Alas al frío

acércate un paso por vela que apague, sé que somos oscuros, pues dejemos a la oscuridad rodearnos y siénteme... ven, vamos a destrozar a dentelladas el límite final.

ALAS AL FRÍO

"Bésame, abrázame, dame cuartel

aunque así lleve las de perder,

te juro vida mía que no sobrevivo

sin alas al frío..."

José Alfonso Lorca

Aquí estoy. Nerviosa. Conduciendo hacia las afueras de la ciudad, sin saber muy bien a dónde me dirijo y siguiendo las indicaciones que un desconocido me dio bajo mi ventana. Mas... ¿cómo explicar que no es tal desconocido? Ese hombre que me ha llevado a hacer cosas que, en mi sano juicio, no haría por nadie, ni siquiera por Javier, mi novio "formal", no es en nada un desconocido para mí, o por lo menos no quiero verlo así. Pero mejor empiezo por la primera noche desde la que conozco la historia, porque sé que para él tiene mucho más tiempo aunque no sé cuándo ni cómo comenzó desde su mirada, para mí, fue cuando lo descubrí

Acababa de dejar a Javier en su casa. Su coche se había averiado y yo me había ofrecido a buscarlo en su trabajo y llevarlo a su casa luego de, tal vez, un fugaz momento de sexo en el auto (siempre me ha gustado jugar con el destino y aunque Javier no compartiera esas "travesuras" con mucho gusto, a veces lograba que se soltara un poco, y es que el sexo siempre nos lleva a olvidarnos de ciertas convicciones). Sin embargo, esa noche no tuve suerte, Javier no cedió bajo ningún concepto porque supuestamente estaba muy estresado como para, además, buscarse un problema con la policía si nos encontraban en esas "lides". Tuvimos una larga discusión y me hirió profundamente cuando me espetó con un "¿¡pero es que tú no puedes ser una chica normal!?, Siempre queriendo ir en contra de la corriente, siempre queriendo volar más alto que los demás, siempre pensando que eres dueña del destino…" y una sarta de cosas más que siempre terminaban en el mismo drama de "si tan sólo aceptaras casarte conmigo" que remató con un lapidario "es que tú no sabes amar y tampoco me dejas enseñarte" . Me dejó helada, podía soportar que no me comprendiera, podía aceptar, incluso con gusto, que le pareciera que no era una "chica normal" (me encantaría que si alguien realmente sabe qué es serlo me lo dijera) pero que afirmara, con tanta dureza y certeza, que no sabía amar, luego de todo cuanto había hecho por demostrárselo, eso sí fue una daga directo al pecho.

Lo dejé en su casa sin siquiera pronunciar una palabra más, aguanté el llanto que se me había agolpado en la garganta y apenas lo dejé cerrar la puerta para arrancar feroz por la pequeña calle del fino suburbio donde vivía; imagino que luego se desviviría por explicarle a los vecinos qué clase de loco lo había dejado esa noche, pero ya francamente no me importaba. Iba a mil por hora pensando cómo haría para devolverle su anillo (que acepté como símbolo de cuánto lo amaba más que por representar el acostumbrado compromiso) pero sobretodo intentaba imaginar cómo acumularía fuerza de voluntad para dejarlo, porque no podía figurarme perdonando esas palabras, sentía que si lo hacía me convertiría en una más de esas mujeres que aceptan el primer golpe y no hallan cómo frenar los siguientes, y es que para mí aquello había sido una dura bofetada que me había quebrado la cara.

Llegué a casa embargada en furia y llanto, convencida de que mi amor, ese que según él yo no sabía sentir, no me permitiría separarme de él tan fácilmente, y reprendiéndome a mí misma por haberme dejado atar tan fuertemente por un hombre como no lo había hecho nunca… ¡ja!, atada por un hombre... ni siquiera sabía lo que me esperaba a partir de esa noche.

Fui directo al pequeño cuarto que había alquilado en la gran casona de Julieta. Julieta es la vicepresidenta de la compañía de mi padre, quien finalmente había accedido a dejarme ir porque era ahí donde viviría y sentía que de algún modo u otro podría controlarme; claro, nunca supo que Julieta es casi mi principal cómplice, ella, como muchos, no estaban de acuerdo con que mi padre no me dejara ni a sol ni a sombra, luego de la muerte de mi madre y solía repetirme "si tu padre no quiere dejarte ser algo más que la ‘niña consentida de papᒠyo te voy a permitir que dejes salir todo ese espíritu rebelde muchacha, que yo sé muy bien lo que es tener que conformarse con ser una niña rica". Y es que ella tenía una historia dramática porque su padre la recluyó en un internado luego de saber que su "muchachita"no era virgen a los 16 y de ahí no pudo salir hasta la mayoría de edad, tiempo suficiente como para lograr que no intentara enfrentársele de nuevo y por lo cual se había arrepentido la vida entera; a pesar de ser ahora una de las más respetadas economistas de la ciudad, madre de tres bellos hijos y esposa de un igual "hombre rico y de buenas costumbres" del que estaba profundamente aburrida.

Pero me disperso. Estaba en que había ido directo al cuarto que había alquilado, que quedaba en la parte posterior de la casa. Era realmente algo así como un cuarto de servicio, irrisoriamente pequeño, donde apenas cabía la cama, una mesita que hacía las veces de peinadora y escritorio y un armario donde guardaba las cosas más necesarias y la ropa de "diario" (el resto estaba en un ropero que se encontraba en uno de los tantos cuartos de huéspedes, el más cercano). Escogí precisamente ese cuarto porque era el único que tenía una gran ventana, justo al lado de mi cama, que me permitía ver el cielo fresco en las mañanas y la luna en las noches, además de un marco grueso donde podía sentarme de vez en vez, cuando quería sentir simplemente la libertad del aire y relajarme pensando en nada o en mucho, según la ocasión.

Esa noche precisamente necesitaba pensar mucho y drenar a solas con mi taza de café y un cigarrillo, por lo cual ni siquiera subí a darle las buenas noches a nadie, sino que me dirigí directamente a mi amada ventana. Me encontraba absorta en mis pensamientos y había dejado incluso escapar alguna que otra lágrima acompañada de una queja dirigida a Javier: "¿cómo es posible que no sientas mi amor, mi extraño tipo de amor que antes te fascinaba tanto?" y luego de alguna pausa para fumar "si tan sólo recordaras tus propias palabras cuando me decías que me amabas por ser distinta a todas las mujercitas que habías conocido" . Y así, entre una aspiración y otra de mi cigarrillo, iba reclamando y me iba desahogando cuando, de repente, escuché algo parecido a una risa triste y ronca justo debajo de los arbustos que colgaban de la ventana y, acto seguido, vi una sombra correr, furtiva y rápida, que pronto desapareció de mi mirada.

Al principio me asusté mucho, pero luego pensé que podría ser Alejandro, el hijo mayor de Julieta, que accidentalmente estuviera caminando por el jardín esa noche y hubiera escuchado, sin querer, mis palabras y, asustado, hubiera corrido…pero, por otro lado, pensaba que ese extraño ruido ronco, parecido a una risotada decepcionada, no podía ser de un adolescente (Ale tiene 14 años y apenas su voz estaba encaminándose a la de un hombre); más bien parecía pertenecer a un hombre, que además entendía de lo que estaba hablando, como si estuviera familiarizado con la historia, y yo, ni a Ale, ni a nadie, le había contado mucho de Javier; lo que todos saben es que es mi novio desde hace tiempo, que mi padre está contento con él y que lo adoro muchísimo, como él a mí; ninguno, salvo Julieta, entiende que no me haya casado aún con él. Pero más que eso nunca he dicho, ni mis problemas, ni mis aventuras con él. Suelo ser muy discreta en ese sentido, sobretodo porque no quiero que mi padre sepa que Javier y yo tenemos algo más que una simple relación de novios formales y no nos vemos solamente en las reuniones sociales y alguna que otra ida al cine.

