Alba, una sumisa madura (3)
Alba está a punto de iniciarse realmente en el mundo de la sumisión.
Eran las doce y media de la mañana, me dirigí al fast food en el que había quedado con mi aspirante a sumisa, siempre, en el primer encuentro real, hay una cierta incertidumbre, ¿se presentará a la cita?, ¿estará capacitada, para darme todo lo que le pida?, ¿realmente quiere comportarse como una sumisa, o sólo es una fantasía?, mientras estaba reflexionando, mis pasos me llevaron hasta la puerta del local, me dirigí al mostrador de pedidos y pedí un botellín de agua, para luego subir a la primera planta del local y buscar un sitio adecuado. En ese momento, siempre intento imaginar lo que puede estar pasando por la cabeza de la otra persona, pienso en sus dudas, en sus temores, cuantas veces deberá haber decidido no venir, para luego arrepentirse y decidir seguir hacia delante pasan los minutos, ya prácticamente es la una, y la veo, está subiendo con una bandeja y un refresco, llega a la planta, y su mirada recorre el local hasta que muestras miradas se entrecruzan, se acerca hacia mi, lentamente, la verdad es que se conserva muy bien, a pesar de su madurez, de hecho estoy seguro de que se está exhibiendo para mi, se acerca a la mesa, va a darme dos besos, pero le digo que se siente, se coloca ante mi, la miro profundamente a los ojos, en silencio, ella por un momento trata de aguantar la mirada, pero finalmente la baja
-¿Quién eres?
-Alba, señor.
-¿Alba?, No recuerdo a nadie que se llame así.
-Su perra, señor, perdón.
-Eso está mucho mejor.
-¿Por qué quieres ser mi sumisa, perra?
-Es difícil de decir, señor, la verdad es que realmente no se que hago aquí, ni porqué me comporté como lo hice ante la cam, pero puedo decirle que obedeciéndole he sentido un placer que hacía mucho tiempo no sentía, me sentía como una guarra, mientras le obedecía
-¿Y ahora, como te sientes?
-La verdad es que estoy excitada, esta situación, ante usted, me produce mucho morbo
-jajajaja, ¿así que mi perrita está excitada?
-Vete al baño, y quítate las bragas, tienes tres minutos
Se levantó y se dirigió a los baños, al cabo de unos minutos apareció de nuevo
-Siéntate a mi lado, perra
Me había sentado en un rincón del local, lo suficientemente apartado para buscar una mínima intimidad, se sentó a mi lado, y mis manos se metieron por debajo de la falda, ella abrió las piernas, mis dedos recorrieron sus pliegues, jugando con sus labios mayores, y pude comprobar que su coño estaba mojado.
-Así que es cierto, mi perra está excitada. Pero como imaginaras no voy a conformarme con esto, ¿verdad?. Vamos, sígueme.
Me levanté y salimos, ella detrás de mí. Bajamos por las Ramblas, mezclándonos entre los turistas que a esas horas paseaban, esperando a que llegase la hora de la comida, al final del paseo justo antes de llegar a Colón hay unos cuantos sex-shops. Entré en uno de ellos, ella titubeó un poco, pero me siguió.
-Bien, perra, vamos a buscar alguna cosa para ti
Me dirigí al empleado para que nos mostrase los vibradores que tenia. Elegí uno de un color rojo intenso, de unos 25 centímetros , y de un grosor considerable, ella lo miró con un cierto temor, pero no dijo nada.
-Este te servirá, ¿verdad?
Ella con la vista en el suelo, asintió. Luego pedí que me mostrasen las bolas chinas, estuvimos un buen rato mirándolas, hasta que elegí unas metálicas, de tres bolas.
-Vamos a pagar, perra.
Ella se acercó a la caja, y sacó su American Express.
-Quieres que tu marido se entere, cuando mire el extracto que manda el banco, que su mujercita se compra juguetes en un sex shop paga en efectivo. Ella, totalmente ruborizada sacó un billete para pagar.
Al salir paramos un taxi y le di la dirección de un hotel discreto que hay en las afueras, el taxista, un hombre mayor inició la marcha, abrí su bolso y saqué las bolas, instintivamente ella abrió las piernas, le subí la falda, estaba completamente encharcada metí las bolas con total facilidad, primero una, luego la segunda, y finalmente la última, ella dio un pequeño suspiro, el taxista miró por el espejo, pero no dijo nada. Llegamos a nuestro destino y nos apeamos del vehiculo, salimos y ella empezó a andar hacia la puerta del hotel con las piernas apretadas para impedir que se saliesen las bolas, nos registramos y subimos a la habitación