Alana. Un propósito solidario. Un desenlace algo..

Alana ayuda a su amiga Ann a romper con un triángulo amoroso algo perverso.

ALANA. Un propósito solidario. Un desenlace algo distinto.

El viernes por la noche Ann y Svetlana salieron a cenar y luego se dirigieron al Pub Horatam. Era un local de estilo inglés, sombrío, iluminación indirecta, paredes forradas de madera, cargadas de pósters y cuadros, una larga barra provista de distintos surtidores de cerveza, toallas largas sobre la barra, un reservado con billares, sofás de piel granate de formas redondeadas integrados en las paredes creando distintos espacios para grupos de 4 a 6 personas con sus mesitas redondas y un amplio espacio contiguo, como sala de baile, flanqueado por columnas y habilitado de forma que ayudaba a mantener cierta independencia sonora y así el alto sonido de la música en la sala de baile no afectaba, o no demasiado, al resto del pub.

Ann y Svetlana entraron y cuando se acercaron a la barra, aún oteando el horizonte para ver si encontraban a Gerard, éste apareció por detrás de ambas. Ann hizo las presentaciones. Svetlana quedó encantada con aquél joven de casi 1,80 moreno de pelo negro y rizado, tez morena que resaltaba unos ojos verdes, sesgados y brillantes, nariz aguileña y labios carnosos por encima de una blanca y perfecta dentadura repartida en una boca algo ancha. Era realmente guapo pensó Svetlana y cuando se encaramó de puntillas a su mejilla para darle el par de besos de rigor pudo palpar unos tríceps como rocas, que colgaban de una ancha espalda de nadador. Cuando se separó del besito de cortesía no pudo reprimir una tímida miradita a su torso por cuya camisa desabrochada y templada por unos apetitosos pectorales, asomaba un vello rizado y oloroso que hubiera mordido sin piedad.

  • Ann me ha hablado mucho de tí - dijo Svetlana mirándola mientras pensaba - ¡ Ufff ! Ahora entiendo que te cueste cortar con un Adonis como éste. Si el resto de su cuerpo es proporcional a lo visto, y encima tienes a otro ejemplar idéntico en la recámara...

  • Seguro que te ha contado exclusivamente lo peor de mí - respondió Gerard. Las chicas rieron sonoramente mientras se miraban con toda la complicidad que ellas sabían.

Ann vestía pantalones negros ajustados que terminaban bajo unas botas blancas de tacón realzando su redondeado pompis. Era una chica de cadera ancha reafirmada por su estrechez de cintura y coronada por las finas curvas un busto perfecto, perfilado por un bra sobre el que un arrapado suéter oscuro en pico y con hombreras realzaba su largo cuello. Era la típica nórdica de piel blanca, cutis impecable, y tenía una carita redondeada, nariz levemente achatada, prominentes labios de un carmín casi chillón, ojos tremendamente azules y pelo entre rubio y castaño ondulado hasta los hombros.

Svetlana era algo más alta que Ann, sobre poco más del 1,70 m., meijllas alargadas y boca pequeña (con poca luz su semblante marcaba una "v" cuyos extremos nacían en sus orejas escondidas bajo una fina cabellera rubia y lisa recogida en una cola que colgaba hasta media espalda, y que sobre su perfilada nariz y ojos también azules, cubría parte de su frente con un flequillo recortado en una perfecta línea recta. Vestía una blusa clara y vaporosa, de ancho cuello cuyas alas ayudaban a separar y abrir el escote que permitía ver el nacimiento del valle entre sus senos, listo para capturar furtivas miradas. Por debajo llevaba una falda de tubo que dejaba ver sus agudas rodillas, y cuyo corte central le daba la soltura de movimientos que normalmente la prenda no permite. Calzaba tacón alto y no llevaba medias.

  • Voy a empolvarme la nariz - dijo Svetlana. Y se dirigió al baño.

Ann y Gerard recibieron sus bebidas, brindaron y después de un corto trago él se acercó para fundirse con ella en un largo beso aprovechando la ausencia de Svetlana.

Antes de que Gerard pudiera abrir boca Ann inició su estrategia:

  • Besas casi tan bien como tu hermano - dijo Ann, mirándole fijamente a los ojos. Gerard no pudo evitar quedarse clavado en ella. Se inició un larguísimo silencio. Ella sonreía. Se acercó y le dió otro beso en los labios. Él ni se inmutó. Luego puso su mejilla contra la de él para susurrarle a la oreja.

  • Hace tiempo que sé como tratáis de engañarme y os sigo el juego encantada, pero ha llegado el momento de que demos un paso más: se trata de que entendáis que esto no está bien y que me podríais haber hecho mucho daño. Y te lo digo a ti porque creo que eres quien lleva la voz cantante y quien miente mejor que habla, aún que debería decir que mientes mejor que follas. O que mentís tan bien como folláis. Tómatelo como un cumplido.

  • Vamos a seguir con este juego, pero a partir de ahora yo también dictaré reglas y la primera va a ser que tu hermano va a ser el engañado. Por tí y por mí. Al menos hasta que yo diga basta.-.

-¿Y porqué crees que voy a permitirlo?- respondió Gerard, reponiéndose de la sorpresa.

  • Porque si no obedeces mis deseos, tu mamá va a recibir unas sugerentes fotos donde salimos en paños menores tú y yo. Después otras donde salgo en paños menores con tu hermano. Seguro que tu mamá sabrá diferenciar a cada uno de sus retoños. Adjuntaré mi versión de lo sucedido, el gran desprecio que siento por la situación que habéis provocado y mi intención de interponer una denuncia ante un Juzgado. Decide entre obedecer mis deseos o enfrentarte a la decepción de tu mamá- dijo Ann esgrimiendo la mejor de sus sonrisas.

  • No te asustes, -prosiguió- no tengo intención de lastimaros. Al menos no como me hubiérais lastimado vosotros si yo no descubro "el pastel". Pero no vayas a pensar que soy tonta: si a alguien se pone nervioso, piensa que esta historia es conocida por un par de mafiosos rusos que suelen satisfacer mis bajos instintos cuando tú y Marc estáis ocupados encima de vuestras otras amiguitas. Es mi garantía de que preferiréis mantener la paz y armonía conmigo.

Gerard... ¿me has comprendido?.- terminó Ann sin dejar de sonreírle.

