Alberto y Elisa. El cómo de una relación.

Relato adaptado de una historia real que me han contado confidencialmente. La redacción es mía (conversaciones, descripciones, nombres de los protagonistas) pero la "sustancia" de la historia pertenece sólo a sus personajes aquí relatados. Espero que os guste a todos como a ellos les ha gustado.

Mi nombre es Alberto. Vivo en una localidad del extrarradio de Madrid con mis padres (Alberto y María) y mi hermana menor Elisa. Somos una familia de clase media y muy normal. Mi padre trabaja de informático para un gran banco español mientras que mi madre, bióloga de estudios, es dependienta de profesión en unos grandes almacenes cercanos. El caso es que por sus trabajos, desde muy pequeños Eli y yo estuvimos apuntados a muchas actividades de cautiverio infantil (esas llamadas "actividades extraescolares"). Inglés, música, natación, gimnasia rítmica, catequesis (a nuestro pesar),… cualquier cosa que nos tuviera entretenidos al menos hasta las siete de la tarde, hora a la que empezaban a llegar nuestros padres a casa. Si bien de pequeños nos acercaba una vecina de mis padres (a la que pagaban), ahora Eli con 17 años y yo a punto de los 19, estábamos solos y juntos casi todo el día. Compartíamos clases y la mayoría de las actividades ya que tuve que repetir un curso (por una enfermedad que sufrí y que me tuvo apartado más de medio año del colegio a la edad de 12 años, por lo que decidieron que lo repitiera para no arrastrar retraso académico en el futuro).

Voy a describirnos físicamente a todos.

Alberto, mi padre, tiene 45 años, muy alto, moreno con canas cada vez más visibles, "tripita" cervecera (eso es como él la llama… yo la llamo panzón) aunque tiene unos brazos y piernas de camionero ya que, para compensar lo que no se mueve hace pesas (que no consiguen eliminar todo lo que come, obviamente) por lo que, a pesar de estar gordo, también está muy fuerte… cosa que he comprobado en mis carnes con el único bofetón que me ha dado en la vida y que he procurado que no se repitiera (menudo ostión el que me pegó).

María (mi madre) tiene un año menos que mi padre. También es alta para ser mujer de su edad. Rubia teñida y con los ojos de un color entre castaño y verde ha sido siempre muy melosa en el habla y en sus maneras. Enamora por su simpatía y su educación. Desgraciadamente, al tenernos a nosotros, se descuidó mucho y ganó bastante peso por lo que su figura se resistió (en su juventud era un auténtico bomboncito aunque sin llegar a ser algo escandaloso). Ahora, sin embargo, los quilos de más la hacen parecer más un podenco que una preciosa yegua. Vamos, que es una gordita de las típicas que dices "que pena, si se cuidara un poco…".

A pesar de su poco atractivo he de reconocer que mis padres, en todo lo demás, están muy bien. Siempre se les ha visto unidos y juntos, dándose arrumacos siempre que han podido y querido (a veces, para vergüenza de Eli y mía) y luchando para que nuestra vida fuese lo más feliz y unida posible a pesar de la separación por los trabajos.

Luego está mi hermana Elisa (o Eli como la llamamos de cariño). Ha heredado la estatura de nuestros padres (demasiada a su gusto). Mide casi metro ochenta (que para una mujer es muy alta), tan dulce de carácter como mi madre, muy inteligente y un tanto tímida al principio con la gente, pero muy amiga de sus amigos al final. La única pega que tenía es que su cuerpo tardó mucho en desarrollar las curvas de mujer por lo que está algo acomplejada (de hecho, en los tiempos de crueldad del instituto la llamaban "la fregona" al decir que era larga y fina como el palo de la fregona). Lo cierto es que sus caderas no se veían muy marcadas y sus pechos parecen pequeños (usaba una 90 pero la quedaba algo grande… pero decía que la 85 la apretaba… no sé, no sé). El caso es que, para ocultar su cuerpo, se escudó siempre en ropa ancha que lo esconde, lo que ayuda a que no se vea favorecida.

Luego estoy yo. A mí me suelen llamar Toti (de Albertito pasó a Tito hasta que conseguí me llamaran Toti, que me gusta más). Mido metro noventa y dos, fuerte (como debió ser mi padre en su juventud) ayudado por el ejercicio que siempre he practicado, con el pelo color castaño claro y ojos verdes (como la abuela materna). No soy mal estudiante a pesar de mi año repetido aunque tampoco soy tan listo como Eli. Mi carácter es muy abierto, dicharachero, vacilón y bromista. Siempre tengo una broma o un chiste a punto por lo que soy de los más "famosillos" del barrio. Mi pega es que no terminaba de triunfar entre el género femenino. Nunca me fue fácil acercarme a ellas para intimar a pesar de mi carácter. Creo que me veían siempre una mezcla entre el "bufón" y el "famoso" por lo que no terminaba de cuajar con ninguna debido a la desconfianza (que fuera superficial, que sólo quería de ellas follar o algo así me imagino).  Aunque no soy virgen, mis experiencias se limitan sólo a un par de chicas que no eran de nuestro entorno y con las que sólo conseguí "mojar" pero sin llegar a tener una relación de ningún tipo. Además, por un motivo que luego comentaré, tampoco fueron experiencias demasiado gratificantes.

Tras las presentaciones voy a pasar al relato de los hechos que quería dejar escritos.

Este verano y después del esfuerzo de la selectividad (que ambos aprobamos con la nota necesaria para acceder a las carreras que queríamos) nos íbamos a quedar sin ir a la playa, algo que esperábamos con cierta ansia. A mi padre le endosaron una instalación del software del banco para que lo implantara en un banco extranjero (no sé cuál ni tampoco importa mucho). El caso es que marchaba a Boston (EEUU) desde junio hasta mediados de octubre (al menos) volviendo sólo alguna semana suelta para ver a la familia y coordinarse con la gente de aquí. Aunque él insistió para que fuésemos, mi madre no quería ir sola con nosotros a la costa puesto que nosotros quedaríamos con los amigos que tenemos allí (y que nos juntarían con sus amistades) y ella se quedaría sola durante la mayor parte del día (los padres de estos amigos trabajan en el turismo y en temporada fuerte estarían a tope y no podría quedar con ellos).

