Alberto, el Semental que me hizo su Yegua (01)
Kika está con su otro marido, su papá, cada vez tiene menos tiempo para mi y me siento sola. Pero el sorpresivo encuentro con mi viejo y gran amigo Beto terminará con mi tristeza.
Alberto, el Semental que me hizo su Yegua 01
Hola amigos, nuevamente los saluda la Garganta de Cuero. Quiero agradecer sus cartas y sus comentarios, me gusta mucho leerlos. Hoy les traigo una suceso que le dio un nuevo giro (otro más) a mi vida.
Andaba caminando con mis bebés por el mercado, estaba cansada, Kikín corría de un lugar a otro, Estelita andaba de muy mal humor y quería estar solo cargada, y Juan, dormía como un tronco en su carruaje. De repente, en una esquina, un bus extraurbano hijo de puta pasó echándonos lodo encina, mis bebés y yo quedamos cubiertos de esa materia fétida y asquerosa. Como madre que soy, comprenderán como me puse al verlos todos sucios.
¡¡¡¡IMBÉCIL PEDAZO DE MIERDAAAAAAA!!!! le grité con todas mis fuerzas.
¡Qué idiota! me dijo un caballero detrás de mi ¿Está bien?
¡No, míreme, estoy llena de popó! ¡Y mis bebés, ellos también están todos llenos de popó! tenía ganas de llorar, de patalear y de hacer un berrinche épico.
Mi marido no estaba en la casa, ese día andaba con Tito en un turicentro, de seguro se lo iba a coger de noche y de día y regresaría con el culo abierto como una reposadera.
¿Laura? ¿Laura Ovalle?
¿Si? dije sin reconocer a esa persona en una primera vista.
¡Soy yo Lalita, Beto Alberto Mayén!
¡¡BETO!! ¡¡¡¡BETITO!!!! dije casi gritando, Beto era y es mi mejor amigo de toda la vida.
Alberto José Mayén fue, y sigue siendo, mi mejor amigo de mi adolescencia. Lo conocí en una kermés, y desde la primera mirada me llamó poderosamente la atención. Era un muchacho un año mayor que yo, alto, de piel blanca y ojos grises unos ojos grises preciosos como nunca he vuelto a ver otros. Yo tenía 14 años, el andaba por los 15. Yo tampoco le fui indiferente, a mis 14 era una muñequita morena, delgadita pero con curvas.
Solo le di un beso mi primer beso. Desde ese día nos hicimos grandes amigos, íbamos juntos a todos lados, el conocía todo el drama de mi casa y yo el de el bueno, casi. Beto era del tipo de personas que caen bien en todos lados a donde van, que tienen una gran facilidad de hacer amigos. Las personas siempre lo percibían como un muchacho bueno y amable, bienintencionado, confiable.
De hecho, confiaba tanto en el que le daba libertades que no le di a Kike sino hasta luego de casarnos. Por ejemplo, cuando iba a verlo a su casa, especialmente luego de una golpiza que mi padre me hubiese dado, me acurrucaba a su lado y me dormía, a veces en su misma cama. Estaba segura que el no me pondría una mano encima nunca, nunca, y nunca lo hizo. Varias veces, estando acompañada por el, quedé en condiciones y circunstancias un tanto "peligrosas". Por ejemplo, cierto día en una fiesta a la que fui (le dije a papa que solo era una cena de cumpleaños) le echaron algo raro a mi bebida, quedando yo como drogada. Así, sin tener control sobre mis actos, me quité el vestido, quedando solo en ropa interior. Ya no quedaban amigas mías en ese lugar, tan solo Beto, que, como el más caballero de los caballeros, se quitó su camisa de vestir y me la puso. Luego me metió en una habitación y se sentó en la cama, conmigo acurrucada a su lado. No trató nunca de hacerme nada, lo sé porque no me dormí.
¡¡MIRÁ COMO ME DEJÓ ESE HIJO DE PUUUUUUTAAAAAAA!! me puse a llorar sobre su hombro, de la cólera y de la tristeza.
¡Si, es un imbécil Pero vamos a mi hotel Lalita, allí le lavás
Mejor vamos a mi casa, queda no muy lejos
Caminamos hasta mi casa y entramos, inmediatamente me dirigí a mi habitación con mis hijos, después de decirle que se pusiera cómodo, que ya salía. Me bañé con los 3 nenes y me vestí a mil por hora. Cuando salí del cuarto, como 15 minutos después, el estaba mirando las fotos de la sala.