  • Me temo que sí - asintió Gerard.

  • Pues coge tu móvil, llama a Marc, cuéntale lo que quieras pero haz que venga de inmediato: vas a presentarle a tu amiga Ann, quien se va a llevar una mayúscula sorpresa al saber que tienes un hermano gemelo, y que viene acompañada de un bombón llamado Svetlana que te he confesado que arde en deseos de abrirse de piernas ante un macho ibérico, que a poco te echa mano al paquete solo verte y... ¡claro! si tú le has gustado, seguro que él también ¿no?. Vamos, que igual se tercia un ménage a 4. –

Y Ann echó un trago de su copa mientras se distanciaba un paso de la barra para poder admirar la sorpresa de su amante con la suficiente "perspectiva" e invitándole a dejarle el suficiente espacio de intimidad para realizar la llamada que le proponía.

A la media hora apareció Marc.

Cuando Gerard le presentó a Ann, ésta se aplicó en escenificar sus mejores dotes de actriz.

  • ¿Marc? - respondió Ann, mirando a uno y a otro alternativamente -. ¡ Increíble ! ¡ Sóis exactos ! Gerard, me dijiste que tenías un hermano, pero no que érais gemelos. ¿Porque no me avisaste? - dijo interrogando a Gerard.

  • Bueno, hay que reconocer que ambos estamos un poco hartos de los comentarios ajenos sobre nuestro parecido y sin haberlo convenido es algo que ninguno de los dos suele explicar. Solo una vez un buen amigo mío se encontró con Marc, le confundió conmigo y le estuvo dando la lata hasta que le confesó que tenía un hermano gemelo llamado Gerard. Pero no es lo habitual. - dijo Gerard.

  • Es increíble como os parecéis. Tengo que contárselo a... - ¿Y Svetlana? ¿Dónde se ha metido? Ésta estará en la pista de baile meneando el culo delante de algún "buen mozo" - dijo Ann riendo y dirigiéndose a Marc, a lo que éste respondió-

  • Pues preséntamela, porque si me acerco yo y le palpo el culo, contando con que pensará que soy Gerard, la situación puede ser, cuando menos... "tensa".

  • ¡Ostia qué bueno! Si, si, si, si,... - dijo Ann - ¡Vamos!, vamos, yo te digo quien es y tú te acercas a bailar con ella, le guiñas un ojo, le tocas el culo o le pegas un morreo sin mediar palabra. Eso quiero verlo, ja ja ja.-

  • No, no, no. No quiero llevarme un sonoro bofetón en mitad de la pista o una patada en mis partes, o peor aún, 4 puñetazos del "buen mozo" que se esté ligando en su afán de ganar puntos- respondió Marc. Ann se puso seria, le miró a los ojos y le dijo con la mayor solemnidad.

  • Marc. Negaré con la mayor convicción lo que voy a decirte, así que no se te ocurra repetir mis palabras a nadie, pero puedo garantizarte, tanto como que conozco bien a Svetlana, que lleva un hambre de sexo acumulado fuera de lo normal. Debería llevar un cartelito en la frente que ponga "mírame y no me toques: ¡ardo!".-.

  • No me gustan estos juegos, pero... igual es porque los he probado poco... - respondió Marc. Miró a su hermano, le guiñó un ojo y se volvió hacia Ann que ya le estaba mirando con cara de querer interrogarle sobre lo de "los he probado poco":

  • ¿Quién es?-.

Ann y Gerard cambiaron de ubicación. Veían a Svetlana reflejada en un espejo de la pared y a través de las columnas que separaban la sala de baile del resto del pub.

En efecto, Ann adivinó que Svetlana ya escenificaba su baile más seductor delante de alguien, solo que delante tenía un par de pretendientes y detrás otro más a la espera de iniciar la "caza"... o de ser cazado. Marc apareció lentamente, fué acercándose des del otro lado de la pista, al ritmo de la música, fué "ingresando" en el grupo, y dejando tácitamente claro a los pretendientes que él sería uno más, a la espera de la reacción de éstos, "tanteando el terreno" como se dice:

  • No vaya a ser que Ann y mi hermano me la estén jugando y uno de éstos sea su novio y los otros sus colegas y a la que la salude me partan los huesos - pensó Marc. Aunque tenía claro que la situación no parecía en absoluto esto último.

Svetlana seguía el ritmo de la música, se había soltado el pelo y su rubia melena flotaba sobre sus hombros a cada compás, sonaba música reggae y sus caderas se balanceaban adelante y atrás, marcaba con una leve brusquedad la llegada del ritmo al avanzar, y su vaporoso vestido marcaba sus ancas por un momento a la vez que el relieve de sus pezones aparecía fugazmente contra el vestido antes de quedar cubiertos por sus cabellos al caer; al retroceder contorneaba su trasero dejando claro que o llevaba un minúsculo tanga... o ni llevaba ni eso. Bailaba cabizbaja, realzada por unos tacones de aguja que ayudaban a la pompa de su culo tanto como a alargar el valle de su escote a sus vecinos que, ante lo improbable de cruzar sus miradas, aprovechaban para admirarla de cuello para abajo con toda desfachatez. Cuando en algún golpe de ritmo ella levantaba la cabeza y pillaba alguna mirada recorriendo sus curvas, justo al cruzarse con sus pupilas daba un golpe de cadera para cambiar la dirección de su baile a la vez que esbozaba una sonrisita y nuevamente se escondía entre sus cabellos. Era como una pícara respuesta de reprobación consentida: "te he pillado" mirándome... y seguiré este juego

Marc, siguiendo el ritmo se acercó a ella por detrás y sin tiempo a ser visto, le propinó un suave toque de cadera en su pompis. Ella evidenció que lo estaba esperando porque tardó un par de compases en darse la vuelta para ver quién se había, finalmente, atrevido a romper el hielo de aquél ritmo jamaicano. Los otros pretendientes perdieron el compás siguiendo atentamente la escena, Marc seguía a todo ritmo mirándola fijamente y sonriendo y Svetlana se encargó de castigar a los indecisos acerdándose a Marc y situando sus brazos en paralelo sobre sus hombros para ahora dibujar el vaivén de sus caderas contra la entrepierna de él. Se fué acercando lentamente a Marc sin perder el ritmo de la música, sus manos apoyadas en sus hombros eran ahora sus antebrazos apoyados en éstos, y luego sus codos, hasta que estuvo suficientemente cerca para darle un besito a lo Marilyn Monroe, con los labios juntitos. Luego acercó su boca a su oreja izquierda mientras no perdía detalle de los vecinos que seguían atentamente el ejercicio y le preguntó a Marc donde estaba Ann. Esperó la respuesta, sin dejar de otear a los bailarines mirones:

  • Fué al servicio -.

