Albañil

La protagonista trabaja de albañil en la construcción de un edificio nuevo. Según va entrando el verano. El calor hace que todos aligeren la ropa. Después de una tarde de provocaciones se desata la orgia.

Chica albañil en un caluroso verano.

Provocando a sus compañeros.

Empecé a trabajar en la construcción a principios de año. Con el frio, cubierta hasta las orejas con tantas capas de ropa cono podía, ninguno de los otros trabajadores,  albañiles, fontaneros, electricistas o lo que fueran no podrían adivinar mis formas. Aparte de la extrañeza de ver a una chica trabajando en una obra ellos no podían saber mucho de mi.

Según iba avanzando el año y haciendo mas calor usaba menos ropa, igual que ellos. Pero el ancho mono de trabajo aún disimulaba mi cuerpo. Hasta que uno de ellos dejó de usarlo y lo sustituyó por short vaquero y una ajustada camiseta. Evidentemente el levantar ladrillos es un buen ejercicio y su cuerpo fibroso y sus músculos duros así lo demostraban.

Mas de una vez me quedé mirándolo pensando en lo que ocultaba la camiseta. Más bien poco, por que su definido torso se marcaba perfectamente. Incluso si alguna brisa fría llegaba a un piso alto y nos pillaba juntos, podía ver sus duros pezones marcándose  en el algodón. Otros fueron imitándolo.

Lógicamente había de todo, aunque la mayoría eran relativamente jóvenes y estaban bastante bien. Algunos maduretes lucían sus barrigas cerveceras en clásicas camisetas blancas de tirantes. A ver, que no es que yo sea muy escogida y dependiendo del nivel de alcohol en sangre alguna vez me he tirado a alguno e incluso alguna que no había por donde cogerlos. Pero pudiendo elegir...

Al final solo yo seguía usando la amplia prenda sabiendo que sus ojos lascivos y curiosos dudaban en si lo hacia porque quería ocultar un cuerpo feo o esconder unas bonitas curvas. Ni siquiera me bajaba la cremallera, si no estaba sola, aunque pasara calor. Pensaba mantener el misterio unos días más.

Según los veía sin camiseta luciendo los torsos musculosos, yo también los miraba con lascivia pensando en disfrutar de esas pieles que se iban bronceado con el sol del verano.

Ellos no sabían que debajo del mono lo único que llevaba puesto era mi lencería más pequeña. Sencilla, de algodón y lycra, sin encajes, ni adornos, pero lo más pequeño que había encontrado. El tanga solo tapaba los labios de mi vulva. El sujetador apenas tapaba unos pechos pequeños y duros que no necesitaban ningún sostén.

Mi cuerpo es delgado, fibrado, el trabajo duro también está haciendo algo por mantener mi forma física. Así que suponía que no tendría ningún problema por atraer al que quisiera de ellos. O si estaba muy caliente a varios. Pero no adelantemos acontecimientos.

Me había dado cuenta de que los viernes al salir el aparejador y el encargado se iban a tomar unas cervezas con los más veteranos. Eran gente que ya se conocía de otras obras y se tenían confianza. Dejando que los demás fuéramos recogiendo y terminando para dejarlo hasta el lunes.

Alguna vez habían hecho un intento de invitarme, pero suponiendo intenciones licenciosas en ellos había declinado amablemente. Si había esas inclinaciones prefería a los que se quedaban.

El viernes más caluroso de junio desde el piso alto en el que estaba trabajando vi como iban desfilando camino de la tasca más cercana, sudorosos y agotados. Era un momento tan bueno como cualquier otro para ver como reaccionaba los demás.

Eché un vistazo a ver quién tenía cerca. El albañil chulillo al que le gustaba exhibirse y un electricista francamente guapo pero del que sospechaba que le gustaban más los hombres que a un tonto una golosina estaban recogiendo las herramientas cerca de donde yo estaba.

Con deliberada lentitud empecé a bajar la cremallera del mono, hasta un par de centímetros por encima del pubis. Lo saqué de mis hombros y brazos y lo até a la cintura con un nudo sencillo que no tardaría mucho en soltarse. Me estaba exhibiendo adrede.

A esas alturas de la obra ya habíamos de dejado de usar cemento y aunque sudados, mucho, todos estaríamos relativamente limpios. Incluso los muros de pladur son terminar nos darían cierta intimidad.