El caso es que se decidió por ir al pueblo para las vacaciones, arrastrándonos a Eli y a mí. Tampoco estaba mal ya que allí estarían los conocidos del pueblo que no se marcharan de vacaciones. Pero cuando ya habíamos hecho todos los planes comprobamos que la pandilla se iba a reducir a 5 personas (nosotros incluidos) lo que bajaría la diversión en muchos enteros.

Intentamos convencer a mi madre para quedarnos solos en Madrid pero no sirvió de nada (todavía nos veía como a sus niños, ¡¡¡manda narices!!!). Cuando llegó el día marchamos resignados al pueblo de la meseta castellana donde nació mi madre, resignación que aumentó tras una nueva negativa a volvernos.

Aunque no era el plan que más nos atraía, ciertamente, tampoco ir al pueblo era tan malo. Al no haber peligro (pensamiento de nuestros padres) podíamos estar a cualquier hora por ahí, sumando el hecho que tampoco teníamos hora de llegada a casa, algo que Eli y yo aprovecharíamos. Mi madre tampoco estaría sola porque se quedaría con sus padres y un hermano suyo divorciado que había vuelto al pueblo tras su separación a vivir y trabajar de nuevo con los abuelos.

Nos juntamos rápido con los amigos de allí y no parábamos por casa más que a comer y dormir. Algunos días venía algún amigo de fuera o un primo que aumentaba el grupo pero, básicamente, éramos siempre los 5 (Manolo, Jorge, Raquel, Eli y yo). Desde el primer día continuamos con las trastadas y actividades que hacíamos el último año pasado en el pueblo. Salíamos con las bicis por los caminos, íbamos a la piscina, nos subíamos a la vieja torre del viejo campanario (ahora en desuso ya que las "campanas" eran altavoces de megafonía) a fisgar desde allí arriba a toda persona, animal o cosa que veíamos pasar y, sobre todo, chismorrear y charlar mientras bebíamos refrescos (o ya casi siempre cerveza) y algún cigarrito los que fumaban.

Lo que sí hubo fue cierta novedad en las relaciones entre nosotros. Noté como el trato de Raquel hacia mí había cambiado algo, de la  misma forma que los de Manolo y Jorge hacia Eli. Se notaba cierto interés hacia nuestras personas y sabréis exactamente al que me refiero. Si bien, en plena revolución hormonal con 15 años, había intentado pegar "la hebra" con Raquel, aquel interés por ella había pasado, importándome sólo mantener con ella una sana amistad, cosa que conseguí que ella entendiera sin necesidad de hablarlo directamente. Pero la "experiencia" o soltura que yo ya tenía en los ámbitos de relaciones no eran compartidas por Eli y eso la llevó a sufrir el acoso de ambos mozos (ojo, acoso en el buen sentido de la palabra).

Os recuerdo que al ser como es, por su timidez y complejos, este acoso repentino la incomodó más de lo que la halagó. Y como no sabía cómo salir de ello, en su mente encontró la solución perfecta. Pegárseme como una lapa. Aunque al principio intenté que lo hablara o lo superara, como nunca me he sentido molesto con la cercanía de mi hermanita, pues… lo dejé así.

Bien. ¿Recordáis como describí a mi hermana al principio? Esa es la descripción de la idea que tenía de ella al principio del verano. Pero no es la que marcaba su actual realidad.

Ahora lo entenderéis…

En el primer día de piscina mi madre nos pidió a los dos que la acompañáramos al mercadillo de un pueblo cercano, más grande que el nuestro, a ayudarla con las compras y que no fuese sola. El caso es que me dio pena por Eli y me ofrecí yo a acompañar a nuestra madre. Por eso no me di cuenta de los cambios recientes del cuerpo de mi hermana.

Pero sí los vi el segundo día. Las caderas de Eli, sin ser algo ostentoso habían ganado unos centímetros, mejorando su perfil. Asimismo sus glúteos se habían redondeado y se mostraban duritos y respingones resaltando sus largas piernas moldeadas por el ejercicio. Vamos, que se había convertido en una belleza discreta, no llamativa pero sí equilibrada. Lo cierto es que no pude reprimir una mueca de sorpresa, mueca que Eli correspondió con el rubor de sus mejillas al ver cómo me quedé al verla. Para hacerse una idea, sería como la hermanita menos agraciada (que no fea) de Charlize Theron. Claro, ahora me explicaba el interés de estos dos buitres tras el día que yo no fui a la pisci…

Tras la primera sorpresa volví a mi trato, más o menos normal, con mi hermana lo que la relajó claramente. Sin embargo, este "incidente" cambió algo en mí. No es que empezara a sentir deseo sexual por mi hermana ni que me hubiera enamorado de ella, que nadie se equivoque… Pero sí hizo que la viera con otros ojos. De repente, la dulce hermanita que tenía había mutado a una mujer, una mujer más atractiva y sensual. Automáticamente empezaron a resaltar sus cualidades ante mis, ahora, observadores ojos.

Los ojos gris verdosos que hacían que su mirada fuera casi frágil ahora se me revelaban como los de una gata, una mirada felina y escrutadora. Sus labios carnosos ahora se me hacían sensuales cuando antes parecían que sólo servían para hacer los pucheritos de una niña. Su piel blanca que la hacía parecer delicada ahora se me antojaba atrayente, fríamente salvaje. Y finalmente, su cuerpo de niña (grande, pero niña) ahora era definido, marcado, duro,…

Claro que, tanto escrutinio por mi parte trajo consigo que mi "primo" pequeño se alegrara de lo que veía. Éste no entiende de parentescos y siempre me ha demostrado que va "a su bola" el jodío. Menos mal que el bañador tipo bermuda y mi posición (sentado en el suelo con las piernas abiertas) pudo esconder el pedazo de periscopio que intentaba asomarse. Y lo llamo periscopio porque realmente lo es. ¿Recordáis que mis experiencias no habían sido demasiado buenas? Pues eso es debido a la enorme tripa asesina que la naturaleza (o la genética de mis padres) ha tenido a bien darme a mi pesar. Aunque la gente sueñe con tener un miembro viril grande (por puro desconocimiento), os puedo asegurar que un "trasto" de más 25 cm de largo por 6 de diámetro no es una bendición para la vida corriente (a no ser que se quiera uno dedicar al porno).

