Al principio y al final

Relato de unos polvos echados con una diferencia de unos cincuenta años entre unos y otros.

Al principio y al final

Este es el relato de unos polvos echados con una diferencia de unos cincuenta años entre unos y otros.

Hace unos días me fui a dar una vuelta por la ciudad, y más concretamente para ver como había quedado la restauración de una iglesia antigua, que hacía muchos años que yo no había visto.

La iglesia había quedado muy bonita, muy bien restaurada, tanto el edificio en si como los elementos decorativos. Estaba preciosa. El exterior igualmente había quedado perfecto, relucía todo su esplendor que posiblemente tuvo en tiempos pasados.

La iglesia en cuestión estaba situada en el llamado barrio antiguo de la ciudad, o incluso, más comúnmente, se le denominaba sencillamente "el barrio". En mi juventud, le dábamos otro nombre más calificativo: "El barrio de las putas". ¿Por qué será que estas trabajadoras del sexo, se refugian al lado de las iglesias? No se por qué razón suele darse, o mejor dicho, se daba esta curiosa cercanía. Actualmente no se si sigue esto así, pues hace muchísimos años que no frecuento estos sitios.

Bien, pues como venía diciendo una vez fuera de la iglesia y contempladas todas las delicias celestiales que ofrecían todas sus imágenes, cuadros y grabados, di una vuelta alrededor de la misma, y prácticamente, sin darme cuenta, me encontré con "el barrio".

También el barrio había sido restaurado, pero no en su totalidad. Convivían casas antiguas como yo las recordaba con otras restauradas, al menos en la parte exterior. Igualmente había algún edificio de nueva construcción, que quería imitar, pero no lo conseguía, la época anterior. En general, el barrio estaba algo degradado, y no se notaba que hubiese prosperado mucho.

Estaba ya en una plaza, donde antaño había bares de putas, porque entonces ya habían desaparecido las casas de putas o de lenocinio. Estoy hablando de principios de los años sesenta y el llamado "decreto antiputa" era de 1956. Las putas estaban en los bares de la zona y allí era donde normalmente se acordaba "el servicio" con ellas. Algunas estaban por la calle, pero no siempre, porque de vez en cuando acudía por allí la policía, y entonces se refugiaban en los bares.

Allí, en medio de la plaza, de la cual habían desaparecido casi todos los árboles, así como el suelo de tierra del centro y en su lugar habían colocado baldosas, dando la sensación de lo que ahora llaman plazas duras, me di cuenta entonces de que uno de los edificios restaurados era, ni más ni menos, el "meuble", el mueble que se decía entonces, donde yo me eché el primer polvo, donde dejé de ser virgen. El edificio era prácticamente el mismo en la parte externa, pero bien restaurado de ventanas, puertas, tejados, balcones, etc. Pintado de un color tirando a violeta con unos adornos en blanco alrededor de las ventanas y balcones. No me gustó el color, pero bueno, eso es cosa de gustos. Yo desde luego lo recordaba muy viejo y antiguo.

En la plaza no se veía a nadie, claro que era por la mañana. Los dos o tres bares que había en la plaza, parecían cerrados, pues yo no ví entrar ni salir a nadie mientras estuve allí

En estas estaba cuando una joven de unos treinta años, buen tipo, aproximadamente de mi misma altura, sin maquillar, pero agradable de cara, se me acercó. Yo la verdad, pensaba que me quería preguntar algo, no sé, donde estaba determinada calle, si había por allí alguna farmacia. Que sé yo, algo parecido.

Pero para mi sorpresa, me dice.

-¡Hola! ¿qué haces por aquí?.

-Paseando –le contesté-.

-¿Y siempre paseas solo?.

-Bueno, a veces, le dije.

-¿Oye que te parece si nos vamos y echamos un polvete?

No supe que decir de momento. No me lo esperaba, y mucho menos que se dirigiese a mí, que vamos a decirlo ya, tengo sesenta y siete años (aunque creo que no los aparento), y la cosa no funciona como debía de funcionar, o al menos ya se acabaron aquellas erecciones de antaño.

Bueno qué, te parece que echemos un polvete o no.

Es que me parece que no estoy muy forma

No te preocupes, que yo te pondré en forma.

Ya me gustaría, pero eres tu muy joven y no se si podré acabar contigo.

No te preocupes, tu no tienes que hacerme acabar, pero yo a ti si que te haré acabar.

