ALBERTO / mucho sobaco y olor a rabo/

Durante los siguientes meses continuamos en la misma dinámica. Cada vez que estábamos solos, yo me ponía de rodillas o a cuatro patas, olía y lamía cada parte de su cuerpo y mamaba su polla hasta tragar su lefa.

Conocí a Alberto en un curso de crítica de cine del festival de cine de Gijón y descubrí lo que era la amistad. Yo tenía 18 años, el 25 y era la estrella del curso porque ya había colado alguna de sus críticas en la revista Caimán. Me había apadrinado como su camarada y junto a él cada día aprendía más de cine, historia y filosofía. En el colegio siempre había sido el rarito de clase. Fue idea suya que me apuntaba al equipo de balonmano del que él era el capitán para ponerme fuerte y olvidarme definitivamente de los malos rollos del colegio. Hacía cinco meses que había empezado a entrenar y pese a ser novato mi posición de delantero empezaba a ser cada vez más evidente. Estaba en el mejor momento de mi vida y por fin sentía que había encontrado mi sitio.

La sirena indicó que habíamos acabado el entreno. Todos estábamos chorreando pero especialmente yo que había marcado el último gol y me había quedado sin aliento. Todo mi cuerpo transpiraba, la camiseta se me pegó al cuerpo. Un reguero se iba formando en mi cara y goteando desde mi barbilla hasta el suelo que iba llenándose de motas oscuras. Abrí los ojos y mi cuerpo literalmente echaba humo, escupí en el suelo y al acercarme la mano para limpiarme sentí el olor característico de cuero y sudor en la mano. Me tiré en el suelo exhausto. Alberto que había instigado el gol con un pase se quedó conmigo y se sentó a mi lado mirándome divertido.

·Sigues siendo un tirillas. -Me dijo jocosamente- yo me reí.

Nos quedamos en el suelo sin decir apenas palabras, recuperando el aliento y mirando el techo del pabellón. Los compañeros empezaron a salir del vestuario e irse a casa cachondeándose de los 20 minutos que llevábamos tirados en el suelo. Entre risas nos decidimos a emprender camino. Cuando llegamos al vestuario ya estaban todos duchados y cambiados, al parecer durante la ducha habían cortado el agua y les habían dicho que duraría hasta mañana. Nos miramos chorreando como estábamos.

·No creo que tenga mucho sentido cambiarnos. -Dijo Alberto.-

·Ya ves, vamos a empapar lo que nos pongamos encima. -Dije secándome con la toalla.-

·Anda que vaya par, os huelo desde el otro lado del vestuario, eso tiene que ser la adolescencia. -Dijo Juan con guasa.-

Yo me olí el sobaco y la verdad es que notaba un olor muy fuerte pero nada desagradable. Y bueno, no me hacía falta oler a Alberto, conocía su olor muy bien, el era el capitán y no es que quiera yo entrar en ideas extrañas biológicas pero Alberto olía bien, muy fuerte y todos sabíamos cuando estaba cerca, era un olor muy característico. Así que supongo que sí, teníamos que parecer un ambientador.

·En peores sitios has metido la nariz Juan que tu novia cuando esta ovulando la huelo cuando viene a animar desde el campo.

·No vayamos a comparar que cuando Ana ovula todos los tíos babean y ahora mismo creo que vais a crear un perímetro tóxico a 5 metros de vosotros, bueno descansar y Alberto deja de fantasear con el olor a chocho de Ana.

Pillamos la mochila y salimos, Alberto me ofreció pasar por su casa, ya que vivía solo, a ducharnos y jugar a la consola. A mi me pareció la mejor idea. La verdad es que la casa de Alberto era muy sencilla y pequeña pero perfecta. No había paredes y todo estaba situado en el espacio sin demasiada intención. Lo único malo es que Alberto era un poco desordenado y había ropa sucia tirada por toda la casa. Hice un hueco entre unos cuantos calcetines, camisetas y calzoncillos sudados y me tumbe en la cama. Alberto se fue a la cocina tomar una cerveza y me ofreció una, me levante, me hizo un guiño como si fuera a tirársela a pesar de estar muy cerca y como un acto reflejo no se porque agarre su paquete. Retiré la mano al momento y disimulé como si no hubiera pasado nada pero había apretado su rabo y huevos por encima del pantalón. Alberto me miró con cara de circunstancia y algo cómica.

·Uís… que reflejos más raros tienes Jose. -Yo no sabía muy bien qué decir pues había sido totalmente inconsciente.-

·¿Te parece si jugamos un rato a la consola? -Dijo no se si irónicamente o en serio.-

·Vale, yo pensaba en coger la lata de cerveza y mira no se que ha podido pasar.

