Alba y la tienda de ropa

Alba se queda en julio en madrid para ganar dinero y poder irse de vacaciones con sus amigos

Alba había terminado el trabajo sobre la discriminación de la mujer en la sociedad actual. Solo había suspendido una en primero de psicología y su profesora le dio la opción de aprobar presentando un trabajo en julio.

A cambio había renunciado a muchos viajes que había estado planeando durante todo el año con sus amigos. Además, sus padres no estaban muy bien de dinero y para poder viajar en agosto se había comprometido a trabajar la segunda quincena de julio en una tienda de ropa que había bajo su casa, en Alcobendas.

Alba, de 19 años, era una chica muy alegre, de estatura media y delgada, ojos claros y a la que se le sonrojaban las mejillas con mucha facilidad. Tenía la piel blanquecina, con pequeñas pecas alrededor de la nariz y del escote.

Le quedaban tres días de descanso antes de empezar en la tienda. Estaba en Madrid y hacía un calor sofocante por lo que solía pasearse por casa en unos mini pantalones de chándal y camiseta de tirantes. Su piso no era muy grande, pero tenía una terraza en la que la gustaba tomar el sol.

Cuando sus padres y su hermano mayor, Joaquín, se iban a trabajar, la gustaba tumbarse en la hamaca y bajarse los tirantes, dejando entrever sus grandes pechos. Sospechaba que un hombre la miraba desde el edificio de enfrente, pero no la importaba, se sentía atractiva.

El problema es que no tenía nada que hacer, así que cuando no estaba tomando el sol, daba vueltas en su casa, del ordenador a la cocina y de la cocina al ordenador.

Al fin llegó el día de empezar a trabajar, ante todo Alba quería que pasara el tiempo hasta Agosto.

¡Buenos días!

¡Hola! Te estaba esperando- contesto Roberto.

Roberto era el propietario de la tienda, tenía 46 años. A pesar de la edad, estaba bastante en forma. Normalmente llevaba la tienda junto a su esposa, pero ésta se había ido al pueblo a ver a sus hermanas.

La tienda era pequeña, toda de ropa de mujer, desde camisetas y pantalones hasta lencería fina. Alba nunca había comprado en ella, pero la conocía bien porque muchas veces había pasado acompañando a su madre.

Roberto le estuvo enseñando la tienda y el trastero, que estaba al final de los probadores, donde además de llevar la contabilidad, guardaba la ropa que le sobraba. Su mujer se había estado dedicando a coser sus propios diseños en los últimos meses en ese trastero y se estaba llenando. Siempre había soñado con hacer y vender su propia ropa, pero aun no se había atrevido a ponerlos en escaparate.

Uno de estos días cuando tengamos menos clientela, vamos a tener que ordenar un poco esto, está todo manga por hombro- Se rió Roberto.

Roberto intentaba ser gracioso con ella, no estaba acostumbrada a estar con una chica tan joven trabajando. Alba también estaba un poco incomoda y se sentía presionada. Era la primera vez que trabajaba y no quería decepcionarle.

Había ido a trabajar con unos vaqueros y camiseta de manga corta.

No hace falta que te traigas pantalón largo, a partir de ahora ven más cómoda, que te vas a asar- Sugirió Roberto.

Jaja, vale, mejor, muchas gracias.

Además del calor que hacía en la ciudad, a la tienda se le había estropeado el aire acondicionado, por lo que dentro hacía un calor de muerte.

El día pasó muy rápido, no tenía casi tiempo para descansar, pero tampoco se podía decir que tuvieran mucha clientela. Los días siguientes fueron más relajados. El jueves Roberto decidió que cerrarían por la mañana para hacer inventario y ordenar el trastero.

Roberto los primeros días trataba de controlar su mirada, pero poco a poco fue soltándose más y al pasar a su lado a veces le daba un toquecito en la cadera, rozándole el culo. A Alba no la gustaba, pero prefería no decir nada por miedo a quedar como una tonta.

Alba estaba especialmente sexy este día, tenía unos shorts y se había puesto una camiseta con un escote alargado donde asomaban sus pecas. Pequeñas gotas de sudor resbalaban por su cuello y se perdían por su escote.