Me da gusto verte sonriente en estas fotos Lalita, se nota que tu relación con el Kike está muy bien ¿verdad?
Si gracias dije mordiéndome mi interior.
¿Y en dónde está el señor de la casa?
De viaje
A pesar de llevar casi 10 años de no vernos, Beto aun podía ver a través de mi como un libro abierto, y por el brillo característico de mis ojos supo que quería llorar. Se me acercó despacio, me tomó de las manos y me susurró tierna y suavemente al oído, "¿qué pasó Lalita?".
Ya no aguanté más, rompí en un fuerte llanto y terminé contándole todo sobre mi vida marital y sexual. Como bien sabrán, mi esposo, cuando se convierte en Kika, es la mujer de Javier y de su propio padre. Ya leyeron esas historias y creo que no tengo que ahondar mucho en ello. Solo diré que, como se imaginarán, esas 2 situaciones me causaron mucho conflicto al principio.
Primero Javier, que en cuanto Kika lo aceptó, se la llevó a vivir con por lo menos un fin de semana al mes. Durante ese tiempo mi esposo se convierte en su esposa, su novia, su amante su puta. Le hace todos los quehaceres de la casa y se deja coger por las noches como a su macho le de la gana. De hecho, se deja coger por todos los hombres que Javier le hubiese aprobado previamente, casi siempre termina metida en orgías en donde ella es la principal atracción.
Un tiempo después, en el marco de esas orgías y aventuras, terminó teniendo sexo con su padre, sin saber que se trataba de el, claro. Mi suegro quedó prendado de la bellaza de su hijo único varón convertido en chica, y le pidió que viviera con el como su mujer. Y así pasó, Kika pasa otro fin de semana al mes con su papá, ocupando el lugar que una vez tuvo su madre.
Lo malo es que esos 2 fines de semana, poco a poco, se fueron volviendo una semana cada uno, con lo que mi esposo pasaba la mitad del tiempo vestido de mujer, viviendo como tal y cogiendo como loco con cualquiera de los 2, lejos de su hogar. 2 semanas al mes fuera, por supuesto que aquello no me hizo mucha gracia a mi, ¿dónde quedábamos sus hijos y yo? Por supuesto que el trataba de compensarlo, pasando todo el tiempo que podía con ellos y conmigo, pero no era suficiente. Además, Kike pasaba vestido de Kika demasiado tiempo, y cuando eso pasa asume por completo la personalidad de una mujer. No niego que es divertido tener una amiga como ella para platicar, pero yo me enamoré de un hombre y no de una mujer.
Por otro lado, Kika es un cero a la izquierda en las cosas que normalmente hacía Kike, como trabajar en nuestra finca y los trabajos manuales de la casa. Esto provocaba que cada día dependiéramos más de Javier y de Tito, mi suegro. Si algo necesitaba ser reparado, y estaba Kika y no Kike, había que llamar a Javier o a don Tito, que siempre venían prestos a darnos una mano y luego se quedaban metidos entre el culo de su viciosa mujer.
Aparte, eso provocaba que el tiempo a su lado se redujera más todavía, pues una vez que llegaba Javier o su papá, se quedaban allí el resto del día. Y Kika, deshaciéndose para atenderlos bien, relegándome a mi a un segundo plano. Es cierto, podía calmar mis ansias de sexo con ellos o con cualquier otro hombre, pero yo amo a Kike y quiero estar con el.
Así, poco a poco, Kike dejó de atender la finca, dejándole la mitad a Javier para que se la administrase, y la otra a su padre, y yo sentía que nos íbamos distanciando lentamente. Me sentía sola, abandonada, relegada. Bianca era un gran consuelo, pero ella no podía irme a ver hasta Zacapa cada vez que yo me sentía mal, lo mismo con mis hermanas, tenía que hacer algo y ese día, ese algo pasó.
Pero Lala cuándo todo esto ocurrió o sea
Yo estaba al tanto de que mi vida daría un giro de 180º desde que acepté la otra faceta de Kike, la verdad es que esto no debería afectarme tanto pero es que se nos salió de las manos, Kike ya no lo puede controlar Kika mucho menos. Y yo, yo puedo hacer más que aceptarlo.
¿Por qué?