En un exceso de confianza, le dije que ya no estaba para esos trotes, que hacía mucho tiempo que no follaba, porque la pija no se ponía como se tenía que poner, y me daba un poco de reparo quedar mal con ella.

No te preocupes que te lo haré muy bien, ya verás como lo pasamos bien. Te la chuparé y ya verás como consigues metermela y correrte.

No se, no se. Me gustaría, pero estoy algo nervioso. No esperaba esto tan de repente.

Ya verás como te calmo chupándotela y haciéndote cositas, todo por treinta euros y la cama.

¿A dónde iríamos?

A esa casa de color violeta, que está muy bien y es muy limpia

Eso me decidió a irme con ella.

Dejamos aquí lo que hice, para volver a casi cincuenta años atrás.

Tenía yo entonces veintiún años, dentro de unos meses tenía que ir al servicio militar obligatorio, y por extraño que parezca actualmente, era virgen.

Por otro lado, trabajaba de electricista en la compañía de tranvías de la ciudad, y hacía poco que me habían ascendido a oficial de segunda, con lo cual empecé a hacer horas extraordinarias en el trabajo. Mi madre, que era la administradora de los dineros en casa, me dijo que a partir de ahora me podía quedar lo de las horas extras.

Bien, pues decidí que no podía ir virgen a la "mili". Así que un sábado, recién cobrada la semana, y con algo de dinero más que tenía ahorrado me fui al barrio de las putas, siguiendo un dicho que entonces se repetía "sábado, sabadete, camisa limpia y cosquete".

Ya alguna vez había entrado en aquellos bares, pero sin decidirme, así que entré en uno de ellos y pedí una cerveza. Solo había tres mujeres. Una de ellas muy gorda y otra que me pareció algo antipática. Sin embargo había una que tendría menos de treinta años o quizá apenas veinticinco, que estaba buenísima. Un tipo extraordinario y guapa. Me acerqué para pedirle precio, pero se me anticipó otro y se fue con él.

Salí a la calle, dispuesto a ir a otro bar. Iba por la acera cuando casi tropiezo con una señora de unos cuarenta y cinco años, algo regordeta, pero no mucho, y que desde luego, no aparentaba ser lo que yo andaba buscando.

Se me acercó y me dice directamente:

Hola guapo ¿quieres que echemos un polvo?

No supe reaccionar. Me quedé parado.

Venga, anímate, que echaremos dos.

No era lo que yo esperaba, pero solo se me ocurrió decirle:

¿Cuánto cobra usted?

¡Uy, que fino!, me trata de usted y todo. Mira veinte pesetas y la cama ¿vamos, no?

Realmente no dije nada, pues ella me cogió del brazo y a lo que quise darme cuenta estábamos dentro del "meuble".

La entrada consistía en un pequeño hall. Ella me pidió que le pagara antes de entrar. Una vez dentro, el ambiente me pareció un poco lúgubre, pues estaba bastante oscuro, olía como a humedad. Había una especie de ventanilla, que más bien era una ventana que daba a una habitación, que era donde cobraban la cama.

Paga y dale algo de propina, me dijo ella.

Así lo hice. No recuerdo con exactitud el precio, pero era alrededor de diez pesetas. Pagué y di una pequeña propina. Ella recogió un paño higiénico que le entregaron, a la vez que le indicaron la habitación, que estaba en la segunda planta.

Empezamos a subir las escaleras, que eran de madera, crujían al pisar, el olor cada vez me parecía más penetrante, no sabría decir, si era el olor del sexo, llegué a pensar que olía como el semen de cuando me hacia una paja. En fin no se describirlo mejor.

Me llamó la atención que había mucha gente. Yo, la verdad, estaba bastante nervioso. Ella debió notar algo, porque me preguntó si lo estaba. Le dije que no.

El segundo piso, al igual que el primero era un pasillo con habitaciones a los dos lados. Y al igual que el otro y el hall estaba muy descuidado de pintura, pues hasta había desconchones en las paredes.

El caso es que parece que todas las habitaciones (habría unas ocho o diez) estaban ocupadas y había que esperar a que dejaran alguna libre. Como nosotros había dos parejas más esperando.

-Ya verás, cariño, que bien lo vas a pasar ¿has estado alguna vez por aquí?

No, es la primera vez.

Hoy hay mucha gente, como es sábado.