A pesar de mi sobresalto y el giro que estaban dando mis pensamientos, había conseguido calmarme, una extraña sensación de tranquilidad me embargaba, como si esa sombra me fuera familiar y supiera, en el fondo, que no era nadie dispuesto a dañarme. Sin embargo, por esa noche dejé mis cuitas a la almohada y cerré bien la ventana, (que soy un poco alocada mas no irresponsable ni temeraria), pensando preguntar por la mañana a Ale si había estado dando vueltas por el jardín luego de calmarlo diciéndole que no me importaba lo que hubiera escuchado, responsabilidad mía esto de hablar siempre al aire; sabía que me diría la verdad, ese niño es un sol y afortunadamente me quiere y me respeta más que a una hermana mayor.

Efectivamente, al día siguiente, durante el desayuno, pregunté por Alejandro y cuál no fue mi sorpresa cuando Julieta me dijo que no había ido a dormir la noche anterior, que se había quedado en casa de unos amigos a pasar el fin de semana y que estábamos todas las mujeres solas en casa (su esposo estaba en uno de sus tantos viajes de negocios y además de Ale, Julieta sólo tiene unas hermosas mellizas de nueve años). Así que quedaba descartado de antemano que cualquier hombre de la casa hubiera sido el visitante nocturno que, en silencio, había escuchado mis lamentos.

Extrañamente en vez de sentir miedo o alarma ante tal situación, lo que crecía en mí era una sorda vergüenza de que alguien hubiese tenido acceso a mis cursilerías nocturnas (bastante frecuentes desde que conocí a Javi) y un aún no reconocido deseo de que volviera esa noche.


No pude contener mi satisfacción-decepción esa noche. Por fin ella parecía darse cuenta de que ese mariquita no valoraba, es más, ni siquiera percibía, todo lo que su alma guardaba. Javier ... ese nombre se ha convertido, sin que nadie lo sepa, en mi rival de duelo para llevarse a la dama ; un rival de altura, innegablemente, porque puede ser un niñito mimado pero seguramente inteligente para que ella lo admire tanto, y realmente disto de querer destronarlo, no pierdo el tiempo con los niños ricos y además ella ya es más mía que de él, ¿para qué arriesgar "mi cuello"?, poseo todo lo que él no es capaz siquiera de imaginar: sus formas en la sombra, sus lágrimas, sus suspiros en las noches perdidas y sus palabras al viento.

... sus palabras...

Con ellas me ha ido entregando, sin yo buscarlo, lo que a nadie más ha otorgado; estoy seguro de que jamás ha repetido a persona alguna lo que cree regalarle al viento de vez en cuando mientras yo, callado e invasor, espero a diario bajo su ventana. Y con esas palabras ha despertado esta necesidad que tengo de ella y me ha llevado a convertirme en un esclavo en contemplación nocturna sin ningunas ganas de liberarse.

He absorbido una a una sus dichas y tristezas sin permiso, aunque siempre he pensado que nadie regala palabras sin la esperanza de ser escuchado, ¿cuántas veces no soñé yo que alguien escuchara los lamentos de mis adentros?, esos que siempre expresé en mis eternas soledades. Pero para ella estoy yo, ahí al pie de su cascada de emociones, noche a noche desde aquella en que el destino me llevó hechizado a saltar la barda y guiarme curioso a su ventana cuando, distraído, caminaba por la calle trasera de esa gran casona y vi su sombra femenina tras la cortina, bailando con movimientos suaves que acentuaban más la magia.

Soy un ser oscuro, vivo de noche entre callejas sórdidas, no recuerdo haber tenido más familia que el dueño del bar donde crecí, las putas, los borrachos y mi perro. Fui durante mi niñez la mascota de las mujeres perdidas y quien lavaba las culpas de Josué, un desgraciado que abandonó a su mujer y su hijo durante su juventud y hasta el sol de hoy no ha tenido más noticias de ellos y para quien recogerme a mí y criarme fue su manera de pagarle a la vida; pero no me importa, "las desgracias de unos son las venturas de otros" suelo decir, total, esa fue mi salvación y hoy soy un cazador de desventuras, vivo de ellas y no sabría arreglármelas sin lágrimas, las cuales consumo de muchos a diario y las que por mi parte, claro, a nadie muestro, porque por un lado no me quejo en público y por otro, hasta "conocerla", no había existido ser capaz de hacer surgir de mí emociones suficientes, emociones con las que hoy aún no sé qué hacer.

Emoción como la de esa noche en la que me regaló sus dolor y su decepción. Escuché atento su furia contenida, su insatisfacción porque él no había aceptado comer de su cuerpo cuando ella se lo puso "en bandeja de plata", su sufrimiento al no saberse comprendida y sobretodo que el muy estúpido había sido capaz de decirle que ella no sabe amar. Sentí una mezcla de satisfacción porque mi rival había golpeado en falso con su espada y me había abierto con ello la puerta de las pasiones contenidas de ella , y de rabia contenida porque compartía su sentimiento y porque ¡coño!, si esa mujer tan sólo me diera la oportunidad de ver su cuerpo desnudo más allá de la puta cortina yo no lo hubiera siquiera pensado; llevo más horas de las que hubiera podido imaginar apenas soñando con siquiera verme en sus ojos, y este maricón, que puede probar cada vez que le dé la gana de esa piel, la rechaza sin más, ¡y remata diciendo que es ella quien no sabe amar!.

Por eso se me escapó la pequeña carcajada que casi echa al suelo mis "robos" diarios de su alma; yo mismo, acostumbrado a mi silenciosa invasión, me sobresalté al escucharme y lo único que atiné a hacer fue correr furtivo entre las sombras y las ramas, rogando que no me hubiera escuchado y temeroso de regresar la noche siguiente, no fuera que tuviera que encontrarme de nuevo con la policía, que ya estaba harto de esos encuentros donde un tipo como yo siempre sale perdiendo, mis tatuajes, mi ropa desarreglada y mi mala cara, se han convertido en el estereotipo preferido de "los de la ley" y siempre termino con mis documentos en el suelo, manoseado por las "revisiones de rigor", humillado contra la pared y alguna que otra vez con un buen puño en el estómago cuando alguno de los policías se frustra de no encontrar nada con qué encanarme e intenta provocarme para lograrlo. Menos mal que Josué supo enseñarme a controlar mis furias y, a pesar de todo, me dio educación y se esmeró en darme cuanto libro le caía en las manos, nunca fui a universidad ninguna, no me dio la gana de exponerme a los imbéciles que siempre me ven como un bicho raro; pero nunca dejé de leer y estoy seguro de que mi cerebro guarda las lecciones más valiosas y es que mi universidad ha sido la vida en la calle y los libros en mi cuartucho del bar, ¡ah! Y mis madres y maestras han sido las putas, nadie puede enseñarte a vivir más que ellas... y tampoco a amar.

Así que el sentido común que he aprendido de todo en la vida me dijo que esta vez me hubiera jodido seguramente y pasé una agónica semana sin ir por esos lares. Pasado ese tiempo, me fui acercando tímidamente a su barrio, siempre vigilante ante cualquier extraño, que de tanto ir ya me sabía los carros de memoria, sus visitantes comunes y sus habitantes. No noté nada extraño y di mi próximo paso arriesgándome hasta el extremo. Pero es que esa mujer me había atrapado los pensamientos y bien podía pagar una noche de cárcel por "invasión de propiedad privada" tan sólo por oír una vez más su voz o tan siquiera ver su sombra tras la cortina; los días sin su cercanía me habían hecho darme cuenta de que más me aterraba el hecho de que ella se hubiera cambiado de cuarto que el garrote del policía en mi espalda una vez más.