Tu empieza recogiendo esa zona, pon la ropa interior en esa caja que la voy a sacar a la tienda.

Estuvieron varias horas trabajando.

Mira, ¿te he enseñado ya los diseños de mi mujer?-

Uy no, a ver- contesto Alba- Son muy bonitos, ¿los vais a vender?

De momento no, mi mujer no quiere. ¿Por qué no te pruebas el que te guste?

Mmm, no sé, me da vergüenza-

Venga mujer no seas tonta, que nunca he visto esta ropa en el cuerpo de otra mujer. Nos harías un favor porque no estábamos seguros que talla poner a esta ropa- dijo señalando un montón- Viéndote a ti seguro que me aclaro.

Finalmente aceptó, eligió uno al azar y se fue a los probadores. La costó cambiarse ya que tenía la ropa pegada al cuerpo por el sudor. El vestido la gustó mucho más de lo que había imaginado.

Estás preciosa. Te queda muy bien-

Gracias- se sonrojó.

¿Qué talla dirías que es?- preguntó Roberto.

Pues una 36 o 38 que es la que suelo tener yo.

Perfecto, espera que lo apunte- cogió un bloc- ¿te puedes probar este también?

‘Uno más, que importa’- pensó Alba.

No hace falta que te vayas a los probadores, quédate aquí, que yo estoy aquí con mis cosas.

No, no, no te preocupes- dijo Alba alucinando un poco. Y se fue al probador.

------‘Este vestido me encanta, me hace un pechos de muerte’- pensó Alba- ‘A ver si consigo que me lo regale’- y se dirigió hacia el trastero para enseñárselo.

Éste me gusta mucho.

Ya lo creo. Te sienta de lujo- añadió Roberto mirándole los pechos ya descaradamente- Prueba a ver que tal esta camiseta.

Vale- hizo un gesto de irse a los probadores, pero Roberto la detuvo.

Voy yo, que tengo que mirar una cosa en caja, tu cámbiate aquí.

Roberto acababa de salir cuando Alba se quito el vestido y se quedo en ropa interior. Llevaba un sujetador azul celeste y un tanga también azul. De pronto, Roberto irrumpió en la habitación.

¡No te he terminado!- gritó Alba, a la vez que se tapaba con sus brazos.

Uy, perdona- dijo Roberto sin dejar de mirar a Alba- Se me había olvidado una cosa, un momento- y fue a por un cuaderno con notas que tenía sobre la mesa.

En cuanto Roberto salió del trastero, Alba se puso rápidamente la camiseta y al hacerlo se dio cuenta de que se había olvidado su ropa en los probadores, incluyendo sus shorts.

‘¿Me dará tiempo a llegar a los probadores sin que me vea Roberto?’- Alba estaba empezando a encontrarse un poco excitada por la situación, a pesar de que Roberto era un hombre mayor que no le atraía en absoluto.

Al final se decidió y abriendo ligeramente la puerta del trastero para ver si le veía salió corriendo hacia los probadores en tanga y camiseta. Alba vio que Roberto la estaba viendo desde la caja con una sonrisa y muerta de vergüenza se metió de un salto al probador.

‘¡Mierda! ¡Este no es!- se lamentó Alba. Pensó en pasar por encima o por debajo de un probador a otro pero ambas eran una locura, por lo que armándose de valor abrió rápidamente la puerta y se metió en el de su izquierda, no sin dejar una perfecta visión de su culo con el minúsculo tanga a Roberto.

Cuando se puso sus shorts, salió, aun con las mejillas enrojecidas y le mostró la camiseta a Roberto, que también estaba un poco desconcertado por lo que acababa de pasar.

Muy bien también. Es un gusto que hagas de modelo, todo te queda perfecto- halagó Roberto.

Alba se había quedado sin palabras y solo hizo un gesto a Roberto diciéndole que se iba a probar otro. Él asintió.

Ese fue el último vestido que se probó ese día, porque se hicieron las 7, cuando Alba salía de trabajar. Así que quedaron que seguirían ‘ordenando’ el trastero al día siguiente.