Estando esperando, se abrió una de las puertas, que por cierto, no tenían llave, e incluso alguna estaba entreabierta, y apareció, completamente desnuda la puta joven del bar. Vaya cuerpazo que tenía. Se puso en medio del pasillo y gritando llamó a la señora mayor que hacía como de encargada o que se yo y le dijo, también gritando

¡Oye, tráeme otro paño, que vamos a follar más, que vamos a echar otro polvo!

Esta chica siempre está llamando la atención, dijo la puta con la que yo estaba, pero es solo fachada.

Debo reconocer, que nunca había visto tan de cerca a una mujer joven completamente desnuda. Me puse muy nervioso. Casi no me di cuenta que mi, digamos compañera, me cogía de la mano y me llevaba a una habitación. Entramos. Yo casi temblaba.

Cariño, te veo muy nervioso, casi estás temblando. ¿no has visto a una chica desnuda? ¿es eso lo que te pone nervioso?

No es nada, no es nada, le dije.

Ya verás como te tranquilizas cuando follemos.

Ella empezó a desnudarse. Yo me quedé mirándola.

¿No te desnudas, no querrás follar vestido, verdad?

No, no, perdón, dije a la vez, que empecé a desnudarme, y ella estaba ya desnuda del todo.

Debió darse de cuenta de lo que ocurría, porque se me acercó, y me ayudó a quitarme la ropa y acercando la boca a mi oído, me dijo muy bajito

¿Es la primera vez, verdad?

Yo, yo… balbucí.

No te preocupes, cariño, que lo harás muy bien ¿no tendrás miedo, verdad?

No, no

Hasta ese momento no me había fijado en la habitación, que era algo grande.

Ella se puso en el bidé que había al lado de un lavabo. Yo ya estaba desnudo.

Ven cariño, ven, acércate, dijo mientras se enjuagaba el coño.

Me acerqué. Yo iba totalmente empalmado.

Como vas, hijo mío. Ven, me dijo mientras me acercaba al lavabo y me cogía la polla y me la lavaba con agua. Ahora vamos a follar ¿Estás ya más tranquilo, verdad?

Se tumbó en la cama y me hizo una señal de que me pusiese encima de ella.

No te preocupes, que te ayudaré. No te dé vergüenza. Ya verás como te gusta.

Me puse encima, ella me cogió la polla y me descapulló, a la vez que me decía casi al oído

Como la llevas tan dura, lo mejor es que me la metas ya. Tranquilo que yo te ayudo.

Se abrió de piernas, me la cogió con la mano y se la puso en la entrada del coño.

Empuja, cariño, empuja sin miedo.

Le obedecí, pero se la metía despacito.

Métemela de golpe si quieres. Eso es así, muy bien. Tienes una pichina muy hermosa. ¿notas que ya la tienes toda dentro? ¿te gusta?

Todo me lo decía despacito y casi al oído.

Muévete un poquito pero sin sacarla. Eso es, así así. ¿ves que bien?

Para decir la verdad, apenas le di cuatro o cinco golpecitos, ya no podía aguantar y me corrí. Ella, claro está, lo notó.

Ya te has corrido, ¿verdad? ¿a que te ha gustado?

Si, mucho.

Sácala ya. Así lo hice y me dijo: madre mía si la llevas tan dura como antes. ¿te has quedado con ganas de echar otro?

Como me dijiste que echaríamos dos

Es una forma de hablar, pero la verdad es que me da no se que el dejarte así. No quiero que en tu primera vez te vayas así. Por qué ¿es la primera vez, verdad?

Si.

Anda, vamos otra vez, ahora tardarás un poco más, como cuando te haces dos pajas casi seguidas ¿eh?

Me limpió la pija con el paño higiénico y ella se lo pasó por el coño. Otra vez en la cama, me hizo lo mismo, me agarró la polla, pero esta vez le dio un meneitos como si me hiciera una paja.

¿Me la metes tu solo, o te ayudo?

Si, si ayúdame.

No te lo creerás, pero hay algunos que no atinan a meterla a la primera.

Me dejas que te toque las tetas.

Si, si, claro.

Me la cogió y como la vez anterior se la puso en la rajita, y ella misma empujó para que se le metiera un poco más.

Empecé el mete-saca. Tenía razón la señora, ahora aguanté mucho más. Incluso note que ella se movía también, como empujando cada vez que yo se la metía, pero justo cuando me estaba corriendo, dieron un golpecito en la puerta, que entonces me dí cuenta de que no estaba cerrada del todo y una voz, la de la vieja de antes le decía

  • María, por favor, acaba, que hay gente esperando.