Sólo tuve anteriormente relaciones sexuales con 2 chicas en el pasado y creedme que fueron toda una historia. Aunque ninguna de las dos chicas era virgen, ni de coña las habían metido el rabo que yo tengo ni uno que se asemejara. Con la primera de ellas, mi propia impaciencia por estrenarme hizo que me emocionara demasiado y si no la provoqué un desgarro fue de milagro (y porque llevábamos un buen rato metiéndonos mano y ya estaba muy predispuesta). Menos mal que fue casi meterla y correrme porque no me percaté en su momento ya que ella, por la tremenda invasión, no gritó sino que sólo puso una mueca parecida a la del mono del chiste del elefante aguantando la respiración y ahogando el berrido que debería haberme advertido de la atrocidad que estaba cometiendo. Y sí, no puedo decir que fue un machote. Tuve un gatillazo del quince.

Con la segunda chica ya era consciente de mi problema y había intentado aleccionarme sobre el modo de evitar hacer daño. De todas formas, esta segunda chica era igual de "cerradita" que la primera y sólo tras un extenso calentamiento y mucho cuidado y lentitud de penetración conseguí tener mi primera experiencia sexual completa con una chica. Aun así no fui capaz de meterla más de media polla y noté cómo, a pesar de cierto placer, la chica sufría un moderado dolor o gran molestia por mi grosor. No sé si ellas contarían algo a sus amigas, pero ya dije antes lo que me costaba conseguir que las chicas se quedaran conmigo en ese sentido (porque amigas tengo muchas).

En fin, que en esa época pensaba que me costaría encontrar alguna chica que se atreviera conmigo y tenía asumido que, por aquellas fechas, mis mejores momentos sexuales serían con mis cinco amigos…

Unos días más tarde Raquel me pidió por favor que la acompañara a una finca de su familia a la que tenía que ir para llevarle un encargo a su padre de parte de su madre y, como estaba en el quinto culo, no la apetecía ir a ella sola. De camino con las bicis, en una parada que hicimos bajo una encina para descansar un rato y beber agua, me preguntó el porqué de mi negativa hacia ella. No quería decirla el motivo real así que la solté que cuando me rechazó a los quince, mi interés por ella en ese sentido se había esfumado y que no quería que, por si "a lo mejor", por echar un polvo con ella no quería joder mi amistad ya que no sentía nada más que eso por ella.

Para mi asombro, Raquel empezó a reírse y me soltó de golpe y porrazo y sin avisar que entonces ya estaba todo claro, que era genial porque ella pensaba lo mismo que yo.

Mi mandíbula se me descolgó dando un aire que no podría llamar de intelectual… Raquel avanzó hacia mí y se pegó a mi boca dándome un morreo de escándalo mientras empezaba a sobarme la polla por encima del pantalón corto que llevaba. Obviamente, eunuco no soy y empecé a responder a su tratamiento lanzando mis manos una hacia sus tetas y la otra a su entrepierna, pasando mis dedos por encima de su ceñida malla sobre su coñito, provocando unos gemidos que quedaron ahogados en mi boca.

Al poco rato se separó de mí con cara de asombro y me dijo:

– Joder Toti, ¿llevas un bate de béisbol o qué?

Me fijé en el pedazo de bulto que formaba mi endurecida polla debajo de mi pantalón. Lo cierto es que al poco de empezar a meterme mano Raquel me había empezado a doler el miembro por el escaso espacio disponible para el aumento de dimensiones que tuve.

– No, claro que no. No es un bate pero es que… –no me dejó seguir.

– Madre mía. Tengo que ver eso. –me soltó mientras con sus manos tomaba los elásticos de mi pantalón y lo bajaba con cierto apuro al hacer mi polla freno con la cintura del mismo.

– Espera Raquel, no me lo… – Nada, ¡que no me hacía ni puto caso!

Cuando cedió la goma del pantalón y este empezó a bajar, Raquel se agachó para seguir con la bajada y mi polla la golpeó en toda la cara. Vi como miraba mi hombría ojiplática sin dar crédito a lo que veía. Tras esa sorpresa inicial abrió su boca e introdujo la cabeza de mi polla en su interior. La calidez de su boca y los movimientos circulares que hacía sobre mi glande con su lengua eliminó de golpe todas mis pegas, abandonándome para participar en lo que vendría. Es que si mientras te la están chupando y no reaccionas… algo pasa (y muy malito).

Raquel intentaba mamar mi polla todo lo que podía pero por más que intentaba profundizar, sólo la cabían unos pocos centímetros más de polla y el glande de la misma. Además sus labios estaban bastante apretados (y eso que no tiene una boca pequeña). Recordad mis medidas y que mi "pollita" no desmerece del resto del conjunto. Llevaba unos minutos disfrutando de sus caricias cuando hice que se tumbara encima mío para que se pusiera encima de mí tras quitarse las mallas y que me dejara disfrutar de los calditos que estaba destilando su chochito. Realmente estaba cachonda a tenor de la inundación en su entrepierna, inundación que empecé a sorber con fruición mientras escarbaba con mi lengua es las profundidades de su coñito. Los gemidos que daba Raquel quedaban ahogados en su boca tapados por mi polla mientras los míos lo hacían en su hoyo.

Como veía que de seguir con el 69 nos correríamos ambos sin remedio y, viendo que estaba lo suficientemente excitada como para intentarlo, la quité de encima de mí y la puse sobre mi verga apuntando a su intimidad.

– Raquel, ¿estás segura de intentarlo?

– Joder, claro. Nunca me han metido semejante pollón y estoy deseando saber qué se siente con esto dentro.

– Vale. Pero, por favor, ve despacito y poco a poco.

Raquel asintió y empezó a moverse con un vaivén sobre mi miembro, pajeándose en el clítoris (para sobreexcitarse) antes de empezar a metérsela. Cuando por fin se introdujo el glande dentro vi cómo abría los ojos.

– Ostias… Parece que me voy a partir por la mitad…. Agg.. Uff.