Esa noche Alba tuvo un sueño erótico. Estaba en los probadores de una tienda con Marcos, uno de sus mejores amigos y con el que en los últimos meses estaba cogiendo confianza de más (se tocaban por todas partes simulando hacer el tonto) En el sueño poco a poco se iban a desnudando y lo hacían salvajemente contra la puerta. Cuando se despertó Alba creyó haber tenido un orgasmo, aunque no estaba segura.

En su casa ya todos se habían ido a trabajar y ella se fue a dar una ducha de agua fría. Se fue quitando la ropa con la que dormía, unas braguitas y una camiseta que ya tenía unos años y estaba muy dada de si. Siempre intentaba dormir con la menor ropa posible por el calor, aunque tampoco podía dormir desnuda porque su cuarto no tenía pestillo, pero al menos dormía sin el sujetador.

Tenía ganas de darse una ducha de agua fría pero entrar siempre era un poco difícil. Primero metió su pie desnudo, poco a poco su pierna, y se armó de valor dando un saltito. Siempre le daba un escalofrío al caerle el primer chorro de agua fría.

En la ducha era donde se sentía más atractiva, su larga melena mojada le llegaba casi hasta el ombligo y desde sus pechos el agua caía directamente a la bañera.

Se empezó a poner muy cachonda pensando en el sueño que había tenido. Puso la potencia de la ducha al máximo, se tumbo en la bañera y se llevo la alcachofa de la ducha a su clítoris rosado, moviéndola en círculos, hasta que esta vez si llegó al orgasmo plenamente, dando pequeños espasmos al final.

Cuando acabó se untó de crema hidratante por todo el cuerpo, disfrutando y tomándose su tiempo. Pensó en depilarse entera, como muchas amigas suyas le habían contado que hacían a menudo, pero la dio mucha pereza.

Se puso la toalla por encima de sus pechos, a la vez que se los agarraba para secarse, pero luego se acordó de que estaba sola y se llevó la toalla solo para secarse el pelo, quedando el resto de su cuerpo desnudo. Salió de la ducha y se encontró con Joaquín, su hermano mayor, saliendo de la cocina. Los dos se quedaron bloqueados.

Sin decir nada Alba se fue corriendo a su habitación. Mas tarde, ya con la toalla puesta, fue a la habitación de su hermano.

¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el trabajo?- preguntó Alba.

Me he tomado el día libre hermanita.

Jajaja pues avisa, que pensaba que esta sola- replicó Alba.

No pasa nada, tú también me has pillado alguna vez, o no te acuerdas aquella con Raquel…Jajaja.

Raquel era la novia de su hermano y un día que se suponía que Alba debía estar en clase llegó a su casa y les pillo haciéndolo encima de la mesa de la cocina. Fue una situación incomoda, aunque no para Raquel, que prácticamente actuó como si no pasara nada.

Si, la recuerdo aunque hubiera preferido olvidarlo- dijo Alba

Ya, ya, seguro que te puso mucho.

Anda, ya te gustaría, tampoco es que

¿Tampoco qué?- dijo Joaquín

No, que no había mucho que ver digo- se rió Alba- Bueno que me voy a trabajar.

Eh eh, tú de aquí no te vas. ¿Qué quieres decir con eso? No creo que los hayas visto más grandes.

Ya te gustaría- dijo Alba

Sin cortarse un pelo, Joaquín se bajó el bañador que llevaba puesto.

Jajaja ¿eso es todo?- dijo Alba tocándole el pene por debajo.

Bueno, es que está pequeño, tócalo un poco más y veras…- sugirió Joaquín- o mejor aun déjame ver tu cuerpecito otra vez.

Alba se desenrolló la toalla dejándole apreciar su cuerpo desnudo solo por un segundo y luego se fue corriendo a su cuerpo a cambiarse.

Tendrás que conformarte con eso- gritó ya desde la lejanía Alba.

Alba se dio cuenta de lo tarde que se le había echo, ya llegaba quince minutos tarde así que cogió lo primero que pilló, una minifalda amarilla y una camiseta vieja de tirantes, que tenía uno de ellos dado de si y se le caía constantemente.

Me has dejado con el calentón- le dijo Joaquín a Alba antes de que se fuera.

