Alberto, el autospista

Nunca imaginé que recoger a un autospista pudiera hacer realidad mis sueños.

Eran las 23:30, aquella noche regresaba de Miranda a Vitoria, acababa de cenar en casa de unos amigos. Iba a tomar la autovía cuando lo vi. Era un joven de entre 25 y 30 años, llevaba una sudadera azul y cargaba con una mochila bastante grande. La noche era oscura y un chirimiri persistente estaba cayendo. No soy persona que recoja a autostopistas, pero la lluvia, la hora, y lo cargado que iba me hizo detener el coche.

  • ¡Hola!, ¿A dónde vas?
  • Voy sin rumbo fijo, me da igual. – contestó él.
  • Sube, deja la mochila atrás en el portaequipajes.

Alberto, que así se llamaba, dejo la mochila y se sentó junto a mi. Durante un breve tiempo estuvimos hablando. Sus padres le habían tirado de casa, y llevaba desde Burgos caminando sin rumbo fijo. Estaba cansado y sus ojos se iban cerrando.

  • Duerme un rato, hasta que lleguemos a Vitoria.

Él se durmió y su mano izquierda quedó reposada en mi muslo, yo no dije nada y deje que durmiera tranquilamente. La climatología adversa me hizo ir despacio, mientras sentía el calor de su mano sobre mi muslo.

Ya estábamos llegando cerca de mi casa, cuando lo desperté suavemente.

  • Despierta, Alberto, ya estamos en Vitoria, ¿Qué piensas hacer?

Él, medio dormido todavía, me dijo:

  • No lo sé, me imagino que seguiré caminando.
  • Bueno, verás te veo muy cansado, y lo mejor es que esta noche, tal y como está el clima, lo mejor es que descanses. Si no te importa, puedes venir a mi casa y dormir, mañana ya hablaremos.
  • Si a ti no te molesta, yo no tengo nada que decir – respondió él.

Y así fue como Alberto entró en mi casa.

Dentro de casa, lo primero que le pregunté fue

  • ¿Has cenado?
  • No, pero tranquilo merendé un poco en Pancorbo, estoy muy cansado y lo que necesito es dormir.
  • Si no te importa, te preparo aunque sea un pequeño bocadillo y después te acompaño al cuarto para que descanses.
  • Bueno, acepto la propuesta.

Le preparé un pequeño bocadillo de jamón y queso que él engulló bastante rápidamente.

  • ¿Quieres algo más?
  • No, gracias. Lo que necesito es descansar.

Le acompañé a la habitación de invitados y él se desnudó rápidamente metiéndose en la cama

  • Si quieres puedo lavar tu ropa y meterla en la secadora, así mañana, la tendrás limpia- le dije yo
  • Vale, gracias – me contestó
  • Yo duermo en la habitación de al lado, si necesitas algo no dudes en despertarme.

Recogí su ropa y le dije:

  • ¿Me das el calzoncillo?
  • Sí, claro, - se lo quitó dentro de la cama y me lo dio.

Al instante se quedó dormido.

Yo recogí su ropa y antes de meterla en lavadora, me puse a olerla. Olía a macho, su camisa desprendía el olor de sus axilas, un olor fuerte pero a la vez agradable. Sus calcetines dejaban el olor característico de los pies, pero su calzoncillo, ¡buff!, desprendían un olor fantástico. Era una mezcla entre olor a macho, a orín y a semen mezclado con el sudor típico de un culo sudado que me embriagó. Mi polla la verdad, reaccionó y se puso erecta sin que yo nada pudiera hacer. Tengo que decir que a mí los olores de las zonas genitales me fascinan y me excitan mucho.

Tomé su ropa y la metí en la lavadora, y mientras se lavaba, esperé sentado viendo la tele, pero no podía dejar de pensar en ese olor tan formidable de sus calzoncillos. Mi pene no bajaba su erección, así que me puse a ver una película porno gay y acabé masturbándome. Una vez que la lavadora terminó, metí la ropa en la secadora y me fui a dormir.

La paja que me había hecho resultó bastante estimulante y terminé agotado por lo que necesitaba dormir. Me acosté y enseguida mis ojos se cerraron.

Eran las 3 de la madrugada más o menos, cuando un chillido me despertó, encendí la luz de la mesilla de noche y me levanté. Iba en pantalón de pijama, me acerqué a la habitación donde descansaba Alberto, abrí la puerta despacio y comprobé que el chillido procedía de allí. Estaba teniendo una pesadilla y sólo repetía

  • No, no, lo siento. No volverá a suceder, de verdad.