– Despacito, suave –intentaba distraerla pero sabía que estaba superada por mis dimensiones. Para ayudarla la acariciaba del cuello a las tetas con una mano mientras la otra la acariciaba el vientre y las caderas suavemente.

– Ag… Dios. Esto es la hostia. Quiero másssssss…

Diciendo esto se dejó caer sobre mí, empalándose algo más de media polla dentro de ellas. Creo que era capaz de notar cada pliegue de su interior por lo apretado que estaba mi polla dentro de su vagina. Vi cómo la resbalaba una lágrima por la cara y me preocupé. Haciendo fuerza sobre ella hice ademán de sacarla. Me lo impidió.

– Por favor Toti… Espera un momento que me acostumbre.

Me puso tal cara de ruego que no tuve otra opción que asentir. Me quedé quieto dejando que fuera ella la que tomara las riendas. Lo que sí hice fue aumentar mis caricias en sus pechos y clítoris para ayudarla a relajarse aumentando su placer. Unos minutos después empezó a moverse tímidamente en un movimiento de mete saca que fue ganando velocidad con el tiempo. Cuando vi que estaba ya lo suficientemente suelta la hice tumbarse sobre mi pecho y fui yo quien empezó a follarla sin fuerza pero con decisión. Los primeros gemidos de Raquel se tornaron poco a poco en nos gritos de placer escandalosos (menos mal que estábamos en mitad del campo porque si no…)

Me dejé llevar y empecé a darle fuerte a Raquel hasta tal punto que en un par de veces la punteé demasiado profundo y creo que la debí de dar con la punta de la polla en el cuello del útero por los quejidos de dolor que soltó. La presión sobre mi polla no había bajado casi nada por lo que su coñito debía estar al máximo de su dilatación. Claro, con semejante presión y con el rato que llevábamos follando yo estaba a punto. Se lo hice saber para que ella decidiera qué hacer, si salirme, correrme dentro o qué.

– No, por favor. Tomo píldora. No la saquesssss. Córrete dentroooo de míiii… ¡¡Yaaaa!!!

Noté en ese momento que si coñito aumentaba la presión en contracciones rítmicas según su orgasmo surgía por lo que ya no pude escaparme del punto de no retorno. Parecían cataratas de lava lo que soltaba dentro de Raquel. Según notó el calor de mi leche en ella aulló de nuevo (luego me dijo que se la intensificó el orgasmo al sentir mi corrida) y se dejó caer sobre mí totalmente exhausta por la experiencia.

Me quedé quieto dejando que mi polla se saliera de su interior a medida que perdía vigor. Cuando se destapó su chochito sentí como mi leche se salía de ella poco a poco, manchándome la polla. Cuando reaccionó se agachó y se la metió en la boca, limpiándola de leche y tragándosela toda. Eso me empezó a volver a poner a tono y se me estaba poniendo morcillona de nuevo. Entre risas se quitó.

– Vamos Toti, que mi padre se va a extrañar que tarde tanto y veo que te estás animando de nuevo.

– ¿Qué tal estás?

– Uff, por un lado genial pero por otro… Nunca había sentido tanto placer en una follada… Que no han sido tantas, mal pensado – me soltó por la cara pícara que puse que parecía decir… "Halaaaa, que golfaaaaa" (pero sin maldad, ¿eh?).

Se puso de pie y con un Kleenex se limpió lo que chorreaba de su chochito antes de volver a colocarse la ropa. Como a mí me había dejado limpito me limité a calzarme de nuevo el pantalón. Cuando nos volvimos a subir en las bicis Raquel no pudo reprimir un gesto de molestia cuando el sillín se la clavó en… bueno, ya me entendéis. Según me explicó había gozado como una perra. Pero además del placer también había sentido un poco de dolor pero, para su sorpresa, ese moderado dolor lo que la había hecho era aumentar las sensaciones de placer pero que, aun así, mi polla era para disfrutarla pero a espacios de tiempo. Me soltó de golpe esto:

– Bueno Toti, cariño. Me ha encantado follar contigo pero hasta que no me recupere no volveremos a hacerlo.

– ¿Pero, quieres repetir? –era la primera que me decía que quería volver a follar conmigo.

– Uf, claro que sí pero me tengo que recuperar. Ahora mismo hasta el roce del sillín me está haciendo ver las estrellas. Pero ha sido una gozada. Además… –se quedó callada poniéndose un poco roja.

– ¿Qué?

– Que debo ser un pelín masoca porque saber que el dolor que tengo me lo ha hecho semejante cipote hace que me…  vuelva a… mojar. –me dijo cada vez más bajito y con la cara colorada como un tomate.

– Pues nada, el próximo día me avisas y me traigo una fusta, esposas y antifaces –la respondí en medio de un ataque de risa. Parece que al decirlo así le quité algo de hierro al asunto y conseguí que su rubor desapareciera, uniéndose a mis risas.

– ¡Serás capullo, jajajaja.

La verdad es que, a pesar de ser cómica la forma de montar en bici que tenía, estaba también un poco preocupado por ella. Afortunadamente no pasó de ahí, de unas molestias que la duraron el día. Al día siguiente ella estaba de buen humor y me lo confirmó lo que hizo que a mi vez, me relajara y empezara a disfrutar plenamente del recuerdo del polvazo con ella.

Desde ese día en adelante no cambió nada en las vacaciones. Piscina, bici, vueltas de arriba para abajo,… Hasta que no llegasen las fiestas a mediados de Agosto no habría ninguna novedad relevante. Sólo un día hubo algo que rompió la monotonía de esos días. Raquel y Eli se quedaron charlando en el viejo campanario mientras los chicos nos habíamos juntado con otros del pueblo para echar un partidillo de fútbol. Llevábamos poco tiempo jugando cuando un chaval me lanzó un hachazo a la pierna que me hizo volar (literalmente) metiéndome una trompada de órdago. Aunque no fue adrede fue un poco fuerte y no pude seguir jugando porque al caer lo hice sobre mi rodilla, haciéndose un raspón considerable y dejándome tal dolor que sólo podía caminar cojeando.

