Alejandra, o simplemente Jan, tu nombre de puta
¿Manía sumisiva? ¿Sumisión neurótica? ¿Degradación? ¿Adicción fatal? ¿La enfermedad del emputecimiento? ¿O todo fue por amor?
Alejandra, Jandra, Sandra o simplemente Jan, tu nombre de puta.
¿Un relato más o un e- mail dirigido a una de mis amantes? Bueno a una no, a la más singular de mis amantes.
Querida Laura hace tiempo que no sé nada de ti.
¿Qué tal te va??
Recuerdo como nos conocimos. En la consulta de la doctora Doña Susana Salvador. Salvador, buen nombre para una psicoterapeuta. Aunque ni a ti ni a mi nos sirvió de mucho.
Aquello fue una catástrofe. Ya desde el primer día salimos avergonzados. No debíamos coincidir con nadie en la consulta, pero… Ya empezó mal la historia desde el principio. Doña Salvador nos dio cita la misma hora y lo que no tenía que pasar pasó: dos pacientes juntos en la sala de espera. Adiós intimidad, secreto… discreción… Y lo peor de todo: los dos pacientes, se podían juntar. Y pasó. Esa misma tarde me esperaste a la salida. Con la excusa de que llovía…
Tardaste poco en contármelo. Estabas con la doctora Salvador por una relación toxica. Agradecí tu sinceridad. Nos caímos bien. Hablamos, hablamos… Y terminamos en tu casa.
“No debía contártelo y sin embargo” … frase de Sabina que me vino al pelo. Yo fui por el abandono. Con la cabeza baja. Humillado por mi ex, la que me abandonó y me puso más cuernos que… Me arrastré, supliqué que volviera… Pero nada cada vez peor. En menos de un año, estaba hundido. Arruinado. Prácticamente alcoholizado. Y con eso de ahí abajo inservible.
Te lo conté todo en tu casa mientras bebía un vino. Recaída, pensé al terminar la primera copa… Meses sin probar el alcohol y… Un Rioja, un Ribera, un lo que sea…. Y los dos, bebe que te bebe en el sofá, sin más fuerzas que las necesarias para seguir sirviendo copas y copas sin parar mientras te contaba como mi ex me había humillado, me había sido infiel... Y se salvó el agua de los tiestos de milagro. Bueno, porque no tienes tiestos. Que si no, también cae.
Y tu… tímida… callada…. Hasta que te lo pregunté. ¿Y tú?. Si, tu turno, te toca.
Serviste una copa más de vino. ¿Estás preparado?… ¿Preparado? ¿Preparado para qué? Yo no estoy preparado para nada, estoy borracho… Sonreíste. Y lentamente me cuentas… Pero antes me haces jurar que no te haré daño, que no te golpearé… Flipo y culpo al vino.
No sé muy bien cómo llegamos, pero estábamos en la cama, un poco a oscuras o solo con la luz de la mesilla… Con el pedo que llevaba apenas podía atar las frases de tu discurso. Julio, Julio…. Repites su nombre y de repente, me dices que no te llamas Laura. Bueno, sí te llamas Laura, pero… Prefieres que te llame Alejandra, Jandra, Sandra… o simplemente Jan, tu nombre de guerra, tu nombre de puta…
Aluciné. ¡Tu nombre de puta!...
-. ¿has… has sido… has trabajado de… prostituta…? Pregunté inseguro y tartamudeando…
-. No… he sido la puta de Julio… de Julito…
Y sin comerlo ni beberlo veo como miras al suelo, sin levantar la mirada, arrodillada comienzas a desnudarte. Veo tus pechos, tus pezones colgando…. Y me la sacas…. Me cuentas mientras masturbas lentamente mi cada vez menos flácido pene, como Julio te fue metiendo “en eso” …
Estabas tan enamorada... Tan... Tan loca por él… Ciega. No oías a nadie. No hacías caso a nadie. Ni a tus amigas, ni a tus padres, ni a tus hermanos…. Solo tenías ojos para Julio. Solo para él…. Y te poseía y te poseía y te poseía sin parar. De mil formas. En mil sitios. Cualquier sitio, cualquier momento era bueno. Le amabas como nunca habías amado a nadie y era suficiente.
