Al sur del mundo

Femme Soie cansada de tantos dimes y diretes decidió emprender un viaje de relax y solaz por las hermosas tierras de… Un episodio más de la saga iniciada con Sky City Casino (http://www.todorelatos.com/relato/58024/)

Al sur del mundo

Para aquietar un poco su indómito carácter y relajarse de los entreveros o discusiones con variadas personas (principalmente con Sonora, el mexicano políglota residente en tierras gringas), Femme Soie decidió tomar sus maletas llenas de sueños……eróticos e irse de turisteo al sur del mundo. Llevó a Sarkoz, su fiel perro faldero, a un hotel perruno y enfiló su Mercedes (así llamaba ella al cacharro de coche que tenía) con dirección al aeropuerto de Barajas; cogió un vuelo ( Air France , por supuesto) con destino a Rio de Janeiro.

Estando en la playa de Ipanema, luciendo su ahora restaurada juvenil figura, comenzó a hacerle procaces guiños a un mulato de esbelta y cuidada silueta: musculoso (sin llegar al exceso), con anchas y fuertes espaldas, un pecho acogedor, una pistola con silenciador y cargador extra large en la entrepierna que inducía a que a la españolita afrancesada se le hiciese agua la boca y algo más (las mejillas a causa del intenso calor, ¡mentes de alcantarilla!) . Luego de unos minutos, el mulato aquel se acercó a Femme Soie trayendo en sus manos dos copas de caipiriña o caipirinha —ese delicioso cóctel brasileño a base de cachaza, limón, azúcar y hielo. Le ofreció una de las copas a la mujer diciendo, en perfecto portugués (obvio, ¡no iba a ser en chino!) :

— ¿Me acompañas a beber una copa? (traducción simultánea)

—Encantada (encantada vas a quedar más rato, pensó para sus adentros en galán mulato).

Conversaron de toda una amplia gama de temas, tales como: sexo, sexe, sex, geschlecht, sesso, секс, geslacht, φύλο, *性

,

, könsbestämma,

성* y muchos otros más. Finalmente terminaron, como era de imaginar, en el apartamento del apuesto mulato para follar hasta sacar chispas a sus genitales.

El mulatinho de marras desvistió a la cándida y grácil muchacha —le sacó el hilo dental de su bañador— en tanto que las hábiles manos de la chica se apoderaban del "pistolón" negruzco, grueso y verdaderamente largo (no como el de otros) del morenazo galancete. Lo empuñó con ambas manos y se lo llevó a la boca para paladearlo lentamente, degustando ese clásico sabor etíope del cafeto, para posteriormente y tras una bacanal de chupeteos, lamidos, sorbeteos y demases, llenar su boca de la láctea savia seminal. Tanto fue el líquido vertido y la impericia de la casi veinteañera mujer (si no es por el «casi») que a lgunas gotitas (goterones querrás decir) cayeron a los tersos y respingones pechos de la españolita. El joven muchacho pasó sus dedos por la parte de los pechos pringados de leche y recogió las susodichas gotitas (¡ y dale con que va a llover!...goterones te dije, porfiada —intervino otra vez aquella insolente vocecilla interna de Femme Soie) . El muchacho acercó sus dedos impregnados de leche de vida a los labios de Femma Soie; ella, lenta y provocativamente, sorbió el vital elemento dador de vida y chupó los dedos como a pequeños falos. A la núbil chica le sobrevino un fuerte y prolongado orgasmo seguido de un par de réplicas menores en intensidad, pero que la colmaron de placer.

Luego de la antes citada explosión láctea del vergajo del mulato, tal promisorio cárneo apéndice del joven varón no logró levantar cabeza nunca más y Femme Soie, ofuscada por el fiasco del ejemplar XY, se vistió y se marchó indignada por la desalentadora y fallida incursión carnal.

Decidió emprender un rumbo más seguro y tomó un vuelo a la capital de la Argentina, país con nombre de hembra y que como tal debía ser inmensamente superior en calidad a uno de masculina nombradía. El transfer que cogió en el aeropuerto bonaerense de Ezeiza la llevó al centro de la capital federal.

