Al otro lado de la valla 2
Entre los dos me movían, mi cuerpo resbalaba entre ambos, los tres jadeábamos y Carmen con los ojos vidriosos nos miraba.
Desperté de nuevo en el paraíso, me estiré y comprobé que estaba sola, desnuda y entumecida en el colchón. Estiré la sabana que cubría la mitad de mi cuerpo y recordé con una sonrisa la noche anterior… los azotes, la tremenda y rotunda manera en la que me hizo vibrar como nunca y los múltiples orgasmos que me dejaron exhausta hasta tal punto que ni recordaba cómo había llegado al colchón.
Sobre la mesa había una cubitera con hielo y un bote con zumo natural de naranja recién exprimido junto a una nota en la que me decía que había tenido que irse.
Recogí mis cosas y volví a la casa. Hice algunas tareas, fui a comprar unas cosas y preparé algo de comer esperando a que volviera, pero no volvió en todo el día. Por la tarde me llamó una amiga y tras mucho insistir me convenció para salir a dar una vuelta.
Me dejó en casa a media noche y aunque me moría de ganas de asaltar su casa, el sentido común me hizo esperar a que el moviera ficha, no tenía claro que no estuviera enfadado, pensé recordando el último encuentro.
Salí al jardín y vi luz en su salón, me tumbé en una hamaca y esperé a ver si se asomaba y me veía. Entonces me quedé dormida.
La húmeda y agradable sensación recorriendo mis piernas desnudas me despertó, lo primero que noté fue que mis brazos y mis piernas estaban inmovilizadas a la hamaca.
Abrí los ojos y le vi, de rodillas a mi lado. Sin decirme nada, pero sin dejar de mirarme cogió unas tijeras que tenía a su lado y agarró él bajó de mi camiseta.
— ¿Puedo seguir lamiéndote? –pidió permiso para cortarme la ropa
Asentí con la cabeza, demasiado cachonda para negarle nada.
Separó la tela de mi piel y la cortó sin prisas, luego separó la tela y amasó con ambas manos mis pechos y los apretó sin dejar de mirarme. Luego agarró de nuevo las tijeras y sin dejar de mirarme las colocó entre la tela de mi sujetador de encaje, volví a asentir y cerró las tijeras cortando también mi ropa interior, dejando libres mis pechos.
Como premio su boca los devoró con ansia, los chupó y mordisqueó, haciéndome gemir de placer mientras notaba como mis bragas se mojaban y mi sexo palpitaba. Moví la pelvis intentando llamar su atención.
— ¿Qué quieres golfilla? –pidió blandiendo las tijeras de nuevo
—Las bragas –susurre encendida
Acarició mi sexo con la otra mano sobre la tela húmeda y gimoteé, metiendo la mano entre mis muslos, presionó con sus dedos la tela hundiéndola en mi coño y volví a gemir, pero no me bastaba, quería más, necesitaba más.
—Quítamelas –supliqué
Agarró un lateral y separándolo lo cortó, luego el otro y cogiendo la tela tiró lentamente paseando esta por toda mi rajita haciendo casi que me corriera con ese gesto.
Colocándose a mis pies, besó y lamió cada uno, pasando la lengua entre mis dedos, matándome de placer, provocando mil escalofríos en mi cuerpo. Prosiguió por mis pantorrillas, subió por mis piernas, mis muslos y terminó besando mi pubis mientras deshacía la tela que mantenía mis piernas cerradas y atadas a la hamaca. Bajó mis pies al suelo abriendo mis piernas y apoyando el torso en la hamaca colocado entre mis piernas pasó la lengua por mi rajita. Un minuto después me corría como una posesa entre sus labios.
—Fóllame –sollozaba mientras aun me corría
—Aun no te toca mi polla zorrita –dijo tocándose el visible bulto que se había formado bajo el pantalón.
Con la otra mano tiró de la cubitera que no había visto antes y entre el hielo y el agua sacó un enorme falo de látex. Mientras con una mano separaba los labios de mi sexo, lo llevó a la entrada y presionó un poco. Lo primero que noté fue lo frio que estaba en comparación con el calor que desprendía mi sexo, empujo un poco más y noté como me abría y llenaba mi vagina al máximo, notando como esta se dilataba para abarcar tremendo falo.
