Al recuerdo de mi padre

Soy una gozadora lo sé, no siento vergüenza ni falsos pudores. Me inicié en la aventura del sexo muy joven y he vivido entrando y saliendo de mil cuerpos y mil mentes como una adicta al placer. Como en una tragedia griega donde el destino juega con los personajes la lujuria nos ganó y termine teniendo sexo con mi padre. Yo lo busque, con un ansia irrefrenable como una enajenada hasta que lo hice mío.

Soy una gozadora lo sé, no siento vergüenza ni falsos pudores. Me inicie en la aventura del sexo muy joven y he vivido entrando y saliendo de mil cuerpos y mil mentes como una adicta al placer. Como en una tragedia griega donde el destino juega con los personajes la lujuria nos gano y termine teniendo sexo con mi padre. Yo lo busque,  con un ansia irrefrenable como una enajenada hasta que lo hice mío.  AL RECUERDO DE MI PADRE.

Corría 1977, Banfield todavía era un barrio. Somos una estirpe burguesa de clase media, compuesta por mi mamá, mi padre, una hermana un año menor y dos hermanos un poco mayores. Mi padre es abogado de una compañía petrolera del Uruguay y mi madre una señora burguesa que heredo el edificio donde vivimos, criada en los mejores colegios de un patriciado afrancesado de los años 40, estaba en la argentina donde era gerente de la sucursal.

Siempre fui la elegida de mi papi, llegaba al medio día, cuando yo regresaba del colegio – de monjas - y después de almorzar se iba a la biblioteca, colocaba música, de jazz,  un vaso de coñac Tres Plumas y un puro Montecristo. Yo casi siempre iba detrás de sus pasos,  le prendía el cigarro, me apotraba entre sus piernas y me instalaba a mirar una revista mientras él jugaba con mi pelo y me acariciaba, envueltos en una nube de humo de tabaco y la música  que invadía el salón. Me refregaba a él para sentir el calorcito de su entrepierna y  era feliz, me sentía su dueña, era su pequeña tirana, la preferida…

De tarde mis hermanos al Colegio, mi madre al club de damas de la iglesia, anticuadas come santos que hacían caridad y se reunión casi todas las tardes en la parroquia.  Me molestaba cuando mi hermana venia a joder porque lo quería a mi papi todo para mi sola, pero como le incomodaba la humareda del puro casi no aparecía. A las 4, más o menos volvía mi madre y él se iba a su bufete eso de las  4.30 a atender particular, se despedía de mí hasta la noche con  un beso que tenía para mí el encanto del gusto a macho, alcohol y tabaco.

Si se sentaba en el sillón de tres cuerpos, yo me acostaba con mi cabeza en su falda con una revista. Avece no nos hablábamos, otras yo jugaba con su barba, mientras él me acariciaba o cantábamos o leíamos mientras nos acariciábamos y yo sentía el cosquilleo de su pene en mi nuca.

Fui creciendo, siempre seguimos con ese ritual, yo me arrodillaba entre sus piernas, con una cerilla le prendía el habano, le servía el coñac y me acurrucaba con él, mientras me masajeaba la espalda y a veces me palpaba las aureolas de mis mis tetitas que crecían semana a semana y parecía que algo las succionaba para que se salieran de mi cuerpo y se pusieran turgentes. Me ardían.

A veces me desprendía un botón  de la camisa del colegio y jugaba con mis pechos sobándolas con dulzura o se ensañaba con mis pezones que después me ardían deliciosamente toda la tarde de tanto pellizco y caricia. Creo que tuve así mi primer orgasmo como mujer, unas convulsiones de intenso cortocircuito que me sacaron gemidos de placer y dejaron mi cuerpo si control. El solo me miraba y me tocaba.

Eso me encantaba, ese picor mescla de sufrimiento y goce, me tornaban una desequilibrada.  Es mas comencé a desprenderme uno o dos botones para que la vista de mi aureola lo llevara a sus caricias más intensas y placenteras. Ya no eran disimulados roces y amarracos, era una sobada de pechos divina. Yo me sentía su nena predilecta, su hembra y lo disfrutaba.

