mmmmm, yo quiero

-        Bueno, entonces si, dijo él con entusiasmo y su mirada se fue derecho a mis tetas

Yo tenía puesta una musculosa y sin dudarlo me baje un bretel de la prenda y del corpiño al mismo tiempo para sacar mi pecho blanco y coronado con un pezón rosado y duro

-        Es muy linda, me decía embobado

-        ¿Siiiii? ¿Te gusta?

-        Siiii

-        Bueno se mira y no se toca

-        Claro, claro

-        Por ahora no podés tocar, ¿sabías?

-        Si, señora

-        No me digas señora, me podés decir Ale o suegrita

-        Mmmmm, ¿le parece?

-        Acá, cuando estamos solos, sí

-        Bueno señora, dice

-        ¿Como?!

-        Ale, bueno, Ale, dice tímido

-        ¡Así me gusta más!

Yo seguía con mi teta afuera y él se acomodaba el paquete que estaba durísimo

-        ¿Ya estás al palo, Marianito?

-        Si, muy

-        Mmmmm, mirá como te pones por una teta

-        Si, es que…

-        Si te llego a mostrar las dos, ¿cómo te pones?

-        Peor, mucho peor

Ahí envalentonada como estaba me bajé el otro bretel y le mostré la otra teta, Y me pellizqué los pezones para ponerlos más duros, si es que se podía

-        ¿Te gustan? Le pregunté

-        Me encantan

-        Bueno, miralas bien porque las tengo que guardar

-        Siiii

-        Es muy peligroso esto

-        Sii sii

Las guardé y le pedí que me ayudara sacando la carne del horno y llevándola a la mesa. Y ya que estás ayúdame a poner la mesa. En un momento entre las idas y vueltas le toqué la cola para ponerlo nervioso mientras llamaba a mis hijas a los gritos para que bajen a cenar. Nos sentamos los cuatro a la mesa y Agustina preguntó

-        ¿Para qué lo llamaste a Mariano?

-        Para que me sacara la carne del horno, me duele la muñeca, mentí

-        Y porque no me dijiste a mi

-        Porque era pesada y él ya es uno más de la casa, ¿no?

-        Claro, dijo mi hija

-        Y bueno, si quiere comer, tiene que ayudar

-        Si señora intervino él

-        A partir de ahora te voy a pedir ayuda de vez en cuando, dije y una sonrisa perversa se dibujó en mi rostro

Esa noche me masturbé pensando en la verga de mi yerno. Pensaba en su dura pija en mis tetas primero, y en mi concha después. Acabé como loca. Como seguía caliente quise coger con mi marido esa noche, pero él me dijo que estaba muy cansado. Yo pensaba: entiendo tu cansancio, pero vos empezá a atender mis necesidades porque si no voy a terminar buscando afuera alguien que me las satisfaga. También puede ser sin salir de casa, con mi yernito y su pija, por ejemplo.

Así iban pasando los días y mi calentura no bajaba. Empecé a leer relatos eróticos en los que había situaciones con familiares y me re calentaba. También leí de lesbianas, de tríos y de sexo con maduras y todos me calentaban mucho. Estaba transitando una etapa de mucho deseo y mis dedos eran lo único que lo calmaban.

Por momentos me sorprendía a mí misma cocinando o limpiando y de golpe me venía a la mente un trío en donde yo chupaba dos pijas o aparecía yo arrodillada en la cocina con la pija de mi yerno en la boca y no podía evitar salir corriendo al baño o a mi cuarto para masturbarme. Hasta he llegado en algunas ocasiones a masturbarme ahí mismo en el lugar en donde me atacaba la necesidad. Un día llegué a hacerlo en el comedor con mis hijas cada una en su habitación.

Pasados unos días, vuelvo a utilizar mi técnica de llamar a mi yerno, pero con un poco de maldad. Mariano había llegado hacía unos minutos y como siempre, ya estaban encerrados con mi hija en su cuarto. No sé porque lo hice, pero subí a su cuarto y me puse a escuchar detrás de la puerta. Se oían gemidos, era obvio que estaban matándose. Entonces me separé unos metros y le grité a Agustina

-        Aguuuuuus!