Svetlana mordió suavemente la oreja de Marc. Seguía mirando las reacciones de su corte de pretendientes descartados y sólo cerró los ojos para poner de nuevo sus labios contra los de Marc. Pero ahora quería más. Abrió su boca contra la de él, con delirio, como queriendo morder con la lengua que se adivinaba recorrer las cavidades bucales de Marc, empujando sus paredes y sus mejillas de forma que parecía que Marc estuviera haciéndole una felación al más dotado de los mortales. Se separó un momento para ver la reacción del resto de asistentes a los que miró sonriente, satisfecha como la leona que se regocija sobre su presa aún viva cuando tiene la certeza de que ya no escapará, para volver a abrir sus fauces y devolverse a devorar a aquél macho que se había atrevido a decirle simplemente hola. Los otros tres se retiraron disimuladamente, sin dejar de bailar, para al final de la pista llevarse cada uno una mano a los pantalones y resituar aquello que había crecido alborotadamente y que ahora les tenía tensos e incómodos. Un par de ellos, debían ir juntos e hicieron algún comentario respecto a la oportunidad perdida, excusando su falta de "agallas", o alabando las de Marc, y en cualquier caso tachándola a ella de poco menos que buscona.

Ann y Gerard, más alejados no perdían detalle de la escena amorosa entre Svetlana y Marc, hasta que Ann frunció el ceño recogió su bolso y le dijo a Gerard:

  • La muy puta... Pensaba que éramos amigas, pero por un calentón se salta lo que haga falta. Vámonos. Pásale un sms a Marc y dile que dispone de tu piso para follársela hasta reventar. Al fin y al cabo piensa que eres tú. Que no olvide comentarle que yo no tengo llave de tu casa, para que no tenga dudas en acompañarle.-.

Gerard y Ann salieron dejando a "Gerard" y Svetlana empeñados en subir la temperatura de la pista, hasta que un momento de lucidez fué él quien la frenó para decirle:

  • Espera. Ann nos debe estar buscando y no quiero montar un numerito. No se lo merece.-

  • ¿Ahora vas a tener remordimientos? - dijo Svetlana.

  • No se lo merece.- repitió.

La buscaron pero no dieron con ella, hasta que él pregunto por Ann en la barra y le dijeron que se había largado. Svetlana le confesó a Marc su preocupación por si les había visto y por el cabreo que llevaría encima y sugirió salir fuera para llamarla. Marc la llamó desde su teléfono móvil.

  • ¿Ann? ¿Donde estás? He preguntado en el bar y me han dicho que te fuiste.-.

  • Si cariño. Perdona pero no me encuentro nada bien. Pásame con Svetlana, por favor.-.

  • ¿Ann? ¿Cómo es que te has ido? Yo... -. dijo Svetlana, pero no pudo terminar la frase.

  • ¿Svetlana? Perdonadme el plantón, pero fuí al baño porque acaba de bajarme la regla y me duele todo. Tengo un dolor de cabeza insoportable, no podía estar ni un minuto más ahí dentro con la música machacándome los oídos y además me duelen los ovarios como nunca. Estoy en un taxi camino de casa. No os preocupéis por mí. Además de cada mes, esto suele darme especialmente fuerte de vez en cuando. Te aseguro que es normal. Pasadlo bien y disculpadme. Nos vemos mañana en casa. De veras no os preocupéis por mí, cariño. Buenas noches. Y no seduzcas a mi novio que sólo tengo uno -.

  • Buenas noches Ann. Mejórate y mañana nos vemos-. respondió Svetlana.

  • Adiós, adiós.- dijo Ann y colgó.

  • ¿Cómo no le has mostrado tu cabreo? - preguntó Gerard (el de veras) que había seguido la conversación de Ann mientras conducía.

  • Gerard. Desde el punto de vista de Svetlana, en la primera ocasión que habrá tenido de seducirle, mi novio se la va a follar como a la zorra que es, y yo quiero estar allí para verlo y para echárselo en cara justo en el momento en que la muy perra se esté bebiendo tu corrida. Quiero oirla decir "esto no es lo que parece" mientras le resbala tu semen por la comisura de los labios. O sea que vámonos a tu casa.- sentenció Ann.

  • Ann. Esto ha empezado como un juego estúpido que tú has propuesto. Ahora no te sulfures. Deberíamos hablar con ella y tratar de suavizar la situación.- dijo Gerard en tono tranquilizador.

  • Ni hablar. Llevo un cabreo de cojones. De hecho un doble cabreo por lo que tú ya sabes. Así que vamos a tu casa y especialmente hoy te conviene estar en forma para satisfacer mi coño porque se me antoja la única forma de relajarme un poco.-.

  • ¡Mujeres! - soltó Gerard -.

  • ¡ Ya ! ¡ y hombres ! No: si ahora tú y yo vamos a tener un discusión de pareja, fruto de una relación sentimental de lo más normalita... Mejor no sigo.-. dijo Ann exaltada y con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas sobre su humor, sin dirigirle ni siquiera la mirada. Bueno, en realidad miraba hacia otro lado para que él no pudiera ver su cínica sonrisa.

Era obvio que alguien desde el rellano se había apoyado en la puerta del apartamento. No terminaba de adivinarse si quería abrirla o palparla, porque de hecho no parecía que hubieran intentado introducir llave alguna en la cerradura.

Desde el interior Gerard se tapaba la boca con una mano, en un claro gesto de preocupación pensando en "como va a terminar esto". Ann, a su lado, miraba fijamente la puerta con su semblante serio y enojado.

Ann llevaba un albornoz y nada debajo. Gerard igual.

Con el objetivo de llevar a cabo su amenaza de ser "relajada" por un sumiso Gerard, Ann se había encargado de apresurarse a tomar una ducha juntos y de demorar el inicio de sus ejercicios de relajación hasta que llegaran Marc y Svetlana. Gerard entendía poco y sospechaba menos.

