Alba, una sumisa madura (4)

Sigo introduciendo a mi sumisa en este apasionante y excitante mundo.

En el ascensor pude sentir el deseo y las ganas de entregase, sus ojos brillaban de deseo, una vez atravesamos el umbral de la puerta, iniciamos nuestro juego

-Ponte a cuatro patas, como la perra que eres y súbete la falda.

Ella, obediente se la subió, mostrándome su perfecto culo, y su coño arreglado, con unos labios gruesos, entre los cuales salía el cordón de las bolas chinas, húmedos, brillantes por la lubricación de sus fluidos, los cuales habían empezado a descender mojando sus piernas. La cogí por el pelo, llevándola hasta la cama, corrí las cortinas para que entrase la claridad del sol.

-En pie y desnúdate.

Se alzó y lentamente empezó a despojarse de su ropa, primero su blusa, dejándome ver esas tetas cubiertas por la suave tela negra del sujetador, que dejaban entrever sus pezones rosados, para de inmediato sacárselo, luego la falda, mostrándome su coño arreglado.

-Mírate al espejo y dime lo que ves.

-Amo, no se que decirte, no se

-Mírate y dime lo que ves, guarra!

-Amo, veo a una mujer nueva… veo a tu perra

Esas últimas palabras me excitaron.

-Vamos a ver si es cierto, acércate.

Ella se acercó más a mi, y de un tirón saqué las tres bolas de dentro de su coño, un gemido de placer salió de su garganta, hice que se tumbase en la cama, y con un pañuelo le vendé los ojos, el espectáculo era excitante, ella, una mujer madura, atractiva, de buena posición, estaba ahí, en la cama, dispuesta para mi. Le ordené que abriese sus piernas, con su coño expuesto a mis miradas, y le metí el consolador.

-Pajéate perra, y cuando no puedas aguantar más y veas que vas a correrte me avisas.

Pasaron unos minutos, la habitación olía a sexo.

-Amo, voy a correrme.

-Cállate y sigue, yo te diré cuando debes correrte

-Si, amo.

El ruido del chapoteo del vibrador en su coño encharcado, me hacía pensar que no aguantaría mucho más

-Señor, por favor

-Aguanta, zorra, y quiero que te pajees con más fuerza.

-Si, si, amo

Unos minutos más tarde, ella estaba al borde del orgasmo, sus gemidos, su excitación, su frente sudorosa, sus pezones completamente erectos, me mostraban que estaba a punto de correrse

-Amo, no aguanto más.

-A ver, perra, voy a ser bueno contigo, dejaré que te corras, pero antes tendrás que pedírmelo, de manera correcta, ¿has entendido, zorra?

-Señor, déjame correrme, por favor.

-Esa no es manera, perra.

-Amo, por lo que más quieras, deja a tu perra correrse

-No, no, no es suficiente, pero te voy a ayudar. Dirás, amo, permite a esta sucia perra ofrecerte sus flujos, para tu placer. Si lo haces de forma convincente te autorizaré a correrte, si no te castigaré

-Si, si, mi amo, por favor, permite a esta sucia perra

-Sigue pajeandote, guarra.

-Si, amo,… permíteme ofrecerte mi corrida para tu placer

-Córrete.

En medio de gemidos intensos, de convulsiones de su coño, se corrió, un líquido viscoso

mojó las sábanas de la cama.

-De rodillas, zorra, no creas que estoy aquí para darte placer a ti, chúpame la polla, vamos a ver que tal lo haces, y no quiero que uses las manos para nada.

Me bajó los pantalones y los boxes, mi polla estaba completamente erecta, empezó a lamerla, su lengua recorría mi glande, jugando con la punta de la lengua, se la introducía hasta el fondo, me succionaba los testículos, para luego lamerla en toda su extensión. Estuvimos así un rato, la verdad es que si seguía mamando me correría enseguida y no era lo que pretendía, aún.

-Ponte a cuatro patas, guarra, te voy a encular.

-Amo, no he practicado el sexo anal muchas veces, me duele

-Calla, cerda, y colócate bien

Ella, obediente volvió a ponerse como lo que deseaba ser, una perra, le metí un dedo en el coño, haciendo que se estremeciese, luego dos, luego tres, quería lubricar su culo con sus propios fluidos, al notar mi dedo dentro de su culo, apretó el esfínter, pero unos azotes hicieron que se relajase de nuevo, mientras iba frotando las paredes de su ano con el dedo, mi otra mano acariciaba su clítoris, completamente tieso, después metí dos dedos, buscando hacer hueco para meter mi polla. Cuando la noté preparada se la metí, primero me costó un poco, la muy perra apretaba el culo, un pellizco en los pezones hizo que con el dolor se relajase unos segundos, en los que aproveché para entrar dentro de ella

-Me duele, señor

-Cierra la boca y mueve el culo.

Mientras nuestros cuerpos se movían, cogí el vibrador lo puse al máximo nivel de vibración y se lo metí en el coño, sentía en mi polla la vibración, sus gemidos de dolor, se fueron convirtiendo en gemidos de placer, acerqué mi boca a su oreja, y le recordé que tenía prohibido correrse, cuando sentía que no aguantaba, apretaba sus pezones, hasta que el dolor era más intenso que el placer, impidiéndole así llegar al orgasmo, hasta que la presión de su culo en mi pene, hizo que me corriese dentro de ella , solo en ese momento le permití correrse, cosa que hizo entre gemidos, al mismo tiempo estimulándome con más fuerza mi polla. Estuve unos minutos encima de su cuerpo, sintiendo su olor, su respiración, cuando mi polla salió de su culo, estaba sucia, con los restos del esperma, y restos fecales.

-Eres una cerda, cuando te llame, quiero que te apliques un enema, ponte de rodillas y límpiame la polla.

Ella diligente, se arrodillo ante mi, y como la cerda que es empezó a chuparme de nuevo la polla, saboreando su propia mierda. La situación era muy morbosa, con lo que no tardé en volver a excitarme, la verdad es que había encontrado una auténtica perra, y por supuesto debía aprovechar la ocasión