Alberto.....

Recordaba nuestros reencuentros, apasionados y jugosos como son todos los polvos reconciliatorios…tu pidiendo más y más, ordenando que te atravesara, que la clavara fuerte, sin piedad, con más brío, despiadado, casi hasta hacerte daño. Yo me asustada pero tu clavabas uñas, gritabas, movías tus caderas hasta chocar con las mías….clavabas tus tobillas entre mis muslos, mordías hasta rasgar sábana…”!Dios mío, Dios mío! ¡Que polla más grande!”….jadeabas.

Entre Alberto y Roberto estaba ella…

La descubrí entre los humos del “Greetings”, aquel barucho irlandés donde los monólogos andaban desgraciados y tan solo podían soportarse a base de muchos tragos.

La cerveza era lo mejor en aquel local con poca salsa, escasa solera y menos espacio.

Pero a ella le atraía y tras nuestra reconciliación, estaba dispuesto a todo, incluso a soportar un local como aquel donde la ropa se impregnaba de nicotina y todos los pisotones iban directos a marcar mis zapatos.

Tu no lo sabías.

Yo si.

Y por eso estaba allí….porque me dijiste que allí los encontraríamos….los que surgieron cuando nos separamos…antes del reencuentro, antes de descubrir que nuestras diferencias eran poca cosa en comparación con lo que nos echábamos de menos.

Me los presentaste…Clara….Olivia…Abel….Roberto….Alberto….Antonio…

A Antonio le apreté la mano sin prestar de atención más que lo justo.

Los ojos, la comparativa, el cálculo se quedaron con Alberto.

El no hacía desprecios pero estaba claro que iba a lo suyo…cerveza en mano, oteando sobre el rebaño, catando si en el garito respiraba algo más interesante que la curiosidad de tu novio.

Saqué la excusa de ir al baño.

Tardé cinco minutos y al volver…ya estabais charlando.

En torno vuestro no parecía haber ni humo, ni empujones, ni agobio, ni decibelios, ni pesados.

Ni tan siquiera yo que quedé a cinco pasos, convertido en un solitario de barra mirando sin rumbo entre desconocidos.

Tuve suerte.

Clara se compadeció y surgió entre la bruma para dar conversación mientras vosotros ibais a lo suyo entre sonrisas, roces tontos y miradas.

Tu no lo sabías.

Yo si.

Y también Clara.

Por eso tentaba la solidez de su lengua a medida que esta se perdía, aligerada por la cerveza….jaleé su indiscreción invitando ronda tras ronda hasta conseguir que sus ojos hiciera chispa y su boca diera cuerda.

Lo hice consciente y traidoramente….necesitaba que alguien me lo dijera, me lo contara y no ibas a ser tu desde luego, con tu piel enrojecida a poco que te lo preguntara….”no estuve con nadie”…y yo sabía que era mentira.

-         Lo llevas bien – me dijo.

-         ¿Lo de Alberto?. Es normal. Fueron seis meses. Nadie aguanta medio año sin echar un polvo.

-         Pero es que Alberto….en la cama…es Alberto.

-         ¡No será para tanto! – respondí intentando no evidenciar la taquicardia rabiosa que supuraba - ¿No me vas a decir que tu también te lo has trajinado?.

-         ¡Bufff si! – contestó dando por evidente que aquel polvo, fue el mejor de unos cuantos – ¡Y este es de los que vicia!.

-         Entre sábanas no hay tantas diferencias.

-         Desde luego que no…sobre todo si la tienes de veintitrés centímetros.

No, no la tenía y fue allí cuando di un largo trago....sopesé el alcohol entre la muelas y lo mandé a la garganta mirando tu ausencia….pensando lo puta que eras.

Recordaba nuestros reencuentros, apasionados y jugosos como son todos los polvos reconciliatorios…tu pidiendo más y más, ordenando que te atravesara, que la clavara fuerte, sin piedad, con más brío, despiadado, casi hasta hacerte daño.

Yo me asustada pero tu clavabas uñas, gritabas, movías tus caderas hasta chocar con las mías….clavabas tus tobillas entre mis muslos, mordías hasta rasgar sábana…”!Dios mío, Dios mío! ¡Que polla más grande!”….jadeabas.

Aquello era nuevo.

Sabías que yo era del montón pero ahora lo comprendía.