Marc sospechaba menos pero entendía más. Entendía que aquella rubia rusa estaba ardiendo en deseos de clavárselo hasta el alma. ¿Quién ha dicho que las nórdicas son frías? Es la segunda que conozco y a cual más fogosa, pensaba él.

Intentaba encajar la llave en la cerradura pero Svetlana lo estaba literalmente devorando, agarrándolo por la nuca y presionándolo contra sus amígdalas, ella apoyada contra la puerta del apartamento, mientras con la otra mano hurgaba en su pantalón y de vez en cuando lo atraía contra su vientre violentamente hasta que el peso de ambos empujaba su espalda contra la puerta. Dentro tenían que oir que estaban a punto de entrar, y que iban a hacerlo como un torbellino, desbocados, desenfrenados, derrochando energía. Cuando por fin Marc consiguió abrir la puerta del apartamento Svetlana seguía colgada de sus labios; mordiéndolos si hacía falta para que sus picos no se separaran. Ella lo agarró por las solapas mientras su espalda se deslizó desde la cara exterior de la puerta hasta la cara interior, sin apartar la mirada de sus ojos. La puerta se cerró sonoramente empujada por Svetlana quien soltó las solapas de Marc, buscó sus manos, tropezó con una de ellas y la llave cayó al suelo, cuando encontró la otra resituó ambas en su culo, asió de nuevo a Marc por la nuca para continuar empujándole contra sus encías, tensó su vestido desde su hombro derecho hacia abajo y cuando uno de sus pechos apareció se encargó de dirigir la boca de él hacia su pezón para entretener a Marc allí. Entonces tuvo el tiempo de "otear el horizonte" apenas iluminado por una pequeña lámpara al fondo de la estancia.

Desde la puerta de entrada al apartamento, en la que se apoyaba, se accedía directamente a una amplia estancia de unos seis por seis metros. A su derecha estaba la cocina, estilo americano, con un largo mostrador en forma de U, de la que un lado daba a la misma pared donde ella estaba apoyada en la puerta de entrada. En la base de la U estaba el fregadero y sobre él una ventana exterior por la que entraba la luz de la calle. El otro lado del mostrador no tenía pared adosada, sino que servía de barra de bar. El espacio contiguo era el comedor, compuesto por una mesa y cuatro sillas. Siguiendo la pared derecha, un gran ventanal que daba acceso a la terraza. En la pared del fondo frente a ella, un gran sofá de piel en forma de L invertida separaba el espacio del comedor a la derecha, del espacio de la salita a la izquierda. El brazo corto del sofá apoyaba contra la pared del fondo de la estancia, mientras el brazo largo, longitudinal a la mirada de Svetlana, terminaba en una chaise longue. Frente al sofá una gran estantería empotrada en la pared izquierda alojaba varios libros, televisor, equipo de música, fotos, etc. Al otro extremo de la estancia, a su derecha, en la esquina donde terminaba el ventanal de la pared derecha había una puerta: el ventanal reflejaba una cama en su interior.

Junto a la estantería y en el centro de la pared izquierda había otra puerta entreabierta donde se adivinaba el baño, mientras justo a su izquierda, a poco más de un metro había una cortina flanqueada por dos paredes de madera, tal vez armarios a cada lado. Podía ser algo parecido a un vestidor.

Svetlana en pocos instantes ya se había hecho una clara idea de la distribución del apartamento. Se fijaba en el sofá, sus almohadas, sillas del comedor y cualquier mobiliario que la ayudara a dar alguna creatividad a la sesión de sexo que se avecinaba. En los pocos instantes en que trató de ubicar los espacios de aquella estancia, Marc se había cansado de agacharse para saborear su teta derecha y aprovechando que la asía por las nalgas, la había levantado hasta situar su busto a la altura de sus labios. Cuando quiso cambiar de flanco se topó con que el vestido le molestaba, y cuando se cansó de chupar su otro pezón a través de la tela dejó que Svetlana resbalara entre sus dedos por la fuerza de la gravedad mientas él sostenía solo su vestido y luego siguió subiéndolo para despojarla de él por arriba. Ella alzó sus brazos para facilitarle la tarea pero cuando el vestido llegó hasta sus ojos, él lo sostuvo allí, y hábilmente lo anudó a su cabeza de forma que Svetlana quedó privada de visión, a la vez que él le sujetaba las manos detrás de la nuca. La respiración de ella era amplificada por un pedazo de tela que tapaba su boca y nariz, a pesar de que los labios de Marc hurgaban por encima de la tela para llegar hasta los de ella. Los pechos de Svetlana estaban ahora desnudos. O chocaban con el pecho de él y se hinchaban como un balón aprisionado contra una pared, o uno de ellos bailoteaba libre cuando era liberado mientrras el otro recibía el brillante barniz que le propinaba Marc. Svetlana, codos en alto, sujetada por Marc, no intentaba soltarse: solo sus pantorrillas forcejeaban alternativamente contra las nalgas de Marc para atraerlo hacia su vientre. Poco más abajo su Monte de Venus recibía la presión de un preso y endurecido miembro, que frotaba contra sus braguitas. A todo esto Svetlana jadeaba contínuamente, sin entrecortar el agudo sonido de su voz cuando él repasaba circularmente con labios y lengua sus pezones, o desde su garganta cuando él llenaba su boca y le impedía amplificar sus "comentarios". Cuando él la posó de nuevo sobre el suelo, dejó de sujetar las manos de su presa y dirigió su boca a su ombligo, ella aprovechó para deshacerse del vestido que envolvía su cabeza y empezó a palpar a su contrario para empezar a ver cómo despojarle de su ropa. Ahora Marc estaba agachado abrillantando su vientre y bajo vientre.

  • En esta pose no voy a conseguir desabrocharle un solo botón de la camisa - pensó Svetlana.

Le agarró por las orejas, giró su cabeza hacia arriba y ordenó: - Vamos al sofá-.

Se levantó y la besó. Unidos por sus lenguas recorrieron los dos metros y pico que había hasta el sofá, él tirando de ella con un seno en cada mano, ella desabrochándole la camisa. Por el camino quedó el calzado de Marc. Cuando llegaron al sofá él se dejó caer de espaldas sobre la chaise longue de forma que llevado por la inercia levantó los pies y ella tomó al vuelo sus piernas para tirar de sus pantalones por las pantorrillas y deslizarlos hasta quitárselos y arrojarlos al suelo. Marc quedó echado sobre la chaise longue, sus calzoncillos bajo la tensión de un considerable mástil ladeado el final del cual estaba coronado por una mancha en la tela del slip: Marc erguía su cabeza mirándose el miembro y a ella alternativamente.

