Al otro lado de la valla

Estaba recogiéndolo todo cuando me sentí observada, miré y le vi en la valla que separaba ambas propiedades, en un trozo donde no había setos...

Llegaba tarde al cumpleaños de mi madre. Este se celebraba junto al de otra de sus amigas en casa de esta, un precioso chaletito con piscina, en las afueras. Cuando llegué no había aparcamiento y aparqué en un hueco frente a un garaje para entrar y consultar, ya que creía que el dueño estaba en la fiesta.

— ¿No ve que aquí no se puede aparcar? -dijo un hombre en un tono de lo más desagradable

Salí del coche para explicarle lo que sucedía, torcí el pie y casi me caigo, si esos brazos no me hubieran sujetado con fuerza.

—Chiquilla con esos zapatos vas a matarte, hoy en día pensáis más en presumir que en vuestra propia seguridad –dijo con desdén dándome un repasó desde mis sandalias de cuñas hasta mis muslos desnudos.

Ese hombre era desagradable, tosco y hacia que me sintiera pequeña a su lado. Por otro lado no podía negar lo atractivo que era a pesar de su madurez.

—Siento mucho todo esto, vengo al cumpleaños de mi madre, es tarde y no encuentro sitio… –le  dije de repente nerviosa por su cercanía

—Vamos déjalo aquí, ya te buscaré si molesta, no sabía que eras la hija de Mariana. –suavizó ligeramente su voz, aunque no su mirada.

En mitad de la fiesta mi madre me puso al día sobre toda la vida de ese hombre, contó que estaba separado, que antes eran del grupo, pero que desde que se había separado apenas se juntaba con ellos, a pesar de que más de una del amplio grupo le quería echar el lazo.

—Bueno espero que me vengas a ver aquí, me quedo cuidando la casa estos diez días que se van de crucero

—No mama, no te quedas, porque mi regalo es precisamente que te vas con ellos.

—No puedo, es carísimo y además les prometí que me haría cargo…

—Mama esta todo arreglado, llevamos días organizándolo con tus amigas me he cogido unos días y me quedo yo en tu sitio. –le dije sonriéndoles a ellas

Mi madre, pasó el resto de la noche en una nube con su regalo, sus maletas y todos sus regalos relacionados con lo mismo. Yo pasé toda la noche inconscientemente buscando entre la gente a ese hombre de manos grandes que olía de maravilla, miraba con intensidad y hablaba en tono áspero. Siempre le encontraba charlando con alguien sin demasiado entusiasmo por su parte, pero intentando disimularlo.

—Parece más fuera de lugar que yo –le dije en un momento dado cuando nos encontramos en la mesa de la comida

—Creía que lo disimulaba bien –dijo en el mismo tono seco y cortante

Al día siguiente me despedí de todos, me dejaron una lista de cosas, teléfonos y demás. Por fin me quedaba sola en esa preciosa casita.

Me puse un escueto bikini blanco que aún no había estrenado y me dispuse a recoger los restos de la fiesta.

Estaba recogiéndolo todo cuando me sentí observada, miré y le vi en la valla que separaba ambas propiedades, en un trozo donde no había setos.

—Buenos días vecino, ¿le doy envidia y quiere ayudarme a recoger? –le dije con picardía

—No era mi idea –contesto con la misma sequedad de siempre

—Venga vecino, una ayudita y luego le invito a comer, algunas chiquillas como yo además de zapatos peligrosos también cocinamos –me gustaba juguetear a intentar descomponer su porte sobrio.

—Estoy regando, abre la puerta del fondo y luego te echo una mano –desapareció entre los setos de nuevo.

Miré donde señalaba y vi un portón de madera, fui y corrí el pestillo antes de volver a mis cosas.

Unos minutos después había sacado todo lo necesario y empezaba a llenar una bolsa de basura cuando apareció por detrás. Le olí antes de verle. Me cogió la bolsa, la colocó en el carro que había acercado y empezamos a llenarla en silencio.

Más de una hora después y dos bolsas habíamos tirado todo, menos mal que no había nada para fregar. Él se fue con el carro a tirar las cosas al contenedor y yo me lancé a la piscina acalorada.

