Alejandra 2 regalo de cumpleaños

Con cierta añoranza hoy, recuerdo ésa cogida como el inicio de Alejandra

Mis pies desnudos, sienten la áspera alfombra del cuarto del motel a donde mi secreto amante me ha traído para darme otra vez, su verga por mi culito casi virgen todavía.

Mis manos las apoyo en sus hombros, desnuda y a horcajadas sobre él con mis piernas abiertas, monto y cabalgo su caliente y duro garrote.

Aprieto fuertemente mi anillo anal y lentamente mis piernas me levantan y empieza a salir de entre mis nalgas el tronco húmedo de jugos rectales, la deliciosa verga con la que me atraviesa y me doy placer.

Miro al hombre fijamente con mi rostro y labios contraídos por el deseo y de mi boca escapa un siseo al sentir como las paredes carnosas y elásticas de mi caliente recto, sienten el garrote deslizarse lentamente hacía afuera de mis entrañas.

Me detengo cuando la cabeza llega a mi entrada anal, aflojo mi anillo y despacio me vuelvo a ensartar la rica estaca, con la cabeza hinchada abriéndole paso a un tronco venoso, que desaparece tragado por mis nalgas muy lentamente.

Al llegar la verga del hombre al fondo, al sentir sus blandas, rasposas y tibias pelotas topar con la punta de mis nalgas, me detengo y clavo mis ojos en su rostro, desafiante, con mi cara carmesí por la lujuria, acerco lentamente mi boca que despacio se abre hacía él y tomo sus labios, hundo mi lengua en su boca para enredarnos en un largo beso apasionado que no termina.

Largo rato le hago el amor de ésta forma y sin mediar nada, con su verga hasta el fondo de mi recto aprieto de nuevo mi anillo sobre la base, comienzo a girar lentamente mi culito en movimientos sensuales, muy lentos, de derecha a izquierda, de derecha a izquierda, sin dejar de apretar su pene.

Me mira con los ojos abiertos como canicas por el placer que le regalo.

Suelta sus manos que se aferran a mis caderas y me toma del rostro para besarme largamente, mismo que correspondo con deseo y locura.

Intenta tomar mi muy parada verga, pero le digo imperiosa que no, no quiero que me manipule, deseo llegar a mi orgasmo si lo logro, solo por el placer del acto, no de otra forma.

Sorprendido obedece y ahora comienzo a moverme como péndulo de atrás a adelante, de adelante a atrás, apretando y aflojando mi esfínter con cada movimiento pendular de mi culito.

Mi excitación va en aumento ya no puedo más y me contraigo, echo hacia arriba mi pubis humillo mi cabeza, me aferro a sus hombros fuertemente y en un largo gemido comienzo a venirme con gruesos chorros de leche que se deslizan por el pecho, vientre y brazos de ambos.

Mi hombre, tremendamente excitado gime al sentir como mi anillo anal se contrae fuertemente aprisionando con dureza la base del tronco y masajeo su rica verga con las contracciones de mi orgasmo interminable; siento como su tronco me responde, endurecido se estremece, vibra y explota en mis entrañas con las contracciones de una potente eyaculación que desparrama leche en mi interior.

Echada sobre su pecho, agotada, lo abrazo con ternura y lo lleno de suaves y tibios besos, ¿por qué tardaste en llamarme?, me pregunta, no sé mi amor, le respondo.

Me desfloraste, ¿recuerdas?, no podía volver a hacerlo, no deseaba hacerlo tan rápidamente de nuevo.

Además, hubo algo que me dejó confundida, el hecho de haberte penetrado, ¿recuerdas?, tontamente le pregunto, sí me responde sonriendo, pues bien, concluí después de seis meses que no deseo penetrar hombres, no me preguntes por qué, sencillamente no es mi estilo papito, termino diciéndole.

Esperé a llegar a mis quince añitos y aunque ya no soy señorita gracias a tí y sonreímos juntos ante la ocurrencia, decidí pedirte una nueva cogida como un regalo de cumpleaños.

Y así ha sido, gracias, finalizo plantando un sonoro beso en su pectoral izquierdo.

Me aprieta a su pecho y me dice, eres muy madura para tu edad, me gustas mucho.

¿Podríamos seguir cogiendo?, me pregunta directo, si mi amor, respondo, pero no ahorita, ya fué suficiente para mi culito que todavía no se abre mucho, sonriendo suavemente le digo.

Yo te vuelvo a marcar.

Con cierta añoranza hoy, recuerdo ésa cogida como el inicio de Alejandra hace casi ya quince años; ahora, a la edad de treinta y como mujer de tiempo completo, he recorrido un largo trecho en la expresión de mi interior, honesta y sin dejarme manipular; de libertad.

Soy yo misma.

La suave música del motel de paso, continúa fluyendo dulcemente de la bocina empotrada en la pared, en un vals antiguo: .

te quiero Alejandra, con todo mi amor.

de ahí tomé mi nombre