Ese día Javi me llamó para disculparse por lo de la noche anterior. Me comentó que estaba muy estresado y por eso no había querido que hiciéramos el amor en el auto, que no quería tener sexo preocupado por si nos encontraban, que bajo esas circunstancias tal vez ni siquiera habría podido responder y una sarta de cosas más; pero en ninguna frase estaban las palabras que yo esperaba. No me atreví a decirle que de querer sólo sexo no me bastaba más que irme a un bar con ropa provocativa o, en el peor de los casos, frotarme yo misma mis deseos hasta alcanzar mis objetivos, que poco me importaba si su miembro resistía o no el estrés, que lo que me hería realmente es que se atreviera a cuestionar mi manera de amarlo, porque lo amaba como nunca lo había hecho hasta ese momento, tanto que me guardé mis reproches y me cité con él para cenar y luego irnos a un hotel lujoso, con una cómoda y "decente"cama para hacer nuestras "indecencias", como las hubiéramos hecho igual en el asiento trasero de mi auto si no le tuviera tanto temor a romper sus principios morales, es más, lo hubiéramos disfrutado más. Pero su cuerpo para mí era suficiente, sus "te amo" al oído, su respiración en mi nuca, su rostro lleno de placer, su pecho enrojecido y su manera de desatarse cuando hacíamos el amor; en esos momentos Javi no era en nada el chico correcto que todos conocían. Su pasión era fuerte y arrolladora, sus deseos y sus juegos sobre mi cuerpo horrorizarían a todos nuestros "amigos de sociedad". Cuando nos quitábamos la ropa, Javi se convertía en Javier, el hombre sin diminutivos en ninguna de sus caricias, el hombre que no se cansaba de penetrar en mí una y otra vez cada vez más fuerte, cada vez más entregado. El hombre al que amaba.

El problema era cuando se vestía y el diminutivo volvía a hacerse dueño de él. Cuando volvía a ser el hombre correcto, el preferido de todos, el admirado, el impecablemente arreglado para cualquier encuentro, el que cumplía todas las reglas de la sociedad decente, el que intentaba día a día controlar mi libertad con sus propias prisiones interiores. Si él tuviera idea de que sus límites cortaban gradualmente mis alas y que mientras él intentaba "encarrilarme" yo trataba precisamente hacer lo contrario con él: liberarlo en la vida como lo hacía en la cama. Si él hubiese tenido idea de ello, habría entendido lo que es mi amor tal y como lo concibo, ese que libera al otro, que lo impulsa, que se alimenta de locuras que contar y compartir al final de los días.

Locuras como la que hice después.

Luego del desayuno de ese día, no paré de pensar quién podría haberme estado escuchando la noche anterior. Sentía una mezcla de vergüenza con rabia al saberme espiada de esa manera y, en vez de temor, me embargaba más bien una necesidad de verle el rostro al invasor, de reclamar mi derecho a saber por lo menos quién había estado hurgando en mis secretas emociones y desde cuándo. Sí, quería que regresara esa noche para exigirle respuestas pero, al mismo tiempo y sorpresivamente, hasta para mí misma, también para seguirle dejando entrar en mí pero esta vez consciente de que lo hacía, porque sabía que era un hombre, ese ruido ronco sólo podía pertenecer a un hombre, y me excitaba el hecho de que supiera de mí, de que le hubiera producido la voluntad de reírse secamente ante la comprensión del absurdo que estaba expresando. Pero también quería otra cosa. Quería hurgar en él como lo había hecho conmigo, quería que me entregara lo que ahora me pertenecía por derecho: su alma a cambio de la mía que él había robado.

Esa noche lo esperé en la ventana. Me senté y fumé un cigarrillo tras otro pendiente de algún ruido, tomé un termo entero de café, pero nada, ningún esbozo de otra presencia más que la mía, incluso le hablé, le inquirí en voz alta pidiéndole que se manifestara si era hombre, que aceptara mi reto, pero no, ni esa noche ni las seis siguientes hubo ningún visitante.

Llegué a pensar que estaba loca, que me estaba creyendo demasiado al pensar que a alguien pudiera interesarle tanto mis palabras como para haber venido ni antes ni después de aquella noche. Finalmente, concluí que había sido un hecho fortuito y que, incluso tal vez, ni siquiera habría realmente escuchado nada sino que lo había imaginado por lo compungida que estaba; así que al séptimo día, cual diosa de la nueva era, cesé en mi propósito.

En esos días me había alejado un tanto de Javi pendiente de estar todas las noches en casa para atrapar a mi supuesto espía; llegué incluso a ser yo quien rechazara su invitación al acostumbrado hotel tan sólo por no faltar a mi "cita". Así que, al desistir, me propuse retomar con nuevos bríos mi relación y lo invité al cine, donde le abrí el cierre del pantalón y masajeé su virilidad mientras él nervioso intentaba controlarme, hasta que mi mano hizo a su deseo más fuerte que sus convicciones y me regó de satisfacción hasta más arriba de la muñeca, mientras acallaba entre sonreído y ceñudo su propia respiración acelerada entre la oscuridad y frente a la pantalla que nos vomitaba efectos especiales.

No me reprendió, como esperaba, cuando salimos de la función; me veía, eso sí, como quien intenta controlar la risa ante la travesura de una chiquilla, pero tampoco dijo nada al respecto. En el auto de vez en cuando me regalaba una sonrisa y acariciaba mi mano y parte de mi pierna como anticipando lo que sería nuestro encuentro en el hotel, donde efectivamente fuimos para "terminar con calma" lo que yo había comenzado y me regaló una de las noches más intensas de sexo que habíamos tenido hasta ese día. Bueno, parte de la noche, porque una niña de su casa no podía pasar alguna completa fuera de casa y menos cuando "el suegro me tiene tanta confianza".

Así que al regresar a mi cuartito estaba bastante feliz por mi pequeño logro y totalmente esperanzada. También continuaba excitada. Me pasaban por la mente momentos de lo que acababa de vivir; cuando me dijo que su mano "vengaría" lo que le había hecho la mía y sin siquiera quitarme la falda, la metió en mi entrepierna para frotar intensamente mi sexo sobre la ropa interior mientras me abrazaba por detrás, o cuando pegaba mi trasero a su pene erecto, frotándose también él, mientras me enardecía cada vez más al hacerme sufrir por no tocar directamente los jugos que brotaban ante tanto deseo que me estaba produciendo.

Busqué mis cigarrillos en mi cartera y me senté en mi ventana para seguir recreando su cuerpo sobre el mío y sus manos explorándome entera. Me reí abiertamente al recordar cuando le dije que si no metía sus dedos de una vez dentro de mí, apretaría hasta que le doliera su miembro y él, presuroso y temeroso, descorrió mi ropa interior para obedecerme poniendo cara de niño sumiso.

"Niño sumiso..." me encontré diciendo a viva voz entre las risas y por un momento me tentó la idea de que mi visitante misterioso estuviera ahí, justo debajo de mí, al mismo tiempo que rechazaba la idea y decía: "No Kassandra, deja de pensar en eso que nadie está al pie de tu ventana escuchando tus estupideces" y acto seguido me levanté a cambiarme, sin cerrar las cortinas, segura de que realmente estaba sola como todos los días; y bailé contenta, como lo hacía siempre que tenía la certeza de que nadie me observaba. El baile era uno de mis secretos, expresaba mis emociones moviendo mi cuerpo, cuando estaba muy triste o muy feliz, me liberaba danzando un poco en mi cuarto y luego, hablaba al viento con la secreta esperanza de que a alguien le llegaran mis palabras, por lo menos a mi madre (a quien tenía totalmente idealizada, cosa normal de quien la ha perdido joven), de la que, entre mis pocos recuerdos, había adquirido precisamente esa costumbre de hablar sola.

En seguida, como sucede cada vez que evoco el recuerdo de mi madre, mi alegría dio paso a la tristeza, paré mi danza y pregunté, como lo había hecho mil veces: "mamá, ¿por qué te fuiste?, ¿por qué me dejaste tan sola?" y me senté de nuevo en la ventana a intentar poner en orden las emociones de esa noche.