Pronto me fui convirtiendo en una mujer, entre placeres solitarios y la necesidad de ser deseada por todos,  mi falda se acortaba, tomaba conciencia de mis coqueteos en el colegio y por la calle los hombres me miraban con deseo y mis muslos se ponía poderosos y la niña dejo paso a la mujercita. A una hembra que gusta de provocar y de que la miren y apetezcan.

Nuestros juegos lúdicos nunca habían pasado de esa raya, solo una vez mi padre había jugado con mi conchita y había introducido un dedo en mi vagina como al pasar y lo retiro enseguida como que le dio vergüenza, pero vi como la bragueta de su pantalón se lleno de liquido seminal, se había acabado por mí, Dios que bello, me sentía en el cielo me deseaba y los dos lo sabíamos.

Papi, tenía una secretaria muy bonita, una veterana que había contratado hacia unos meses, un día que entre a la oficina los encontré teniendo sexo, ella inclinada en el escritorio y mi padre detrás de ella con su garrote introducido entre sus piernas, eran tantos los quejidos del placer que no se dieron cuenta cuando abrí la puerta y entre. Fue un momento extraño estaba infraganti y con otra mujer, no era yo su preferida pensé. Me vio y la siguió cogiendo, mirándome fijamente a los ojos, yo me moría de envidia y de ganas de ser ella y ella gemía para mí y para él con una carita de sufrimiento delicioso. Me quede observando hipnotizada hasta que se acabaron, el me dijo – Hola Martita mi nena – mientras enfundaba su miembro en el pantalón y ella se subía la bombacha – Yolanda quiere ser tu amiga -  Los tres hicimos como que no había pasado nada y nunca se habló del tema, un escalón mas de intimidad papa y yo éramos cómplices.

Desde ese momento me fui cebando y hacia lo que se me venía en gañas, el me dejaba... Mi padre entraba al baño y justo a mí se me antojaba hace pis. Quería ver su miembro.  Al  otro baño Martita - medecíaal principio – y yo le contestaba está ocupado papucho, está ocupado déjame si.  Pronto fue normal, el jabonaba su cuerpo y yo absorta miraba su órgano como crecía y se ponía  inmenso, el se lo enjabonaba despacio y se iba poniendo grande y palpitante a unos centímetros de mi carita absorta, me relamía por sentir la verga de papi en mi cuerpo, hasta el tronco ensartada en mi la quería. . Un día le pedí para enjabonarlo, después de la sorpresa me dio el jabón y me dijo - dale bebe – y llevo mi mano a su miembro. Lo frote lo acaricie y sentí como la espuma el agua y el jabón se mezclaban al rato de sobarla y masturbarlo con el liquido seminal que le brotaba. Me lo refregué en mi cara con deleite sintiendo  que palpitaba y seguía dura. Como la desee y la añoré en mi cuerpo, partiéndome en dos, desflorándome sin piedad.

Que placer, sentada en el wáter la tome con mis dos manos y me introduje el glande en mi boca y después todo el miembro hasta los huevos. Mis manitos resbalaban  en esa boa que me tenía hipnotizada, así - me dijo él - y me indicó lo que tenía que hace mi mano desde la cabeza al tronco, flotando y apretando  suavemente. Mas fuerte - me reveló - , más fuerte mi nena, yo me esmere, la friccioné absorta y mi carita y la de papi, dejaba ver la calentura que teníamos y como me agradaba eso, la leche empezó a brotar a borbollones hasta salpicarme la carita por la fuerza que broto y yo sorbí todo el liquido seminal de mi padre, su olor a macho me inundo las narinas con el gusto acido del esperma en mi boca me lo tome todo hasta la última gota como enajenada.

Que placer, esa simiente me había dado vida, - Bien Martita, muy bien putita mía,la leche siempre se toma – me dijo – en un susurro yo extasiada juntaba los restitos de leche con mis deditos y me los llevaba a la boca los depositándola en mi legua. Esa lección la aprendí para toda la vida. Cuando le tomas la leche a un macho lo haces tuyo.

Al otro día, toda aconteció. A mi madre le habían llegado rumores del romance con la secretaria, como yo los había visto y callado, alguien hablo de más, así que el almuerzo fue una pelea continua, mi madre agarro a mi hermana de un brazo y se la llevo de tiro para la parroquia. Te dejo a tu mimosa - grito desde la puerta, que te haga ella el café , - dando un portazo.

