Al servicio de una organizada banda 2
El jefe de la banda, escoge a una chica para si mismo, la separa de sus amigas y se la lleva a un lugar a parte. ¿Que le esperará ahora?
Me arrastró hasta la puerta de los cabellos, me hizo cruzar el patio a empujones, tenía miedo y estaba desconcertada, recorrían a mil las preguntas en mi cabeza ¿por qué yo? ¿A dónde iba ahora? ¿qué pasaría con mis amigas? ¿Qué pasaría conmigo?¿Cuanto tardaría alguien en encontrarnos?¿donde mierda estábamos?. Busque alguna salida, pero no se vislumbraba ningún modo de escape por el patio, además afuera solo se veían arboles ¿Qué tan lejos estábamos? ¿Tendría fuerzas de correr hasta encontrar a alguien si escapara? ¿En qué momento acabaría todo esto?
-¡Siéntate!, en el suelo ¿A dónde crees que vas?- Grito el hombre y me saco de mis tribulaciones, habíamos entrado a una casa de campo, se veía bastante confortable y llena de muebles nuevos en total contraste con el aspecto del lugar donde había estado y de la casa en general vista desde afuera.
-Muy bien, muy bien, es bueno que seas obediente, porque debes saber que de todas formas obedecerás así no sea a voluntad. Ven bonita, siéntate en mis piernas, quiero conversar contigo.
Obedecí de inmediato, estaba aterrorizada, ¡desnuda en quien sabe donde! Seguramente a estas alturas mis amigas debían estar pasándola muy mal, yo veía el morbo y la malicia en la cara de esos hombres. Pero yo, por algún motivo, estaba ahora en un lugar no tan horrible y nadie me estaba forzando, lo que no significaba que en ningún momento lo hicieran, pero al menos estaba ganando tiempo, además el hombre que me invitaba a sus piernas, me inspiraba un instinto paternal, me había sacado de una u otra forma de lo que parecía una violenta orgia. Me acerque a el, y me senté donde indico, mi cuerpo se estremeció al contacto y se relajo con el calor corporal que él emanaba, baje la cabeza y dejé que me tocará, lo hizo con suavidad y hasta algo de ternura, toco mi cabello y mis hombros, luego me dio un pellizco suave en uno de mis pezones, que me hizo respingarme y enrojecer de vergüenza y miedo de inmediato.
-JAJAJA-rio él- ¿Cómo te llamas?
-Sofía
-¿Sueles estar siempre tan calladita?... Bueno, supongo que no, y estas así por la situación, dime ¿nunca has estado desnuda frente a un hombre?
Negué con la cabeza, pero no me atreví a levantar la mirada
-Debo creer que eso significa… ¿Qué eres virgen? O solo te has tirado a tus novios con ropa
Negué nuevamente, con un ligero movimiento de cabeza. Él me cogió de la barbilla y puso mis ojos directamente hacia los suyos, ¡Habla! Solo te estoy diciendo que contestes, ¡Dime tú si es mucho pedir!
-No, no es mucho pedir, si, si soy virgen
-¡Que linda es tu voz! Bueno, siéntate al costado y no te muevas, creo que eres muy inteligente- dijo acariciando mi cabello- y asumo que habrás evaluado tus posibilidades , si te escapas bonita, te destrozaras los pies corriendo kilómetros y kilómetros antes de chocar con alguien, y dudo también que llegues, porque si te escapas soltaremos los perros, te encontraran y serás su cena, no existe oportunidad de volver.
Yo obedecí, era cierto, la posibilidad de escapar era casi nula y peor aún con la amenaza de esos perros, nunca los había visto, pero sabia como entrenaban a esos perros para cazar y matar, había visto a varios, grandes, feroces, con espuma en la boca y los ojos llenos de rabia y rencor. Él regreso, casi de inmediato, con lo que parecían dos tazas y me ofreció una.
-¡Vamos toma! Supongo que querrás abrigarte un poco.
Obedecí nuevamente, cogí la taza y pase a sorbos el líquido por mi garganta. Estaba confundida, ¡cómo era posible que estuviese tomando café, desnuda con un desconocido! Y sin ningún tipo de coacción, se podría decir que mi obediencia se debía a falta de alternativas, pero era absurdo que en el fondo sintiera cierta gratitud por aquel hombre, el me había traído hasta este sitio, me había secuestrado y yo no me había opuesto, ni había reclamado nada hasta ahora. Pero quizás era lo mejor, quizás era bueno hacer lo que él decía, así sentía cierta protección, además seguramente era lo que él quería, que yo le hiciese caso, pero ¿Cuál sería el límite de mi obediencia?. Escuche unos desgarradores gritos que atravesaron el patio, supuse que mis amigas no vivían mi suerte, solo junte mas los hombros y deje la taza vacía sobre la mesa, intentando no sucumbir a la ola de miedo que recorría mi espalda. Él se dio cuenta, estaba todo el tiempo observándome.
-Eres muy hermosa, debes saberlo ya, pero a la vez muy ingenua, y a estas alturas es momento de que te des cuenta como son y serán las cosas. Me llamo Manuel, y a partir de ahora deberás decirme amo. Tus amigas están siendo golpeadas y violadas por todos los hombres que se quedaron allá, quien sabe que perversiones estarán llevando a cabo. Pero no importa, tu has llamado mi atención y es difícil que una mujer logre eso en mi ¿sabes? Por eso te he elegido como mi esclava.