"No muchacha, no te pongas triste que hoy es para estar contenta, recuerda más bien su cara intentando disimular en el cine lo que tú hacías con tu mano dentro de su pantalón. ¡Ay Javi!, te veías tan gracioso, sobretodo cuando involuntariamente cerraste tus ojos y echaste tu cabeza hacia atrás para disfrutar tu orgasmo y enseguida disimulaste con un actuado bostezo".

Y comencé a reír de nuevo, pero me sobresalté al escuchar que mi risa estaba acompañada de otra contenida, justo bajo mi ventana, me levanté y asomé mi cabeza intentando ver a través de los arbustos y escuché su voz por primera vez diciendo:

coño... otra vez

¿Quién está ahí?, es más, ¿quién te crees para espiarme?

Hubo un largo silencio hasta que espeté:

¡O me dices quién eres o llamo a la policía!

No, por favor, no lo hagas... aunque... ya no importa, estás feliz y tal vez ya no tengo más nada que hacer aquí. Me he descubierto tontamente al acompañar tu propio sentimiento, merezco perderlo todo de una vez, si quieres me voy y no vuelvo más y si vas a llamar a la policía por lo menos concédeme el deseo de no ver el rostro de este idiota que se ha hecho esclavo de tu alma noche a noche...

Quedé de una pieza. Jamás pensé que, en vez de correr, se enfrentara a mí y con esas palabras, derrotadas y aparentemente enamoradas. Su voz era ronca y medio apagada, no podía verlo por más que intentara porque se había colocado estratégicamente bajo las plantas que habían sembrado en mi ventana, pero imaginé que tenía una prominente manzana de Adán porque todos los hombres que conocía con ese tipo de voz tenían esa característica y, además, por lo cerca que lo escuché, pude suponer que era un hombre alto. No supe cómo reaccionar y, luego de unos largos segundos de silencio, sentí que se movía, como la primera vez, para irse corriendo y de nuevo desaparecer, pero aparentemente, en esta ocasión sería para siempre...

No te vayas, espera...

Disculpa, tendrías razón de llamar a la policía por mi invasión, mas no me voy a quedar a esperarlos Kassandra, no me importa que me jodan, pero como te dije, no quiero que veas la cara del derrotado... no te imaginas cómo lo siento, pero te prometo que no vendré más, sé que por un lado debes querer matarme, pero por otro te conozco lo suficiente como para saber que perdonarás mi intromisión y me dejarás ir; tu Javier te ha hecho cosas peores y aún lo perdonas, a mí no me amas, lo sé, pero también sé que valorarás que haya respetado y entendido todo aquello que tu alma le guarda...

Pero ¿desde cuándo me has estado escuchando como para saber eso?, puedo denunciarte por acoso...

Puedes denunciarme por lo que quieras, total no te hará mucha falta probar nada, apenas "los de la ley" me pongan una mano encima tendrán cualquier excusa, como siempre, para darme unos buenos golpes y tu honor seguro quedará salvado, pero eso sí, no me quitarán, ni tú, todo lo que ya tengo de ti dentro de mí...

Si me conocieras, como dices, sabrías que no me valdría de ningún policía para salvar honor ninguno, no es el honor lo que has agredido, me has robado pedazos de mi alma, la única manera que tienes de saldar esa cuenta ya deberías saber cuál es...

Ja... ¿qué quieres?, ¿que le enseñe al imbécil de tu novio cómo debe amarte?, aparentemente ya lo está aprendiendo ¿o no?...

¡Ese no es tu problema!...

... o mejor, ¿quieres que le diga que es un verdadero estúpido al no entender tu libertad?

¡Te estoy diciendo que ese no es tu problema!...

Sí, eso lo sé, mi problema es otro, uno que tú no entiendes y no es la policía...

Y entonces, podrá decirme el señor ¿cuál es?

Tú, desde hace mucho mi problema eres tú...

Durante un momento pensé que estaba controlando la situación pero con esa última frase, me había descalabrado. "Mi problema eres tú..." , no se imaginaba cómo me había atrapado con esas palabras mientras mi mente le dibujaba mil rostros, y mis oídos se hacían esclavos de su voz y su descaro; parecía ni siquiera importarle que llamara a la Fuerza Armada misma para matarlo, seguía ahí sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento por sus acciones, más bien se declaraba abiertamente culpable y hasta opinaba sobre mi relación con Javier y me decía, sin asomo de orgullo, ni falsas dignidades, que yo era su problema... Sabía que debía hacer algo, mi sentido común me decía que llamara a la policía, pero mi alma me gritaba que no podía dejarlo ir ahora, que con su invasión había logrado entrar donde nunca nadie lo había hecho y además lo valoraba y lo respetaba; aparte de eso, mi curiosidad podía más que mi rabia y, como lo había pensado días atrás, me sentía con el derecho de exigirle el pago justo por su atrevimiento. Sí, él tenía razón, ya nadie podía quitarle lo que había robado pero existía una manera de cancelar esa deuda:

No te irás de aquí hasta que no me pagues lo que debes por lo que has robado. Tienes razón, la policía no me devolverá lo que ahora tienes, la única juez calificada para dictarte sentencia soy yo misma y mi condena es que me des de ti lo que de mí te has llevado sin permiso....

Ahora fue él quien guardó silencio. Me sorprendí al escuchar el sonido de un Zippo y ver la pequeña luz de una llama que encendía un cigarrillo. La débil luz me dio la oportunidad de ver fugazmente su sombra en el piso, estaba exactamente en el medio bajo mi ventana, parecía ser un hombre delgado de cabello corto y efectivamente alto, eso fue lo único que pude atrapar en el corto momento de luz.

Eres delgado y alto por lo que veo...

Y yo lo que veo es que he empezado a pagar mi condena, ya conoces mi voz, ya viste mi sombra... así me acerqué a ti y eso es lo mismo que yo tengo: tu sombra tras la cortina y tu voz perdida en la noche... ahora, lo otro no veo cómo podré pagártelo, quisiera tener tu capacidad de decir lo que lleva tu alma, pero tengo dos problemas, no tengo ninguna de las dos, ni capacidad ni alma...

Eso es mentira...

¿Cómo lo sabes?

No sé, algo me lo dice...

Te lo dicen tus ganas de que sea lo que sueñas

Me enervas diciendo esas cosas, ¿te sientes tan seguro de conocerme tanto?, ¿qué sabes tú qué sueño yo?

Sueñas que alguien te ame como lo hago yo, pero no soy alguien que tenga algo que ofrecerte más que oscuridad y no podrías con ello...

Pero ¿¡qué coño sabes tú de eso!?

¿Ves?, es la primera vez que te descontrolas hasta soltar palabrotas, ni Javier ha logrado eso en sus peores días; no soy nada bueno para ti querida y no quiero decepcionarte mostrándote un alma sórdida que de seguro no es la que esperas de un hombre. Me voy, créeme que ya no me extrañarás en unos días, así paso yo por las vidas, pero quiero que sepas que, por primera vez, me importará que alguien no me extrañe y seré yo quien eche en falta terriblemente tu presencia...

¿Serás capaz de irte sin darme de ti lo que me has robado?, la que juzga si me sirve o no soy yo y con lo poco que has dicho ha sido suficiente para saber que sí, que tienes mucho como pagarme, te espero mañana en la noche...

¿Y si no vuelvo?

Pues te irás con la vergüenza de no haber luchado un poco más por quien no te ha cerrado las puertas como hubiera debido hacer una niña de casa, que sabes que no soy, y tendrás razón, no te extrañaré, porque no tendría absolutamente nada que extrañar, en cambio tú, por más que busques, no encontrarás nadie tan dispuesto a aceptar tu reto

Yo no te he retado...

Pues yo sí, ¿aceptas o no?