Porque la otra salida es que todo esto acabe Beto, perdoname, pero ya no soy la niña inocente que siempre solía ser, tu amiguita linda y pura soy poco menos que una puta. Ya no puedo volver atrás, ya no hay vuelta de hoja, tanto para Kike como para mi. Si yo no acepto esto, todo mi matrimonio se acaba. Lo mismo del lado de Kike
Conmigo no tenés que disculparte Laura
¡Pero es que nunca quise que te enteraras para que no me creyeras una puta!
No te creo eso y te lo repito, a mi no me debés nada como para disculparte de esa forma. Yo soy tu amigo, siempre lo fui y lo seguiré siendo hasta el fin. Mientras tanto, sinceramente, no creo que, si te hace tan infeliz, tengás que continuar con la vida que llevás ahora pero claro, esa es solo mi opinión.
Me tomó de la cara con suavidad y me dio un beso en la frente. Me dejó en la sala, recostada sobre el sofá grande, mientras el se metía en la cocina a preparar algo de comer. En realidad terminó pidiendo pizza pues es una vaca echada en la cocina.
Almorzamos, luego Beto se quedó conmigo por el resto de la tarde, haciéndome compañía, mimándome como cuando solíamos tener 14 o 15. Me sentía extraña, el continuaba siendo aquel amigo que yo tanto quería, pero yo ya no era esa dulce niña que el protegía tanto, yo había cambiado bastante. Ahora lo veía distinto, diferente, ninguno de los 2 éramos niños ya, el ahora era todo un hombre ¡y qué hombre! Medía como 1.90, era fuerte como un árbol y robusto como un toro. Su piel blanca y su cabello negro seguían igual, pero ese par de ojos grises brillaban como con fuego. Y su rostro, otrora angelical y bello, era ahora la cara de un hombre apuesto, guapísimo. Y esa incipiente atracción que siempre sentí hacia el, ahora regresaba con fuerzas renovadas.
Pero no, Beto era solo mi amigo y yo no podía hacer nada más, ya conocía la mayoría de mis puterías pero no quería que me viera como una ramera en toda la regla, aun había que salvar algo de aquella niñita bella que era yo. Pero aun así, me parecía demasiado atractivo.
Platicamos por un rato más, lo invité a que se quedara a la cena y que luego se fuera a su hotel, el aceptó. Preparé fideos y cenamos junto a mis 3 bebés. Claro que a Tonito le di pecho, hecho que prendió la mecha de esa noche. Como lo más natural del mundo (cosa que así es), me abrí 3 botones de mi blusa y me saqué la chiche derecha de mi brasier de maternidad. Aquello no era nada nuevo en la vida de mi amigo, el había crecido toda su vida en medio de mujeres y, definitivamente, había tenido que ver lactar a alguna de ellas. Sin embargo su mirada fija en mi oscuro y crecido pezón, mientras era succionado por Tonito, no pudo menos que calentarme, pero estuvo lejos de molestarme.
¿Qué? ¿Te gustaría estar en el lugar del bebé? le pregunté en tono de broma, el se puso rojo.
¿La verdad?
Si
Pues si es que allí, definitivamente, ¡todo el mundo debe de desaparecer!
¡Alberto José! le dije regañona, pero juguetona a la vez.
¡Perdón! me dijo con cara de niño regañado.
Esas son solo para mi bebé y para el Kike cuando se aparece.
Dichosos Lala, la verdad, después de más de 10 años de conocer, ¡al fin te puedo ver una, aunque sea en los labios de otro, ja, ja, ja, ja, ja!
¡Beto, ja, ja, ja, ja, ja! aquella broma me hizo desatornillarme de la risa.
Una hora después llevé a todos mis nenes a dormir, estaban cansados y no me fue difícil que cayeran como troncos. Mientras tanto, en la sala, Beto me esperaba para despedirse y regresar a su hotel. Curiosamente se me había olvidado cerrarme la camisa, apenas si me medio guardé el pezón, aun continuaba medio caliente. Luego de la broma de mi amigo, nuestras miradas se cruzaron varias veces, eran miraditas cómplices, pícaras, que contenían mucho más de lo que ambos alcanzábamos a adivinar.
¿Querés una cerveza? le pregunté.
No gracias, no me gustan
Nunca te gustaron.
No, nunca pero si te acepto un vaso de jugo. tenía jugo de naranja en la refri, así que le serví un vaso, yo también.
Casi sin pensarlo, me senté a su lado, muy pegada a el, Beto no quitó, ni se trató de correr. Entonces un silencio tenso apareció entre nosotros, ninguno adivinada qué decir para romperlo. Lo cierto es que no había mucho qué decir, especialmente cuando me quedé viendo como tonta ese hermoso par de ojos grises que el tiene.