El sujetador que llevaba a duras penas tapaba las areolas  de mis pezones. Pero para provocar aún más cogí la manguera del agua y me di un buen remojón en la nuca y el pelo corto que llevaba ese verano. Lógicamente el líquido elemento al resbalar por mis hombros llegó a los pechos e hizo trasparentes los pequeños triángulos de algodón que apenas los tapaban.

El primero que se fijó en toda la maniobra fue el electricista. Yo me hacía la despistada. Aunque lo miraba de reojo. Su mandíbula le tocaba los pectorales bien formados. Claro que yo había pasado de hacerme la mojigata a dar esa exhibición sin término medio.

Le hizo un gesto al otro zagal para llamar su atención. Ambos se me quedaron mirando ojipláticos sin saber muy bien como racionar. Con el calor que hacía estar mojada no me molestaba y además estaría más limpia. Así que seguí echándome agua por encima mientras dejaba que fueran acercando.

Por cómo me miraban estaba claro que les interesaba el tema.  En el short vaquero del albañil, Rubén, parecía que se empezaba a marcar la dureza de una polla. Se me puso delante y fue acercándose más hasta que pudo besarme. Para entonces el agua nos mojaba a los dos. Su fina camiseta blanca de tirantes mojada se trasparentaba del todo.

El electricista, Mario, se acercó por detrás y sujetando mi cadera empezó a besar mi cuello. Se había quitado la camiseta así que noté enseguida su torso desnudo pegado a la piel de mi espalda. Una de sus manos dejó mi piel y me di cuenta que la puso sobre uno de los pezones de Rubén. Rozando en el proceso uno de los míos. El albañil no pareció molestarse por ello.

Yo tampoco dejaba quietas las manos y me agarré al duro culo del albañil para tirar de él hacia mí. Conseguí meter la manos por dentro del flojo short y agarrar sus duras nalgas, directamente, su piel. Empezamos a cruzar las lenguas y a darnos saliva.

Mario se estaba ocupando de mover mí pequeño sujetador liberando mis pequeñas tetas. Lo que aprovechó su amigo para inclinarse y empezar a lamerlas. Mordisqueaba mis pezones con suavidad. Al inclinarse yo tiré de su short que ya le quedó a medio muslo. El pequeño slip que usaba también había dejado medio culo al aire y apenas podía contener su rabo.

Por fin el nudo que sujetaba mi mono se había soltado, dejando caer la prenda hasta mis rodillas. El pequeño triángulo del tanga estaba muy mojado y no era solo por el agua que me había echado por encima. Ellos se habían dado cuenta de lo poco que tapaba mi pubis y parece que les gustó.

El electricista también se había bajado sus pantalones y notaba su nabo firme en el canal de mis nalgas rozándose arriba y abajo. Sin buscar penetrarme todavía.

Nuestros gemidos estaban atrayendo más atención. A la puerta de la habitación donde estábamos se asomó Alex, uno de los fontaneros que estaba tendiendo tuberías en esa planta. Un pelirrojo guapo con el cuerpo definido. Se había sacado la polla, la tenía depilada. Mirándonos se estaba pajeándo con suavidad. Podía verlo sobre el hombro de Rubén sin camiseta, su pecho bronceado, con una mano de estaba pellizcando un pezón. Los vaqueros abiertos y un poco bajados para acariciarse con comodidad el rabo y los huevos.

Le hice un gesto para que se acercara. Como el albañil estaba bajando por mi cuerpo besando y lamiendo mi piel allí por donde pasaba el nuevo participante tenía sitio donde besarme. Rubén estaba ocupado en mi ombligo y se veía que de allí iba a bajar hacia mi coñito.

Así que Alex tras meterme la lengua hasta la garganta sujetó una de mis manos y empezó a subir besando y lamiendo mi brazo. Lamió mi muñeca delicado y suave. Siguió por el antebrazo la cara interna del bíceps hasta pasar la lengua por mi axila bien depilada y suave.

Estaba claro que había acertado con ellos, morbosos y cariñosos. Nos lo íbamos a pasar bien. Notaba sus lenguas y sus manos por todo mi cuerpo excitando cada poro de mi piel. Terminaron de desnudarme. Menos mal que tenía más lencería en mi taquilla. La que tenía puesta era irrecuperable.

Pronto tenia una lengua lamiendo mi coñito. Entendí todo lo que podía dentro de mi vulva. Pero a la vez detrás de mí unas manos separaban mis nalgas para que su dueño pudiera comerme el culo. El tercero seguía besándome, chupando mis pezones, el cuello, los hombros, los sobacos.