Tras la limpieza de la herida con un poco de agua y limpiarme con pañuelos de papel, decidí irme con las chicas (mejor a la sombra con ellas que al sol viendo jugar a los demás). Subí cómo pude al campanario y cuando las empecé a oír hablar, decidí darlas un sustillo. Seguí subiendo silenciosamente pero resultó que el susto me lo llevé yo.

Raquel– …y no veas como me puso. Qué dolor tía. Si abro la boca me hace corriente por dentro.

Eli– ¿Pero tan grande la tiene?

R– Ya te digo tía. Por lo menos así.

E– Joder con mi hermanito –aquí es donde me llevé el susto. Por lo que se veía, Raquel estaba cascándole todo a mi hermana.

R– Hermanito es lo que tiene entre las piernas porque con eso no puedes llamar "hermanito" a Toti. Te lo juro tía, me dejó toda escocida ese día pero me hizo gozar como una cerda.

E– Que envidia. A mí el imbécil del Carlos sólo me hizo sentir una inútil.

Carlos era el ex–novio de Eli, un ex que me caía personalmente fatal porque es un gilipollas en toda la extensión de la palabra. Me di cuenta del alcance de lo que acaba de oír a mi hermana. Ahora tenía confirmación de que no era virgen por su propia boca. Sé que puede parecer machista o sobreprotector, pero nunca me había planteado que mi hermana ya hubiese follado. Ya se sabe, ni tu madre ni tu hermana follan… Pero que simples e ilusos podemos ser a veces los hombres.

– ¿Y eso tía? ¿No te gustó?

– Pues la primera vez, cuando me desvirgó, me molestaba mucho y al final se la tuve que chupar para que me dejara en paz. Y la segunda vez que pensaba que sería la buena, me soltó que tenía el coño como si me hubiera follado un toro, que lo tenía muy grande y que casi no notaba que me follaba. Tía, me hizo sentir una mierda…

– Pero que hijo de puta, ¿cómo se puede decir algo así? ¡Que cabrón!

– Ya te digo. –Se notaba que Eli estaba sensible por lo que decía– Yo que le di lo más íntimo mío y lo que me dice… Por eso rompí con él. Además luego me enteré que fue diciendo por ahí que tenía el coño enorme y que me cabría el puño. Por eso estuve los dos meses antes del verano encerrada en casa estudiando. Para no encontrarme con él o con sus amigos.

Decir que me estaban dando las 40 cosas es decir poco. Apunté mentalmente la cita de reunirme con el susodicho Carlos para hablar "amigablemente" con él. Al que le podrían meter un puño por el culo iba a ser él como me llamo Alberto. Aunque tuviese que arrepentirme después. Seguí escuchando.

– Pero, ¿es verdad lo que te dijo o sólo era por hacerte daño?

– Bueno, no sé cómo será el de otra chica pero creo que sí lo debo tener grande. Algunas veces tras aquello, cuando estaba en mi habitación, me he hecho pajas y he llegado a meterme cuatro dedos en el chocho sin que me doliera. –ahora la cara de Eli era del color de las amapolas. No sabía que éstas dos tuvieran tanta confianza como para contarse esas cosas pero estaban lanzadísimas. Y lo peor es que la charlita me estaba empezando a afectar…

– Joder tía… yo me he metido 3 cuando estaba cachonda perdida. Puede ser cierto pero aun así hay que ser un verdadero capullo para soltar semejante cabronada…

– Sí, pero el caso es que a mí me ha dejado tocada. Ahora no me atrevo a acercarme a ningún chico por si me vuelve a pasar lo mismo.

– Bueno, pues para que eso no pase aplícate el refrán… –Raquel se quedó callada esperando que Eli entrara al trapo, como finalmente hizo.

– ¿Qué refrán?

– Pues cuál va a ser… "La medida del burro es la albarda". Búscate un chico con una polla enorme y los dos tan felices.

– Sí claro, como que es lo más normal del mundo, ¿no? Cuando me entre un chico le digo "Perdona, si no la tienes grande no te molestes conmigo". La repera, vamos… Además que como abundan los chicos esos, ¿a qué sí?

– La pena es que teniendo a uno tan cerca no lo puedas comprobar, pero uno como Toti te vendría como anillo al dedo… ¡¡¡O algo parecido, jajajajaja!!!

– ¡Serás capulla!

Eli se puso roja de vergüenza. Raquel no era capaz de dejar de reírse mientras la pedía mil perdones, aunque no sonaba muy convincente por las risas. Ya no sé qué más dirían porque viendo el panorama consideré que no era oportuno aparecer ahora junto a ellas. No podían saber que las había estado escuchando pero decidí sabiamente que era mejor no correr riesgos innecesarios. Bajé del campanario y me marché para casa donde, encima, me cayó la bronca por no haber tenido cuidado por el raspón y la cojera. Ni que hubiera sido culpa mía que me dieran una patada, ¡no te jodes!

Pasaron los días y tras la conversacioncita de Eli con Raquel me parecía ver miradas inquisitivas de Eli hacia mi humilde persona. No quería darlas demasiada importancia no fueran pajas mentales mías. Pero me vi obligado a vigilar qué hacía y qué decía con mi hermana por si se me escapaba algo. Además, desde aquella conversación veía que Eli y Raquel hablaban más que nunca y, en ocasiones, al acercarme yo notaba que cambiaban de tema diciendo cosas sin sentido. Los pelos como escarpias se me estaban poniendo. Sobre todo cuando, en los días de piscina, interceptaba miraditas de ambas sobre mi persona. Brrrr, que nervios…

Y por fin, antes de las fiestas, sucedió. Estábamos Eli, Raquel y yo en el campanario. Jorge y Manolo se habían tenido que ir con sus padres un par de días fuera y estábamos nosotros tres solos ese día y al siguiente. Mirábamos unas revistas junto a una botella de refresco fresquita (se aceptan ofertas para publicidad, jejejejeje) y una enorme bolsa de pipas. Lo cierto es que andábamos bastante aburridos y Raquel y Eli empezaron a hablar. Observé que la conversación era más bien nimia y sin sentido pero, poco a poco y con discreción, fueron llevando el tema hacia el sexo. Aún no tengo claro si pretendían sonsacarme, calentarme, tantearme… pero empezaron comentando cosas generales para ir cambiando a sus experiencias con chicos.

