Alberca

Un día aburrido, se convirtió en una sabrosa experiencia que aún hace que me moje al recordarla.

Alberca

Estoy sentada en la terraza del club, aburrida hasta el cansancio. No hay nadie a estas horas en la alberca por ser martes y probablemente no venga ninguna de mis amigas. «Que fastidio» , pienso.

Mi traje de baño, compuesto por dos piezas color beige, visto a la distancia me hace parecer como si no trajera nada puesto. Desde hace unos diez minutos, el muchacho que limpia el agua de la alberca me mira con insistencia, es apenas un chico de quizá veinte años. «No esta feo» , pienso.

Después de esperar un poco más y sin pensarlo mucho, decido quitarme la parte superior del bikini. Mis tetas se bambolean y mis pezones se erizan… Tomo la crema bronceadora y suavemente unto mis hombros, mi cuello, mi cara y mis senos... El muchacho me mira con insistencia y me incomoda, parece que nunca hubiera contemplado unas tetotas como las mías… Pongo algo de crema en mis piernas y después de esto, me acuesto bocabajo; una suave somnolencia me inunda y casi me quedo dormida.

Disculpe señorita… - es la voz del chico que me sobresalta.

Levanto la mirada y a contraluz no distingo sus facciones.

Es que tengo que limpiar esta zona… -, me dice con algo de pena.

Esta bien, no se preocupe… -, le digo y me levanto sin recordar que mis senos están al aire.

Me alcanza y me extiende el brazo, mostrándome el brasier que he dejado en la tumbona.

¡Ay, gracias!... -, exclamo y casi automáticamente me cubro los senos.

Lo miro a los ojos y me doy cuenta de que le gusta lo que ve. Pienso para mis adentros que el chico es guapo, además es bastante alto; quizá 1.85. Es el tipo de hombre perfecto para una mujer de apenas 1.65, como yo. Me dirijo a otro sitio de la piscina pero exagero mi contoneo al andar, sabiendo que el hombre no me quita la mirada de encima, muevo mi redondo culo con zalamería, y descuidadamente paso mi mano por mis ricas nalgas y me acomodo el calzón; me acaricio y dentro de mí pienso que el hombre comienza a excitarse.

Con el pretexto de arreglar la sandalia, me agacho y deliberadamente le muestro lo nalgona que estoy, como diciéndole: «Mira papacito lo que te podrías comer si quisieras… » . No es la primera vez que actúo de esta forma, pues lo puta lo traigo en la sangre; siento, no me puedo controlar... Cuando veo un chico que me gusta siento como si la ropa me estorbara y no puedo controlar las ganas de hacerle saber que estoy a su disposición.

Me recuesto en la siguiente tumbona, a unos diez metros de donde se encuentra él. Lo miro de reojo y me doy cuenta de que su short muestra ahora un bulto en la parte frontal. Me acuesto bocabajo y suspiro pensando que quizá todo es cosa de mi fantasía y de mis deseos… Pero han pasado más de diez minutos y parece que la mañana va a seguir tan aburrida como hasta ahora.

De pronto, una mano suave pasa con timidez por encima de mi espalda. No me muevo pero sé quien es el intruso. Gimo mientras dos manos recorren el largo y ancho de mi espalda. El deseo crece dentro de mí y no puedo reprimir las palabras.

Mas abajo, por favor… -, digo en el colmo de la cachondería, y las manos se desplazan con confianza por mis redondas y paradas nalgas.

Toma la tela del calzón y la meten entre mis nalguitas, y para serles sincera, nunca he podido soportar eso, de inmediato me mojo. Aprieto los labios mientras una boca recorre mi culo, las manos las separan y una lengua ardiente busca los rincones más íntimos de mi sexualidad. Presa de un deseo frenético, levanto levemente mi trasero, invitándolo. El muchacho me toma de las ancas y las levanta con decisión, de un tirón baja mi bikini hasta las rodillas y comienza a chupar con fuerza. Me muerdo un puño mientras siento que el calor sube por entre mis piernas y se que no me tarda en llegar el orgasmo.

¡Ahhh, así!… -

Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Volteo a la derecha, y mi atrevido asaltante esgrime su endurecido garrote que está a escasos centímetros de mi cara y no puedo evitar las ganas de posesionarme de él. Me siento y acerco mi boca a la babeante verga. Se la pelo por completo, y la saludo con mi lengua primero, recorro centímetro a centímetro el falo que se yergue ante mi ansiosa boquita. Miro al chico a los ojos, le gusta. Puedo adivinar que lo esta disfrutando y me esmero en corresponder a sus caricias.

Muevo la mano derecha de arriba hacia abajo mientras con la mano izquierda, colocada en su trasero, lo atraigo hacia mí. Suavemente separa mi rostro, me pone de pie y tomándome por las nalgas me carga, rodeo con mis piernas sus caderas. Siento un deseo infinito de morder su cuello mientras su enorme verga me desgarra por dentro… Chillo y lanzo grititos de placer mientras me coge… Un dedito suyo, colocado en mi ano, entra y sale al tiempo que bombea con fuerza. No puedo más, pues alcanzo un segundo orgasmo, él se da cuenta y me aprieta los senos con placer, como si quisiera extraer leche de ellos.

Bajo los pies al piso, me agacho y él toma mi cabeza, la dirige una vez más hacía su tranca y con la boca, atrapo la amoratada cabezota que aún lagrimea mis jugos.

Mámame la verga… -, me dice con autoridad.

Comienza a mover sus caderas obligándome a tragarme todo su chile, el vaivén me enloquece, y él, aunque está bastante macanudo, lo hace con maestría para no ahogarme. Muevo las manos y se la chupo cada vez más rápido hasta sentir que un chorro de esperma inunda mi boquita; misión cumplida.

Unos cuantos minutos después, nos despedimos.

¡Qué bueno que no vino nadie!... -, musito en silencio.

Paty

la_hembra@yahoo.com