  • Es que hoy, como es sábado, viene mucha gente. Ven que nos lavamos otra vez.

Mientras se limpiaba el conejo y a mí la minga y nos vestíamos me explicó que el sábado por la noche era el peor día, porque venía mucha gente.

Lo mejor es por la mañana, que no hay tanta gente y se hace más tranquilo. Pero, ¿estás contento, con lo que hemos hecho? ¿te ha gustado?

Si, si, mucho.

Pues si quieres, casi todas las mañanas, menos los viernes, estoy por aquí. Si vienes, por treinta y cinco pesetas estaremos mucho rato, te aseguro que no te arrepentirás. Aunque habrá que darle una propinilla a la vieja para que no moleste. ¿Te parece bien?. Si vienes y no estoy, pregunta por mí.

¿Te llamas María, por lo que he oído?

Si María, la montañesa, me llaman por aquí.

Salimos, me despedí y recapitulé lo sucedido. Había sido mucho mejor de lo que yo esperaba. Lo único que me defraudó fue la casa y las habitaciones.

Me hice dos propósitos: uno volver con esta tía y el otro follar con la joven tan cojonuda que había visto desnuda.

Casualmente a la semana siguiente me tocaba trabajar el domingo, y por tanto tendría fiesta el lunes.

Llegó el lunes. Me duché, me cambié de ropa interior y me arreglé para salir. Sobre las once de la mañana llegué a la plaza pero no veía a la puta, por lo que entré en el bar, y allí estaba, sentada en una mesa. Me reconoció. Había muy poca gente, y de mujeres, solo estaba ella.

¡Hola, me dijo, no te esperaba por aquí.

Pues si, por aquí he venido, dije sin darme cuenta de la contestación tan tonta que le daba. ¿Te apetece tomar algo? Añadí.

Pues mira a estas horas, yo me tomaría un café con leche.

Pedí dos cafés con leche y me senté con ella en la mesa.

¿Quieres repetir lo del otro día, verdad?

Si, me gustaría.

Pues no te preocupes que no te arrepentirás. Te garantizo que vas a salir más que satisfecho. Follaremos todo lo que quieras… o puedas.

Pagué y fuimos directamente a la casa del otro día. Esta vez no me pidió el dinero por adelantado. Pagué por la cama, le di propina, cogimos los paños higiénicos que nos daban y ella le dijo a la señora que los daba:

¿Me puedes dar dos o tres más, por favor?, a la vez que le daba unas pesetillas de propina.

Nos envió esta vez al primer piso. No había nadie. Se notaba que era lunes por la mañana. Cuando nos vio la señora mayor, nos dijo que nos metiésemos en una de las habitaciones. Al oído me dijo María la montañesa:

Dame cinco o seis pesetas para dárselas de propina.

Se las di y se las puso en la mano a la vieja.

Vamos a estar un rato más. Procura que no nos molesten. Echaré el pestillo de la puerta. ¡Ah! Y tráenos una palangana con agua.

Me extrañó que pidiera una palangana con agua y le pregunté que porque lo hacía.

No te diste cuenta el otro día que no hay agua caliente. Claro, como estabas tan ardiente, no te darías ni cuenta.

Entramos, nos desnudamos y antes de echarnos en la cama, se me acercó y me abrazó

¿No te apetece sobarme un poco? Puedes meterme mano por donde quieras.

¿No te molesta que te toque el…?

¿El conejito?. No, no, lo que quieras.

Así de pie le pasé la mano por el bello del pubis, que lo tenía muy fino. Le pasé los dedos por la rajita y ella me preguntó:

¿Has visto alguna vez un chochete de cerca? ¿verdad que no?. Ven acércate, dijo mientras se tumbaba en la cama y se abría las piernas. Cuando yo me acerqué, ella con las manos se abrió los labios y me dijo que me acercara más.

¿Te gusta como es? Si quieres tócalo y hasta puedes meter un dedito. No te apetece ahora, pues vamos a follar. Hoy no la llevas tan dura como el otro día, seguro que te has hecho una paja antes de venir.

No, le mentí, me la hice ayer.

¿Te ayudo como el otro día o me la metes tú solo?

No, yo te la voy a meter.

Pero espera un poquito, que todavía es pronto. Te la voy a poner un poco más dura.