  • Ponte cómodo - dijo Svetlana señalando la almohada que descansaba sobre la banqueta del sofá, a la vez que se dirigía en busca de su bolso. Marc imaginó que iba a por la goma.

Svetlana se dirigió hacia su bolso junto a la puerta, haciendo sonar sus tacones mientras contorneaba sus caderas. Sus manos en la cintura. Se agachó sin doblar sus rodillas, con las piernas separadas: sus nalgas lucían firmemente redondeadas. Echó mano al bolso mientras por debajo de sus piernas miraba a Marc a su espalda. Éste no le quitaba ojo. Seguían en penumbra, solo alumbrados por una lamparita de mesa situada al fondo de la sala, que daba una cálida luz a las curvas de Svetlana, ahora más alejada del punto de luz. Su trasero lucía majestuoso, apetitoso, irresistible. La ténue luz apenas brillaba en sus nalgas para describir la raja de su culito y el contorno de las dos eses que descendían para dibujar la natural pasarela que invita a la entrada de su más íntima oscuridad. Un débil destello proveniente de exactamente ese punto, certificó su humedad: una gotita que colgaba de un pequeño mechoncito de dorados cabellos. En realidad su Monte de Venus estaba práctica y totalmente depilado, excepto por una finísima línea vertical entre el final de sus labios y su ombligo, y dos pequeñas líneas más en forma de V, cuyo vértice coincidía también con el final de sus labios vaginales (si los recorriéramos de abajo hacia arriba). O sea que dibujaba una perfecta flecha ↓ que apuntaba a donde debía dirigirse cualquiera que tuviera oportunidad de "leerla". El vello de Svetlana era totalmente liso, sin remolinos ni rizos, de forma que cuando sus pelos se mojaban, convergían en el mismo punto formando un pequeño mechón y aquel rubio vello que a golpe de vista podía hasta pasar desapercibido, pasaba a dejar ver su deseo de saciar al sediento.

Una vez tuvo algo en su mano, Svetlana pasó por la cocina recogió una aceitera y volvió hacia Marc. Cuando éste se incorporó para ver con mayor claridad qué llevaba en la mano, ella el tiró la bolsita del preservativo sobre su pecho.

  • Toma. Para que no pases frío.- dijo.

Sonriendo, Marc estaba ya sin calzoncillos, echado sobre la chaise longue, una almohada bajo su nuca, una mano sobre su sexo y dispuesto a que aquella rubia se sentara sobre él: me refiero a su miembro.

Svetlana dejó la aceitera sobre la mesita junto al sofá dándole la espalda. Giró su cuello para mirarle y tras juntar las rodillas, puso sus brazos en jarra, con las uñas de sus pulgares tomó cada hilo de las minúsculas braguitas que rodeaban sus caderas y balanceando su culo provocadoramente fue bajando alternativa y lentamente sus bragas. Mientras se agachaba iba poniendo su culo en pompa y acercándolo poco a poco a Marc, hasta que la prenda cayó por su propio peso por falta de roce. Entonces él levantó su mano con la palma hacia arriba y mientras sus dedos índice y corazón se posaron poco más abajo de su Monte de Venus, el pulgar empezó a describir círculos alrededor de los labios mayores que ahora brillaban ostensiblemente por su disposición a admitir cualquier sólido visitante. Finalmente el pulgar entró completamente en ella, quien profirió un largo suspiro de aprobación: estaba lista.

Se giró en dirección a él. Se arrodilló, le cogió de las manos y acercó su cara a su polla. Un hilillo de líquido preseminal colgaba de su glande. Svetlana acercó su nariz a su vientre, con la punta de su lengua dibujó un círculo alrededor de su ombligo sin dejar de mirarle a los ojos. Ella mantenía los ojos bien abiertos, pero él se distraía y agitaba su cabeza. Terminó de recorrer sus genitales solo acercando la nariz a toda esa zona, como oliéndole. Su miembro, acalorado, deformado, crecido, daba algún bandazo y ella lo esquivaba para no chocar con su nariz. Finalmente ella sacó la lengua y tras lamer sus testículos subió por el mástil hasta llegar al frenillo donde se entretuvo justo antes de que él mostrara su impaciencia y forcejeara para cambiar la situación, pero Svetlana le sostenía, se incorporó, pasó una pierna por encima de él y de un golpe certero se sentó sobre su polla que entró sin contemplaciones en su rusa y brillante vagina. Svetlana soltó un grito seco cuando tocó fondo. Se detuvo un instante, apoyó ambas palmas sobre el pecho de él e inició un frenético sube-baja acompañado de un sonoro ¡ Ah ! ¡ Ah ! ¡ Ah ! ¡ Ah ! a cada descenso. Lo prolongó por varios segundos. Luego bajó el ritmo y prosiguió el juego de caderas arriba y abajo, mientras sus exclamaciones de placer eran ahora continuadas y agudizadas en cada embestida. Arqueó más su cuerpo aflojando la tirantez de sus brazos y haciendo que sus pechos, coronados por unos pezones brillantes y duros como diamantes, se bambolearan describiendo círculos sobre la frente e ida mirada de Marc. Svetlana cerraba intermitentemente los ojos absorbiendo el placer que le producía aquella verga insometible y puntualmente ladeaba la cabeza a su derecha para tratar de escudriñar entre las sombras a los espectadores que sabía tenían que manifestarse ya de un momento a otro, sino lo impedía la temperatura ambiental que escalaba por momentos y que pudiera contagiarles y ocuparlos en otros privados menesteres.

De repente se hizo la luz. La lámpara del techo iluminó la estancia y Marc abrió los ojos como naranjas. Trató de incorporarse, pero ella, encima, se lo impidió y mientras Gerard y Anne salían de detrás de la cortina junto a la puerta de entrada, Svetlana seguía moviéndose sobre Marc, ahora solo frotando sus labios vaginales sobre él, pero eso sí: sin descabalgarle.

  • ¡¡¡ Ничего особо нового у меня нет !!!, - gritó Ann, ostensiblemente cabreada. Svetlana clavó su mirada en ella.

