Alba, mi querida musa...

La doy un beso en la mejilla y le prometo que siempre será mi musa. Ella me mira y se sonroja, la he dejado sin palabras...

Esa noche tengo sueños húmedos. Pues no se me quita de mi mente, la imagen de mi sobrino político masturbándose frente al cuadro de Alba inacabado.

Me lo imagino con su gran pene erecto, masturbándose recostado en el sofá donde ella posa para mí. Veo su potencia, su largo pene moviéndolo arriba y abajo con su mano. Su glande rojo y henchido saliendo y cubriéndose con el prepucio de su pene, me lo imagino y me pongo muy caliente entre las sábanas.

Me remuevo inquieta en mi cama, froto mis muslos con fuerza y los pongo muy juntos para sentir mejor mi calentura y con dicho frote me excito aún más. ¡Hum! ¿Querido sobrino, por qué hasta en sueños me turbas?

De buena gana cuando te he pillado infraganti esta tarde, aunque ya te hubieses corrido, me hubiese acercado sin decir nada y arrodillándome ante ti, me hubiese tragado tu largo pene erecto, con gusto te lo hubiese chupado, deleitándome con cada centímetro que hubiese sido capaz de hacer entrar en mi garganta. ¡Oh querido sobrino! ¿Por qué hasta en sueños me atormentas?

Yo vivía sola y aunque no era feliz, vivía tranquila dentro de lo que cabe. Ahora tengo sueños húmedos por tu culpa, por tu gran y larga culpa. Me imagino corriéndote en mi boca, tras mi mamada, estrujándote tu verga con mi boca, tragándomela esta tarde tras tu paja frente a mi cuadro. Sintiéndome saciada con tan solo ese acto, sin penetrarme, pues tú querrías torturarme aunque yo te deseara con locura, no penetrarías a tu tía, por muy políticamente incorrecto que fuese, ¿verdad querido sobrino?

¡Oh, qué noche de sueños húmedos! No he podido pegar ojo, por lo que de mañana me levanto y me preparo un café mientras te oigo ducharte. Tú sales de la ducha con el pelo mojado y yo te miro aunque ya estás vestido. Llevo mi bata anudada a la cintura y no llevo nada debajo, bueno miento, únicamente mis braguitas, pero mis grandes tetas. Esas que tanto te gusta mirar, están sueltas y mi canalillo se muestra por la abertura de la fina bata. Me miras y me haces sentir poderosa, ¿te gustan mis tetas, eh? Quien sabe, cúrratelo y quizás algún día te las deje tocar, besar o chupar.

—¿Te preparo una tostada? —le digo al verlo.

—¡Oh, sí gracias! —responde sonriente con su mochila al hombro.

Se toma un zumo de naranja del brik de la nevera mientras yo le unto la mantequilla en sus tostadas. Me mira, me siento observada, noto el poder que toda mujer tiene, el poder de provocar el deseo en el hombre ansioso de nuestras carnes.

Le observo mientras come: ¡Sí, come bien, aliméntate! Que tu joven cuerpo tiene que reponer energías —pienso mientras tomo un sorbo de mi café.

—¿Has dormido bien? —le pregunto para romper el silencio.

—¡Oh si, muy bien! —me confiesa el muy bribón.

—¡Pues yo me he desvelado! Tenía calor primero y luego frío, aparte de unos extraños sueños —le confieso a mi querido sobrino.

—¡Ah sí! ¿Qué tipo de sueños?

—Pues muy extraños. Antes casi no los recordaba, pero esta noche han sido hasta sueños vividos.

—¡Pues vaya! —me dice sonriendo mientras se termina el último bocado de pan y se apura el zumo de naranja.

—¿Quieres que te lleve? —le pregunto.

—¡Oh, no tú descansa! Si has pasado mala noche, yo hoy cogeré el autobús.

Y con estas palabras se despide, girándose y emprendiendo su camino en este soleado día.

Yo me echo un rato más en la cama y por fin doy una tranquila cabezada. Cuando tocan al timbre ni me entero y entre sueños recuerdo mi cita con Alba.

Apresurada me levanto y me pongo la misma bata con la que he saludado el día antes. Al abrir Alba está impecable, con un traje blanco y gafas de sol, con su bolso al hombro me mira de arriba a abajo y se sonríe.

—¿Se nos han pegado las sábanas hoy? ¿No?

—¡Lo siento Alba! Por favor pasa —le digo apartándome de la puerta.

—No te preocupes chica no pasa nada.

Pasa a mi estudio y la sigo, tiene tacones altos y un aspecto muy distinguido.

—Por favor pasa al estudio y acomódate. Yo voy a ponerme algo —le digo un poco avergonzada por mi aspecto desaliñado.

—¡Oh no lo hagas! A mí no me importa, siéntete cómoda, después de todo estás en tu casa, ¿no?

—¿No te importa? —le digo mirando mi aspecto.

—No, de verdad —me dice sonriendo.