Tumbado como estaba en la cama, empezó a menearmela. Al instante la tenía como una barra de hierro. Ella entonces se inclinó hacia mi miembro y pasó la lengua por toda la punta. Me causó una sensación extraordinaria. Se metió solamente la punta en la boca y me la chupó un poquito.

¿Quieres que te la siga chupando o prefieres metérmela?

Prefiero metértela.

Se tumbó en la cama, me puse encima. Acerté a ponérsela en mitad del coño, a la primera.

Muy bien, cariño. Ahora empuja fuerte, hasta el fondo. Eso es, así, muy bien. ¿Notas como la me la has metido toda?

Yo empecé el mete y saca, quizá iba un poco deprisa, porque ella me dijo

Hazlo un poco más despacio, que no tenemos prisa, además tardarás más en correrte. ¿Te gusta, verdad?

Sí, sí

Entonces ella, empezó a moverse. El gusto que me daba iba en aumento. Casi se movía más que yo.

Lo haces muy bien, cariño. Sigue, sigue que a mí también empieza a darme gustito.

No pude más, me corrí de una forma exagerada.

¿Ya has terminado, verdad cariño?. Sácala que luego echamos otro, si te apetece.

Se la saqué y nos sentamos al borde de la cama. Ella sacó un cigarrillo y me invitó. Nos pusimos a fumar los dos.

Venga, que después de fumar nos echamos otro. ¿Te gusta como lo hago?

Si, sí, mucho, me gusta muchísimo. Lo haces muy bien.

Pues si llegas a tardar un poco más, me hubiera corrido yo también.

Entonces, no se por qué, se me ocurrió preguntarle si ella se corría siempre.

No, no solo muy pocas veces. Con mi novio me corro casi siempre, pero eso es otra cosa.

¿Tienes novio?

Bueno, novio, marido, amigo, que más da lo que sea. Con él es diferente.

Terminamos el cigarrillo. Se volvió a lavar el chocho y a mí la polla. Mientras lo hacía me preguntó que si volvería a ir alguna otra vez, que en tal caso, me trataría muy bien, que no me arrepentiría.

¿Quieres que te haga una mamada?

¿No me la has hecho antes?

No cariño, solo te la he lamido un poco. Lo que te digo es que si en vez de metérmela y correrte dentro del chochete, me la meto en la boca hasta que te corras.

¿Y me dejas que me corra en tu boca?

Bueno, procura sacarla un poco antes, pero si te corres dentro, tampoco pasa nada, es solo por higiene. Ven, túmbate. ¿O quieres estar de pie?

Como tu quieras.

Pues quédate de pie.

Se puso de rodillas, me la cogió, me la meneó un poco y se la metió dentro. Me quedé sorprendido, de que se la tragó casi entera. No pensaba yo que se la metía tan adentro. Empezó a hacer movimientos de dentro a afuera con la cabeza. El gusto que me daba era indescriptible. Yo aguantaba. De repente, se la sacó toda de la boca y me preguntó si me gustaba

Si, mucho.

Entonces seguimos ¿o prefieres por el coño?

No, no sigue. Ya follaremos otro día.

¿Con que te gusta, eh, que ya piensas en repetir?

Se la volvió a meter toda en la boca. Llegó un momento que ya no pude aguantar más.

Me corro, me corro, le dije, prácticamente cuando ya me había corrido, de tal forma que el semen se asomaba por la comisura de sus labios.

No te preocupes, me dijo mientras escupía mi leche en uno de los paños higiénicos, tampoco pasa nada por tragar la leche, añadió, pero no me gusta mucho.

Perdona, es que ni siquiera me daba cuenta de que me corría. Ha sido muy rápido

¿Te ha gustado?. Hay muchos hombres que prefieren esto a follar, y otros que prefieren otras cosas más raras.

Me ha gustado, pero quizá prefiero follar.

Yo hago siempre lo que me pide el cliente. Tengo unos cuantos fijos.

¿Y siempre vienen contigo?

No se que me pasa, parece que te he tomado cariño, porque no suelo contar estas cosas, como te veo tan jovencito y tan virgen.

Bueno, ya no lo estoy, gracias a ti.

Hay hombres que vienen para hacer lo que no se atreven a hacer con sus mujeres o no les dejan.

¿Y que es lo que te piden que hagas?

Pues hacer posturas raras, otros quieren solamente que les haga lo que te acabo de hacer a ti, otros incluso se conforman con sobarme, aunque suelen ser solo lo viejos, y otros que solo les gusta meterla por atrás.