  • ¡¡¡ Вике !!! - inquirió de nuevo Ann, ante la no respuesta de Svetlana.

  • Мадрид на день Ann. - contestó Svetlana pausadamente. O al menos con toda la tranquilidad que le permitía responder a lo tensa de la situación, sin obviar la otra tensión que alojaba entre pierna y pierna. Prosiguió:

  • Te hemos gastado una pequeña broma. Cuando Marc apareció por la pista de baile, me confesó que era el hermano gemelo de Gerard. No me hubiera enrollado con él si hubiera tenido alguna duda.-.

Ann mantenía su semblante rabioso, mientras miraba a ambos.

Marc no entendía nada. Miraba a su hermano, junto a Ann, con la esperanza de recibir alguna consigna sobre si abrir la boca, porque al fin y al cabo, veía que Svetlana estaba mintiendo soberanamente.

Gerard por su parte estaba alucinado. No sabía si debía seguir la mentira de Svetlana, que se la antojaba perfecta, si su hermano estaba confabulado con ella (por su cara no parecía tener nada claro), o si debía seguir la versión de Ann, al menos por lo concerniente a obedecerla, así que sin tener tiempo suficiente a cavilar si hacer o si decir nada, y después de perderse dos frases más entre Svetlana y Ann (que tampoco hubiera comprendido porque fueron también en ruso), lo único que captó es que el tono entre ambas chicas se había suavizado, así que lo único que se le ocurrió fue tratar de ganar tiempo, pero para cuando quiso tratar de dar algún signo de referencia a su hermano tumbado bajo Svetlana e interrogándole con la mirada, ésta ya había soltando el nudo de su albornoz y su polla estaba creciendo apresuradamente dentro de su boca a la par que ella volvía a darle ritmo a sus caderas que rebotaban sobre los huevos de Marc.

A todo esto, y por si Marc tenía intención de abrir la boca para soltar algo que no fuera un gemido, Ann se subió en el sofá de frente al respaldo, tiró del cinturón de su albornoz para desabrocharlo, se agarró al respaldo y se puso en cuclillas situando su coño sobre la boca de Marc. Svetlana volvía a emitir ciertos sonidos guturales que evidenciaban no solo su estado de ánimo sino que pretendían influir sobre el del dueño de aquél par de huevos que tensaba con una mano y cuya prolongación saboreaba.

  • вроде бы Карлос собирался в, так что она решила в садик не ездить, наверно, будем дома сидеть.- dijo Svetlana en un momento en el que soltó el miembro de Gerard que ya estaba en situación de ataque. Éste intuyó que la frase de ella era una orden hacia Ann, quien descabalgó el diálogo de Marc, se acercó a la mesa de centro ante el sofá, tomó la aceitera y echó un corto trago. Gerard no comprendía. Ann dejó caer el albornoz quedando totalmente desnuda. Miró hacia el techo y derramó algo de aceite por la comisura de sus labios. El líquido empezó a descender por su cuerpo. Entonces se acercó a Gerard, se arrodilló ante él, tomó su polla con una mano y lentamente se la introdujo en la boca, cerrando bien los labios, untándola por la punta y en toda su longitud. Fue un resbaladizo, suave y lento francés. Mientras, Svetlana detuvo su dulce y vertical vaivén sobre Marc y se inclinó sobre él hasta presionar sus pechos contra el de su amante. Ann soltó su bocado, con un par de dedos recogió el aceite que resbalaba ya por su vientre y empezó a frotarlos alrededor del ano de Svetlana que volvió a moverse sobre Marc llevándole alternativamente sus senos a su boca. Incrementó el volumen y la agudeza de sus jadeos a medida que el roce de los dedos de Ann se transformaron en introducción en su recto. Primero un dedo. Luego un poco de lubricante. Luego otro dedo mayor. Luego dos. Cuando Ann creyó que sus dedos ya discurrían con suficiente facilidad entre las paredes del redondo agujerito de Svetlana, tomó una mano de Gerard, pringó su dedo corazón con el aceite que aún tenía en la boca y lo apuntó al culito de Svetlana para que Gerard empezara a practicar. Cuando terminó entrando puso firmes a Svetlana. Se incorporó. Aquella intromisión en su culo ya era más voluminosa que lo que jamás había pasado por allí.

Ann miró seriamente a Gerard para no tener que explicarle nada y con un leve movimiento de cabeza le indicó lo que ya sabía que tenía que hacer. Gerard se encaramó al sofá abriendo la máximo sus piernas para ubicar un pié a cada lado de la chaise-longue. Cuando su polla apuntó al ojete de Svetlana, Ann, detrás de Gerard, volvió a untarle el miembro con un poco más de aceite, esta vez llevando la mano por debajo de su culo y masturbándole para que no perdiera "alegría". A partir de ahí Ann se puso al lado de Svetlana, quien aflojó el ritmo con el vecino de enfrente y con ambas manos Ann ayudó a Svetlana a separar sus nalgas con el propósito de abrir más su agujerito trasero y acoger con menor reparo a su puntiagudo visitante. Costó unos minutos, un par de veces Gerard reculó (nunca mejor dicho) e inició el ejercicio nuevamente con renovada lubricación y fuerza, pero al final cuando la mitad del miembro hubo entrado la tensión en la cara de Svetlana disminuyó. Se cuidó de marcar la presión y profundidad con que deseaba terminar de alojar a su vecino de atrás y tras resituar su ángulo entre ambos falos empezó a dar órdenes a sus amantes.

Primero les mandó detenerse y era ella quien dominaba las acciones de entrada y salida de ambos en su cuerpo. Daba largos gritos cada vez que descendía su cintura para clavarse a los gemelos. Una polla dilatando cada uno de sus agujeros era lo más que jamás había probado.

Luego les mandó cambiar el ciclo "twin" por el de un motor clásico: cuando un pistón sube, el otro baja. Ahora cambió sus cánticos: cada subida era también una bajada y tenía motivos para gritar cada vez que llegaba al extremo de su recorrido sexual. Cuando en bajada no sentía su coño relleno de placer, era porque un escalofrío de gusto se desmultiplicaba por su esfínter, o viceversa. Svetlana empezó a abandonarse a sus idénticos y placenteros vecinos: cuando miraba enfrente se encontraba con un morenazo atlético, bien parecido y mejor amante, relamiendo locamente sus senos y buscando su boca para quemarla con su aliento. Cuando miraba algo más arriba, ante el reflejo del ventanal veía a su espalda al mismo morenazo mordiendo su cuello y lóbulos, introduciendo su lengua en su oreja y retorciendo sus pezones a la mínima oportunidad. Debajo de todo ello, un terremoto de lujuria se desencadenaba en su interior al que Svetlana optó por abandonarse y dejar que el mundo siguiera dando vueltas... mientras pasara por sus entrañas.