¿Lalita? me preguntó, sacándome de mi asombro.
¡Ay, perdón Beto! ¡Es que me distraje! ¡Tus ojos son bonitos!
Gracias lo tuyos también
Los míos son cafés sin gracia
Claro que no, brillas como una estrella. Siempre han sido brillantes, puros, profundos.
¡Qué tierno! dije tomándolo de la mano.
Para cuando reaccioné, no atiné a quitar mi mano de la de el. Y más aun, el me la estrechó, no quería que me separara. Y sin pensarlo ninguno de los 2, nos acercamos lentamente hasta sellar nuestros labios en un apasionado beso. Primero fue suave, luego más intenso hasta que nuestras lenguas se fusionaron en una sola, el me estrechaba entre sus gruesos brazos contra su fuerte pecho, besaba tan rico.
Nos separamos al cabo de unos minutos, nuestras miradas habían cambiado, éramos como 2 extraños, pero que a la vez se conocían desde siempre. Mi blusa se había abierto y mi teta se me salió, asomándose curiosa por encima del sostén. Por mi lactancia había tenido problemas con mis sostenes, no me gustaban los grandotes, y los que tenía apenas si me quedaban. Los ojos se le abrieron a Beto, mirándome con cara de niño. Yo, que lo conozco muy bien, sabía lo que quería, y yo misma lo invité.
Nene, ¿quiere chiche el nene?
No necesitó que le dijera nada más, se me acercó y se puso a palpármela, mientras yo echaba la cabeza hacia atrás para gozar de sus suaves caricias. La leche brotó de mi pecho suavemente ante su presión, sus ojos se brillaron cuando vieron ese chorrito surcar el aire. Bajó lentamente y le dio un beso, luego me sacó la otra y la besó también. Con la punta de su lengua recogía las gotitas que hacía salir mediante suaves apretones, me estaba ordeñando y lamiendo mi lecho simultáneamente, y yo me calentaba cada vez más.
Uno a uno, captura mi pezones oscuros con sus labios y succiona con algo de fuerza, bebiéndose el raudal blanco que de allí sale. Nunca he tenido problemas para producir leche, de hecho, siempre produje más de lo que mis bebés se podían tomar. Supongo que mi esposo favoreció esta situación, pues siempre se ponía a mamármelos por las noches, y recuerden, lo que hace producir la leche no son solo las hormonas o un bebés, la estimulación oral del pezón juega un papel fundamental.
Mientras me chupaba los senos, me iba quitando poco a poco la ropa, yo hacía otro poco la de el, desabrochándole los botones de su camisa. Me di cuenta de que su físico era tremendo, Beto se había convertido en un hombre sumamente musculoso y deseable. Su pecho ancho estaba cubierto de una fina capa de vello, perfectamente recortado y arreglado, que cubría unos pectorales enormes y se continuaba hasta cubrir unos abdominales perfectamente bien marcados, sobre un vientre plano y duro. Su espalda era igualmente fuerte y ancha, muy marcada por el ejercicio. Sus brazos, como ya dije, gruesos y definidos, sus piernas duras y robustas, igualmente bien definidas. Y ese hermosos trasero que nos hacía suspirar a todas a los 15, estaba hecho de 2 de las nalgas masculinas más grandes y hermosas que he visto, tan solo superadas por las de mi Kike. En resumen, Beto estaba para comérselo.
Me tendió desnuda sobre el sofá, tan solo con mis braguitas negras puestas. Se quedó impresionado por mi cuerpo moreno, de curvas generosas y pronunciadas, unidas por una cintura estrecha, como de hormiguita. Mis turgentes y grandes nalgas eran las delicias de los transeúntes que caminaban detrás de mi por la calle, y mis senos, crecidos una barbaridad por la lactancia, amenazaban con romper todos mis sostenes.
Lo tomé de las nalgas e hice que adelantara su cuerpo, hasta sentarlo sobre mi abdomen. Así, una enorme verga de no menos de 20 cm queda frente a mi, tiesa, horizontal, rígida, palpitante. Se la agarro con una mano y con mis labios se la envuelvo con mi lengua, empapándola de mi saliva antes de engullirla ávidamente. Le chupó el glande, apenas un poco más grueso que el resto, y lo succiono como a un helado. Luego me la saco y la rodeó con mis senos, que gracias a la hinchazón del embarazo la logran envolver por completo. Así le empiezo a hacer un deliciosa paja rusa, que en algunos países también le dicen cubana.