¿Por el culo?

Si, si, por el culo, no lo sabías. No es solo cosa de maricones. Si quieres podemos hacerlo otro día, ¿o no te parece bien?

No se, no se.

Así pasamos un rato. Parecía que tenía ganas de hablar. Yo no sabía que decirle. La polla se me había flojado casi totalmente y ella lo advirtió

Ya no está dura ¿eh, cariño?. Te has quedado satisfecho, me dijo mientras me la tocaba y me la acariciaba.

Aún se pondría dura otra vez, le dije muy seguro.

No, no se te pondrá, te lo digo yo, que entiendo de esto. Si acaso un poquitín.

La verdad, es que tenía razón. Ella dijo que ya no conseguiría correrme otra vez.

Ven que me despida de ella antes de vestirnos, me dijo mientras me cogía nuevamente la polla y me daba unos lametones por el capullo. ¿ves como ya no te pone dura?

Vale, vale, tienes razón

¿Qué tal lo has pasado, te ha gustado lo que te he hecho? Pues si vienes otra vez, todavía podemos hacer más cosas.

Nos vestimos y me fui contento. Me había gastado unas pesetas, pero mereció la pena. Volveré otra vez, pensé, pero antes me tengo que tirarme a la puta joven.

Diez o doce días después volví con la intención de follar con la joven. Estaba en el mismo bar de pie ante la barra. Era un día normal, creo que un jueves por la tarde. No había mucha gente. Me puse al lado de ella. Pedí una cerveza y le dije si le apetecía tomar algo. Ella estaba masticando un chicle.

Ahora no me apetece beber, pero si quieres podemos ir a echar un polvo.

¿Cuánto cobras?

Cinco duros y la cama. (Para los que no lo sepan, un duro eran cinco pesetas)

Vale, le dije.

Pagué, salimos y antes de llegar ya me dijo que le pagara. Le pagué, entramos, pagué la cama, nos dieron dos paños higiénicos y entramos en la habitación que nos indicó la vieja.

Entramos y me quedé un poco parado contemplándola.

Venga, desnúdate, o ¿es que piensas hacerlo vestido?

Perdona, es que solo miraba el buen tipo que tienes.

Gracias, me dijo sin dejar de masticar el chicle, e incluso aún hizo un globito con él.

Ella se desnudó rápidamente, pues solamente llevaba un vestido de lana. Al quitárselo ví que solo llevaba la braga, sin sujetador, ni nada más. Estaba buenísima. Un auténtico tipazo. Era guapa, no iba muy maquillada. Me iba a follar a una tía cojonuda.

Nada más quitarse la ropa se tumbó en la cama.

Venga, date prisa, que estoy esperándote.

Ahora voy, dije mientras me desnudaba del todo.

Ya en la cama, intenté tocarle los pechos, que eran preciosos, pero no me dejó tocarlos. Intenté también sobarla un poco. No me dejo ni tocarle el culo.

Oye, me dijo, que hemos venido a follar, no a perder el tiempo con sobos ni toquiteos. Venga métela ya.

Separó las piernas, se puso las manos en la nuca, y seguía masticando el chicle.

Yo esperaba una actitud diferente, quizá como con la otra puta, pero me equivocaba.

¿Piensas follar o no? Venga métela de una vez.

Se la metí despacio. Ella no dijo nada, seguía con el chicle. Empecé el mete y saca, pero ella no colaboraba, estaba totalmente quieta, en la misma postura que se había echado, con las manos en la nuca, y dándole al chicle.

En un momento dado, cuando yo noté que me llegaba, paré un poco, para que durase más el polvo, pero ella, de mala manera me dijo

¡Hala! Date prisa que es para hoy.

No supe que contestarle, no sabía si pedirle perdón, decirle que se moviera un poquito, así que le di unos empujoncitos más y eyaculé dentro de ella.

Apenas ella notó que me corría, hizo un movimiento extraño y se separó totalmente de mí. Sin decirme absolutamente nada, se puso la braga el vestido y los zapatos y se marchó, dejándome solo y desnudo.

Me vestí a la par que pensaba en la porquería de polvo que me había echado, porque ella es que no había hecho absolutamente nada, ni siquiera me habló más que lo que ya he señalado.

Que diferencia con María, la puta de los otros días. Entonces me acordé de lo que dijo cuando salió en pelotas el primer día, o sea, que muy guapa, pero era todo fachada. No volveré a entrar con esta tía me dije a mí mismo.