Se conoce que debí hacer alguna mueca de desagrado o incomodidad porque, súbitamente, dejaron el tema de golpe y, al poco, Raquel dijo que tenía que irse y que luego nos veríamos. En ese momento me sonó a estampida pero puse cara de póker y me limité a despedirla. Cuando nos quedamos solos Eli y yo se creó uno de esos momentos de silencio incómodo. Conozco bien a mi hermanita y sé que se moría a la vez por decirme algo y de vergüenza por ello.

Para su asombro y tras resoplar sonoramente, la abordé de golpe para ver qué pasaba.

– A ver. ¿Qué es lo que te pasa o qué quieres decirme?

– ¿Yo? Si no he dicho nada.

– Joder Eli, llevas todo el rato muriéndote por decirme algo. Anda, no me vaciles y dime qué es, coño.

– No, si… es que yo… –se empezó a poner roja y a cortarse cosa mala.

La ventaja de ser el mayor, de conocer a tu hermana de toda la vida por estar casi siempre juntos, es que cuando empiezas a desarrollar tablas, aprendes a leer en los demás. Y eso es lo que me pasa con ella. Decidí coger el toro por los cuernos y forzar a que lo soltara todo. Creía que eso la vendría bien (aunque fuera con el tiempo).

– ¿Es por la charla que tuvisteis hace días con Raquel de lo de tu ex?

– ¿Cómo sabes tú eso? –me respondió con cara de sorpresa– ¿Te lo ha contado Raquel?

– No, tranquila. Cuando me dieron la patada en el fútbol vine antes aquí que a casa. Quise daros un susto y acabé escuchándoos. Lo siento.

– Bueno. Sí… no. Es que no pensaba que… vamos, que no… –la pobre tartamudeaba cosa mala y notaba incluso que temblaba. Es mi hermanita. Siempre la he cuidado y ahora me necesitaba cerca.

– Tranquila. –me puse pagadito a ella y la abracé, pegando su cara en mi pecho. Noté humedad en él y, al mirarla, vi que lloraba silenciosamente.

– Toti… me da vergüenza que lo sepas de esa forma. No quería que…

– Shhhh, respira hondo cariño. –la silencié para que se le pasara. Me dolía lo mal que lo había estado pasando.

Sus lágrimas duraron un par de minutos hasta que empezó a remitir su llanto. Durante todo ese tiempo la acariciaba el pelo y la espalda, cariñosamente. Quería que sintiera que estaba con ella. Sus manos acariciaban mi pecho suavemente, agarrando de vez en cuando la camiseta como si temiera que me fuera a ir.

Cuando estaba serena empezamos a hablar. Me contó más o menos lo que la dijo a Raquel. Me explicó que se había sentido, no humillada, sino despreciada. Como si tuviera un defecto físico imperdonable. Volví a anotar en mi memoria el tener una charlita con cierto cerdo que iba a lamentar ciertas cositas (procurando que no se reflejaran esas intenciones en mi mirada). Eli siguió hablando de su mala experiencia hasta que llegó a la parte en la que se calló.

– ¿Y nada más? Porque Raquel fue también un poco bruta.

– ¿También oíste eso?

– Que buscaras a un chico con pene grande, sí.

No sé porque pero, contrariamente a mi costumbre, no me salió decir la palabra polla y me quedé asín de finolis (oigh, fíjate). Pero por una vez que parecía que no iba a quedar tan bruto como un saco de martillos… por una vez que me pilló desprevenido, Eli fue la que me dejó planchado.

– Pues sí. Y la opción que me quitó es precisamente la que más me gusta.

A ver, para que yo me entere bien porque me dio un cortocircuito, ¿Eli me estaba diciendo que quería… CONMIGO? No podía ser. Tenía que ser una mala interpretación por mi parte.

– Espera. ¿Me está diciendo que…? –fui incapaz de seguir.

– Sí Alberto. Quiero que seas tú quien me haga el amor. Quien me haga mujer plenamente. –su cara reflejaba determinación pero también mucha ansiedad. No tenía que estar siendo para ella nada fácil decir eso.

– Pero Eli, eso no está bien visto. No puede ser…

– Lo sé. Sé que está prohibido, que será una aberración, un error… Pero siempre te he amado. Desde que tuve uso de razón y empecé a ver a los chicos, siempre he comparado a todos contigo. Intentaba encontrar un chico que fuera como tú. Hasta que descubrí que era imposible, porque el chico que quería que fuera como tú eras tú mismo. Muchas noches he llorado en mi cama soñando que estaba junto a ti y no podía. Quería que me tocaras, que me besaras, que me amaras…

Hasta aquí llegó su aguante. Eli se echó sobre mi pecho llorando desgarradamente. Era un llanto desesperado, doloroso… Me dolía hasta el alma por el sentimiento que había en esas saladas lágrimas que vertía sobre mí. Los brazos de Eli me rodeaban el cuerpo, apretándome con fuerza como si temiera que su confesión hiciera que me fuera de su lado. Pero era una fuerza inútil. Dicen que no hay nada más atractivo para un hombre que una mujer enamorada de él. Y eso era exactamente lo que Elisa acababa de confesarme.

Elisa. Ahora me doy cuenta que pensé en ella como Elisa. Ya no era Eli. Eli: mi hermanita, a la que cuidar. Elisa: la mujer que me amaba y a la que yo quería profundamente. Ella también me había llamado Alberto en vez de Toti. ¿Por el mismo motivo? Seguramente. Pero ahora mismo, mis sentimientos estaban enfrentados. Quería a mi hermana pero, ¿la quería de la misma forma que ella a mí? ¿Estaba enamorado de ella para dar el paso?

Vamos a ver. Independientemente de valoraciones ético–morales sobre el tema del incesto, lo que ahora mismo tenía que valorar eran mis propios sentimientos. No voy a decir que si me gusta mi hermana, me la calzo y punto. Si eso, de por sí, es malo con cualquier mujer, esto puede tomar dimensiones épicas siendo el caso de una persona con la que compartes la sangre. No digo que no vea los problemas a ello, pero tal y cómo lo empecé a ver en este momento (y no he cambiado de parecer) si mis sentimientos le eran recíprocos a Elisa, no tendría mayores problemas en conseguirlo todo de ella.  Y cuando digo todo es TODO. Ahora tenía que hacer un estudio profundo de mis sentimientos. Ya no era sólo que la veía como mujer por el desarrollo de su cuerpo, ya no era que la quería por ser mi hermana, por el roce mantenido durante toda la vida. Tocaba ser muy claro y, sobre todo, cuidadoso.