Me acerqué a él, le cogí la mano y le susurraba

  • Tranquilo, Alberto, seguro que no volverá a suceder

Encendí la lámpara de la mesilla de noche y él abrió los ojos

  • ¿Qué pasa?,- me preguntó algo confundido
  • Nada, tranquilo, parece que tenías una pesadilla
  • ¿Sí?, lo siento
  • ¿Quieres que me quede aquí contigo?
  • Bueno, por mí, mejor.

Así que me metí en la cama con él, yo seguía sujetando su mano y él volvió a dormirse enseguida.

Apagué la luz. Estaba dispuesto a dormir con aquel extraño, sujetando su mano. El olor de su cuerpo me excitaba pero sabía que no debía hacer nada. Él se dio la vuelta hacia a mí y me agarró por cintura. Su pene estaba erecto y yo lo notaba pegado a mi culo rozando mi pijama. Así estuvimos toda la noche, los dos descansamos y dormimos como angelitos.

Sobre las nueve de la mañana me desperté, el seguía agarrando mi barriga con su mano, y su pene seguía erecto, pegado a mi culo. Su olor corporal me estaba haciendo entrar en una nueva erección, pero no sabía que hacer, si seguir en es postura o levantarme suavemente y marcharme.

Al final decidí, levantarme y separar su mano con suavidad, estaba a punto de salir de la cama, cuando se despertó.

  • Lo siento, perdona, te estoy dando muchas molestias.
  • Tranquilo, no es nada, sé lo que es tener pesadillas y necesitar que alguien esté junto a ti para tranquilizarte.
  • Necesito contarte algo, pero no se si eso empeorará las cosas – me dijo
  • Eres libre de contar lo que quieras, yo te he ayudado porque he querido- le dije yo – si quieres nos levantamos y mientras desayunamos hablamos.
  • Vale, me parece bien.

Salí de la cama y al levantarme , él lo hizo también, estaba desnudo, su cuerpo era precioso, tenía vello por todo su pecho y parte de la espalda, su polla aunque no muy grande, era hermosa, y sin circuncidar, lo cual me excitaba más, y me pene enseguida reaccionó con una erección, que él vio y que yo intenté disimular.

  • Anda ponte algo mientras yo bajo a preparar el desayuno
  • Sí enseguida bajo.

Yo bajé hacia la cocina, mientras él sacaba un slip de su mochila y se cubría sus partes íntimas. Fue al baño y tras orinar, bajo a la cocina. Y empezamos a desayunar y él comenzó a hablar.

  • Soy el tercero de cuatro hermanos, mi padre es un médico muy conocido en Burgos, y resulta que yo soy homosexual. Siempre lo he llevado en silencio, me masturbaba entrando en páginas de Internet o oliendo los calzoncillos de mis hermanos y mi padre, pero nunca había estado con nadie. Este último año quise tener relaciones íntimas. Como no conocía a nadie empecé a frecuentar un parque donde se ponen los chaperos, y allí es donde conocí a un hombre con el que tuve mis primeras experiencias. Un día me llevó a un hotel de las afueras y al acabar de estar juntos me disponía a salir de la habitación cuando me encontré con mi padre que salvia de otra habitación donde él se estaba viendo con su amante. Mi padre sorprendido quiso saber con quien estaba y entró a la habitación descubriendo que yo estaba con un hombre que además era un importante empresario al que él conocía por ser su paciente. No veas la que se montó. Había descubierto que mi padre tenía una amante y mi padre descubrió que yo me acostaba cobrando con uno de sus pacientes.

Yo escuchaba tranquilo lo que él me contaba.

  • Mi padre, reaccionó de la forma más imprevisible y me tiró de casa, yo le supliqué que no lo hiciera, que no volvería a hacerlo más. Pero él recogió toda mi ropa, me la puso en la mochila y me echó, Me dijo que no quería verme por Burgos, que me fuera lejos. Así es como empecé a caminar hacia el norte. Llevo más de tres días andando. He dormido en la calle, y en un área de servicio, donde tuve relaciones con un camionero portugués a cambio de un bocata para poder comer algo. Estoy totalmente desorientado y confundido, yo no quería que esto sucediera.

Unas lágrimas corrían por sus mejillas. Yo me acerqué le puse la mano sobre el hombro y le besé en la cara, mientras le decía, tranquilo Alberto, no llores más.

Él me abrazó y los dos notamos que nuestros penes estaban excitados. Su mano se posó sobre mi muslo y mientras acercaba sus labios hacia los míos me acariciaba despacio. Así fue como nuestros labios se juntaron y un beso en la boca se transformó en un intercambio de saliva y de fluidos. Nuestra lenguas jugaban y recorrían la cavidad bucal, buscándose, mientras nuestras manos recorrían acariciando nuestro cuerpo.

Nos levantamos y nos fuimos a su cuarto cogidos de la mano. Al llegar el me dijo - ¿quieres que me duche primero?, llevo tres días sin hacerlo y debo oler mal.