Apoyé los pies haciendo más fuerza, abriéndome al máximo mientras metía el juguete hasta el fondo; lo sacaba unos centímetros y volvía a hundirlo hasta el fondo, cada vez retrocedía más y entraba con más fuerza, hasta terminar sacándolo casi por completo, volviéndolo a hundir en mi dilatada vagina. Finalmente lo sacó, lo metió en la cubitera de agua helada y pasó su lengua por mi raja y la metió en mi vagina todo lo que pudo. Luego volvió a follarme con el falo de látex de un solo golpe y bajó a succionar mi clítoris. El calor recorría mi interior, el frio mi vagina y de repente estalló un nuevo orgasmo que me dejó temblando.
—Como me gusta verte gozar putita –dijo arrodillándose entre mis piernas
Sacó el juguete y mientras aun temblaba me penetró como un poseso una y otra vez haciéndome aullar, gimotear y lloriquear del placer que me estaba provocando su polla, alargando ese orgasmo.
Sin dejar de follarme liberó mis manos, tras soltar una maldición y al borde del orgasmo salió de mi cuerpo. Yo apenas podía respirar cuando me dio la vuelta en la hamaca y tirando de mi me puso a cuatro patas, separó los cachetes de culo y pasó la lengua por mi raja, metió la puntita en mi ano y la empujó penetrándome con ella una y otra vez, mojándomela con su saliva.
—Voy a follarme ese espectacular culo que tienes golfa –dijo aprovechando la humedad de su saliva para meterme un dedo despacio.
Cuando mi ano se había acostumbrado a ese dedo, lo sacó y vi que cogía un segundo falo de látex mucho más pequeño que el anterior, incluso más que su polla y lo llevaba a mi agujerito, lo apoyaba y lentamente lo iba hundiendo en mis entrañas. El frio insensibilizaba la zona haciendo que lo notara menos, aun así dolía y ese dolor me excitaba aún más. Tras entrar hasta el fondo con cuidado, empezó a moverlo, haciendo que la desagradable sensación fuera desapareciendo a medida que mi ano se acostumbraba a la invasión.
Estaba detrás de mí cuando sacó el juguete y agarrándose la polla la llevó a la entrada de mi culo, la apoyó en la entrada, me cogió de las caderas y empezó a empujar. La sensación era mil veces mejor, sentir su falo palpitante, duro y caliente me enloqueció.
—Dios nena, que estrechita estas, que gustazo… –gimió con voz ronca entrando hasta el fondo
Se quedó unos segundos quieto en mi interior y agarrándome de los hombros me subió y pegó mi espalda a su pecho, con ambas manos empezó a sobar mis tetas mientras jadeaba cerca de mi oído calentándome al máximo, haciéndome saber lo excitado que estaba.
—Me muero por llenar tu culito de semen –dijo en mi oído antes de lamer y morder mí oreja
Poco a poco empezó a mover su polla en mi culo agarrado a mis tetas apretándolas, estrujándolas…los dos jadeábamos, gemíamos y nos movíamos completamente entregados a la pasión arrolladora que nos incendiaba y nos poseía.
—Fóllate el coño golfa –dijo pasándome el juguete grande que había cogido de la hamaca
Cogí el juguete, subí el respaldo de la hamaca y mientras me apoyaba en este con una mano, con la otra abría mi sexo con el enorme falo, empujándolo en mi interior, mientras él seguía follándome el culito, acoplando nuestros movimientos.
—Si nena, voy a correrme, no puedo mas
Arremetió un par de veces con más dureza antes de gritar que se corría, hundí el falo en mi vagina y me corrí con él.
—Hoy no podemos quedarnos aquí. ¿Vienes a mi cama preciosa? –dijo poniéndose en pie y ofreciéndome su mano.
Esta vez el sonido del teléfono no era el de mi móvil. Sin dejar de abrazarme con un brazo descolgó el teléfono de su mesita.
—Dame unos minutos y te llamo,…Carla aun duerme…lo sé porque la estoy viendo
Cuando colgó el teléfono volvió a abrazarme y me dijo al oído:
—Lo siento no he podido resistirme a decirle donde dormías
Mientras se vestía algo sacudió mi mente recordando diferentes momentos del último día que habíamos pasado con ellos.
— ¿Has follado con ella? La verdad o pasa palabra, pero no me mientas.