-        ¿Qué ma? Gritó fastidiada

-        ¿Le podrás decir a Mariano que baje un rato?

-        Ufff, si ma! Dijo

Yo bajé rápido las escaleras para esperar a mi yernito en la cocina. Llegó acomodándose el paquete y me preguntó

-        Si señora, en que la puedo ayudar

-        No veo a nadie más por acá, le dije mirando para todos lados

-        No, es verdad, dijo él

-        Entonces, ¿porque me decís “señora”?

-        Bueno Ale, perdoname

-        Así me gusta, que me tutees

-        Bueno, dice él y no me mira las tetas

-        Que estabas haciendo con mi hija? Le pregunté inquisidora

-        Jugando…

-        Ah, ¿estaban cogiendo?

-        No señ…Ale

-        Así me gusta, decime Ale

-        Sí, me cuesta acostumbrarme

-        ¿Y que estaban haciendo?

-        Besándonos

-        ¿Nada más?

-        Alguna que otra cosa, decía ruborizado

-        ¿Le tocabas las tetas?

-        Si, agachaba la cabeza

-        Mirame, le decía

-        Si, si. Levantaba su mirada, pero no me miraba las tetas. No se animaba

-        Le tocabas las tetas? ¿Y se las chupabas también?

-        Bueno, si, un poco

-        Mmmmm, mis pezones se endurecían y como acto reflejo me los rocé

-        Podes mirarme las tetas si queres

-        Ah bueno, Ale y su mirada se dirige hacía mi escote

-        Queres verlas?

-        Si, responde conciso

-        Eso me gusta, que digas la verdad

-        Me gustan mucho

-        Si? Le digo mientras empiezo a desabrocharme la camisa que llevo y a sacar mis tetas por fuera del corpiño

-        Mmmmm son hermosas Ale! Me dice

-        ¿Te gustan?

-        Sí, mucho

-        Recién estabas tocándole las tetas a mi hija y ahora estás mirando las mías…

-        Siiiii

-        Vení acércate y miralas más cerca

-        Puedo? Dice caminando hacia mí

-        ¡Claro tontito! Vení

-        ¡Me encantan! Se acerca y se pone a 1 metro de frente a mis pechos

-        Upa! Como crece esa carpa! Le dije mirando su pantalón

-        Es que me gusta mucho mirarte, me dice un poco más envalentonado

-        Bueno, vamos a hacer una cosa, le digo

-        SI, ¿qué? Pregunta ansioso

-        Dame tu mano

Le tomo la mano, que está transpirada producto de los nervios, lo entiendo. Se la beso tiernamente y se la llevo hacia mi teta derecha, la apoyo y me froto con ella completamente. Sus dedos rozan mi pezón. Lo miro y su cara es un poema de deseo.

-        Me encanta! Balbucea y frota con ganas

-        Si? ¿Te gusta?

-        Si si, dice

-        Bueno, por hoy ya está. Digo separándolo y guardando mis pechos

-        Gracias, me dice con una ternura que me conmueve

-        No tenés nada que agradecerme, le digo y apoyo mi dedo en sus labios

-        Bueno…

-        A mí me gusta mostrártelas y me gustó que me tocaras

-        Ah, bueno…

-        ¿Y esto está así por mí?

En ese momento lo toco rozando su paquete por encima del jean y él dio instintivamente un salto hacia atrás.

-        No te asustes

-        Me asusté, si, dijo

-        Quería ver cómo estaba eso

-        Muy duro, dijo él

-        ¿Así te pongo yo?

-        Si Ale, así me pones vos, me dijo mirándome a los ojos

Juro que estaba a punto de besarlo en la boca cuando escucho pasos bajando por la escalera.

-        Ayudame a agarrar esos frascos, le digo para disimular

-        Si, señora dice y me sonríe

-        Mami, se te está haciendo costumbre esto de robarme a mi novio, dice mi hija y lo abraza desde atrás

-        Es solo un ratito, no seas celosa

-        Está bien, si es por un ratito, te lo presto, concede mi hija

Que buena hija que tengo. Y que buen yerno.

(continuará)

Gracias por sus comentarios, pueden escribirme a reybaco2005@hotmail.com