Andaban los dos machos empujando a aquella yegüa desbocada, cuando Ann reclamó su turno y se acercó a Svetlana para decirle a la oreja bien bajito, y en ruso claro: - Cariño, me encanta que me ayudes a resolver mis problemas sentimentales, pero descansa y deja que mis gemelos me suban al cielo un ratito, antes de que me los agotes.-

Svetlana estaba extasiada. No tenía ni que esforzarse en recoger el placer de su pareja: sus dos parejas se encargaban de balancearla, de acariciarla, de manosearla, de follarla y de hacerla sentir como la primera vez en la que mientras Alexei la desvirgaba ella se preguntaba como había sido tan tonta de no haberse iniciado antes en recibir a alguien entre sus muslos. Se prometió que no volvería a reprocharse nada parecido jamás, y cuando sintió el aliento de Ann en su sien, la suave piel ella contra la suya y vió su cara de felicidad, no pudo menos que darle un tierno beso en la mejilla. Ann le correspondió devolviéndoselo y tratando de simular un abrazo que no podía practicar porque Gerard pegado a la espalda de Svetlana lo impedía, pero cuando sus puntiagudos pezones rozaron el brazo de Svetlana ésta se giró y sin el menor rubor introdujo su lengua en la boca de Ann.

Ann se quedó parada.

Tanto que Svetlana aprovechó la sorpresa para limpiarle, lengua en ristre, las encías superiores e inferiores, mientras su mano derecha fué directa a encontrar el lubricado sexo de Ann, y mientras un pulgar se introducía sin miramientos (ni dificultad) en su vagina, el corazón empezó a presionar el ano contiguo.

Ann respondió como ni ella misma sospechaba. Levantó un pié que situó sobre el sofá de forma que facilitó la digito-entrada de su amiga entre sus piernas, abrió la boca para corresponder a la lingüística intromisión de Svetlana, y sus manos se dirigieron, una a la nuca de Svetlana para atraerla hacia sí y la otra hacia el pezón derecho de Svetlana el cual empezó a retorcer como el volumen de una radio.

Los dos machos se detuvieron un momento. Ellas ni caso. No se supo si la detención fué debida a la sorpresa del recién descubierto lesbianismo, o a la tácita queja de haberse quedado sin hembra a la que besar. Reanudaron sus embestidas a los pocos instantes, pero se quedaron algo distraídos y no consiguieron acompasar de nuevo sus ritmos, por lo que descabalgaron en un par de veces a Svetlana. A la tercera Gerard intervino:

  • Marc. Cámbiame el sitio.-.

  • Y tú cambia la muñeca.-.

Ann soltó el pico de Svetlana y miró a Marc como recriminando su comentario. Marc entendió y respondió:

  • No me digas que no es como una muñeca: no tiene que hacer absolutamente nada. ¿O no? -. Ann dejó de fruncir el ceño y cuando Marc se incorporó sus labios fueron directos a chocar con los de ella. Mientras sus lenguas se entrelazaban, Ann apretaba sus nalgas contra sí moviendo su vientre y restregándolo contra su enrojecida polla. No quería que después del turno de Svetlana, decayeran los ánimos. En ello estaba cuando notó un oleoso intruso tantear su retaguardia. Svetlana preparaba el terreno. Se despegó de Marc y se giró hacia Svetlana.

  • Dame un poco de tiempo cariño. Yo no he tenido pre-calentamiento. -

  • Ahí tienes un señor enfriándose - respondió Svetlana refiriéndose a Gerard. - Póntelo y pónselo a tono.

  • Por cierto Svetlana, os habéis olvidado totalmente del condón en el primer round. - indicó Ann.

  • Creo que puedo fiarme de la salud de estos dos. De todos modos ten en cuenta que todo está por brotar aún, y tú tienes todos los números. - replicó Svetlana.

  • Bien. Pero a mí ya me tienen tomadas las medidas - dijo Ann. Y acto seguido se dió cuenta de que había metido la pata y que Marc debía estar pensando que Ann no sospechaba nada sobre el intercambio de hermanos. Ann se giró hacia Gerard y le dijo:

  • ¿Como andamos de fuerzas? ¡¡ No me dirás que estás cansado !! Normalmente resistes el doble que nadie... - le espetó.

Acto seguido se inclinó sobre Gerard, quien ya estaba echado sobre el sofá. Le besó y en unos instantes ya le agarraba por los huevos y succionaba su cucurucho con deleite. Svetlana la invitó a ponerse a cuatro patas mientras afrancesaba a Gerard e inició algunos digitoejercicios alrededor de su clítoris para que lubricara. Era claro que repetirían el ejercicio anterior, solo que ahora quien ejerciría de Heleno sería Marc. Ann tardó medio minuto en vigorizar de nuevo la verga de Gerard. La sorpresa vino cuando sin aviso previo la de Marc irrumpió con todo en su vagina. Dos minutos más tarde, la velocidad lineal del plátano de Marc era una aceptable velocidad de crucero debido al prácticamente nulo rozamiento entre las viscosas paredes del violentado chochete de Ann. Marc salió de Ann y entraron los dedos de Svetlana. Tal como salieron empezaron a hacerle la corte a su ojete y cuando Svetlana tuvo su oleoso pulgar dentro de él, Marc, desde la retaguardia, asió a Ann por debajo de sus muslos, la levantó en el aire y la depositó suavemente encima de su hermano quien apuntó y no falló. Ahora empezaba el juego.