Empecé a recordar todos los momentos compartidos, los buenos y los malos. Siempre hemos estado el uno para el otro. Hemos estado más tiempo juntos entre nosotros que nuestros padres entre ellos en los mismos años. Cuando alguien nos hería, uno era el consuelo del otro. Cuando alguien nos ofendía, nos juntábamos los dos para defendernos. Cuando cada uno empezamos a fijarnos en el sexo contrario, nos escuchábamos y apoyábamos.

Precisamente con este pensamiento en la cabeza recordé las últimas veces que hablé con Eli sobre mis "problemas con las mujeres" (como decía Loquillo en el disco). Ésta me apoyaba como siempre pero ahora me daba cuenta que la estaba doliendo de narices lo que la decía y ahora sí soy consciente del por qué. ¿Qué difícil tiene que ser echar un cable en esas circunstancias. La miré con dulzura e incluso con comprensión. Ahora Eli estaba a mi lado, sin decir nada ni mostrarse ansiosa pero comiéndose mentalmente hasta las uñas de los pies esperando a ver qué la decía. Me quedé perdido un rato en mis ojos y no sé si es que me malinterpretó o si no pudo más y se lanzó. El caso es que sus labios se juntaron en un beso lento, más bien un piquito, con los míos mientras se cerraban su ojos. Fue un primer beso descargado totalmente de lujuria pero, en su contra, abarrotado de sentimientos. Ese beso (creo) que fue el que dinamitó mis prejuicios y me precipitó hacia mi hermana. Ese lento y cálido roce disparó fuegos artificiales dentro de mí (y aquel que crea que exagero o que no me entienda, decirle que me da pena por no haber experimentado nunca la plenitud de ese sentimiento).

Nuestros labios empezaron, muy muy poco a poco, a tomar más protagonismo, aumentando el movimiento para conseguir atrapar los labios contrarios entre ellos. Nuestras lenguas aún estaban en nuestras bocas y sólo en mi caso empecé a sacarla ligeramente hasta que tocaban sus labios, volviendo al interior. Este beso no era un beso sexual, más bien emocional. En este beso del cual no tengo ni pajolera idea de lo que duró, se plasmaron años de amor encerrados. Amor reprimido en el caso de Eli y oculto en el mío.

Cuando por fin nos separamos, Eli estuvo con los ojos cerrados un buen tiempo, quizá temiendo ver mi cara al abrirlos y encontrarse con alguna mirada o gesto desaprobatorio por mi parte.

– Abre los ojos, princesa. –la dije cogiendo su rostro con dulzura entre mis manos. Me hizo caso e hizo un gesto que me pareció hermoso al sonreírse y ruborizarse a la vez viendo mi cara de embelesamiento hacia ella.– ¿Dime, eres consciente de lo que puede pasar si emprendemos éste camino? ¿Los reproches de la gente, los disgustos de la familia, la condena de los más retrógrados de la sociedad? Ya sabes lo que significa.

– Sí, lo sé. No he tenido otra cosa que hacer en estos años que han pasado desde que descubrí que te quería sólo a ti y de todo lo que conlleva. Los pros y los contras. Lo pasé fatal hasta que me di cuenta que lo pasaba peor cuando pensaba que conocerías a alguna zorra que te apartara de mi lado… y eso es lo que más me dolía de todo. Aun sabiendo que siempre seríamos hermanos y que eso nadie lo puede quitar, me era insufrible verme sola sin ti.

Me acerqué a Elisa para volver a besarla, esta vez activamente y por mi propia iniciativa. Sus ojos amenazaban volver a desbordar y tomé la decisión de cortárselo de raíz. Mi querida Elisa no volvería a llorar por mí. Volvió a cerrar los ojos y a poner esa cara… esa cara de… ¿cómo describirla? Relajación, felicidad, amor, deseo, alegría y paz. Todo junto en un cóctel increíble. La abracé con mis brazos y, poco a poco, la puse sobre mi cuerpo sentada sobre mis piernas. Mis manos acariciaban su espalda, su cuello y los mechones de pelo que caían por detrás de ella. Ella sólo daba ligeros gemiditos de placer por las caricias. Y los besos seguían siendo de adolescentes. Parece que Eli quería pasar por todos los pasos que hubiéramos dado si esto que hacíamos en este momento se hubiera dado cuando ella descubrió sus sentimientos.

Yo, por mi parte, tras ese "estallido de fuegos de artificio" que se dio en mi cabeza, no me cabía duda alguna. Desde luego era amor lo que sentía por mi querida hermana, a la que ya no podría ver nunca sólo de esa manera. Ya no era mi hermana, sino  la mujer a la que amaba y a la que amaría siempre que ella lo quisiera. Ya no quise seguir reprimiéndome y me torné aún más activo en el beso. Forcé sus labios lo justo y mi húmeda lengua penetró en el interior de su boca, buscando enroscarse desesperadamente con la suya a la que encontré un poco parada. Haciendo movimientos circulares sobre la punta de su apéndice fui consiguiendo que Eli se empezara a soltar, siendo consciente de la urgencia que sentía en que me devolviera el beso con mayor intensidad. Poco a poco se animó, haciendo ya que las lenguas se enroscaran la una en la otra.

Mis manos seguían explorando el cuerpo de mi hermana. Mis manos se colaron por debajo de su camiseta, acariciando directamente la piel de su espalda para soltar el incómodo sujetador que me ocultaba sus senos que, tan pronto fueron liberados, acaricié poniendo sus pezones duros como piedras. Me apetecía ver el cuerpo de Eli por lo que me las fui ingeniando para desnudarla poco a poco hasta que la tuve totalmente en pelotas, momento en el que me liberé yo también de forma rápida de mis prendas.

