Aldo el hombre callado

Un hombre solo se encuentra con un joven

ALDO EL HOMBRE CALLADO

Aldo había enviudado hacía un tiempo ya. Era un hombre opaco. Callado. Le gustaba andar solo. No era gestor de grandes amigos. Nadie lo conocía realmente bien. No era un tipo mayor, aunque ya pintaba canas. No se sabía si tenía hijos o no, pero eso en la oficina a nadie parecía importarle.

El estaba para todos los pedidos de lo empleados. Lo mandaban de aquí para allá, además de estar siempre con un lampazo en la mano que usaba constantemente pasando en el piso. En verdad por todos los pisos de las oficinas.

Llegaba siempre temprano. Nadie sabía bien en que calle o barrio vivía. A veces Aldo pensaba que eso en parte era culpa de el. Por ser una persona tan metida hacia adentro.

En esos pensamientos estaba cuando una mañana de tantas mientras empezaba con su tarea de limpieza, se cruzo en el pasillo con un chico muy joven que sin ningún resquemor lo saludo. Aldo tardó en reaccionar pero saludo al chico cuando este se perdía por uno de los pasillos.

Al mediodía, mientras comía un sándwich, en un a pequeña oficinita que tenía, escucho que alguien tocaba a la puerta. Se arrimo y abrió esperando encontrarse con García o Romero que lo mandarían a alguna parte, no fue así.

__¡Buenas señor!

__Buenas

__Espero no molestarlo…__ dijo el pibe

__No , no está bien solo comía un sándwichito

__Mi nombre es Ricky

__¡Ah! Que tal, yo soy Aldo

__Aldo, soy nuevo y creí que lo encontraría aquí

__Pero qué necesitas?

__Me mandaron a hacer una compra y me dijeron que lo viera a usted

__La dirección de la librería

__Me la puede dar, soy el nuevo cadete

__La verdad que me alegra

__¿Sí?

__Si claro me tenían como loco de acá para allá, no es que no quiera trabajar

__No está bien, no pensé eso__ así siguieron hablando un tiempo más hasta que el muchacho se marcho.

Los días empezaron a cambiar. Siempre Aldo y Ricky se cruzaban. O el chico lo buscaba a la hora del almuerzo y comían juntos. Aldo notaba que el muchacho era un poco raro. Lo pensaba porque le gustaba estar con el. Un chico tan joven, pensaba él. Yo ya soy un viejo. Además Aldo había notado mas de una vez que el chico rozaba cuando podía, su bragueta, muy imperceptiblemente, pero el se daba cuenta. Alguna vez rozaba o tocaba la pierna. La acariciaba con los dedos finos y blancos. El nunca había insinuado nada. Pero siempre lo dejaba pensando.

Una tarde a última hora Aldo estaba acomodando unas pesadas cajas, hizo un mal movimiento y sintió el tirón. Quiso recuperarse pero notó para su disgusto, que le dolía mucho el interior del muslo. Comenzó a renguear. Iba lentamente por el pasillo cuando se cruzó con Ricky, le comentó lo sucedido y este lo ayudo a llegar a la oficina. Allí Aldo se sentó y estiró la pierna. Ricky desapareció y al rato volvió.

__Esto te va a hacer bien__ dijo al hombre mostrándole una crema.

__¿Qué es?

__Una crema para los golpes, bájate un poco el pantalón.

__¿Te parece?

__Y claro salvo que las cremas se pongan arriba de las ropas__dijo riéndose de Aldo.

Aldo no se podía mover mucho, Richy le aflojó el cinturón y bajo el pantalón hasta casi las rodillas. Aldo volvió a sentarse. Frente a el  chico empezó a frotar la crema por el muslo. Suave, con  paciencia. Aldo comenzó a inquietarse se movía inquieto. Comenzó a entrecerrar los ojos.  Hacia rato que nadie lo tocaba en esas partes. El muchacho se dio cuenta. Comenzó a rozar las partes intimas, observando que la verga de Aldo quería levantarse. Aldo hacía esfuerzos porque esto no sucediera. Cuando se quiso acordar el chico tragaba la dura pija de Aldo que había hecho muy poco para resistirse. La boca lo tragaba y el gemía y suspiraba. Ricky le comía los huevos y los palpaba con la lengua. La saliva humedecía la herramienta. La besaba, le daba unos toquecitos con los dientes. Aldo transpiraba. El dolor desaparecía y daba paso al placer infernal. La mano del chico se aferraba a aquel mástil con mucha energía, con tremendas ganas. La dura verga de Aldo resbalaba hacia arriba y hacia abajo. La lengua del chico subía y bajaba por la pija. Los ojos del hombre se ponían en blanco y musitaba palabras que no se entendían. Parecía que estaba siendo poseído por una extraña fuerza.

Los músculos se tensaron, el muchacho sabía que el final estaba cerca. Profundizó las chupadas. Sin piedad dejó que Aldo se vaciará interminablemente dentro de su boca. Hasta la última gota, que bebió gustoso.

Aldo era una figura deshilachada que estaba casi incrustado en la pared. Después de tragar la leche del hombre, Ricky quedó un tiempo pasando su lengua y limpiando la herramienta que seguía dura y brillosa. Latía en las manos codiciosas del chico que no la dejaba.