Nos pusimos a jugar a la consola, Alberto se quitó la camiseta y su olor inundó toda la habitación. Seguimos un rato jugando y la verdad es que me estaba dando una paliza, después de un rato me aburrí de perder.

·Alberto, yo me voy a la ducha. -Le dije desganado.-

·Yo estoy caliente, nos miramos una peli porno aprovechando que estamos sudados y después nos pegamos una ducha.

Yo después de lo que había pasado estaba un poco incomodo con la paja por si había pensado que mi reacción había tenido un componente sexual, pero no tenía sentido que le diese mayor importancia. Así que simplemente me encogí de hombros y me senté de nuevo a su lado. Alberto acercó el ordenador y al estirar los brazos su peludo sobaco apareció a escasos milímetros de mi cara. Un olor intenso entre animal, chetos y azufre llenó la habitación. Se me puso dura en el acto, tanto que lubrique el pantalón de deporte y apareció una mancha húmeda decorando la silueta de mi rabo duro.

·Jose, tenemos que hablar de esto. -Dijo Alberto apartando de nuevo el ordenador.- Hace tiempo que tu cuerpo reacciona por sí mismo, yo no voy a juzgarte si me dices que te gusto.

·Pues tío yo no sé muy bien que decirte la verdad, yo no sé bien si me gustas, te admiro y quiero un montón y es cierto que a veces mi cuerpo reacciona por sí solo pero la verdad es que no se muy bien si me gustas tu, si me gustan los tíos o si se me pone dura cada vez que pasa el viento.

·Hace 15 minutos me has agarrado el paquete.

·Ya lo se.

·Es más hace tiempo que tu polla se pone dura en las situaciones más extrañas, no se si eres marica pero parece que te excitan cosas muy particulares.

·Parece que lo tienes tú más claro que yo.

·Pues esto va a sonar muy loco pero cada vez que acerco mi sobaco a tu cara, por ejemplo, cuando me quito las deportivas después de entrenar, cuando te acuestas cerca de mis gayumbos usados y no solo conmigo tb me he fijado que te pasa cuando varios compañeros sacan la polla sudada del pantalón después del entrenamiento o les huele el sobaco. Siempre asoma ese tan poco discreto rabazo tuyo. Creo que solo me he dado cuenta yo pero es algo muy peculiar.

·Tío, yo no sé si vas de guasa pero creo que te estas pasando.

·José, no es secreto que yo he estado con más de un amante masculino y no quiero juzgarte en absoluto, pero la verdad es que la situación es bastante rara y no quiero tener secretos o roces contigo eres mi mejor amigo.

·Alberto, este último año ha sido increíble y todo ha sido por haberte conocido yo no sé si me molas pero lo que sé es que no quiero perderte y haré cualquier cosa para no joder con mis líos mentales.

·Yo no se que quieres hacer pero te propongo una cosa vamos a jugar un poco y ver donde nos lleva y que sentimos. Voy a tumbarme y tu te acercas a mi y haces lo que te brote. Después decidimos que hacer con tus poluciones diurnas. -Yo asentí con la cabeza aunque no las tenía todas conmigo.-

Alberto se recostó en la cama con los brazos sobre la nuca y yo lo miré. No se si por lo que me había dicho o porque realmente era lo que deseaba lo primero que hice fue acercarme a su sobaco derecho. Su fuerte olor entró por mis fosas nasales y me puso absolutamente loco. Aplaste mi cara contra su sobaco y esnife profundamente mientras mi rabo lubricaba aún más el pantalón. Me puse a cuatro patas y restregué mi cara por su sobaco, una vez toda ella olía a él saque la lengua y saboree su salado y fuerte sudor. Levante la cabeza y Alberto me miraba sonriendo con el rabo duro en la mano.

·La verdad es que no te imaginaba tan cerdo, me has puesto a mil. Nunca te lo he dicho pero mis amantes masculinos eran más bien sumisetes y lo que de verdad me ponía era putearlos un poco, si somos capaces de relativizar el asunto lo mismo lo pasamos bien.

·Pasa de mi.

·No jodas y sigue experimentando que me va a estallar la polla.

Dude por unos segundos temeroso de estropear una amistad que había cambiado mi vida, pero con lo caliente que estaba la duda fue bastante efímera. Le besaba y lamia como nunca lo había hecho con nadie. Nunca me había sentido así en mi vida y solo quería que Alberto supiera que eso era amor y que necesitaba su sabor. Baje a cuatro patas hasta su rabo y me lo metí en la boca estaba saldo y nunca había olido algo tan excitante. Chupé su rabo como si me fuera la vida en ello. Alberto me empujo suavemente hasta el borde de la cama de donde bajé a cuatro patas y seguí mamando. Estaba tan cerdo que me mi cabeza se inclinaba ante la poderosa imagen del tío que me había vuelto completamente loco y lo miraba desde debajo de su rabo. El muy cabrón tenía cara entre placer y una sonrisa triunfante que me dieron ganas de quitársela de una hostia. Debió leerme la mente porque me escupió en la cara y dijo -chupa.- yo no pude hacer otra cosa más que seguir mamando y su lefa inundo mi boca entre espasmos.