-No dejaras que ellos me hagan nada- Grite, con miedo y locura, mi cuerpo era un acordeón de sentimientos, se retorcía y se conmovía, había esbozado esas palabras como un suplica, como una petición, como una esperanza.
-Jajaja, dependerá bonita, dependerá solo de ti, de cómo te portes. Te daré un ejemplo- Dijo Manuel y abrió la bragueta de su pantalón y tiro sus manos hacia atrás del sillón- ¡Ven, acércate!
Lo hice por inercia, por miedo, por curiosidad, por todo junto. Me acerque lentamente, nunca había estado con un hombre, eso era cierto. Si, quizás algo cerca, pero jamás lo suficiente como para observar algún detalle anatómico, solía ser vergonzosa y problemática. Pensaba en mi virginidad y era un eterno enigma a quien entregársela, nunca había encontrado a nadie suficientemente bueno o alguien que llenara mis expectativas, es cierto también que no tuve grandes oportunidades, no había vivido mucho, y hace poco que recién me comenzaron a preocupar las cosas de mujeres. Quedé parada en frente de él vagando unos segundos en mi cabeza.
-Arrodíllate ¡Vamos!. Me gusta, eres en realidad muy bonita, tu rostro encierra una inocencia genuina. Además, eres tan inteligente, vas a aprender muy rápido. Y no tendré que desfigurarte, porque eres muy obediente, ¿Verdad? Ahora, mueve las manos chiquita, busca mi pene y métetelo a la boca.
Me quede inmóvil, confluían en mi como muchos ríos juntos las decisiones, no sabía que decidir, no sabía que era más conveniente. Además no podía evitar la ansiedad, que él me provocaba, era un hombre bien parecido, alto y bastante atlético. Su mirada era dominante, sus manos calientes y protectoras y yo estaba desnuda, arrodillada en frente suyo, rogando por mi suerte.
-¿Qué te sucede puta? No me has escuchado
Su voz actuó como un imán, mis manos abandonaron con prontitud de mi cuerpo y empezaron a buscar en su ropa interior, su miembro, aun pequeño y flácido. Ya en mis manos, sentí cierto calor y estremecimiento, así que antes que mis pensamientos me ganaran nuevamente, agache mi cabeza y cogí con mi boca su pene, lo sentí crecer, sentí las palpitaciones en mi paladar y en mi lengua, me quede quieta, con la mente en blanco y el cuerpo inoperante, no sabía qué hacer. Pero Manuel, como pronto me di cuenta que el hacía, acertó en el momento exacto como leyendo mis pensamientos.
-Chupa bonita, chupa. Mueve la lengüita despacito. Levanta los ojitos, mírame. Así, muy bien, muy bien, métetela hasta más al fondo, si, sigue así-
Escuchaba sus gemidos, así que me sentí bien, estaba haciendo un buen trabajo y no la estaba pasando mal, sentía el consuelo el alivio de su verga grandota y calientita entrando a mi boca, como un recién nacido a quien le das un chupón para que calme su llanto. Del mismo modo yo, me aferre como pude, lamí, succione, sentía descontrol y excitación en mi cuerpo.
-¡Detente!-No lo hice de inmediato, andaba perdida en las sensaciones nuevas de mi cuerpo, Manuel me cogió de los cabellos- ¡Detente perra, no escuchaste!- me quede suspendida de los cabellos, baje la mirada como una niña a quien se le reprocha algo que se le ha permitido- ¡Abre la boca! Y mantenla así ¿Entendiste?- Asentí, rápidamente y obedecí, abrí los labios y me quede quieta. Manuel cogía mis cabellos con su mano derecha, con la izquierda cogió su pene. Luego comenzó a bajar y subir mi cabeza, cada vez más al fondo, al inicio su pene llego solo hasta a la mitad, pero cada vez que subía y bajaba, la penetración era más profunda, cuando comencé a sentir arcadas, aun no habíamos tocado fondo, él me ignoro, y cuando logré engullir por completo su pene, el comenzó a mover sus caderas, casi me asfixie, e intente zafarme el cogió con más fuerza mi cabeza y me presiono contra él y comenzó a correrse, sus chorros de semen, comenzaron a inundar mi garganta, uno a uno.
Luego me soltó, yo retrocedí, me senté en el piso y comencé a llorar.
-¡Cállate puta! Me dijo y me tiro una cachetada, que me dejo tendida en el suelo. ¡Maldita sea, perra de mierda! Para eso estas acá para complacerme, para cumplir mis órdenes.
Me cogió de los cabellos y me llevo a rastras hasta una de las ventanas que daban hacia el patio. Mis lagrimas dejaron de fluir de inmediato, no pude quitar la vista de lo que había en el patio, hasta que el me ordeno que subiera las escaleras, que no podía pasarme contemplando esa triste imagen toda el día, que tenía muchas cosas que hacer. Me incorpore y seguí a Manuel como en un sueño, tenía el sabor de su semen en mi boca y la espantosa imagen de mis amigas amarradas a un poste, totalmente magulladas y sucias…
CONTINUARÁ