Ya en las callecitas de Buenos Aires que tienen ese no sé qué, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales, lo de siempre: en la calle y en vos. . . cuando, de repente, de atrás de un árbol, se aparece él. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus:

— ¿Eres tú el Bueno Pa’Tó? —pregunta la incauta Femme Soie.

—No nena. Mirá yo soy bueno, pero no para todo. Y ¿para qué te voy a macanear, a bolacear? Si querés guita, entonces aceitá los patines y salí a laburar, minita.

La pobre chica no entendió nada, pues aquel hombre le habló en lunfardo, una lengua popular en Buenos Aires y en toda la Argentina y parte de Uruguay. Sin embargo, en su interior algo le decía que el argentino la había chuleado. La inexperta Femme Soie, confundida y hambriento, enfiló su humanidad por la calle Corrientes en búsqueda de un café. Preguntó en un quiosco de diarios y revistas:

—Disculpe, señor ¿sabe usted dónde hay una cafetería o algo similar por aquí cerca?

—Sí, mirá, un poco más allá, por esta misma mano, hay un bolichito bien bueno.

—Muchas gracias, guapo.

—De nada "bonita" y cuando querás "una buena", vení para acá y te dejo abastecida para un año completo, completo.

La niña de asombrosa candidez e inocencia se encaminó adonde el quiosquero le había indicado. Ubicó una mesa desocupada en un rincón del local y esperó a ser atendida.

Pronto un mozo de gallarda estirpe y varonil aspecto se acercó a la mesa de Femme Soie y, muy cortésmente, preguntó:

— ¿En qué la puedo servir?

—En "eso", de momento, no. Estoy un poco cansada.

—Perdón, no sé a que te referis, nena.

—A nada. Es que el apetito me hace desbarrar. ¿Me puede traer una taza grande de café en grano y un sándwich?, por favor.

— ¿De milanesa?

—Ssssssí, gracias. —contestó Femme Soie sin saber qué estaba pidiendo exactamente.

Al poco rato regresó el camarero con una bandeja con la taza de café y un enorme emparedado de carne asada y finamente cortada.

—Servida, señorita ¿Se le ofrece algo más?

—De momento no, pero yo te aviso, bonito. (¡puta! —vociferó la inoportuna vocecilla aquella).

Luego de devorar el delicioso emparedado y beber con avidez la taza de café, la muchacha de tiernos 32 añitos se relajó, despejó su mente y aquietó su espíritu. Entonces pudo pensar con un raciocinio claro. Recordó que en el bolso tenía el número de teléfono de su gran y única amiga, la Gatacolorada (que usaba ese apodo para desorientar nada más, pues era morochita de pies a cabeza). Dudó si telefonear a la casa o al trabajo —la minina era una eximia plurilingüe traductora. Pero después se alumbró su mente y decidió telefonearle al teléfono móvil. Entonces tomó su propio teléfono celular — de segunda mano— y marcó el número de la buena moza morocha gata. Por el auricular escuchó:

"Su aparato telefónico no cuenta con el servicio de roaming internacional. Por favor contáctese con su proveedor telefónico".

La refinada muchacha dijo entre dientes, con toda calma y sumo donaire:

— ¡Pars à la merde! (traducción autocensurada para no importunar al señor(a) revisor(a) y a las miríadas de lectores….ocultos en el anonimato más profundo).

— ¡Camarero!, ¡camarerooo!

—Dígame… ¿ahora sí quiere que "me la sirva"?

—No hombre ¡Dejáte de joder! (el acento argentino se pega fácil, ¿viste?) . Necesito un teléfono.

—Y yo necesito una cafetera—automóvil— nueva, cero millas, de paquete… ¿y qué?

—No te hagas el gracioso sudac…., perdón, perdón. Señor camarero, quise decir.

—En seguida le traigo uno, señorita (con concha de señorona de tambo —musitó por lo bajo) .

Tras breves instantes, el mozo regresó con un flamante teléfono móvil de última generación.

—Aquí tiene, señorita. El minuto tiene un valor de 40 pesos argentinos, esto es, 10 €.

— ¡Queeeé! ¡Es un robo!

—Tomálo o dejálo. Nosotros cobramos únicamente el coste que nos cobra Cuernofónica de Argentiba, una filial de la matriz española ¿no? Además, nosotros no afanamos a nadie para promover el turismo. Debería cuidar su léxico, se ño ri ta.