Nos quedamos solos en el apartamento - Pasa llave a la puerta - me ordeno él. Fui a la puerta y la tranque. El fue al escritorio, yo detrás suyo como una autómata excitada lo seguía obediente… Los dos temblábamos y sabíamos lo que iba a pasar ese mescal de cosa prohibida y codicia aguantada por mucho tiempo. Jadeábamos al abrazarnos y una electricidad no recorría la medula espinal. Lo deseaba a morir.

Mi padre saco su miembro y me arrodille devota a adorarlo, sin que me dirigiera nada, necesitaba sentir su miembro en mi boca. el con una suave presión en mi cuello y me  hacia acercar a esa verga tan deseada. Yo no era virgen, me había iniciado ese verano con el abuelo de mi amiga que me había hecho chuparle la verga y tomarme su leche. Así que la engullí con mi boquita y comencé a succionarla con deseo y pasión.  Me fue diciendo lo que quería con susurros, no órdenes, más bien me rogaba, suplicaba por mi cuerpo.

Eso Martita, eso, mama más fuerte, - me decía – eso de la cabeza hasta el tronco mi amor. Su miembro crecía y las venas parecían que iban a detonar, la apreciaba pulsar en mi boca. Afanosa y pletórica de placer yo me deleitaba con la realidad de sentirme señora de su órgano y sus apetitos más exaltes.    El me había dado existencia con su simiente y yo le daba vida con mi boca.

Me acarreo al sillón, yo ya despojada de ropa con mis mamas al aire que el sobaba y chupaba con ímpetu, me sentó, se postro y apartó mis piernas, su boca se poso en mi vagina y emprendió a sorber, Dios, dios, diosss, que complacencia, apreciaba como me descendían los fluidos a chorros y el bebía y lamia mi vagina como enajenado, sobando mi clítoris con sus dedos asperos. Sentí que me daba una palpitación incontrolable y disfruté un éxtasis inmemorial, mi padre patrón de mi vagina y yo feneciendo como su puta secretaria o como mi Madre, tantas veces había fantaseado ser su mujer y estaba ocurriendo.  .La convulsión me arqueo y sentí un estremecimiento en toda mi espina dorsal mi concha palpito a la presión del pene.

Acaeció entonces la perfección excelsa de ser penetrada. Su verga que me parecía gigante, ingreso en mi organismo como un cuchillo caliente en mantequilla,  Sin esfuerzo, sin molestia lo apreciaba avanzando adentro de mí hasta el tronco. Mi carita con un gimoteo celestial expreso el encanto que sentía. Habitaba toda adentro mío, estaba todo íntimamente en mí ser.

Emprendió un embute y sacada rítmico que me trasportaba del edén,  al abismo sin escalas, lo abrigaba deslizarse dentro de mí y le goce de la fricción en las murallas de mi vagina me dejan sin resuello, - eso Padre mío, papito querido - le imploraba, entre lloriqueos, clamores y gritos de hormigueo y encanto. Ne estaba cogiendo y yo en el cielo.

A medida que se aumentaba el ritmo creía que su miembro estaba mas y mas  duro y mi vagina más dilatada, en aquel momento su cara se desfiguro y arrojo un grito sublime de devoción y furor, a borbollones una entidad se movía en el interior de su pene como si tuviera vida y escapo de su miembro. Un rio de líquido desbordado anego mi vagina y me aquietaba el ardor de la fregada y el sobe desaforado. El esperma lleno todo mi canal, casi sin sentido mareada por la intensidad de él. Por un  instante me doblaba sin parar en estremecimientos eternos, en mis piernas, mi útero y mi vagina, lloriqueaba, berreaba y clamaba de delicia. - Dame más, dame mas suplicaba – y los dos acabamos esparcidos por el cielo o el infierno, que mas daba.

No quedamos los dos abrazados por un rato, como en otro mundo.  No pensamos jamás en que habíamos cometido incesto y era pecado para la sociedad puritana, se dio lo que se debía dar, yo lo deseaba y lo provocaba desde pequeña.

Entramos desde ese día en un mundo maravilloso de sexo y lujuria que les iré narrando. Un pacto secreto que sellamos y nos acompañó  por siempre y que recién 36 años después puedo contar y revivirlo con placer. María Marta.-