Beto entrelazó sus dedos con los míos que mantenían mis senos alrededor de su duro pene, pronto el mismo comenzó a embestir como si me estuviera cogiendo por la vagina o por el culo, incluso por la boca. Chorritos de leche se me salían de los pezones, embadurnándome las mamas, su verga y sus piernas, aquello no calentaba más todavía.
Quitate las braguitas Lalita me dijo, y yo obedezco rápidamente, dejándole mi oscuro y despeinado matorral de vello púbico a su disposición.
Generalmente lo llevo recortado en forma de V o de triángulo, pero dada mi reciente (y por tercera y orgullosa vez) maternidad, lo había descuidado un poco, dejándolo crecer como un pequeño matorral. Además, el abandono de mi esposo no me motivaba a cuidarlo más.
Beto se arrodilló, yo me senté con las piernas abiertas, ya sabía lo que iba a hacer y yo lo estaba deseando mucho. Hundió su boca y nariz dentro de mi vulva, lamiendo con hambre, como queriendo arrancármela. Mordisqueaba suavemente mi clítoris, comprobando rápidamente lo fácil que se me dan los orgasmos cuando inundé su boca. Luego el se paró, con su tremendo palo apuntándome a la cara, su rostro estaba lleno de mis flujos y de mi placer, y yo lo esperaba ansiosa con las piernas abiertas y levantadas en el aire.
¡Ay Lalita, no tenés idea de cuántas veces te imaginé verte así!
Ojalá no te esté defraudando
¡Qué va, esto es mil veces mejor que la realidad! pero Laura, no traigo condones
Yo tampoco tengo aquí pero no importa, yo confía en ti. le dije tendiéndole la mano e invitándolo a consumar de una buena vez todo.
Se tendió sobre mi, recostada yo sobre el sofá, ambos con un pié apoyado en el suelo. Pude sentirle encima, rozando con el glande de su mástil mi delicada vulva, jugueteando con mis pezones, estrujando mis tetas y bebiéndose su leche. Lentamente me penetró, me sentí llena a fondo, y comenzó a darme, primero suave, pero al ve como movía mis caderas para acelerar las penetraciones, aceleró con fuerza.
Comencé a gemir con fuerza, el tenía uno de sus brazos bajo mi cabeza para cercarla a la suya y poder besarme, la otra me agarraba de las nalgas, llegándome a meter un dedo entre mi culito apretado. Y a medida que la cogida avanzaba, ambos nos desinhibíamos más.
¡¡¡LALA!!! ¡¡¡LALA!!! ¡¡¡NO SABÉS CUÁNTO TE DESEÉ LALITA!!!
¡¡¡¡BETO, DALE DURO BETO!!!! ¡¡¡ROMPEME ADENTRO!!! ¡¡¡PARTIME EN DOOOOSSS!!!
Mis piernas acabaron sobre sus hombros y el echado sobre mi, sostenido de sus fuertes brazos a cada lado de mi cabeza. A cada golpe de sus caderas, mis rodillas casi rozaban mis oídos, mis caderas estaba prácticamente en el aire, y ese semental se me venía encima con más fuerza cada vez. Su sudor caía a goterones sobre mi piel morena empapada, mis flujos salían como ríos por mi vagina. Lástima que no habían espejos en mi sala, hubiera podido ver el imponente físico con ese hombre de 1.90, cayéndome encima con toda su fuerza, a mi, una diminuta mujercita de 1.65 de estatura, delgada y menuda. Seguro que solo con esa imagen había terminado varias veces más.
Por fin, luego de 15 minutos de una deliciosa y tremenda cogida, luego de por lo menos 3 orgasmos míos, Beto daba señales de querer terminar. Así acabó, estábamos tan calientes los 2 que ni le dio tiempo de sacármela, ni yo me di cuenta de que se venía en mi interior, hasta que sentí sus calientes chorros inundarme y su semen saliéndoseme por los laterales de mi sexo.
Después, desnudos aun, me llevó en sus brazos hasta mi habitación, en donde se acostó a mi lado, abrazándome mientras yo lo empiernaba, quedando profundamente dormidos los 2, satisfechos y sin pensar ni un minuto en el siguiente día eso lo arreglaríamos después.
Continuará
Garganta de Cuero.
P.D.: pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos y abrazos.