—Está bien, está bien. Me excuso. Lo utilizaré de todos modos.

La españolita vuelve a digitar el número del móvil de la minina pelirroja.

—Tuuu…tuuuu, tuuu…tuuuu usted será transferido a un buzón de voz de: Gatacolorada. Deje su mensaje después de la señal Piiiiiiiíp .**

Entonces la muchacha decide telefonear a la casa de la Chatte Rouge.

—Hola —responde una voz muy varonil.

— ¿Masu? ¿Lalo? ¿Sergio? ¿Hugo?... ¿Bueno Pa’Tó?

—El mismo que viste y calza ¿quién habla?

—Femme Soie

— ¿Femme Soie?, ¿Femme Soie?, ¿Femme Soie?...me suena, pero no sé quién eres.

—La de TR.

—Aaaaahhhh…Femme Soie… ¿la que se mofa de mí?

—No seas rencoroso, gallego amigo ¿está tu esposa?

—No

—Veo que eres muy expresivo y elocuente. ¿Sabes adónde le puedo telefonear?

—Sí

— ¿A dónde?

—No te puedo decir sin consultarle a ella primero. Vuelve a llamar en quince minutos.

Fastidiada la mujer indicó al camarero que se dejaría con ella el teléfono, pues debía hacer otra llamada más rato.

—Muy bien señorita, pero la prevengo que van diez minutos, es decir, 100 euros.

— ¡Pero si no he hablado más de cinco minutos!, /&%$¿?, estimado señor mozo.

—Disculpáme, pero utilizo un Rolex auténtico para medir el tiempo.

—Si, como no. Un Rolex de carrera ha de ser.

—Tomálo o dejálo.

—Está bien, está bien…lo tomo. (siempre te lo tomas todo…¡ramera! —voceó la voz interna)

A los quince minutos volvió a telefonear a la casa de la Gatacolorada

—Hola ¿Bueno Pa’Tó? Soy yo de nuevo. Femme Soie. ¿Me puedes dar el número de teléfono de tu mujer ahora?

—No

—Sigues igual de locuaz ¿eh?

—Dime dónde estás porque mi mujer pasará a verte allá.

—Estoy a media luz, en Corrientes 348.

—Muy bien, espérala ahí. Adiós.

Tras ocho tazas de café y tres milanesas más, apareció la bella Gatacolorada enfundada en unos tejanos bien apretados y una blusita de amplio escote.

—Hola Femme ¡Qué disgusto…perdón, qué gusto de verte, quise decir! ¿qué hacés por estas tierras divinas?

—Mangando un poco.

— ¿Cómo dijiste?

—Menguando mi ritmo alocado de vida y descansando de las impertinencias del cuate aquel.

—¿Quién? ¿Sonora? Pero si en el fooooondo es un chico bueno.

—Bueno para bufar querrás decir. Y dime ¿cómo estás, gatita?

—Bien, aquí…cogiendo como se pueda…….el ritmo de vida bonaerense.

—Hablé por teléfono con tu marido. Un amor de hombre, dicharachero, cordial, nada de bocazas eso sí ¿eh? En resumen, una joya de varón. Ahora entiendo el porqué lo amas tanto.

—Sí, es verdad. Mi Masu es un pan de dios. A propósito, él me dijo que te invitara a nuestra casa a alojar.

—Noooo, ¡cómo se te ocurre! Acepto.

—Eres difícil de convencer ¿no?

—Sí, es algo heredado de mi madre. Ella no podía decir que no……somos veinticinco hermanos. Los franceses no serán tan buenos amantes como los italianos, pero sí son más activos. ¡Si lo sabrá mi santa madre!

Rumbo al palacete de la Gatacolorada (¿palacete? Casa querrás decir. — ¡cállate!, impertinente. El cuento lo narro yo y le llamo a la vivienda de MI AMIGA como quiero). Decía que camino a la mansión de los Montenegro, situada en el acomodado barrio de Recoleta, cerca de la Plaza Alemania, la Gatacolorada le contó a Femme Soie que en su casa estaba pasando una temporada su suegro (que la pone un montón) español y que se lo presentaría, pues andaba más botado que un pucho sin su esposa.