Y gozabas y disfrutabas viendo como él disfrutaba contigo y de tu cuerpo… Y te convenciste o te convenció, ni lo recuerdas, que estabas para darle placer, que tu cuerpo era de él, que solo era para darle placer a él… Y cualquier cosa que le gustara a él… La hacías… Y el miedo, los celos no, el miedo al abandono te fue comiendo por dentro… Llegó al ver cómo miraba a otra. ¿No te gusto? Preguntaste medio llorando. Se limitó a sujetarte la cabeza por el cuello y a empujar hacia su entrepierna. Un parquin en unos grandes almacenes. Allí hiciste tu primera mamada. Te daba asco, un asco tremendo, pero…
Y el chuparle la polla se volvió normal y rutinario. El tragártelo aguantando las arcadas, el hacerlo como lo hacían en las películas que te obligaba a ver porque se excitaba mirando, pero que luego, tu veías a escondidas como si fueran lecciones de una clase on-line… Solo para aprender a dar más y mejor placer. Y comenzaste a vestir como él quería. A follar dónde y cómo él quería…. Y a darte la vuelta para que… para que te la metiera desde atrás… para que te montara. Si, para que te montara, como a una yegua, como a una… a cuatro patas como a una perra. Como hacían en las películas.
-. Nunca olvidaré la primera excursión a su finca… dijiste seria. Muy seria. El tono de tu voz cambió y supe que tu historia verdaderamente empezaba ahí.
Fuiste ilusionada. Contenta. Encantada de la vida. Ya empezabas a ser parte de Julio. Empezabas a compartir su vida. Te estaba integrando en su día a día. No eras un rollete, el polvo fácil que te decían las amigas… Estabas con él en su finca, en su refugio, en su retiro, en su… en su santuario. Muy pocas personas habían estado allí. Él te lo había dicho.
La finca era enorme. Salisteis a pasear. Un morreo. Unos toqueteos. En mitad del campo, te desnudó. La escena te pareció súper romántica. Hacer el amor tirados en la hierba… pero te equivocaste.
-. “No hay nadie, puedes gritar lo que quieras”, dijo.
Te sujetó por los hombros. Un brusco giro de 180 grados. Te tumbó sobre el capó. Un sonoro azote con la palma de la mano y prepotente, te lo dijo: “te voy a joder por el culito”.
Atónita, perpleja le dejaste que colocara tu cuerpo a su antojo. Sentiste su duro miembro entre las nalgas. Lo colocó en tu orificio. Un “joder ya tenía ganas” y empujó con fuerza. Un chillido terrible. Necesitó varias acometidas, pero consiguió entrar en ti. Recuerdas un dolor espantoso. Te sodomizó a lo bestia, como en las películas.
Aquello no terminaba nunca. Cada vez dolía más. Y él no paraba de empujar, de retirarse y volver a empujar. Llorabas, suplicabas que parara. Pero nada de nada. Julio parecía disfrutar con tus gritos… Tanto o más que follándote… Llorabas, llegaste a sangrar, pero le dio igual. Y le gustó. A ti no. A él sí.
Y mientras te follaba como un animal, mientras empujaba su polla destrozando tu culito, recuerdas que en el cristal del coche viste un gesto en su sonrisa que no supiste identificar. No era de alegría, la sonrisa era de sadismo, de auténtico sadismo… Y de poder. De poder sobre ti.
Se corrió en tu interior y te dejó allí tumbada. Llorando. Dolorida. Ni te ayudó a levantarte. Cuando reaccionaste ya casi era de noche. Volvisteis a la finca. Tu desnuda en el coche del copiloto, llorando, gimiendo de vez en cuando. Dolorida. Sentada sobre tu ropa, como él te dijo, para no manchar el asiento. Se supo tu señor. Y empezaste a convertirte en su esclava, en su puta.
Luego vino aquel viaje… Aquella excusión… De nuevo feliz por acompañarle… No te importó que te hiciera quitar la ropa interior en el parquin y pasear por la calle cogida de la cintura, tomar vinos… Tus pechos se bamboleaban al caminar. Al subir la acera… Era evidente que no llevabas sujetador. Te daba igual. Julio parecía feliz. Sonreía. Estaba contento. Se le notaba. De vez en cuando, levantaba un poco la falda y te tocaba el culito o daba un pellizco en las nalgas o acariciaba los labios de tu sexo.