Hubo un largo silencio, tan profundo que podía escuchar mi corazón acelerado por lo que estaba haciendo, luchando con mi razón, que me decía a gritos que estaba cometiendo una locura de la que podría arrepentirme más tarde; motivo que, por otro lado, me incitaba aún más a seguir adelante. De repente vi cómo arrojaba su cigarrillo al piso, lo aplastaba y calmadamente decía:

Hay condiciones para este juego Kassandra: no sabrás quién soy; yo no he visto tu rostro, tú no verás el mío; no habrá preguntas y tampoco restricciones, no quiero que cambies tu manera de expresarte por saber que yo te escucho; sólo hablaremos de sensaciones, de alma, nada de vida, sin datos, sin direcciones ni teléfonos. Siempre de noche y siempre bajo tu ventana, tú no me sigues ni me buscas. Yo por mi parte prometo venir todas las noches y hacer lo mismo que exijo, si alguna vez alguno no tiene nada que decir pues no se dice nada, que la simple presencia nos sirve de mucho a los dos...

Falta algo, para empezar... tú tienes mi nombre, yo no tengo el tuyo...

Omar...


Me marché justo al decir mi nombre, sin promesas, sin volver la vista atrás. Sabía que vería mi cuerpo, mis ropas y, si tenía buena vista, el tatuaje que subía de mi hombro hasta mi cuello, pero no me importaba. Me preocupaban más otras cosas, como que habíamos llegado a un punto de no retorno, que si volvía la noche siguiente tal vez me encontraría con una Kassandra diferente,(¡ja!, si ella supiera que fue esa misma noche que supe su nombre); que no tenía idea de cómo expresar lo que ella requería de mí, que podía descalabrarle la vida como ella había descalabrado la mía, que me hiciera aún más adicto a ella y no resistiera más que otro, y no yo, fuera tan dueño de su piel como yo lo estaba siendo de su alma. Me preocupaba, además, el hecho de que hubiera conseguido bajarme la guardia y hacerse dueña de la situación, nunca nadie me había sorprendido y controlado tal fácilmente, nunca había caído en el juego de nadie.

Me sorprendió el temple con el que me enfrentó. Sabía que era definitivamente una mujer diferente a cualquiera que yo hubiera conocido, pero no dejaba de ser una niña rica que debía más bien haberse asustado y llamado a la policía sin siquiera decirme nada; jamás imaginé que no sólo me hubiera descubierto antes (que eso sí era fácil de suponer después de mi error) sino que además me hubiera esperado y pensado que yo podría estar ahí escuchando sus "estupideces" como ella había dicho. Me sorprendió también darme cuenta de que le había confesado a ella lo que no me había admitido a mí mismo: que la amo, y que además aceptara, con aparente tranquilidad, que ella no sentía lo mismo a su vez y yo ni siquiera sentía desconsuelo al tener la certeza de que nunca lo haría... jamás me acerco a nadie sin saber que obtendré mucho más de lo que yo estoy dispuesto a ofrecer y en este caso estaba haciendo exactamente lo contrario, me ofrecí limpiamente sin siquiera tener esperanza de tener lo mismo a cambio. Pero sobretodo, me inquietaba no saber qué sucedería a partir de ese momento, ¿qué pasaría con nosotros después de esa noche?.

Tardó un tiempo en llegar la respuesta.


Omar...

Se fue apenas dejando su nombre y la visión de su cuerpo enfundado en un jean y una camiseta oscura. Sí, es delgado, alto, con el cabello prieto, muy corto, y me pareció ver un tatuaje tribal que bajaba de su cuello hasta su hombro.

Me revoluciona recordar toda esta loca historia mientras conduzco a su encuentro, cumpliendo de nuevo sus condiciones, expuesta a cualquier cosa que pudiera pasar, hasta al peligro que me puede estar esperando; sin anillos ni aretes y sin ropa interior... pienso mil veces en lo que estoy haciendo, en cómo es posible que nos amemos tanto cuando ni siquiera nos hemos tocado; ¿qué explicación encontraría un psiquiatra al deseo que me produce tan sólo imaginarlo?, ¿al hecho de que he tenido mis mejores orgasmos recordando su voz? (y a veces escuchándola ahí, bajo mi ventana), ¿o de que nos hayamos masturbado sin vernos el uno al otro apenas escuchando gemidos y resoplidos, cada vez más estimulados, más excitados, por tan sólo imaginar el rostro lleno de placer del otro?, ¿qué diría si le contara como él me describía que liberaba su sexo de la ropa, ahí, bajo mi ventana y lo acariciaba primero con las yemas, luego lo abrazaba entre los dedos y más tarde, lleno de deseo lo atrapaba entero para subir, bajar y sacudir con fuerza mientras yo me estremecía imaginando que esa era mi mano y la música de su respiración agitada la producía yo y nada más que yo?; y que ahora, cuando decidimos finalmente sentir las pieles que tanto ansiamos, hayamos estado de acuerdo en no mostrar nuestros rostros, apenas dejarlos vislumbrar en una profunda oscuridad, por seguir sintiendo que es la magia del misterio la que nos tiene tan atados y que tenemos tanto temor como ganas de que se rompa este hechizo. Y eso que no puede tener otro nombre; así, hechizada, estaba la noche que le dije que también lo amaba, luego de sacar de él todo lo que su atormentada alma ha guardado a lo largo de su vida, luego de sentirlo llorar cuando lo hacía yo, luego de escucharlo reír de las locuras que intentaba hacer con Javier, locuras que sólo quería hacer con él pero, ante su negativa, intentaba realizar con Javi aunque no lo consiguiera o, de conseguirlo, no sintiera la satisfacción que esperaba...

Y es que Omar era mi motivo desde aquella noche y para siempre. Motivo y objetivo. Muchas veces nos dijimos lo que haríamos el uno con el otro si la historia hubiera sido distinta, si él no fuera un "alma oscura" y yo "una niña rica" y hubiese sido más bien una de las putas del bar que mencionaba o él un consentido niño de la sociedad que me rodeaba. Me contó de sus amores, de cómo aprendió a hacerle el amor a una mujer cabalmente y sin errores, como le habían enseñado sus "madres". Hablamos de libros, de música, de la que conocía de todo tipo. Nos contamos nuestros cuerpos, detalle a detalle, sin disfrazar los defectos ni realzar las virtudes; me describió sus cuatro tatuajes y me enseñó la tradición de que siempre quien se hace un tatuaje y se hace luego el segundo, debía tener el tercero, que los tatuajes deberían siempre ser impares y era uno o tres como mínimo, nunca dos ni cuatro, así que iba por el quinto, que sería mío, que llevaría parte de mi nombre.

Me enternezco al recordar su silencio y su llanto quedo y bajito cuando le confesé que lo amaba y que necesitaba desesperadamente sentirlo, que recordaba bien nuestro trato, pero que, tanto él como yo, sabíamos que no podríamos seguir por mucho tiempo resistiéndonos a nuestros deseos y que sería capaz de pasar por encima de quien fuera y de lo que fuera tan sólo por verme en sus ojos un instante.

Me dijo que tenía que resistir a ese deseo y que tarde o temprano tendría que alejarse, que no era más que un ave de paso, que no podía destrozarme la vida metiéndome en un bar sin futuro para ninguno de los dos, que yo debía seguir mi camino para ser alguien en la vida y que por más que le costara admitirlo era Javier, y no él, quien me brindaría las posibilidades que merezco; que sabía que su "rival de altura", como solía llamarlo, no lo decepcionaría. Incluso, luego de ello, desapareció durante algunas noches, eternas para mí, en las que casi enloquezco echándolo en falta. Estuve a punto de recorrerme bar por bar de las zonas bajas de la ciudad buscando un Omar con un tatuaje tribal que le llegaba hasta el cuello, sin importarme un comino nuestro trato, porque no podía entender que se desmereciera tanto, que esa muerte anunciada pudiera más que el supuesto amor que me tenía. Menos mal que yo no estaba equivocada y finalmente su amor, más fuerte que su convicción, lo hizo regresar una noche que lo lloraba y lo llamaba desesperada "Omar, mi Omar, ¿dónde estás?, ¿por qué tú también me has dejado sola?"