Le ofrezco un café o un zumo y ella declina mi ofrecimiento, aludiendo a que ya ha desayunado. Así que comienza a desvestirse y veo como delicadamente se quita cada prenda. Primero su chaqueta, luego el top lencero que es ciertamente mono y le hace un escote precioso y a continuación se baja el pantalón mostrando un bonito tanga blanco igualmente, con una delicada tira de tela que se mete por la raja de su precioso culito. Cuando de pronto veo algo brillar allí abajo.

—¿Oye? Perdona mi indiscreción, ¿eso que llevas puesto no es...? —le digo sin atreverme a terminar la frase.

—¡Oh sí, te diste cuenta! —me dice abriéndose sin disimulo sus cachetes y mostrándome una joya de color rojo en su culo—. Me compré un plug anal y me he animado a llevarlo puesto. ¿Te gusta cómo me queda?

—¡Oh sí, es muy mono! —le digo admirando el descaro de esta joven casada.

—Me excita pensar que lo llevo puesto y los demás no sospechan nada, incluido mi marido, a él aún no se lo he dicho.

—¡Hum, vaya sorpresa le darás! —le digo sonriendo.

—¡Ya lo creo, lo malo es que me lo va a querer quitar para luego hacerme daño con su herramienta erecta! —me confiesa—. ¿Te importa que lo lleve mientras poso?

—¡Oh no, adelante! —le indico sin tapujos.

Hoy es el día, intentaré captar la felicidad en su rostro iluminado por la claridad que entra por los ventanales del estudio...

Comienzo para pintar… me resulta extraño pintar en bata, esta es muy suave, como de seda y ligera. Cae por mis pechos y los marca, quedando un canalillo en forma de uve que me resulta muy sensual.

Sentada en mi taburete, mantengo una pierna flexionada y apoyada en un pequeño aro que se levanta a unos treinta centímetros del suelo, lo que hace que muestre mis muslos sensualmente pues la bata se abre en la caída desde la cintura, donde la tengo anudada con un lazo que trae. De repente me siento muy sensual y soy consciente de que Alba tal vez me mire con curiosidad hoy.

—¿Sabes, no te lo vas a creer e igual te sienta mal…? —le digo dispuesta a confesarle lo ocurrido la tarde anterior.

—¿No, el qué? —pregunta curiosa ella.

Le cuento lo ocurrido con mi sobrino, cómo le descubrí masturbándose con su retrato inacabado, ella sabe que aún no tenía rostro, así que a todas luces es como un maniquí de los escaparates. Se lo cuento haciendo hincapié en dicho detalle, por si le sienta mal.

—Así que cuando entro le veo con su pene erecto, de pie mirando el cuadro y no veas cómo puso el suelo al acabar, ¡todo perdido! Como te puedes imaginar.

—¿En serio? —me dice sonriente y estupefacta.

—¡Y tanto! Yo le miro y me quedo asombrada, la verdad es que su cuerpo joven y fibroso me llama poderosamente la atención y tiene un pene largo y hermoso, ¡ay, chica! Parezco una vieja verde, ¿verdad? —le digo despertando sus carcajadas.

Alba comprende el incidente y no la noto molesta para nada por lo ocurrido.

—¿Te molestaría que le mostrase el cuadro terminado? —decido preguntarle.

—¡Oh no, adelante! Seguramente te pedirá que le dejes cinco minutos a solas con él —dice riendo a carcajadas.

—Sienta bien sentirse deseada, ¿verdad? —le digo suspirando.

—¡Ya lo creo Natalia!

Ahora viene lo escandaloso, cuando decido confesarle mis sueños húmedos confesándole que me he visto mamándosela aquí mismo, sintiendo como esta entraba en mi boca y deseando que me entregase su leche cuanto antes.

—¡Jo chica! Yo diría que lo que necesitas es que te echen un buen polvo, ya sea tu sobrino u otro hombre.

—Soy consciente, lo que me escandaliza es que él es el hijo de mi hermanastra y aunque no tenemos lazos de sangre, el sólo desearlo hace que se me erice el vello y me horrorice la idea —le explico ante su atenta mirada.

—Bueno mujer, tampoco es para tanto. Si quieres que te de mi bendición, te la doy. Yo tuve mis escarceos en la pubertad con un primo y guardo un grato recuerdo de nuestros calientes encuentros en el verano en que descubrimos la sexualidad.

Alba me cuenta por encima lo ocurrido y ciertamente me excitan sus memorias de aquel caliente verano. Acaso, ¿quién no ha tenido un verano caliente en su vida?

—¿Hacemos una pausa? Me hago pis —dice Alba.

—¡Oh claro! —digo yo lamentándome que apenas he dado un par de pinceladas en su rostro hoy.

Alba va a mi baño, yo siento también ganas de hacer pis así que vamos juntas. Me resulta extraño cuando la veo caminar desnuda por mi casa, con su joya anal moviendo su culito y viéndola yo desde atrás. Sin duda, ¡qué sensual caminar!

Hace su pis ante mi mirada, desnuda como una gata, se levanta y se limpia su sexo peludo como le pedí para el cuadro. Ahora nos cruzamos en el estrecho baño y soy yo la que abriéndome la bata, bajo mis bragas y me siento en la taza. No son nada del otro mundo, simple algodón blanco con ribete de encaje, pero me siento observada mientras el pis cae a chorro en la blanca taza.