Nada más entrar en la casa de los Montenegro, Femme Soie vio la atractiva bien conservada figura del suegro de la minina. Femme quedó engatusada, si cabe, de él de inmediato. Él, muy amablemente, la saludó con un beso en cada mejilla, un "piquito" en la boca, un fuerte abrazo y una magreadita poca. Femme Soie notó cómo se humedecía su entrepierna (se empapaba en verdad), pero no pudo resistirse ante tan llamativo y embelecador varón. No, no, no, no….embeleso de hombre quise decir (es mi dislexia galopante) .

Tras ser presentada y saludar a toda la familia (familión —¡cállate!) de la Gatacolorada, Femme Soie fue conducida por el sesentón suegro de la minina morocha hasta uno de los suntuosos cuartos de huéspedes.

La inesperada huéspeda, haciendo gala de su habitual atolondramiento y desatino, se desvistió a toda prisa sin notar que era espiada por el sesentón hispánico señor. Se metió al cuarto de baño (sin cerrar la puerta) y abrió el grifo de la ducha. Se dio una larga ducha (ya era hora. El hedor de tu cuerpo se olía a varios kilómetros. —¡cállate!, eran unos cuantos cientos de metros, nada más). Después se emperifolló el cabello y la cara y salió desnuda a la habitación. El conquistador español la esperaba semi escondido en un recoveco de la habitación de gigantescas dimensiones.

—Estás más buena de lo que esperaba, muñeca. —irrumpió en el silente cuarto la varonil y ceceante voz del suegro en referencia.

— ¿Por qué fisgoneas mi intimidad, adonis? ¿acaso no sabes que soy débil y necesitada. Una indigente de cariño y fruición? ¿Una serafina sencilla y discreta? (ya te tiraste al suelo otra vez. ¡Tírate al sesentón de una buena vez! — ¡cállate la boca!, imprudente y réproba voz).

—Para eso estoy aquí, bonita, para echarte un polvazo y dejarte llenita de mi simiente ardiente.

—No sé qué decir (dile que sí ¡tonta! Oportunidades como estas no encontrarás tan fácilmente)

—Bueno ya, pero no le digas a tu nuera.

—Soy una tumba, un caballero sin memoria, preciosa.

En seguida el hispano galancete sacó su mísil tierra-tierra, grueso y de largo alcance y se acercó a Femme Soie. Colmó de besos su cuerpo, comenzando por sus labios bucales, su cuello, detrás de las orejas, la nuca, sus pechos y pezones erguidos —que mamó cual bebé—, su vientre naturalmente plano con una abdominoplastia (¿Queeeé? —una dermolipectomía de la pared abdominal. — ¡Aaaah! Hablando claro hasta quién no entiende) , su monte de Venus totalmente depilado, sus labios vaginales mayores y menores, su clítoris abultado por la excitación, …La mujer gemía de gozo como una posesa, sin temor a ser escuchada ya que la mansión era demasiado grande como para que alguien oyese los sonidos de su deleite o sintiese el fulgor de su pasión.

Cuando la chiquilla, casi adolescente, estaba completamente lubricada y con sollozos suplicaba ser penetrada, el mozalbete de las seis décadas empuñó su miembro viril, lo acercó a la entrada de la femenina gruta de placer y embistió hasta el fondo con un arresto bestial, doloroso al principio, pero con un dejo delicioso.

El hombre emprendió su faena lentamente y fue aumentando la cadencia del ir y venir de su vástago dador de gusto poco a poco, despacio, hasta que ambos amantes explotarán en una fusión de placer y desfallecer.

¿Se enterará la Gatacolorada de las andanzas de Femme Soie? ¿Lo sabrá el Bueno Pa’Tó y lo usará para compensar, con toda justicia, las burlonas y frecuentes alusiones a su persona de parte de la españolita afrancesada? ¿Lo revelará el mexicano por la malquerencia que siempre le ha mostrado la muchachita oriunda del país hispano? ¿o, tal vez, lo utilizará el cuate para ganarse la amistad y el favor de su amada Gatacolorada?

Pronto lo sabremos, a no desesperar fiel audiencia.