Y sin comerlo ni beberlo, te encontraste en aquella tienda. Un sex shop. Nunca habías iodo a uno. Divertido. Hasta que entrasteis en la habitación de detrás de la cortina. Julio enseñó un carnet y abrieron la puerta. No estaba tan iluminado como en la otra zona de la tienda. En algunos rincones, estaba casi en penumbra. Había más gente. Parejas y algún hombre solo.
Y entonces al final del pasillo la viste. Más alta que tú. A lo mejor más joven. Si, seguramente más joven. Tenía el rímel corrido. Tal vez por haber llorado. Se estaba probando un collar de cuero con adornos metálicos. Hasta aquí normal, pero es que lo sorprendente, es que estaba completamente desnuda y su novio la iba poniendo diferentes modelos. Viste la cara que puso Julito. Sonreía. La miraba y notaste como su polla empezó a ponerse… Sentiste algo parecido a la envidia. No, a la envidia no, a los celos, a los peores celos… Y al miedo. Al miedo al abandono, a que Julio te dejara.
Julio rodeó tu cuello como si te fuera a ahogar. Tomó la medida. Luego escogió uno. Un solo gesto de su cara fue suficiente para saber qué quería. Miraste a la chica desnuda. Tenía el collar y ahora con una correa enganchada. Julio te agarró la blusa y la movió. Luego puso la mano. Por eso quería que no llevaras ropa interior. No para jugar contigo, no para excitarse. No. Era para eso. Para no perder tiempo en desnudarte. Despacio te quitaste la blusa. Dócil se la entregaste.
Y tuviste que ponerte aquel collar tan humillante rodeada de mirones…Parecía de perro… Tal vez lo fuera.
Te probártes tres o cuatro sabiendo que todos los tíos te miraban. Ella también. Te daba igual. No te importó que te pusiera también una correa ni que Julio se pusiera a hablar con el otro señor. Solo te molestaba que Julio estuviera pendiente de la otra chica.
Aunque lo peor fue que mirara extasiado las marcas que tenía en las nalgas. ¿Cinto? No, fusta, contesto chulo el otro. Caminaron por la tienda tirando de ellas como si fueran animales. Y le enseñó la fusta con la que había marcado a su chica…
Te impresionó ver como nada más coger la fusta, ella se apoyó en una especie de mostrador sacando el culito hacia afuera. Julio miraba embelesado como la daba fustazos. Como se marcaban las nalgas. Como se agitaba todo el cuerpo de la chica con cada golpe, como se la meneaban los pechos. Tenía la polla a reventar el pantalón. Quisiste ser como ella. Tenías que serlo. A Julio le gustaba. Con solo mirarle ya lo sabías. Y fuiste sola hacia el mostrador. Soltar los botones. Dejar caer las faldas al suelo. Apoyarte. Dejar colgando tus pechos. Tu culito estaba listo. Julio sonreía. También tú, aunque estabas temblando de miedo.
Tu sí gritaste. A la primera. Y todos se rieron. Jamás pensaste que pudiera doler tanto. Fueron cuatro o cinco fustazos. Lo aguantaste bien. Solo te derrumbaste cuando volviste un instante la cara y viste como Julio la tenía fuera y la chica se arrodillaba para chupársela. Se la iba a chupar mientras él cedía la fusta al otro chico para que azotara tu culito. Su cara de sádico te dio miedo y supiste que te iba a doler de verdad.
Cada visita a la finca te hacía temblar. Y cada vez eran más frecuentes. Ya no solo algún fin de semana. Te sodomizaba, te hacia estar desnuda, te azotaba… Podías chillar hasta no poder más…
Y un día… te ató a un árbol. Te poseyó allí mismo. Atada. Y ese mismo día… Descubriste el cinto. Y no solo fueron azotes en el culito.… Espalda... Muslos… Pechos… El dolor fue terrible. Peor que la fusta. Pero lo que te dejó sin palabras fue la imagen de Julio. Allí, en la finca, desnudo. Con su polla completamente rígida y dándote cintazos. Preparando, midiendo, apuntando cada correazo. Masturbándose entre golpe y golpe… Para terminar corriéndose encima de su cuerpo. Luego se fue a hacer sus cosas. Toda la tarde sola y atada… El sol quemaba. Iba y venía. Te daba de beber de vez en cuando. Terminaste meándote encima… Se rio. Se burló llamándote guarra. Cerda. Es lo que buscaba. Ir completando la humillación.