  • Para nada, le contesté yo. Necesito de ese olor que desprendes es junto lo que mas me gusta.

Se quitó el calzoncillo y se tumbo desnudo. Yo me quite el pantalón de pijama y también desnudo comencé a besarlo. Mi lengua y mi nariz, necesitaban recorrer todo su cuerpo, así que empecé po lamer los lóbulos de sus orejas, su cuello, lentamente aspiraba sus olores mientras con mi boca le besaba despacio para después lamerlo. Él se dejaba hacer. Llegué a sus axilas, levanté sus brazos, mis narices entraron en su mata de pelo, las olí, y las besé. Él se estremeció. Después baje a sus pezones, que reaccionaron en cuanto mi lengua los rozo, se pusieron duros y tensos, los besé, los lamí, mientras él con los ojos cerrados, se retorcía. Seguí lamiendo su mata de vello, llegando hasta el ombligo, el cual besé y lamí. Hubiera seguido hacia sus partes más íntimas, pero quería antes disfrutar de sus pies, de su olor y su sabor. Cuando él se percató de lo que iba a hacer, los retiró diciendo.

  • No, llevo más de tres días andando y seguro que huelen que apesta.
  • Tranquilo, Alberto, esto es algo de lo que a mí más me excita, tú déjate hacer y disfruta.

Al final el accedió, yo agarré uno de sus pies y empecé a besar sus dedos uno a uno, después comencé a chuparlos suavemente y así le hice gozar, su pene emitía flujos preseminales babeando y goteando intensamente. Subí lamiendo sus piernas hasta llegar a sus inglés y allí mi nariz, aspiró sus olores y mi lengua no dejo un solo hueco por recorrer, la metí entre sus huevos y la pierna, y él no pudo más descargando su leche espesa y calida que salió como la lava sale del cráter. La visión de su corrida hizo que yo envíen me viniera y mi polla descargó su leche de una forma intensa derramándose sobre sus piernas.

  • Lo siento, no podía más – me dijo él.
  • No te preocupes, era algo que tenía que suceder.

Yo no quería que esto terminara, así que me puse a lamer su huevos y su polla limpiándola de toda su corrida, llegué a su glande y con mis labios le baje el prepucio, mientras mi lengua limpiaba los restos de su semen y claro está los restos de una polla que no ha recibido la higiene que necesita durante tres días, Su pene se puso enseguida en erección y el mío también.

Quería darle placer, que lo pasara bien, pero también quería llegar a su culo porque sabía que su olor y su sabor me iban a enloquecer y así le propuse hacer un sesenta y nueve. Él se colocó en la posición adecuada y empezó a lamer mis huevos y mi polla con delicadeza, los besaba, los lamía, se los metía en la boca. Yo mientras hacía lo propio, pero acercando mi nariz lo más próximo a su culo. Él comprendió lo que quería y me facilitó las cosas, Se volteó y abrió su culo delante de mi cara. Su olor me enloqueció. Y mi lengua empezó a lamer, limpiando sus pelos de pequeños restos de su última defecación. Al fin llegué a su agujero, lo lamí haciendo círculos y mi lengua al fin entró en él. Alberto se retorcía de placer, de gusto, estaba a punto de volverse a correr, pero yo no quería que eso sucediera, así que apreté sus huevos y una mueca de dolor apareció en su cara.

  • Perdona,- le dije- no quiero que te corras todavía.
  • Quiero que me poseas me dijo él, sentirte dentro de mí

Abrió su culo y colocó sus rodillas sobre mis hombros, mi polla entró poco a poco, despacio, sin prisas. Su culo dilatado, dejaba que entrará, la verdad no tengo una polla muy grande, pero si algo gruesa, así que seguí perforando su ano, hasta que estuvo dentro. Empecé con unas embestidas suaves, pero él empezó a moverse mas rápido, yo sabía que iba a soltar toda mi leche en cualquier momento y él también lo intuía, el momento llegó y mientras las primera gotas de mi semen llenaban su agujero, su polla soltaba también su semen en grandes trallazos que cubrían su pechera negra peluda de una capa blanca pastosa. Los dos acabamos exhaustos, pero yo necesitaba lamer su pecho y su culo, para que nuestros fluidos se juntaran en mi boca y después unirnos en un beso. Y es lo que hice, limpie primero su culo recogiendo mi leche y después su pecho recogiendo la suya, y cuando las dos se juntaron en mi boca, me acerqué a la suya y me fundí en un beso con la suya.

Desde ese momento sabía que Alberto se quedaría conmigo y viviríamos nuevas experiencias que los dos habíamos soñado mas de una vez. Pero eso lo dejo para otro momento.