-         Tu chica se vició – confesó – Andaba todo el día atada a el como una perra encelada. Un día me confesó que se lo consentía todo, que nunca le negaba nada…que por su capricho, se la había chupado en mitad de un parque público, a la luz, al mediodía. Y que lo hizo hasta tragarse toda su lefa

-         ¿Tu que pasa que no te la tragas?

-         No todas las chicas lo hacemos…pero Alberto…. Si, el cabrón de Alberto es de estos tíos que haces lo que te pida…aunque joda o humille…te convence, te hace probar y luego ya no puedes seguir sin esa droga…no tiene límite, no tiene frontera y hace que quien folla con el no la tenga….como cuando tu chica se lo dejó hacer hasta el final, en plan duro, a golpes y a pelo.

-         ¿A pelo? – ella nunca tomaba la píldora…no le gustaba la química, lo extraño, el laboratorio. En diez años jamás me dejó juguetear no más que con la idea…”retírate cielo que no quiero sustos”.

-         Si. El tío se la estuvo follando a base de bien sobre el sofá de su apartamento – el mismo donde esa misma tarde nos acaramelamos con una de esas películas ñoñas de besos y sin argumentos – Ella me contaba que nunca había gritado tanto, que la sentía hasta las entrañas, que le dolían las piernas de cuando Alberto se las agarró por los tobillos para abrírselas y darle caña de la buena. Se le corrió tres veces y cuando el le gritó que se venía, ella le rogó que se vaciara dentro – mi mujer tan precavida, tan contenida, años pensando que en la cama siempre gozaba manteniendo medio abierta la represa….en una mano la polla, en otra los rosarios.

-         ¿Y de eso hace…?.

-         ¡Buf apenas llevabais dos semanas separados!.

-         ¿Dos semanas? – era incapaz de ocultar la sorpresa. Yo, el confiado y seguro, necesité dos meses para conseguir enrollarme sin sexo con la primera. Yo a base de besitos y ella follada por una verga de 23 centímetros, a puro pelo y como una hembra…nada de mujer, de señora, de respeto….como una hembra a la que dejar corrida, agotada y deshecha.

-         Al día siguiente la acompañé a tomar la píldora y en los mareos estuve con ella.

-         ¿Y Alberto?.

-         El es de los que pasa de estas cosas. A mi también me lo hizo. Y a casi todas. Me folló a cuatro y se corrió sin avisar, sin remedio…ummm- parecía ponerse húmeda con solo recordarlo. Mordió su labio, cerró los ojos -  Al día siguiente no me llamó, ni al otro…lo hizo tres semanas después cuando se quedó sin su nuevo coño.

-         ¿Y vosotras las igualitarias calláis ante alguien que os hace esto?.

-         No eres tía chaval, no sabes lo que es tener un hombre así entre las piernas…es, no se, un mono…si un puto mono.

Los veía hablar sin que ellos vieran.

La veía y no podía dejar de quererla aunque tampoco de imaginar como Alberto y sus veintitrés centímetros la había destrozado en la cama, en el sofá, sobre el sofá del coche, en los jardines del Retiro, con las piernas rodeando su cintura, no la mía y el empujando como una bestia musculosa, entre bufidos, entre sudor y gemidos, entre los gritos de mi chica suplicando por otra corrida.

Los veía y la deseaba, como nunca…porque no me importaba.

Noté la mano de Clara sobre mi paquete y como lo agarraba con fuerza de borracha.

La meció, la sopesó…si lo estaba ya, la puso aun más dura.

-         Oye. No estas nada mal…aunque no sean veintitantos.

Me aparte sin que ella pareciera ofendida.

-         No – dije señalando con la barbilla a mi novia. Me sentía de su pertenencia

-         Bueno, pues entonces asume que serás un cornudo…puede que esta misma noche, puede que ya esté inventando una excusa. Nunca te dejará no sufras. Tu chica no es tonta. Alberto folla ¡Dios como folla!...pero no ama. Y repetirá una y cientos….eso seguro. Por cierto. ¿Sabes ya lo de Roberto?.

Pd: este relato es real al 50%....mi chica se acostó tres meses más con Alberto sin que ella supiera que yo sabía. Ahora saco provecho y aprendo...nuestra vida sexual es novedosa y plena...hacemos y nos pedimos mucho más...vamos poco a poco rompiendo paredes. Nunca más volvió a verlo.