La misma noche que hicimos juntos un nuevo trato.


Intenté alejarme. Juro por lo que no creo, que hice mi mejor esfuerzo para liberarla de mí; pero mi egoísmo me podía más, soñaba todas las noches que cada puta con la que me acostaba para mitigar mi dolor era ella; una, que conocía bien mis maneras en la cama, me dijo incluso que casi había sentido que la amaba, que si no fuera porque sabía que ese sentimiento era ajeno a gente como nosotros, habría podido decir que por primera vez alguien le había hecho el amor de verdad y no simplemente se la había cogido como siempre. No le aclaré la situación, había prometido que jamás hablaría de Kassandra y ni siquiera pronunciaría su nombre, como no fuera para mí mismo cuando la llamaba en mis horas perdidas.

Sufrí como loco su falta. Esa mujer me había poseído cada fibra simplemente con sus palabras. De día sólo me calmaba recordar nuestra conversación la noche anterior y, cuando el sol se ocultaba, contaba las horas para llegar a nuestra cita diaria, me desesperaba cuando llegaba bajo su ventana y ella no había llegado y enloquecía de celos imaginando que quien la atrasaba era mi "rival de altura", quien, seguro, estaría lamiendo los jugos que yo tanto deseaba probar y a quien ella le regalaba orgasmos en mi nombre, como me había contado múltiples veces. Cuando me aparté, la mayoría de mis pensamientos eran esos, la imaginaba matando su propio dolor con el cuerpo de otro hombre que disfrutaba de sus emociones guardadas sin siquiera conocerlas. Sin embargo, lo que realmente me hizo regresar era la certeza de que ella no me permitiría alejarme así por así; la conocía lo suficiente como para saber que era capaz de buscarme; pero más me aterraba el hecho de que sabía que un día desistiría y finalmente ella sería quien se alejara y me cerrara todas las puertas. No concebía la idea de que un día me parara bajo su ventana y la luz no se encendiera de nuevo para mí.

Regresé justamente para evitar la consecuencia de mi lejanía: perderla para siempre.

La escuché llorar y sentí mi alma partirse en mil pedazos por saber que era yo quien le clavaba la daga que la hacía sufrir. Lloré en silencio sin atreverme a hacerle notar mi presencia, avergonzado de mis acciones y al mismo tiempo de mi falta de orgullo y voluntad; sabía que el hecho de regresar sólo indicaba que no sería yo nunca más quien levantaría el vuelo, que me exponía y aceptaba que un día sería ella quien finalmente seguiría con su vida, porque lo que sí tenía claro es que jamás estaríamos juntos, porque lo nuestro es un sueño que no da paso a realidades, que precisamente las realidades nos matarían y no quería suicidarnos; conozco la vida demasiado como para saber que algo así no tiene un final feliz sino una eterna contemplación, que la imposibilidad era precisamente la que alimentaba nuestra "relación" y hacerlo posible no era otra cosa sino acabar con todo.

No resistí mucho tiempo más mi silencio luego de escucharla llamarme. Lo único que había salido de sus labios era precisamente mi nombre y no, no podía ser indiferente a ello.


Estoy aquí preciosa...

¿Omar...? pero... ¿cómo...?

Shhh, llora conmigo Kass, llora por lo que estamos por hacer, llora porque el ladrón vino a continuar su trabajo en vez de dejarte en paz... lloremos, mi preciosa, porque posiblemente nuestro final está cerca...

¿Pero qué dices Omar? ¿Tú crees que yo soy estúpida?, ¿crees que no sé a lo que nos expusimos cuando hicimos nuestro absurdo trato?; lo que no puedo concebir es que precisamente tú no hayas entendido de lo que soy capaz, que no hayas sentido lo tanto que te necesito...

Lo que NOS necesitamos, querrás decir... y sí, lo he entendido, es precisamente saber de lo que eres capaz lo que más me asusta, mi niña, ¿crees que podría yo dejarte hacer todo aquello de lo que eres capaz?

No está en ti dejarme o evitar nada Omar, te repito que no soy tonta, no te voy a invadir y no voy a destruir nuestras vidas, pero tampoco te voy a dejar decidir por mí lo que me haga sufrir o no, ya me dueles y me vas a doler el resto de mi vida, estoy segura de ello, pero esa fue mi elección desde el mismo momento que te pedí que regresaras luego de aquella primera noche; supe desde el principio adonde llegaríamos con este juego y yo sé que crees que tienes más mundo que yo, y que es muy posible que eso sea cierto, pero tu mundo no anula al mío y a pesar de que me permití volar en nuestro sueño, tengo suficientes circunstancias que me regresan a tierra a diario, me regresan de golpe y me dejan esperando ansiosa cada noche en la que puedo levantar mis alas a tu lado; porque entendí que esta es la única manera de hacerlo, porque mi fórmula de escape de mí misma lleva tu nombre impreso en la tapa, porque este mundo que guardo, el verdadero, sólo encuentra esta ventana, tu ventana, para salir libre...

No tienes idea de lo que dices Kass, sabes que no tardaremos mucho tiempo en dar el siguiente paso, sabes que cada noche se me hace más insoportable estar acá bajo tu ventana y de un momento a otro voy a saltar y cruzarla para que me des los orgasmos que son míos, para que sea mi nombre y no el de Javier el que acompañe a tus "te amo...", para que me des tu cuerpo como me has dado tu alma y esa misma noche será nuestra despedida, porque no podremos seguir como hasta ahora luego de probarnos, porque nos amaremos y nos odiaremos al mismo tiempo por haber permitido que este sueño se convirtiera en una más de las realidades de las que tanto huimos...

Tal vez Omar, sólo tal vez. Porque aún creo en mi voluntad y mi voluntad me dice que sí podremos, que hemos podido con todo; que necesitamos seguir dándonos lo de adentro, que no habrá otro ser que lo pueda obtener, que no será ni más ni menos el efecto de por fin cumplir el deseo de tocarnos, porque hasta ahora no hemos podido conformarnos con nuestra lejana presencia y nuestras débiles voces que se encuentran cada noche... y siempre desearemos más, así nos comamos en este mismo instante a besos. Bajo esas circunstancias, me quieres decir ¿cuál es la diferencia?, ya no podemos protegernos de nada, ya fuimos heridos hasta el fondo y la estas heridas no se cerrarán nunca más, ¿no te basta de prueba que hayas regresado y me hayas encontrado llorándote?, ya estamos heridos de muerte e infectados sin cura el uno del otro. Pues yo me fumaré otro cigarrillo esperando la muerte entonces, pero no dejaré de fumar...

Tres noches...

¿Qué quieres decir con eso?

... nos daremos espacio de tres noches para pensar en todo lo que nos hemos dicho. Al cabo de ese tiempo, mi niña, iremos con nuestra decisión al galpón abandonado que está en la zona de fábricas al este, saliendo de la ciudad. Si alguno de los dos no aparece, aceptaremos no volver a nuestras vidas. A la medianoche, como los monstruos que somos, mi querida, decidiremos entonces si seguimos siendo monstruos que se matan lentamente a dentelladas o humanos conscientes.

Te amo Omar, en caso de que no asistas a la cita quiero que lo escuches una última vez...

Piensa Kass, tan sólo por un momento, en la posibilidad de que seas tú quien no acuda a la cita y quédate sabiendo que yo también te amo, como dices, ya sin cura de ti y feliz de haberme sabido amado a mi vez y de tener un sexto tatuaje, infinitamente más indeleble, con tu nombre dentro de mí...