Cuando Alba llegó a la tienda ya había pasado media hora de su hora de entrada y se disculpó muchas veces con Roberto, que ya estaba en el trastero, asegurándole que no iba a volver a suceder. Hoy también iban a tener la tienda cerrada.

Esta bien, pero a cambio te pruebas lo que te pida de los diseños de mi mujer, ¿te parece?

Claro- aseguró Alba.

Roberto cogió un vestido mucho más atrevido que los del día anterior, que tenía los laterales abiertos de forma que se dejaba ver parte del sujetador. Alba miró el vestido un poco sorprendida y a punto estuvo de decirle que no, pero finalmente decidió que no pasaba nada. Se fue al probador, pero vio que estaba lleno de cajas.

Roberto, me dejas un segundo que me cambie en el trastero- le pidió.

Es que estoy haciendo unas cuentas ahora aquí, ve mejor a los probadores.

Están llenos de cajas- contestó Alba.

Bueno, pruébatelo ahí, te prometo que no miro.

Alba dudó un segundo, pero finalmente accedió, se dio la vuelta y se quito la ropa en una esquina. Esta vez llevaba la parte de debajo del bikini y por arriba un sujetador rosa. Se puso rápidamente el vestido y hubiera jurado que a Roberto se le fueron los ojos varias veces.

Estás muy guapa, aunque éste te está un poco pequeño, especialmente de pecho, ¿no crees?- dijo Roberto poniendo su mano sobre el lateral de sus pechos y tocando su cuerpo desnudo a la vez que el sujetador rosa.

Alba le miró fijamente a los ojos, pero no dijo nada.

Espera, que te traigo otra cosa que quiero que te pruebes- dijo Roberto.

De acuerdo- dijo Alba, esperando otro vestido.

Pero no fue un vestido lo que le trajo, sino un conjunto de ropa interior negra de encaje. Alba le miró e iba a decir algo cuando Roberto la dijo que no se preocupara, que era solo para ver la talla que tenía, que no tenía porqué mostrárselo.

No me lo enseñes sino quieres, aunque ayer ya te vi de manera parecida- dijo Roberto guiñándole un ojo.

Alba se puso roja como un tomate y se fue otra vez a la esquina a probárselo, aunque esta vez se iba a tener que quedar desnuda, por lo que cogió una toalla que había por ahí tirada y después de quitarse el vestido se la enrolló. Necesitó un par de minutos para quitarse el sujetador.

Buena idea- dijo Roberto acerca de la toalla, aunque seguramente no pensara lo mismo.

Ya, igual que en la pla…- no había terminado cuando se le cayó la toalla y Roberto pudo verle sus pechos, con sus pezones bastante claritos- Ay mierda, me pasas la toalla por favor- le pidió sujetándose los pechos con ambos brazos.

Si- contestó Roberto sonriente y tomándose su tiempo- No pasa nada, estamos en confianza mujer.

Alba se reincorporó con la toalla y se quito las bragas de bikini que llevaba puestas para ponerse las otras y esta vez decidió prescindir de la toalla para ponerse el sujetador, viendo lo que le había costado antes con la toalla. Así que se dio la vuelta y tiró la toalla a una esquina, mostrando a Roberto su espalda desnuda y el fabuloso culo que le hacia esas braguitas negras.

El sujetador tenía un encaje distinto a cualquiera que hubiera visto Alba antes y no conseguía ponérselo, por lo que al final tuvo que pedirle ayuda a Roberto.

‘Al fin y al cabo no pasa nada’- pensó Alba- ‘Es como estar en bikini’

Roberto accedió encantado y se acerco a ella mirándola el culo descaradamente. Alba notó que se le estaba pegando más de lo normal, hasta que sintió su pene erecto en su culo a través del pantalón.

No importa Roberto, ya lo sigo intentando yo.

Me parece que te lo has puesto mal, a ver déjame ver- la cogió por los hombros y la movió bruscamente, poniéndola de frente a él.

La miró los pechos con descaro y la explicó que efectivamente se ponía de otra manera. La agarró el sujetador dejando sus pechos al aire y la ayudo a ponérselo. Al acabar la dio un cachete en el culo. Alba se estaba poniendo muy húmeda, pero no acababa de comprender la situación.