—Si
— ¿Él lo sabe? –pregunté atónita mientras seguía recordando momentos
—Si
Mientras desayunábamos Rafael me contó que sucedió por primera vez estando aun casado, una noche en la que su mujer no estaba, habían bebido y salió el tema de sexo, ella comentó que a los dos les gustaría meter a alguien en sus relaciones, pero eran demasiado desconfiados. Esa noche terminaron haciendo un trio.
—Querías la verdad Carla, ¿qué te parece la verdad? –pregunto esperando mi reacción.
—Divertida y excitante. ¿Te apetecería un cuarteto? ¿Y a ellos?
—A ellos te aseguro que les encantaría, a mí me da un morbazo enorme, ¿pero estás segura?
Rafael les llamó y quedamos con ellos. Pasamos la mañana en la playa, comimos en un chiringuito y volvimos a la playa.
A media tarde bebiendo unas cervecitas heladas en la playa les propusimos pedir algo para cenar en casa de Rafael y terminar el día en la piscina, a lo que accedieron encantados.
—Vamos a terminar arrugaditos como pasas –dijo Daniel, el marido de Carmen.
—Pues aquí a la señorita Carla le encanta pasarse media noche en la piscina
—Es que tu piscina es un espectáculo
—Me encanta “su piscina” –sonreímos las dos hablando entre líneas.
—Vaya dos –dijo Rafael dándose cuenta del doble sentido que estaba tomando la conversación
— ¿Entonces confirmamos cena nudista en la piscina? –dije captando las tres miradas estupefactas
Los tres asintieron embobados, asimilando mi proposición y especulando para ellos mismos como podía terminar esa noche.
Al llegar, Carmen y yo nos quedamos buscando en internet donde pedir comida a domicilio, mientras fuera, Daniel y Rafael, arreglaban el jardín.
Cuando salimos vimos que habían cubierto los sillones y las hamacas colgadas con sábanas blancas, habían sacado el colchón y lo habían colocado en un rincón, dándole al jardín un ambiente chill out de lo más acogedor.
—Ya hemos pedido, que bien que me has sacado el colchón, hemos dormido dos noches ahí y es una gozada –le dije a Carmen.
Agarré la cinta atada en mi cuello y tiré de ella, el vestido resbaló por mis sinuosas curvas ante los tres pares de ojos que no perdieron detalle de recorrido.
—venga chicos, ¿la fiesta era nudista no? –les dije yendo a la piscina.
Mientras me lanzaba al agua, vi que los tres se despojaban del bañador y Carmen se reunió conmigo al agua.
Nadó hasta quedarse frente a mí, y fui yo quien me acerqué dejando que ella me besara, separando mis muslos para que su mano volviera a perderse entre ellos, buscando el calor de mi sexo. Gemí mientras su lengua exploraba mi boca y sus dedos mi sexo, dejándome llevar por el placentero cosquilleo de sus caricias, que se hacían más apremiantes, que demandaban más, subiendo poco a poco la intensidad.
Me arrastró a los escalones, separó mis piernas y lamió mi raja hasta hacerme gritar de placer, haciéndome correr dos veces antes de dejarme regresar al agua, luego tomó mi lugar y me lancé a probar por primera vez el jugoso sexo de otra hembra. No solo no me desagradó su sabor, sino que me agradó mucho manera en la que su cuerpo temblaba a cada pasada de mi lengua y saboreé bien cada rinconcito alentada por sus gemidos. Pasaba la lengua plana sin prisas y cuando llegaba a su clítoris lo atrapaba entre mis labios y succionaba con fuerza, chupeteaba y golpeaba con mi lengua, luego lo liberaba y volvía a pasar mi lengua repitiendo la jugada varias veces. De repente su cuerpo se tensó, soltó un gemido gutural, succioné con fuerza y chupeteé oyendo sus jadeos mientras sus juguitos mojaban mis labios, mi barbilla… se retorcía mientras se corría y yo no dejaba de lamer ahora con más suavidad, sintiendo las sacudidas de su cuerpo.
—Toma yo pago, pero ve tu –le dijo Daniel a Rafael, mirándonos con lujuria
Cuando Rafael volvió con la comida en un par de bolsas Carmen se metía en agua rendida tras su fuerte orgasmo y sentaba en un escalón más bajo, para que el agua refrescara su cuerpo.