Tres noches... y yo acá estacionada frente al galpón. Estoy segura de que él sabía que yo vendría a la cita. Busco alguna señal de su presencia, hasta este sexto sentido que he desarrollado para percibirlo en silencio bajo mi ventana, pero no siento ni veo nada, todo está oscuro y la puerta del galpón parece estar cerrada con un candado. ¿Habrá sido capaz de no venir?, ¡ja!, claro que puede haber sido capaz, "ave de paso me siento..." , así se describió una vez para mí... ¿soportaré el hecho de que finalmente haya levantado el vuelo?.

Salgo del auto y me dirijo al galpón; el ambiente es aterrador, parece un lugar perdido en el tiempo, sin historia, sin alma... perfecto para decirle adiós a nuestros sueños, que no tienen más refugio que nuestra memoria. Dios, te pido ahora que mantengas cada palabra, cada detalle, cada noche en mi mente; que permanezcan intactas todas las sensaciones que me produjo, que ellas me sirvan de columna de ahora en adelante. "No quiero borrarte Omar, no quiero que salga de mí nada de lo que me has otorgado... mi amor, ¿cómo pudiste decirme adiós así?" .

Vagamente puedo controlar mis lágrimas al pronunciar estas palabras, algo en mí se resiste aún a aceptarlo, ese algo que me obliga a intentar abrir el candado de esta puerta, que me grita que esta noche, la de este triste final, no importa nada; permaneceré aquí y que me busque la ciudad entera, si no me encuentra él ¿qué más me da que no me encuentre ya nadie?.

Pateo la puerta llena de furia, la golpeo hasta el dolor con mis puños como queriendo abrir la esperanza que se me está cerrando junto con ella. No puedo, maldita sea, no puedo retener mi esperanza y con ella mi voluntad flaquea... busco algo a mi alrededor que me sirva de palanca; mis ojos, entre lágrimas, se posan sobre una madera vieja.

"¡Maldita sea, mi mano!"

La madera se quebró por la mitad cuando intenté hacer palanca y me he cortado la palma de la mano izquierda, pero rompí el candado también, el óxido me ayudó, supongo, o tal vez la rabia me dio renovadas fuerzas. Pero ahora sangro, "Kassandra déjalo, debes volver, no haces nada sufriendo aquí... ¡No!, debo entrar, no será derrotada que diré adiós... no... así no me amabas Omar... sé que vendrás aunque sea después para ver si yo estuve aquí, pues te dolerá Omar, te dolerá encontrar mis vestigios, te dolerá sentir mi olor en la lejanía, te romperás también por dentro, como lo estoy yo ahora... rota mi alma como rota mi piel"

Entro ya sin miedo, no me importa nada de lo que me espere adentro, sólo quiero encerrarme lejos del mundo, en esta oscuridad, tan profunda que mis ojos apenas pueden adaptarse, no me está permitido siquiera distinguir sombras, acá no hay una sola ventana que deje colar la luz de la luna... necesito un cigarrillo "¿será esta la sensación de un condenado a muerte que pide como último deseo un cigarrillo?" . Me río de mí misma diciendo estas cosas, ¿a quién se las digo ahora?, ¿para qué hablar al viento? "ya no hay respuesta, Kassandra, ya no hay oyente..." .

La luz de mi encendedor me deja vislumbrar una cama ¡y unos libros!... ¡Dios, son sus libros!, estoy segura... busco desesperada algo con qué iluminarme, hay varias velas, enciendo las suficientes como para iluminar todo el ambiente... "¿qué es esto Omar?, ¿a dónde me has traído?, ¿sabías que entraría?... ¿qué estás buscando compartir conmigo?.Kafka, Süskind, Víctor Hugo, Unamuno, Hesse, Göethe, Dante... ¿¡todo esto te has leído!?, ¿éste es tu tesoro, del que tanto hablabas?, pero... ¿por qué?, ¿por qué sin ti, mi amor?..."

¿Sin mí?... ¡todo esto soy yo!...

Omar...

No voltees, quédate así, tocándome en cada libro, déjame seguir viendo cómo rozas pedazos de mi alma, la que nunca nadie ha tocado... sabía que vendrías, sabía que entrarías, pero guardaba la esperanza de que huyeras a tiempo, guardaba la esperanza de que aún me quedara algo de mí que no me robaras, este galpón soy yo mi niña, estás dentro mío ahora ¿crees que hay vuelta atrás?, para mí no la hay... ayúdame con tu voluntad, confío en ella para los dos, para seguir evitando correr hacia ti y abrazarte...

No lo evites que mi voluntad no quiere eso, mi voluntad es voltear y tocarte más que el alma... ¡el alma es lo que hemos acariciado hasta hoy!, pero basta, basta de palabras, basta de metáforas, basta de imaginarme el sabor de tus labios, el sudor de tu piel en otro cuerpo... acércate un paso por vela que apague, sé que somos oscuros, pues dejemos a la oscuridad rodearnos y siénteme... ven, vamos a destrozar a dentelladas el límite final.

Y así se va acercando y yo voy apagando las luces del sueño, vamos dejando de jugar a evitarnos... saca una navaja de su bolsillo, corta la palma de su mano derecha y con ella estrecha mi mano herida... es ese nuestro primer contacto... cierro mis ojos para sentir su sangre mezclada con la mía, para sentir como su aliento apenas me roza los labios, acariciando levemente, jugando con ellos sin besarlos y como se va aproximando su cuerpo al mío, con un lento temor a apretarme finalmente. Me abarca entera, mis labios buscan desesperados atrapar los suyos, me pongo de puntillas pero no me hace falta, él con su fuerza me levanta despacio y me acerca; lame mi boca, abriéndose paso suavemente con su lengua y poco a poco nos entregamos en ese ansiado primer beso, beso que se convierte en manjar para hambrientos y nos hace comernos ansiosos, abandonarnos a ese deseo retrasado; nos apretamos con fuerza, mordemos nuestras pieles, nos desbocamos en quitarnos la ropa buscando palpar, arañar, acariciar y poseer cada palmo hasta hoy negado...

Caemos sincronizados en la cama y abro mis piernas para recibirlo en mí sin más preámbulos. Siento su pene erecto, imponente, abriéndose paso a mis adentros firmemente, negado a esperar más entra con toda su potencia y me posee enloquecidamente, galopando sin control mientras yo me muevo cada vez con más pasión buscando que entre entero; no me importa que me rompa el cuerpo, quiero sentir su virilidad completa dentro de mí, mis deseos son más grandes que mi prudencia, no pienso en consecuencias, no siento ningún dolor, lo quiero mío y lo quiero ahora...

Pronto mi cuerpo empieza su convulsión y siento la de él sobre mí, su cuerpo se tensa y en la oscuridad puedo vislumbrar las venas bajo el tatuaje, a punto de reventar, mientras él mira hacia el cielo y me muestra una hermosa visión de su expresión contraída, la protuberancia en el medio de su cuello, tal como lo imaginé la primera noche y su quijada apuntando al norte, donde me hace llegar al mismo tiempo, arriba, muy arriba, con mi orgasmo.

Grita, grita fuerte cuando acaba y siento su tibio semen derramarse dentro de mi vientre; me contorsiono abrazándolo con mis piernas, incapaz de abrirlas de nuevo, y tiemblo, tiemblo por mi orgasmo y por mi miedo anticipado de encontrarme finalmente con sus ojos sobre los míos... "verme en tus ojos, sueño con verme en tus ojos" nos dijimos mil veces, y ahora, llenos de sudor, de la sangre de los dos, agitados, felices y aún hambrientos, nuestros ojos finalmente se encuentran.

Y adivino su rostro en las sombras, me enfrento con una mirada clara, brillante, ¿azules o verdes?, son cristalinos... jamás lo imaginé. Llora al verme, como lo hago yo. Sus líneas son hermosas, a pesar de la oscuridad puedo vislumbrar los trazos de su cara. Y su expresión... su expresión tiene tanta vida, tanta historia encerrada en él, tanto amor...

Dilo... dímelo

Te amo... Omar

Te amo Kassandra, mi Kassandra, solamente mía así, solamente tuyo así

Te lo dije cariño, deseo más, siempre desearé más de ti...