Termino de hacerlo mientras ella se lava las manos y se retoca el rímel en el espejo del baño. Cuando me levanto y me limpio mi sexo me siento observada por el rabillo del ojo, termino de subirme las bragas y antes de anudarme la bata para cubrir mis pechos desnudos...

—¡Oh Natalia! ¡Qué hermosos pechos tienes! —me dice mientras soy consciente de que con la bata abierta, mis pechos asoman más de lo que debieran cuando me incorporo y frente a ella me limpio mi sexo también peludo como el de ella.

—¿En serio? —digo un poco avergonzada.

—¡Y tanto! Los míos son pequeños —dice mientras desnuda frente a mí y se los acaricia—. ¡En cambio los tuyos son enormes! ¡Muéstramelos, quiero verlos! —me dice acercándose a mí y tomándose la libertad de coger mi bata y abrirla en canal.

La dejo mirar, se siente maravillada por su tamaño y su boca se abre ligeramente. Incluso se permite extender la mano y tocarme la izquierda, la tengo ligeramente más grande que la derecha. La acaricia suavemente por abajo y se permite deslizar su dedo corazón en derredor de mi pezón, recorriendo mi areola rosada.

—¡Uf, Alba! ¡Que me haces cosquillas! —digo apartándole la mano.

Me siento avergonzada por su tocamiento, pero lo hace de forma tan natural e inocente que no debo darle importancia. Aunque realmente me ha provocado cosquillas, unas cosquillas especiales, sobre todo cuando la he sentido cerca de mi pezón.

—¡Tienes unas hermosas tetas Natalia! Yo quiero ponerme unas grandes tetas, ya que la naturaleza no fue generosa conmigo en este aspecto —me confiesa y se lamenta mirando sus tetitas preciosas como dos copas de champán.

—Pues qué quieres que te diga, yo que tú no me las pondría. Tus tetitas son preciosas chica, ya las desearía yo para mí ahora, tener tu joven y bonito cuerpo de nuevo y gozar de la vida.

—¿En serio te gustan? —me dice cogiéndolas con ambas manos y juntándolas, formando un gracioso canalillo.

—¡Qué dices, me encantan! —exclamo y ahora soy yo la que se permite cogerle una con la palma de la mano, apoyando mi dedo pulgar y deslizándolo por encima de su grueso pezón. Lo tiene gordo y duro desde que hemos empezado a pintar, es algo hasta cierto punto normal, pues hace un poco de fresco esta mañana.

—¡Oye, ahora soy yo la que tiene cosquillas! —exclama apartándome delicadamente la mano y cogiéndose de nuevo sus tetitas.

Admito que me ha gustado el tocamiento, tan inocente y natural como el suyo.

Volvemos al estudio mientras miro desde atrás como mueve su gracioso culito al caminar. Sé que lleva su joya escondida, es algo perturbador hasta cierto punto, pero ella es joven y su cuerpo es pura dinamita.

Cuando me siento en el taburete trato de pintar pero es como si mi mano no me obedeciese, no soy capaz de dar una pincelada más…

—Me siento muy a gusto posando para ti, te echaré de menos cuando termines el cuadro, ¿sabes? —me confiesa por sorpresa.

—¿En serio? Yo también me siento muy a gusto pintándote. Oye Alba, creo que hoy no me siento inspirada para terminarlo —le confieso frustrada.

—No pasa nada Natalia, puedo volver otro día —me dice recostada en el sofá.

—Sí, si no te importa. A ver si me siento más inspirada.

Se levanta y se viste ante mí. La observo mientras limpio los pinceles, es sexi verla vestirse, cómo se va cubriendo cada parte. Primero el tanga, cubriendo su sexo, luego el pantalón tapando su culito y finalmente su sujetador y el resto de las prendas de la parte superior.

—He pensado algo Alba, por qué no en lugar de cobrarte por el retrato, sigues posando para mí en otro cuadro. Te pintaré tumbada boca abajo en el sofá, retratando tu culito y tu joya puesta desde atrás, ¿qué te parece?

—¡Oye, será muy erótico, ¿no? —me dice sonriente.

—Sí, me lo quedaré para mí, será mi recompensa a cambio de este retrato, ¿qué te parece?

—¡Pues trato hecho! —dice Alba tras vestirse, ofreciéndome su mano pequeña, blanca y delicada.

En lugar de estrecharle la mano abrazo, sorprendiéndola con mi cálido gesto. La doy un beso en la mejilla y le prometo que siempre será mi musa. Ella me mira y se sonroja, la he dejado sin palabras...

La acompaño a la puerta y nos despedimos. Se gira y se marcha caminando mientras me da la espalda. Yo me quedo mirándola caminar, ella es dulce y bella, como la primavera —pienso, mientras cierro poco a poco la puerta.


Acabáis de leer un caliente estracto de mi nueva novela:

La Viuda y es que en esta novela hay un poco de todo, como en la vida misma podría decirse, múltiples tramas que contribuyen a crear un universo cuasi mágico diría yo

, si quieres saber lo que ocurrió a continuación está publicada en Amazon.