Salieron de la oficina. La luna brillaba en lo alto del cielo a pesar de las luces blancas de la ciudad. Ya era de noche. Se subieron a un micro y bajaron unos minutos después en el barrio de Aldo. Caminaron un par de cuadras lentamente porque el hombre aún rengueaba, aunque le dolía menos eso que la erección que llevaba consigo desde hacía un buen rato. Entraron en la casa.

Apenas se encendió la luz el chico apretó contra la pared a Aldo que parecía estar en un sueño. Mientras lo tenía contra la pared, otra vez manoteaba la pija que estaba tan dura como antes, en tanto hacía eso,  buscó la boca del hombre y se besaron enardecidamente. Aldo no negó la boca al muchacho que lo mordía suavemente, la lengua chorreaba saliva y se parecían mares salinos y oscuros, pasionales, alberga del hombre ya estaba fuera, el pantalón caído y Ricky de rodillas hundía el pijón en su hendidura bucal. Aldo acariciaba fuertemente la cabellera sedosa del chico, y suspiraba, sintiendo que su verga nunca había estado tan dura, tan férrea, tan entierrada. Mientras esto ocurría el chico iba sacándose de a una sus prendas y quedando por fin desnudo. La boca prendida de la herramienta brillosa de Aldo, la bañaba de agua, en tanto mojaba sus dedos y se penetraba a si mismo, hundiendo un dedo y luego dos, dejando que su túnel estuviera permeable.

Una vez ocurrido esto se puso de pie, volvió a besar al hombre y lo ayudó a quitarse las últimas prendas que aún quedaban en el cuerpo de Aldo. El chico buscó una silla, se arrodilló sobre ella quedando en cuatro patas y levantando su cola blanca y hermosa. Allí acercó la verga del hombre que dejo hacer al muchacho. El agujero estaba listo, Aldo empujó de a poco y la flor se fue abriendo. Aldo tomó con fuerzas las caderas del chico y su daga se hundió definitivamente en el orificio apretado y húmedo. Los huevos del hombre golpearon las nalgas carnosas y los gemidos de ambos inundaron la sala.  Aldo se meneaba dentro y fuera, la cola del chico se iba hacia arriba, se movía un poco hacia los costados, para luego quedarse quieto unos momentos, esos momentos los aprovechaba Aldo y besaba el cuello del chico, que buscaba las manos del hombre y cuando las encontraba las llevaba a su endurecida pija. Las manos del hombre se aferraban al aparato y lo acariciaban, lo meneaba, apretando, acariciando, volviendo a aparentar. El culo del chico atrapaba la pija del hombre que gozaba en otro planeta. Se decía una y otra vez que estaba en un sueño, que eso no estaba ocurriendo, que luego se despertaría y estaría solo como tantas noches, como tantos días. Días en que alguna vez había tenido la fantasía de coger con otro hombre, aunque a el le gustaban las mujeres, pensaba, en tanto, el chorro de semen salía de su instrumento y bañaba el interior del agujero del chico que gritaba encendido, aguantando el embate feroz del hombre que se descargaba con furia abrazando el pecho del chico, y bajando luego a la pija del chico. Quedaron un momento entrelazados. Aldo apoyado en la espalda del chico. Una vez que el  pene de Aldo se desinflo un poco, salió del estuche. La leche del hombre caía en gruesas gotas por las nalgas del chico, que fue incorporándose y poniéndose de pie busco la boca de Aldo y se fundieron en un largo beso rojo.

Llegaron a la cama. El dormitorio era luminoso y cálido. Ricky besaba al hombre y acariciaba los pectorales de este. Aldo hurgaba la pija del chico, le acariciaba los huevos. Bajo luego a las tetillas hasta llegar al vergajo del muchacho. Aldo empezó a chupar por primera vez el miembro de otro hombro y lo degustaba sin resuello. Besaba la cabeza del colorado pico, lo mojaba, lo recorría a lo largo hasta llegar a la base, Ricky gemía y acariciaba la cabeza gris de Aldo que sentía haber rejuvenecido años.

El chico se acercó a las nalgas de Aldo y comenzó a restregarlas. Las manos del chico las apretaban, las acariciaban, las moldeaban a su antojo. Finalmente llegaron sus dedos a la zanja y allí entraron sin defensa alguna. Aldo se fue dejando hacer, quería probarlo, le gusto sentir un dedo que iba entrando y abriendo caminos. De todas maneras buscaron una crema para facilitar el camino. Una vez untado el anillo del hombre se colocó en cuatro patas. Ricky chupo la entrada un buen rato y esto le valió al hombre una nueva erección. Así lentamente el chico apoyó la verga en la entrada y fue empujando, mientras decía frases al oído de Aldo que gemía y movía caliente su culo para ser ensartado, no importó el dolor de la primera estocada, el deseo inflamado del hombre pudo más y fue atravesado por completo. El chico se movía golpeando las bolas en las nalgas del hombre que era penetrado por completo. Aldo gozaba y se contorsionaba. Ricky mordía los hombros y la nuca del hombre, que sacaba la cola y la volvía a poner, apretaba el culo y la leche del chico se metía en sus entrañas sin descanso. El chorro fue inmenso, mientras Aldo seguía moviéndose, se derrumbaba en la cama y el chico seguía pegado a él, con la pija aún dura como una roca. Se acariciaban, no dejaban de hacerlo, el chico lamía las orejas de Aldo que estaba con el fierro al máximo, Ricky le pasaba la punta de  los dedos a la vara y su propia vara no dejaba de crecer dentro del orto de Aldo que suspiraba y pedía que no se la sacara…-