Estás tremenda con esto Alba. Por cierto, el otro día hablando con mi mujer quedamos en hacer una revista con toda nuestra ropa y además sus diseños. ¿Te gustaría hacer de modelo?

Mmm, no sé que decir. ¿Tendría que...

Te pagaría entre 1.000 y 2.000 euros, dependiendo las fotos que hiciéramos- interrumpió Roberto.

‘Eso es mucho más de lo que me están pagando ahora’ ‘Podría pasar un verano de lujo o incluso empezar a ahorrar para el coche’- pensó Alba.

Está bien- contesto sonriendo Alba. Seguía vestida solo con la ropa interior negra.

Perfecto, mañana traigo la cámara y empezamos. Una cosa más, ¿te has sometido a alguna operación de…?- Roberto buscaba las palabras adecuadas- ¿Te has aumentado los pechos?

No, no que va- se apresuró a decir Alba.

A ver- dijo Roberto acercando una mano a sus tetas. Alba se echó para atrás- Solo quiero comprobarlo, es que no quiero que una chica operada salga en la revista.

Alba se sintió mal por que no la creyera y le dejó tocarla tranquilamente. Cuando acabó de ‘comprobar’ sus senos, la agarró del culo.

El culo tampoco, ¿no?- dijo Roberto otra vez guiñándole un ojo.

Más tarde comprendió que solo quería tocarla.

Llegaron las dos y Alba subió a su casa a comer como solía hacer. Recordó que su hermano estaba en casa así que esperaba que le tuviera algo preparado.

¡Hola! ¿Hay alguien?- gritó Alba al entrar en casa.

Si, iba a cocinar algo pero no sabía a que hora venías. ¿Pedimos unas pizzas?

De acuerdo, me voy a dar una ducha que hace un calorazo

Vale hermanita, que sepas que no me olvido de lo de antes.

Jajaja ¡no seas tonto!

Lo que tú digas- dijo Joaquín dándole una tortita en el culo.

Por cierto, voy a hacer de modelo para la tienda de abajo- dijo Alba sonriendo.

Jajaja menuda hermana que tengo… ¿por qué no posas un poco para practicar?

Joaquín estaba sentado en el sofá y Alba empezó a posar para él, bajándose uno de los tirantes y casi pegándole las tetas en la cara.

Se empezó a poner muy cachondo y una de las veces que Alba estaba posando haciendo el tonto, Joaquín la quitó la camiseta y la tiró al sofá intentando morderle los pechos.

Alba le lanzó una mirada penetrante. Le cogió de la mano, le condujo al baño, al entrar cerró de un portazo y le empotró contra la puerta. Se empezó a quitar la ropa haciendo un strip-tease, se bajó primero la falda y después se quitó el sujetador de golpe, poniendo sus pezones en la cara de su hermano.

Después se arrodilló, le bajó los pantalones y empezó a acariciar su verga por encima de sus calzoncillos. Se los quitó con la boca y se metió todo su pene de golpe en la boca, haciendo gárgaras con él. Alba notaba como su pene aumentaba de golpe hasta que ya no le cabía en la boca. Joaquín se estremecía de placer.

Joaquín le bajó las bragas y le hizo una señal para que se metiera en la ducha. Ella obedeció, se metió dentro de la bañera, puso el agua fresca a media potencia y los brazos estirados en la pared, dejando el culo en pompa. Joaquín la penetró y sintió su húmedo y calentito clítoris. El agua de la ducha caía sobre la espalda y llegaba hasta el culo suave y blanco de Alba, que gemía cada vez que Joaquín la penetraba hasta el fondo.

Él se tumbo en la bañera y Alba se puso de rodillas cabalgándo a su hermano, llevando sus brazos de arriba abajo mientras Joaquín le acariciaba las suaves curvas de sus nalgas.

Justo antes de que se corriera, alertó a Alba y ella se la chupó hasta que se corrió primero dentro de su boca y los siguientes latigazos en su cara, sobre su nariz y sus rojizos mofletes.

Cuando acabaron, Alba se dio una ducha rápida y se fue al trabajo pensando en lo que había echo. Había cometido incesto, ya no iba a poder mirar más a la cara a su hermano ni a sus padres. Había sido una locura.