Perdóname, no era así que debía tratarte a ti, ha sido el hambre acumulada, por favor perdóname...

No soy una muñeca de vitrina Omar, así es que lo imaginé yo, lo imaginé de mil formas luego, pero primero siempre era así, con toda la fuerza, con toda la pasión contenida, así te amo: hombre, intenso, fuerte, apasionado, diferente...

Diferente a los niños mimados de tu mundo.

Diferente a todos Omar, diferente a todos menos al que siempre he soñado, éste que eres es a quien esperaba en mis noches de caricias solitarias... ámame ahora, hazme el amor toda la noche, dame un recuerdo eterno, plántate en mi piel, siémbrame de ti... Omar marca éste como tu territorio, hazlo ahora...

Me rompes los esquemas mi niña de mundo, antes pensaba que las palabras te llevaban a mostrar alguien que jamás podría existir de verdad, pero ahora, sobre ti, dentro de ti, en tus ojos, me vuelves a sorprender...

Calla, calla de una vez, sorpréndeme más tú a mí, hazme llegar más alto que hace un momento.

Y giro para posarme sobre él, no quiero esperar más para probar su piel; esta vez no beso sus labios sino que lamo su mejilla hasta llegar a el lóbulo de su oreja, que muerdo levemente hasta arrancar un primer gemido, su gemido ronco de hombre que tanto me excita, voy así, descendiendo, para morder su cuello, pasear por su tatuaje, siguiendo con mis dientes por sus líneas negras; aprieto en su clavícula provocando que estalle un nuevo gemido y que sus manos arañen mi espalda; me estremece su gesto, como una gata me estiro sobre él rozando con mis senos su pecho desnudo y húmedo de nuestro sudor, se estremece también y siento, entre mis piernas, cómo su miembro se endurece listo para un nuevo ataque; pero no lo quiero ahí ahora, quiero también saborearlo con mi boca... desciendo torturándolo con besos y mordiscos en su pecho, atrapo entre mis dientes una de sus tetillas y me aprieta de nuevo con sus uñas, esta vez en los brazos, que dirige hacia arriba para atrapar mis muñecas en una mano mientras con la otra acaricia en bajada, pasando por mi axila y provocándome escalofríos. Chupa uno de mis dedos, mordiendo y lamiendo alternadamente y su mano libre atrapa mi seno que masajea y estruja haciéndome sentir oleadas del placer que se anticipa, luego me libera para dejarme seguir mi camino hacia su miembro.

Finalmente lo tengo frente a mí, enhiesto, desafiante, provocativo. Soplo primero y luego lamo la pequeña hendidura de su glande, él se contrae y posa sus manos firmes en mis hombros, controlando sus ganas de empujarme hacia su pene, como sé que quiere. Lo tomo con las dos manos y chupo levemente, degustando su sabor mezclado con el mío, mi boca se hace agua y lo humedezco con mi saliva, lo hago entrar y salir, primero lentamente luego más rápido, y más, y más, mientras mis manos acompañan el masaje. Escucho sus gemidos acelerándose con mis embates, dejo de chupar y lo empujo contra su vientre para lamerlo desde la base, gata sedienta lamiendo del plato; varios lengüetazos y comienzo a enloquecerme con sus gemidos acelerados; de nuevo lo introduzco y sus manos guían mis movimientos, por un lado impulsándome y por el otro reteniéndome para prolongar su disfrute un poco más, tan sólo un poco más...

Me aparta para tomar aliento y ahogado se va relajando mientras me posa sobre la cama. Ahora él es quien no busca mi boca, directamente lame uno de mis pezones y su mano viaja a mi entrepierna; siento, a la vez, sus dientes mordisqueando mi seno y sus dedos suaves entre los labios de mi sexo, explorando la entrada, que se deshace en jugos de tanta excitación. Su dedo medio gana la batalla entre los demás y penetra en mí al mismo tiempo que su palma roza mi clítoris erguido; ahora yo dejo escapar un gemido ahogado, y su boca atiende el otro pezón que endurecido la espera. Lo abandona y comienza a bajar, metiendo su lengua en mi ombligo; mi piel se eriza y me contraigo, tomo su cabeza y comienzo a dirigirla a mi sexo, descarada, deseosa… Él se deja guiar con su lengua lamiendo todo el trayecto, eterno para mis deseos, la deja pasear por mis ingles y pasa por mis pliegues; quiero apretarlo pero me controlo, me dejo disfrutar su caricia y me abandono vulnerable a su ataque.

Llega a mi clítoris y lo chupa sutilmente, degustando como yo hace un momento; luego baja y sube con su lengua, abriéndome en cada pasada, la mete dentro de mí y chupa alternadamente; mi cuerpo comienza a estremecerse cada vez con más fuerza pero intento retrasarlo, quiero disfrutar de su boca también un momento más, tan sólo un momento más...

Pero mi vientre tiene otra idea. Ya liberado, deja escapar las explosiones sucesivas en mi cuerpo; desde el centro la electricidad me invade, mis piernas se tensan, mis brazos tiemblan, mis senos parecen a punto de estallar, la respiración se detiene en mi garganta, mis oídos se cierran al mundo y no me permiten escuchar mi gemido convertido ahora en grito, mi espalda se yergue hasta su límite y me siento arder entera por dentro.

Desfallezco sobre la cama y lo miro acercarse a mi rostro sonriente, con picardía, anticipándome que aún no ha terminado, me besa suavemente y pruebo el sabor de mi orgasmo en su boca. Sin dejarme de ver directamente a los ojos me abraza y me hace girar para quedar sobre él...

Hazme tuyo mi dulce Kassandra, domíname, guíame al placer...

Y se abandona, con los brazos abiertos sobre la cama, esperándome con impaciente mirada. Lo abrazo con mis piernas y guío su miembro a mis adentros aún sensible por el orgasmo. Me acuesto sobre él y hago la penetración lenta, disfrutando cada centímetro que voy tragando; le susurro un " te amo" suave al oído y él remata con un "te amo... Omar" , que empiezo yo a repetir obediente, como una cantinela que va acompañando mis movimientos. Por fin dejo entrar todo su miembro en mí y me levanto para que observe mis formas de amazona sobre él, viéndolo a los ojos sigo repitiendo mi canto y él comienza a responder, también en susurros, "te amo, Kassandra" . Nos vemos así, intensos, amándonos y haciéndonos el amor, con descaro y sin vergüenza ni pudores, sin culpas, sin miedos.

De nuevo nuestras manos heridas entran en contacto, me apoyo en ellas como unas bridas, y él con su fuerza resiste mi peso en ese contacto; no existe dolor que nos frene la pasión en estos momentos. Siento su miembro rígido dentro de mí y lo aprieto con mi sexo haciendo un masaje suave que lo oprima mientras bajo y subo sobre él. Pronto mi propia pasión me impide seguir con mi ritmo y me empieza a acelerar los movimientos, cada vez más vehementes sobre él, quien, a su vez, pierde la fuerza de sus brazos y se empieza a abandonar haciéndome descender hasta su pecho. Apretados en un profundo abrazo nos llega el éxtasis con el último "te amo" de nuestro canto.

Y así, abrazados, extasiados y enamorados, nos dejamos llorar juntos nuestro miedo renaciendo...

No te perderé Omar, no te dejaré ir...

Ya no nos perdemos más, vida mía. Dejemos el tiempo pasar, dejemos las horas correr, olvídate del mañana, que está muy lejos, bebe mis lágrimas y déjame seguir teniendo la dicha de probar las tuyas bautizadas con mi nombre.

Carpe Diem, mi amor

Carpe Diem, cielo


Kassandra, ¿descorrerás esta noche tus cortinas para mí?...


Omar, ¿oiré de nuevo tu triste risa bajo mi ventana hoy?...

Reeditado para ti, Omar, el nombre que por tanto tiempo susurré en la ventana de mi vida