—Llevas empalmado todo el día, es comida china y aguanta caliente, además no aguantaras mucho la primera vez en su coñito, tienes unos minutos para hacer el “aperitivo” antes de cenar –le dijo Rafael a su amigo.
Daniel le miró agradecido y se metió en el agua, besó a su mujer en la frente, luego en los labios y finalmente nadó hacia donde yo estaba de pie mirando a Rafael, que sacaba la comida de las bolsas sonriéndome.
Noté como Daniel me abrazaba por detrás y llenaba mi cuello de pequeños y casi imperceptibles besos, sus manos en mis caderas me pegaron a su cuerpo, haciendo que sintiera su erección en mi culo. Sus manos subieron por mis costillas por los laterales hasta rozar mis tetas con delicadeza, luego fueron hacia adelante y poniendo las palmas sobre mis pezones las frotó por estos, que estaban duros como piedras. Sus besos eran ahora chupetones y sus dedos antes suaves aferraban ahora mis pechos cada vez con más rudeza, cerrando ambas manos, apresándolos.
—Me muero por follarte Carlita, llevo tanto tiempo deseándolo… -dijo con voz pastosa en mi oído
Como respuesta me separé un poco de la pared de la piscina y subí el trasero, él me agarró de las caderas con ambas manos y su polla dura se coló entre mis piernas, fui yo quien sin dejar de mirar a Rafael busqué la polla de Daniel con mi coñito caliente y él gimió como un poseso mientras miraba a su mujer y su polla se enterraba en el fondo de mi vagina.
Sus huevos revotaron en mi entrada; su polla era más corta que la de Rafael pero más gorda, sus dedos se clavaban en mi carne, su respiración entrecortada se agitaba cada vez más, en cada arremetida.
—Dios putita, que rica estás. Tu coñito es tan…
Apenas le entendía, mi cuerpo ardía, Rafael miraba atentamente como su amigo me follaba con fuerza, salía casi por completo, me enterraba su polla hasta los huevos… y en solo unos minutos los dos nos corrimos como posesos.
Cenamos desnudos entre miradas, caricias y conversaciones cómplices entre los cuatros. Cuando volví del baño Daniel sacaba helado de postre, mientras Carmen de rodillas entre las piernas de Rafael, le lamia la polla.
Daniel se sentó y yo también sin poder apartar la mirada de la escena en la que la lengua de Carmen recorrida el falo ya duro y erecto de Rafael. Su marido agarrando el helado se llevó una cuchara a la boca mirándolos también.
—¿Quieres helado Carlita? –pidió Daniel
Asentí con la cabeza sin apartar la mirada y acercó su misma cuchara llena de helado a mi boca, yo la abrí para recibirla y entonces a unos centímetros giró la cuchara y dejó caer el helado sobre su polla.
Carmen sin sacarse la polla de Rafael de la boca miró como yo sacando la lengua lamí con ahínco todo el helado que cubría la polla de su marido.
— ¿Quieres más nena? –pidió con voz lasciva
Asentí y repitió la jugada, esta vez dejó caer helado por su tripa, su polla y hasta sus huevos. Lamí gustosa hasta limpiarlo por completo mientras el soltaba pequeños gemiditos.
—Y mi mujercita ¿quiere un poquito de helado mientras se la follan? –pidió Daniel animado
Rafael soltó una carcajada y a gatas Carmen se acercó a lamer el helado que nos dispensaba a ambas, mientras Rafael se arrodillaba a su popa y agarrándola de las caderas empezaba a metérsela muy despacio. Carmen jadeó cuando Rafael se la enfundó y queriendo compartir el momento hundí mi lengua en su boca sin dejar de meneársela a su marido.
Rafael se follaba a Carmen y yo me puse en pie, me abrí de piernas y dándole la espalda a Daniel que estaba sentado flexioné las rodillas y fui bajando mientras Carmen sujetaba su polla para que pudiera clavarme en la estaca de su marido. Me abrió de piernas y bajó la cabeza para lamer mi sexo y las pelotas de su marido, mientras Rafael arremetía una y otra vez en su coñito.
La escena era lo más excitante que había visto y vivido, apenas duré unos minutos antes que con la polla bien adentro y la lengua de Carmen lamiéndome me corrí como una loca.
—Nena, Dios como me aprieta tu coño, mataría por correrme
—Hazlo Daniel, lléname de semen –le dije ante el asentimiento de Rafael
No tuve que insistir me aferró de las caderas, me aplastó contra el intensificando aún más los últimos coletazos del orgasmo y noté su caliente semen llenando mi vagina.