En cierto momento miré hacia abajo y vi como una mano pasaba entre mis piernas y le cogía la polla del otro que tenía arrodillado delante de mí. El dueño de ese nabo en vez de quejarse sabiendo que era otro chico el que lo acariciaba redobló sus esfuerzos lamiendo mi vulva.

Si que me gustaría verlos actuar entre ellos y lo iba a conseguir. Buscamos un sitio donde estar algo más cómodos que de pie el medio de paredes a medio terminar. Habían descargado ese mismo día un palé de suave material aislante recién traído de la fábrica. El plástico de los envoltorios nuevo y limpio. Me cargaron a hombros para llevarme hasta allí.

Creo que fue el pelirrojo fontanero el que se puso entre mis muslos para comer mi coño. Lamiendo los labios, subiendo hacia el clítoris. Levantando mis muslos para continuar en mi ano la placentera faena que Mario había comenzado.

Y no estaba segura de que fuera Alex por que ante mí cara tenía dos bonitas pollas también depiladas que me tapaban el resto del mundo. Enseguida me puse a acariciar los huevos de ambas, un escroto con cada mano. Me las acercaba a la boca y sacaba la lengua para lamer los glandes alternativamente.

Bajaba por los troncos de los rabos y lamía los huevos. Mientras chupaba una,  pajeaba la otra con suavidad.  Sus gemidos me decían que les gustaba lo que les hacía. Y de vez en cuando tenía que parar mi labor para suspirar yo por lo que el pelirrojo me hacía en el chichi. Conseguí pasar una mano entre los muslos de uno de ellos para jugar con su ano. Su dueño empezó a gemir más fuerte.

Los dos empezaron a besarse. Los veía cruzando lengua por encima de sus pollas. Alguna gota de su saliva cayó encima de mí. Estaba muy muy caliente y era hora de tener esos rabos en más sitios. Me incorporé para dejar que uno de ellos ocupará ese sitio.

Fue Rubén el que se tumbó y los otros dos me ayudaron a subir encima de él. Apoyándome en sus hombros mi cadera sobre la suya. Poco a poco bajando con su rabo en mi interior. Hasta apoyar mi culo en sus muslos. Me quedé quieta un momento esperando lo que vendría. Mario se coló entre nuestras piernas y con cuidado y mucha saliva fue penetrando mi ano.

Se acompasaron enseguida follando mis dos orificios. Quedaba Alex que acercó su bonito nabo a mi boca. Admito que Rubén me sorprendió cuando me ayudó con su lengua repasando el otro lado de la polla. Cruzábamos las sin hueso por la suave piel, por el escroto y por el glande. No necesitaba ni moverme a cada empujón del electricista notaba moverse dentro de mí el nabo de Rubén y uno de los dos se tragaba ese falo tan duro que teníamos en la boca.

Yo llevaba encima unos cuantos orgasmos. Mis gemidos y suspiros debían haber resonado por toda la planta inacabada. Y no era la única en hacer esos ruidos de placer. Ellos me hacían coro. Alex notando las dos lenguas el su polla fue el primero en correrse en la boca y por toda la cara del albañil. Tras terminar de limpiar la polla me dediqué a besar y a lamer los restos de la lefa del rostro de Rubén.

Seguimos dándonos lengua en un beso blanco, compartiendo el rico jugo. Esperaba con ganas que mis otros dos amantes se corrieran dentro de mí. Y quería saber lo que harían a continuación. No me decepcionaron. Tras derramarse en mi culo Mario se salió, se inclinó. Empezó a lamer mi ano del que rezumaba su semen y los huevos de Rubén que yo le dejaba pues me movía despacio sobre él con las piernas bien abiertas.

Por fin se corrió y la polla se le salió sola de mi vulva cuando se le quedó floja. Menos mal que Mario estaba pendiente y le limpió el nabo y de paso los labios de mi coño con su lengua juguetona.

En todo ese rato apenas habíamos cambiado algunas pocas frases. Algo así como ponte aquí, gírate, besáme o métemela. No había hecho falta nada más.

Bien follada, satisfecha les sonreía lasciva. Ellos me devolvían la sonrisa a gusto como el gato que se hubiera comido el ratón.

  • Chicos esto tenemos que repetirlo.

Desde luego que estuvieron de acuerdo.

Fuimos a arreglarnos a los vestuarios. Y nos despedimos con unos morreos. No solo me besaron ellos a mí, también entre ellos. Lo que a esas ya no me extrañaba nada.

Desde luego conseguí repetir con ellos de uno en uno o varios a la vez y no solo en la obra.