Ya solo me quedaban veinticinco días para incorporarme al servicio militar, así que quince días después, un lunes que tenía fiesta me fui para repetir. No hizo falta entrar en el bar, pues ella venía enfrente a mí.

¡Hola cariño! Que pronto que vienes. ¿Me imagino que querrás que nos vayamos a follar, no?

Si claro, si no tienes inconveniente.

Como voy a tener inconveniente, si es a lo que vengo yo aquí. Además hoy me vas a estrenar, aun no he follado con nadie, que vengo de casa y además ayer no estuve por aquí. ¿Vamos?

Vamos.

Esta vez, cuando estábamos ya desnudos, ella misma me animó a que la sobara, así que de pie, como estábamos, me cogió las manos y se las puso en las tetas.

Espera, le dije, que voy a hacerlo de otra manera.

Me puse detrás de ella y con las manos le tocaba los pechos. La minga se me puso ya tiesa y se la coloqué en la canaleta del culo. Ella entonces me movió y casi me corro, pero me separé.

¿No querrás darme por el culo, verdad?

No, no.

No te preocupes, que si quieres lo hacemos luego. Anda, túmbate en la cama.

Me tumbé. Entonces ella se puso encima de mi en cuclillas.

Vas a ver como te gusta esto, dijo mientras le daba unos meneos a la polla.

Me cogió la polla con la mano y se la puso en la raja del coño.

No tienes que hacer nada, cariño, yo lo haré todo.

Empezó a moverse de arriba abajo, al principio despacio, luego un poco más aprisa. A mí me estaba dando muchísimo gusto. En un momento dado, se paró y me preguntó

¿Qué tal, te gusta?

Mucho, mucho.

Veo que aguantas ¿ya te vas a correr?

No, no, aun me falta.

Procura aguantar un poco sin correrte.

La verdad es que no pensé porque me dijo que me aguantase, pero ella siguió meneándose de arriba abajo, e incluso hacía unos movimientos como circulares, y para sorpresa mía, inició unos como lamentos.

¡Ay, ay, ay!

¿Qué pasa? dije yo ingenuamente.

Pasa, que me voy a correr.

¿De verdad?

De verdad, sigue con la polla dura, aguanta un poquito más, ya, ya me corro.

Yo también me corro.

Me he corrido como una chavala. Ya te dije que hacía dos días que no follaba, y la última vez que me corrí fue hace una semana.

Pero ella no se levantaba, seguía sentada sobre mí con la pija dentro de su coño. Estuvimos así varios minutos, hasta que se la sacó, pero seguía sentada. Se inclinó sobre mí, yo creí que con la intención de besarme, pero lo que hizo fue meterme la lengua en la boca.

No te preocupes, que soy muy limpia ¿alguna mujer te ha hecho esto?, me dijo mientras me metía toda la lengua en la boca y la movía. Haz lo mismo que yo con la lengua, me ordenó.

Nunca había besado en la boca a ninguna mujer. Entonces me dí cuenta de lo bonito que era.

Acabamos de besarnos, nos tumbamos en la cama y encendimos unos cigarrillos.

¿Qué te ha parecido todo, cariño?

Muy bien.

¿Estás en forma para seguir?

Si, si

Apagamos los cigarrillos, me la meneó un poco y me preguntó, que qué me gustaría hacer.

No sé, lo que tú quieras.

Mira como contigo he tenido un orgasmo, que solo tengo con muy pocos, te ofrezco una cosa que no suelo ofrecer ¿Quieres hacérmelo por atrás?.

¿No te importa?

No, pero tienes que tener un poco de cuidado, tienes que meterla despacito y cuando la tengas dentro no te muevas con brusquedad.

¿Lo hacemos encima de la cama?

No mejor, en el suelo, encima de la alfombra. Pero espera que voy a hacer una cosa.

Cogió el bolso y sacó un tubito. Es vaselina, me dijo, para que entre suavecita

Se puso un poco en la punta del dedo y se dio con ella en el ojete. Se puso a cuatro patas.

Ábreme un poco el culo con las manos y pon la punta en mitad del agujero. Ahora empuja despacito. ¿Notas como va entrando?

Si, si, pero está muy prieto, cuesta meterla.

Es igual, despacito empuja sin parar, eso, así es, ya casi está toda dentro, otro empujoncito. Ves, cariño, ya me la has metido toda, Ahora haz lo que quieras.