Ann empezó a botar sobre su novio (el original... o no). Estaba loca por correrse y no tenía tiempo de esperar al protocolo ideado. Gerard la agarraba por los pechos y ella soltaba un gritito en cada caída de nalgas. Hasta que tuvo dos dedos de Marc en su recto y su energía pareció decaer. Ahora estaba tensa. Su cuerpo quería huir de aquella ceremonia pero ella quería quedarse. El inicio de la subida hacia su orgasmo se había detenido en algún escalón. Su cuerpo estaba pendiente de la novedad. Por si acaso, Gerard la inmovilizó contra sí y Marc inició el ataque. Ella gritó de dolor. Que aquello no entraría. Ellos la tranquilizaron y Svetlana volvió a aplicar aceite: mientras la acariciaba con una mano, con la otra sujetaba la polla de Marc en su presión y precisión hacia las entrañas de su amiga. Ann dijo basta. Nadie la soltó. Svetlana le dijo algo en ruso suavemente junto a su oreja y luego la morreó tiernamente. Se separó de ella y con una mano ordenó a Gerard que se retirara de Ann. Svetlana volvió a frotar el manubrio de Marc con aceite y luego colocó las manos de ella y las de Gerard a cada lado de las nalgas de Ann. Svetlana se encargaba de introducir sus resbaladizos dedos en el ano de Ann, en la medida que el ejercicio de Ann y Gerard le abrían camino. Esta vez Ann llegó a aceptar hasta tres dedos de Svetlana en su ojete y de nuevo llegó el obús de Marc. Ann se quejó y llegó a gritar hasta que en un momento determinado Marc se quedó quieto dentro de ella, esperó consumar la dilatación de Ann y luego apuró un poco más la introducción. Ann seguía tensa pero más tranquila. Marc, sin dejar de ensartarla, se inclinó hacia atrás y se incorporó de forma que se llevó a Ann con él, levantándola en el aire. Quedó de pie manteniendo a Ann con él sosteniéndola con las manos poco más debajo de sus rodillas. El tercer punto de apoyo era el que adivináis. Lentamente llevada por su propio peso Ann fué descendiendo sobre el falo de Marc. Cuando llegó al tope, Marc quedó inmóbil y Ann, manteniéndose ensartada por detrás descendió sus piernas hasta apoyar los pies sobre el sofá y ahora, pudiendo controlar su movimiento vertical inició unos tímidos ejercicios de mete-saca que poco a poco fueron cambiando el semblante tenso de Ann, por otro de placer hasta que sus ojos empezaron a quedarse en blanco, y dejando el protagonismo al tímido vaivén de Marc. Unos instantes después Marc volvió a asirla por debajo de sus muslos, la levantó de nuevo en el aire y Ann perdió contacto con el sofá, descansando su peso sobre su ensartado ano. Svetlana dirigió la maniobra: enfrentó sus pechos contra los de Ann, la besó como si se llevara a la boca la fruta más dulce después de días sin comer mientras agarraba a Marc, una mano en cada nalga, y fue empujando a ambos hacia atrás hasta que la espalda de Marc se topó con la pared. Ahora llegó Gerard ya incorporado, comprendiendo la propuesta: apartó a Svetlana de su objetivo, se situó en su lugar, anudó su lengua a la de Ann y pecho contra pechos, penetró su vagina. Ann se soltó de la boca de Gerard para proferir un largo suspiro. Ambos machos se detuvieron y la dejaron descansar sobre falo y falo. Marc aflojó paulatinamente la presión de sus manos bajo sus muslos dejando recaer el peso de la chica exclusivamente sobre los dos falos, uno en cada agujero, de forma que fuera Ann quien agarrada a los hombros de Gerard, fuera controlando la parte del peso de su cuerpo que quería ceder a sus amantes. Tenía los ojos bien abiertos y miraba a Svetlana con asombro. Entonces, lentamente, Marc volvió a cogerla por debajo de los muslos, y Gerard lo hizo con una mano en cada nalga, e iniciaron un suave ritmo de elevación y descenso de Ann al que ella respondió con unos irremediables jadeos.

Tras unos minutos en los que Ann parecía no ser ella misma, volvió en sí para controlar la situación. Ordenó a sus penetradores un cambio de posición y se desmontó a Gerard. Marc, sin desefundarse a Ann, se sentó en el sofá y Ann pudo ahora apoyar sus piés de nuevo sobre una superfície sólida para empezar a controlar el ritmo de sus idas y venidas. Estuvo un par de minutos en cuclillas dando la espalda a Marc, entrando y saliendo de él por la puerta pequeña, hasta que se reclinó hacia su poseedor, apoyando la espalda sobre su pecho y con un clásico y cotidiano gesto con el dedo índice, le indicó a Gerard que se acercara y dejara de follarse a Svetlana que a cuatro patas sobre la chaise-longue, quien no perdía detalle de la banana que entraba y salía del culo de Ann, mientras gozaba del plátano de su hermano que ocupaba su sexo desde la retaguardia.

Gerard se puso de pié sobre el sofá. Sus piernas a lado y lado de las caderas de Ann. Se detuvo un momento para que Ann se le chupara como solo ella sabía, como bendiciendo el miembro que iba a clavarse y luego descendió hasta quedar en cuclillas ante ella. La pose era un poco difícil así que la buena de Svetlana no tuvo reparo en acercarse y de nuevo dirigir el ejercicio encarando la pistola hacia su objetivo... y entró de un empujón. Ann se abrazó a su segundo amante y empezó a moverse para sincronizar los embites de Gerard con su control de la entrada en Marc. Svetlana se acercó hasta el lado de Ann y antes de llegar a apoyar su una rodilla sobre el brazo del sofá los dedos de Ann ya hurgaban en su coño y su lenguas se peleaban por llegar hasta sus faringes.

Cuando Ann descubrió su punto de equilibrio no hizo falta verbalizar nada. Sus jadeos se transformaron en gritos, unos gritos alegres, de sonora felicidad, de una variedad gutural acorde a los mínimos cambios de posición y de ángulo de ataque de sus duros intrusos y de su dulce acompañante. Todos entendieron el momento y sus cuerpos reaccionaron solidaria y egoístamente: Ann jamás les reconocería lo que días más tarde concluyó, y es que ambos no se concentraron en su propio placer hasta que no obtuvieron el de ella. Ann se corrió sonoramente, como nunca, sobre las atenciones simultáneas de dos machos en sus bajos instintos mientras los dulces labios de Svetlana acallaban sus gritos. Su orgasmo provocó el propio de Svetlana al que ella masturbó incesantemente para que la acompañara en el momento. Instantes después las pollas de Gerard y Marc se deshicieron en sus entrañas en el mismo minuto, como haciendo honor a su paralelismo genético.

[continuará]

Stellabig72@yahoo.es