El beso te supo a gloria cuando te desató por la noche… Y cuando te dijo que te habías portado muy bien, que te quería, casi te corres…Te arrodillaste dolorida. Te pusiste a cuatro patas. No te tenías de pie. Así me gusta cerdita, dijo, y se colocó detrás de ti para sodomizarte otra vez. Pero no se corrió dentro de ti. No. Se puso delante, y aunque su polla olía mal y estaba sucia de ti, se la comiste como nunca, y arrodillada frente a él, dejaste que se vaciara encima de ti llenándote la cara, los pechos, la boca de semen...
Le habías oído gemir. Gozar. Estabas orgullosa. Satisfecha por haber conseguido darle tanto placer. Y le viste sujetar su pene. Le viste dudar unos segundos. Y se giró un poco apuntándote. Humillaste la cara. Desde abajo levantaste los doloridos pechos ofreciéndoselos. El líquido caliente resbalaba por tu cara, tratabas de embalsarlo, de retenerlo entre los pechos, pero se escapaba por en medio, bajando por el vientre mojando la entrepierna.
Tardaste más de una hora en volver andando a la finca. Desnuda. Helada de frio.
Temías, pero deseabas las visitas a la finca. Era un “cada día más”. Un paso más. Ropas, útiles, cintos, alguna otra fusta… El depilado con láser de tu coño. Y las primeras pinzas en los pezones. ¡Cómo dolían las primeras veces!… Era todo un ritual. Los azotes con el cinto o la fusta… las pinzas y luego el estar desnuda todo el día…
Un fin de semana, apareció un “amigo”. Casi te pilla… desnuda… Te ocultas tras la puerta. Te escondes en la cocina. El primer sitio que se te ocurrió.
Julio entró furioso. Tu no lo podías creer, no lo habías ni hablado ni… Un bofetón. Y tú en silencio. Avergonzada, desnuda tras la puerta de la cocina y su rostro enfurecido. Agarró tu collar y tiró de él. Pero estoy… no te dejó terminar la frase. Otro bofetón y un fuerte tirón de la correa. A rastras te sacó de la cocina. Con las manos agarrando el collar para no ahogarte y él amigo sonriendo en el sofá y Julito tirando de ti… “te presento a” ….
Ni te prestó atención. Te hubiera visto roja de vergüenza.
Estaban allí bebiendo y hablando los dos. Luego si, luego el amigo sonriendo cínico te examinó de arriba abajo…
Ese fin de semana fue la primera vez que tuviste que hacerlo delante de alguien. Para otro, para que otro disfrutara. Llorabas mientras le enseñaba a su amigo como te follaba el culo haciéndote “berrear” … Y cuando os quedasteis solos ibas a abofetearle, pero él te detuvo con un beso súper dulce, súper apasionado… Te quiero… Te has portado genial, me has complacido, me has hecho disfrutar como nunca…. Y te contó el rollo de que ninguna mujer le había dado tanto placer etc. etc…. Y sumisa te dejaste hacer, según tú el amor, según él follarte de nuevo.
Ese día lo supiste. Tarde o temprano ibas a terminar entregada a otros… Julio lo iba a hacer. Pudiste marcharte. Pero no lo hiciste.
Su amigo cada vez os visitaba más. Ya ni te importaba que te viera desnuda o viera como se la chupabas a Julio. Sabías que terminarías chupándosela a él… y cuando Julio te lo insinuó, ni te sorprendido ni te inmutaste. Al tajo. Ni siquiera te lo ordenó. Se la chupaste a su amigo hasta que se corrió en tu boca.
Esa noche fue tu primer trio. Los dos te follaron. Uno detrás de otro. Y luego Julio volvió a darte por el culo. Y su amigo también quiso hacerte “berrear” reventándote el ojete.
La cuesta abajo del tobogán fue demasiado rápida. Te despidieron del trabajo. Una movida muy rara. Tu jefe chillando que no quería putas en su empresa, la cara seria del gestor y un talón con algo más de lo que te correspondía, para que no reclamaras, para no verte más, te dijo con tono despectivo, pero comiéndote con ojos lujuriosos. Te dio una corazonada. Julio estaba detrás de todo eso. Pero rechazaste ese mal pensamiento. Se lo contaste llorando y en una semana, te fuiste a vivir con él a su casa. Bueno a la finca más bien. No hay mal que por bien no venga. Así estaremos más tiempo juntos, pensante feliz.