Temblábamos los dos extasiados después de corrernos, quería ver como se corrían los otros dos y descabalgué a Daniel, me arrodillé al lado de Carmen y Rafael y separando los pliegues del sexo de Carmen busqué su clítoris para masturbarla mientras ella lamia de nuevo la polla de su marido tragando su semen junto con mis jugos, mientras yo con la otra mano buscaba los huevos de Rafael y los sobaba, dándoles tironcitos. Estaban mojados de los jugos de Carmen y mojaban mis dedos que llevé a mis labios para paladear de nuevo su sabor, luego volví a sobarlos, Rafael buscó mi boca y yo lamí sus labios, succioné su lengua y noté la rigidez de su orgasmo, junto con los gritos y la humedad del de Carmen.
En mitad de la noche Rafael me llevó a una de las hamacas colgadas entre dos árboles y de pie entre mis piernas me poseía, mientras Carmen y su marido dormían en el colchón.
Mis piernas aferraban sus caderas sin dejar que apenas se separara de mí, me encantaba tenerle dentro.
—Que rico me follas Rafael, me encanta –le dije enredando mis dedos en su pelo mientras mordisqueaba ahora mis pezones.
—A mí me encantas tu princesita –dijo empezando a moverse sin prisas
Su polla fue poniéndose aún más dura dentro de mí, no tenía prisa, puesto que se había corrido tan solo unas horas antes.
Más de media hora después apareció Daniel, estaba empalmado y se colocó al otro lado de la hamaca, giré la cabeza y dejé que su polla tomara posesión de mi boca. Lamí esa polla y sus pelotas mientras Carmen ahora despierta miraba desde el colchón mientras se masturbaba.
Rafael le pidió a Daniel que se tumbara boca arriba en una de las tumbonas de suelo junto a la piscina, luego hizo que me clavara su polla y finalmente me empujó por los omoplatos hasta pegar mis tetas al pecho de su amigo que seguía enterrado en mi vagina. Luego se arrodilló y tras lamer mi culito a dúo con Carmen empezó a penetrarlo con un dedo, luego dos y finalmente tras meterla en la boca de Carmen y pedirle a esta que la lubricara bien, empezó a meterla en mi culo.
Me estaba volviendo loca sentirme tan llena al mismo tiempo, los acompasaron sus arremetidas y mi cuerpo temblaba de placer, ardía al borde del éxtasis total, hasta que de repente todo estallo a mí alrededor y me corrí como nunca, en un orgasmo que parecía no tener fin. Mareada me llevaron al borde de la piscina, donde el agua fresquita me devolvió a la tierra y mientras yo descansaba en el borde, de rodillas en el césped Carmen chupaba la polla de su marido mientras Rafael entraba en su culo.
—Despacio cabrón que me estas partiendo en dos –le decía Carmen completamente extasiada
—Chupa putita –agarró su cabeza Daniel obligándola a tragarse su tranca
Volvía a estar a cien viendo como Carmen berreaba mientras Rafael la sodomizaba ahora sin piedad, sin que su marido la dejara quejarse a base de llenar su boca de polla.
Carmen chillo que se corría y se desplomo en el suelo hecha un ovillo. Yo me hundí para refrescarme y al emerger ambos habían vuelto al agua, me lancé al cuello de Rafael y agarrándome a él abracé sus caderas con mis piernas mientras su polla llenaba mi vagina, Daniel desde atrás apuntaba a mi otro agujerito y agarrándome de los hombros fue penetrando mí ya dilatadito ano.
—Que culito más prieto nena –dijo Daniel con resuello
Entre los dos me movían, mi cuerpo resbalaba entre ambos, los tres jadeábamos y Carmen con los ojos vidriosos nos miraba.
Apenas podía respirar, de nuevo estaba al borde del precipicio.
—Córrete mi cielo –leí en los labios de Rafael
Daniel empujó con fuerza en mi culo y note el calor de su semen mientras me corría apretando la polla de Rafael que también se vacío en mi interior.
Al día siguiente aun dolorida le dije a mi madre al teléfono:
—mama en serio, estoy bien, lo estoy pasando genial, ni yo misma lo hubiera creído si me lo cuentan, pero estoy en la gloria. Pásalo bien.