Eli, sin parar de besarme, se subió a horcajadas encima de mí quedando mi monstruo sobre toda su rajita, cosa que ella aprovechó para irse frotando. Mi falo la estimulaba el clítoris por lo que rápidamente se la puso el coño como el horno de una fundición. Con determinación me la agarró (decidí dejarla que ella se fuera apañando hasta donde pudiera para no hacerla daño) y se apuntó poniendo el glande en el interior de su hueco. Empezó a bajar con decisión. Ni un solo gesto de dolor o molestia surcó su rostro. Más bien lo contrario. Su expresión era de gozo extremo. Yo sentía su calor en función mi polla se metía dentro de ella hasta que, con gran sorpresa por mi parte, toda (y digo TODA) mi tranca acabó metida en su chochito. Sí que era grande, sí. Por primera vez notaba los huevos contra el culo de una chica (aunque recordad que con mi “basta” experiencia…)

Eli se puso a botar como loca sobre mi polla, acuchillándose sin piedad. Daba unos grititos de gusto que me estaban dando un morbo de la hostia, subiendo mi calentura interior. Metí las manos por debajo de su cuerpo como buenamente pude y, cogiéndola del culo, añadí un movimiento circular a mis caderas que aumentaron el roce de mi miembro en el coñito de Eli. De repente pegó un gritito y noté cómo se corría. Sus flujos iban bajando por mi polla mojándome los huevos que estaban ya deseosos de liberar su contenido en el nido que albergaba a su compañero de juerga. Viendo que me correría sin remedio, al término del orgasmo de Eli y en un momento de flojera la descabalgué de encima y la puse a cuatro patas, como una yegua espera a su semental.

Antes de volver a penetrarla me estuve entreteniendo en jugar un poco con su cuerpo, acariciando sus partes más sensibles provocándola escalofríos de placer. Además jugueteaba con mi lengua en entrepierna dando lametones desde el comienzo de su vulva hasta el agujerito de su ano, al que penetraba con ella haciendo que gimoteara de placer. Cuando pensé que estaba de nuevo dispuesta, sin que lo notara apunté mi capullo ante su vagina y, sin miramiento alguno, se la clavé hasta el hígado de un único empujón. Eli dio un grito al verse penetrada de esa forma tan salvaje. Sólo fue un reflejo puesto que apenas unos segundos después estaba de nuevo gritando de placer.

Consideré que era mi momento ya que yo todavía no me había corrido y ella sí por lo que la follé con desespero, a una velocidad altísima. Si contara los centímetros de polla que la metí en todas las envestidas que sufrió no creo que exagere si digo que llegue al centenar de metros. Estuvimos unos 10 minutos follando a un ritmo criminal para mis riñones (porque me dolían de narices al final) en los que, pese a mi afán, Eli culminó otras dos ocasiones antes de mi orgasmo y uno final coincidiendo conmigo. Cada trallazo de semen expulsado por mis huevos era una mini-catarata de leche que se internaba en ella, llenándola hasta que desbordó. Siete latigazos me vaciaron por completo.

Al acabar el subidón de adrenalina de nuestras corridas caímos totalmente laxos, luchando por serenar respiraciones y ritmos cardíacos.

– ¿Cómo estás? ¿Bien? –por primera vez volvía a ser yo y mi primera prioridad era comprobar que mi hermanita se encontrara en condiciones.

– Uffff. Me has matado de gusto. ¡¡Dios!! Me tiemblan las piernas, jajajaja. –buena señal. Reía con cara de estar satisfecha.

– ¿Pero te duele algo? Te has metido toda mi polla entera y eso sí que no es normal. Ninguna de las dos chicas con las que he estado han podido con tanto como tú.

– Puf, pues no. Debo tener el coño a tu medida porque sólo he notado un intenso placer. Tan sólo en los empujones más fuertes he notado que casi me dabas en el cérvix, pero hasta eso me encantaba. Aunque… me noto el chochete caliente como el infierno por el roce, jajajaja. –volvía a reír por lo que me tranquilicé y me llené de orgullo por ella.

Era cierto lo que decía. Parecíamos el uno para el otro. Mis sensaciones habían sido que me estrujaba la polla de forma deliciosa pero no forzada. Parece que el gilipollas del ex de Eli tenía razón. Eli tenía el coño que no era de su medida. Pero eso era porque no era para él. Ella estaba hecha para poder disfrutar de una buena polla. O sea, para estar conmigo y, por supuesto, yo con ella. Eli y yo somos como el Yin y el Yan, la noche y el día,… distintos pero unidos el uno al otro.

Ésta fue la primera vez que estuvimos juntos. Desde luego, por si alguien tiene dudas, cuando estamos juntos y nadie nos ve nos comportamos como dos novios. Eso es en lo que nos hemos convertido. Por razones obvias tenemos que andar con prudencia para que nadie conocido nos cace. Sólo hay una pequeña lista de personas que lo saben, como Raquel, a la que se lo contó mi hermana cuando, de repente, la vio tan contenta, feliz y libre de “traumas”. Esta confidencia me salió personalmente genial porque Raquel nos pidió estar presente una vez mientras nos amásemos, calentándose tanto la tía (y mi hermana, que también hay que decirlo) y se nos acabó uniendo. No es que entre ellas interactuaran mucho puesto que sólo se besaron y se magrearon las tetas, pero a mí me permitió realizar el primer trío de mi vida al disponer libremente de ambas mujeres. Y digo primer porque después de descubrir esa faceta exhibicionista, mi hermana se abrió a ir a locales de intercambio a que otras mujeres disfrutaran, a la vez que ella, del tiburón de mi entrepierna. Eso sin contar las otras veces que se ha unido Raquel a nosotros posteriormente. Por descontado, el resto de las personas que lo saben proceden de estos locales o son gente con la que hemos cogido mucha confianza a base de “follarnos” entre nosotros. Y a todos les da un morbazo de aúpa el saber que somos hermanos.

Por ahora, Eli y un servidor somos felices, estamos genial juntos porque hemos sumado nuestra particular relación a la que ya teníamos anteriormente por lo que la complicidad está al 200%. ¿Que qué haremos en el futuro? Pues mira, no lo sabemos, pero por ahora tenemos bastante con el presente que gozamos y disfrutamos. ¿No lo creéis así?