Y se hicieron habituales las pinzas en los pezones, los azotes, el sexo con varios hombres o mujeres a la vez, el ver a Julio follar con otras… Someterse a otros hombres porque él te lo ordenaba, ir a aquellos clubs de Barcelona, entregarte en los locales de intercambio…
Un día te llevó a hacerte un tatuaje… Luego vino una marca… Pequeñita, sobre el coño…. Pero era una marca… Un pircing en el pezón, en el otro… y un “hazlo por mi” …
Y sin que te dieras mucha cuenta, le encontraste preocupado y oíste y un “no tenemos dinero…Cariño... Es necesario”.
Y aquella semana la pasaste “alquilada” en uno de los clubs de Barcelona… Si, trabajando de puta, follando para obtener dinero con que financiar los vicios y los gustos de Julio… Allí nació Alejandra. Aunque llevaba meses gestándose.
Golpes, azotes, humillaciones… Te follaban, se las chupabas a tíos y a tías, a travestis… Te hacían de todo. Hasta te meaban encima. Todo por Julio…. Y para poder soportarlo, a veces, tomabas aquello que te daba. Ni sabias lo que era, ni ganas que tenías de saberlo. Te daba igual. Venía de Julio y era suficiente.
Hasta que entró la policía dando golpes y patadas… Estabas medio dormida, como siempre. Pensaste que eran nuevos amigos de Julio que venían a follarte. Abriste las piernas enseñándoles el coño. Crees recordar que a uno se la chupaste. No recuerdas muy bien. Mezclas los recuerdos…
Estabas drogada. Enganchada. Tu familia había denunciado tu desaparición… Llevabas en aquel local casi dos años. Ni tenías control del tiempo.
Te trataron bien. Hospital, médicos…
Julio estaba detenido. El día del juicio descubriste que Julio tenías más de una “Sandra” …. así vivía Julio… de las mujeres, de prostituirlas, era un...
Te costó trabajo irlo superando… Ganar seguridad en ti misma… Superar el síndrome de abstinencia, dejar las drogas, recuperarte, buscar otra ciudad, un trabajo distinto…
Y sobre todo te costó volver a acostarte con otro hombre, volver a follar…
Te recuerdo en tu habitación, en tu cama. Completamente desnuda, besándome. Vas a hacértelo conmigo. Y solo me pediste que no te hiciera daño, que no te pegara….
Me cabalgaste como una loca…. Encima de mí. Ensartada. Con ganas, con ansia. Te corriste escandalosa. Feliz. Te dejaste caer encima de mí. Jadeabas sin parar… Tardaste en recuperarte. Me besabas con dulzura. Me acariciabas sin salir de mi.
Yo seguía con la polla dura. Empinada. Por el alcohol, no por otra cosa. Te lo dije. Habrá que aprovecharlo, dijiste riendo. Estabas preciosa. Radiante. Sonreías y volviste a moverte.
A mitad del polvo tu mano me las enseñó… Ni me había dado cuenta de que habías abierto el cajón de la mesilla. Te miré sorprendido. Recuerdo cómo sentí mi polla dura, súper dura: ¡¡¡Son pinzas!!!, ¡¡¡ Lo que tienes en las manos son las pinzas!!! Menuda cara de tonto tenía que tener.
No decías nada. Solo me las enseñabas. Tu mirada la decía todo. Las quieres… las necesitas… las deseas, … Me suplicas…
No me dejaste salir de ti.
Me entretuve poniéndote cada pinza en un pezón. Mi polla estaba a punto de explotar. Hacía años que no se ponía así…. Seguí empujando dentro de ti…
Pero lo mejor vino luego… Absorto, vi como cogías una pinza y la retorcías … Lo clavaste en tu pezón, lo incrustaste. Tiraste de ella estirando el pecho. Daba miedo. Parecía que te ibas a arrancar el pezón… Tus gestos de dolor… Luego tu sonrisa de placer y tus gemidos. No sabía si gemías de dolor o de placer. No sabría distinguirlo. En ese momento solo podía sentir lo fuerte que tu coño apretaba y estrujaba mi polla. Eso y lo mojada que estabas. Literalmente estaba calado.
Guiaste mi mano hacia el otro pecho. Me enseñaste como hacerlo. Cogí la otra pinza. Te imité. Hice lo mismo que tú y retorcí y tiré de la pinza.
Los dos alcanzamos el orgasmo juntos…