Empecé a darle para dentro y para fuera, despacio, como ella me había dicho. Notaba como me apretaba la polla. Al final me corrí dentro, y al sacarla vi como le salía uno poco de mi semen por ojete del culo.

Bueno ya lo has hecho de todas maneras.

Así es como fueron mis primeros polvos. Ya no volví a follar hasta pasados unos cuatro o cinco meses, pues como dije me incorporaba al servicio militar obligatorio. La siguiente vez que lo hice fue con la mujer de un teniente, pero esto es otra historia que quizá cuente alguna vez.

Volviendo al presente, quedamos en que me iba con la puta joven que me abordó en la calle. Antes de entrar le puse en la mano sesenta o setenta euros y le dije que pagara ella la cama le pregunté si había bastante. Me dijo que si, que aun sobraba bastante. Le dije que se lo quedara.

El edificio, como dije estaba muy bien por fuera. Por dentro también. Todo estaba remozado, habían desaparecido las escaleras y suelos de madera. La entrada, se había convertido en un hall bastante agradable, en incluso había un pequeño mostrador a modo de recepción. Había colgados cuadros con motivos eróticos. Ella pagó en el mostrador y le dieron una llave con el número de la habitación. Subimos y cerró con llave. La habitación estaba muy bien decorada. No sé por qué, me pareció que era algo más grande que hacía cincuenta años, y ese pese a que había desaparecido el lavabo y el vidé. En su lugar habían hecho un pequeño baño. Había unas toallas limpias, e incluso jabón. En la pared había también unos cuadros con motivos, esta vez no eróticos, sino sencillamente pornográficos.

Bien, ella se desnudó totalmente y me ayudó a desvestirme a mí, tocándome el miembro de vez en cuando y animándome a que la sobara. Yo le tocaba los pechos, que eran preciosos, me ponía detrás de ella y la abrazaba tocándole las tetas. Incluso le pasaba los dedos por la rajita del coño.

Ven vamos a la cama, me dijo, ya verás como te la pongo dura, (porque la verdad todavía no se había puesto).

Me tumbé y ella empezó a masturbarme con suavidad. Se me puso un poco "morcillona", pero no lo suficiente como para intentar meterla. Entonces ella se inclinó y empezó a chupármela. Parece que así reaccionaba. Simultáneamente, me sobaba o me acariciaba mas bien, me tocaba los testículos, incluso llegó a intentar meterme el dedo por el ano.

La cosa empezaba a ponerse en condiciones. Se tumbó y sin dejar de tocarme la polla, se abrió totalmente de piernas.

Ven, intenta metérmela ya, me dijo mientras con las manos se abría los labios vaginales dejando ver el agujero sonrosado que formaba la vagina. Procura meter la punta y después empuja un poquito, que yo te ayudaré.

¿Así?, le pregunté mientras se la metía en el chocho.

¿Ves? Ya se te ha puesto bastante dura, ya verás que polvo que nos vamos a echar.

Ahora, déjame hacer a mí, me dijo mientras las piernas me las ponía prácticamente encima de mí.

Empezó a moverse de tal manera, apretando y aflojando la vagina, que era algo verdaderamente delicioso. Yo ya notaba la verga que se me había puesto bastante dura.

¿Te das cuenta como se te ha puesto dura de verdad? Sigue, sigue, dijo a la vez que se guía moviéndose y animándome a que me moviera yo también.

Estuvimos un rato dándole porque yo tardaba en correrme, hasta que en un momento salió el disparo.

Vaya cantidad de leche que debías tener acumulada, casi me sale por fuera del chichi. Sácala ya si quieres.

Espera un poquito, que se está muy bien así, al menos hasta que se floje del todo.

Lo que tú quieras.

Pero no hubo que esperar mucho porque a continuación se puso blanda enseguida y la saqué.

¿Qué tal, te ha gustado, ves como podías?, lo has hecho muy bien. Un poco más y casi me corro yo también.

Eres muy buena folladora, y muy guapa y simpática.

Pues cuando quieras lo repetimos.

No te digo que no, me ha gustado mucho, y eso que hacía tiempo que no probaba una mujer. Ya te dije que pensaba que no podría llegar al final. Te lo agradezco.

Pues aquí te espero para cuando quieras volver a echar otro polvete.

Nos despedimos y me fui, como hace cincuenta años, pensando en volver por allí y repetir la experiencia.