·Buff, nene, vamos a dejar de razonar y vamos a disfrutar esta situación mientras sigas tan cerdo.

Yo le miré flipando, mientras el sabor de su lefa inundaba todo mi cuerpo. Miré al suelo y yo tb me había corrido pero ni me había dado cuenta, toda la secuencia había sido como un eterno orgasmo.

·Nene, me voy a duchar, esta noche te quedas a dormir.

Le desperté mamándole el rabo.

-Tras abrir los ojos bromeó diciendo.- Me asustas.

Se incorporó, se desperezó, me agarró de la cabeza y me folló la boca como un animal. Me daban arcadas y mi boca soltaba una masa eterna de babas. Podía ver en su cara que estaba disfrutando lo que provocó una corrida que le salpicó de mi lefa.

·Eres un marrano. -Grito.-

Se sentó encima de mi cara con su ano a la altura de mi boca.

·Limpia.

Saqué la lengua y limpie el culo sudado y amargo mientras se me ponía dura otra vez.

·¿Ya está limpio? -Preguntó.- Y ante una especie de mueca de mi cara que intentaba decir que sí metió de nuevo su rabo en mi boca y tras bombear como un animal durante 15 o 20 minutos se corrió en mi boca.

·Tio esto no se si es follar a maltrato, vale que acabo de descubrir que estoy loco por ti, pero no me tienes que tratar así.

·Nene, ¿has visto tu polla? estás a punto de correrte por segunda vez, yo creo que en vez de quejarte tendrías que disfrutar y callar.

Se acercó a mí, escupió en su mano, metió la mano por la parte de atrás del pantalón de deporte y metió un dedo en mi culo. Nada más entrar en mi ano me corrí y caí a cuatro patas. Dio una vuelta alrededor mío y me miró sonriente.

·Vas a llegar tarde a clase y tu cara apesta a mi sobaco.

Durante los siguientes meses continuamos en la misma dinámica. Cada vez que estábamos solos, yo me ponía de rodillas o a cuatro patas, olía y lamía cada parte de su cuerpo y mamaba su polla hasta tragar su lefa. Algunos días follabamos hasta cuatro veces y yo no podía ocultar primero que era absolutamente feliz y segundo que mi cara olía permanentemente al sobaco de Alberto y mi boca a lefa. De hecho en el equipo empezaron a bromear con que me había mimetizado tanto con el que olíamos igual de mal. Uno de los días después de entrenar Juan estaba a mi lado en el vestuario y cuando sacó su rabo del pantalón estaba lleno de requesón, en cuanto se dio cuenta se apuro a taparse con la mano pero yo que tenía su rabo delante no solo vi y olí el asunto sino que me corrí en el mismo instante. Me apure a disimularlo pese a los suspiros. Busqué la mirada de Alberto y la tenía clavada en mi totalmente consciente de mi corrida.

Cuando llegamos a su casa nada más pasar por la puerta me tiré en la cama. Alberto y sin mediar palabra sacó su teléfono móvil del bolsillo y me empezó a grabar con la otra mano me sacó violentamente la camiseta por la cabeza dejándome solo con el pantalón de deporte. Estas muy guapo con ese pantaloncito nada más vamos a ver que hay debajo pero primero te la vamos a poner a dura. Se sacó una de las deportivas pisándola con la otra y me puso el pie enfundado en el calcetín sudado del entreno en la cara. El olor des sus pies sudados y de las zapas apestosas de entrenar entró por mis fosas nasales y se me puso el rabo totalmente duro y empecé a convulsionar de la excitación que casi me lleva al orgasmo. Esto es lo que le pasa a josé cuando huele los pies a su macho.

·Ahora vamos a ver que esconde.

Me bajó el elástico del pantalón de deporte y mi pollón de 21 cm pegó un salto salpicando de lefa y apestando toda la habitación.

·¿Qué es esta guarrada? ¿Te has corrido hace muy poco y no te has limpiado cerdo?.

·Ya lo viste. -Dije yo intentando parecer sarcástico.-

·Explícaselo a la cámara.

·Capullo, déjame en paz.

Alberto se acercó a mi y me dejo olerle el sobaco yo me lancé a lamerlo pero el se apartó sujetando la el teléfono en frente de mi.

·Explícalo.

·!Vale! Juan sacó su rabo sucio de requesón delante de mi cara tan cerca que me rozo y me corrí en el acto al notar su olor.

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