—Bueno yo me voy…

— ¿No te das un bañito? El agua esta de muerte

Me encanto ese medio minuto que su mirada delató deseo antes de disimularlo y apartar la mirada dándome la espalda para quitarse la camiseta y lanzarse a la parte más profunda y alejada de mi de la piscina.

—Voy a preparar algo para comer

—No hace falta

—Lo sé, pero me has ayudado y quiero al menos alimentarte –le dije de nuevo con picardía.

Preparé una ensalada completa, unos montaditos y varias cositas frías. Las llevé a la mesa de jardín ya colocada en la sombra y él seguía en el agua. Me acerqué al borde y le dejé una toalla.

—La ensalada esta buenísima me tienes que decir que le echas a mí nunca me salen tan buenas

Estábamos de lo más relajados en los cómodos sillones de bambú, corría un poquito de aire en la sombra y se estaba en la gloria.

Hablamos del que estaba siendo mi primer trabajo, de los libros de medicina que él había escrito, de la pareja dueña de la casa, de mi madre… y volvimos a hablar de comida.

—A mí lo que mejor se me da son las barbacoas

—Pues me apunto a la siguiente –le guiñe el ojo

— ¿Esta noche? –dijo en un arranque

— ¿A las nueve? –le pregunte contenta

—Si quieres deja la puerta del jardín abierta por si estos días necesitaras algo –dijo al irse por esa puerta.

Todo en ese hombre me empezaba a gustarme peligrosamente. Pasé toda la tarde pensando en cómo sería…

Me duché, me puse unas braguitas, un vestidito corto sin sujetador y me fui por la puerta del jardín.

Me quedé alucinada, era precioso, la piscina verde tipo laguna rodeada de piedras simulando ser un estanque natural dominaba el jardín. En ese lado, el más alejado de la casa, había un poche de madera y bajo este un sofá y dos sillones, frente a estos una mesa baja. Luego la piscina y enfrente antes de la casa otro porche en el que estaba a un lado la barbacoa y al otro una mesa enorme con unos bancos y sillas, a ambos lados de la piscina había setos y un par de árboles de los que había colgadas unas hamacas.

—Esto parece el paraíso

—Buenas noches niña. Ven, la cena casi esta. Me alegra que te guste.

—La carne esta riquísima, ha caído la botella de vino. ¡Madre mía! –le dije en mitad de la cena

—Voy a tener que meterte en la cama –dijo el sin pensar en el doble sentido de esa frase que cacé y recogí al vuelo usándola en su contra para seguir jugando con él

— ¿A la tuya o a la mía?

—Creo que has bebido mucho vino, ¿quieres un café? –levantándose a recoger, decidiendo pasar del tema

— ¿Podemos tomarlo al otro lado de la piscina? –le dije ayudándole a recoger

—Claro, pero déjalo todo. Lo recogeré mañana

No le hice caso y en un momento lo metimos todo en el lavavajillas, apenas vi la casa medio en penumbras pero la cocina la tenía recogida y limpísima.

Él se sentó en uno de los sillones, yo en el sofá. Me descalcé y subí los pies colocándome la falda del vestido entre las piernas, dejando mis muslos desnudos.

Charlamos de todo un poco mientras tomábamos el café, se estaba en la gloria y ese hombre era una muy buena compañía, pensé al darme cuenta que ya llevábamos dos horas charlando.

—Me apetece una copa, ¿quieres algo?

—Preferiría probar tu piscina, ¿me dejas?

—¿Ahora? Tu misma –dijo yendo hacia la casa.

Me quité el vestido y me dejé puestas solo las braguitas, esperé junto a las escaleras de piedra a que el saliera, de espaldas a él. Oí sus pasos, debió verme porque dejo de andar y entonces empecé a bajar los escalones para meterme en el agua, hasta que esta cubrió mi cuerpo hasta los hombros. Seguí hasta que el agua me cubrió por completo y nadé hasta el extremo más profundo, luego regresé hasta los escalones de piedras nadando, él se había sentado en el último solo con los pies en el agua.

Me puse en pie, el agua solo me llegaba a la cintura y subí el primer escalón acercándome a él, que me miraba fijamente sin mover un solo musculo.

— ¿Me das un trago? –sin apartar la mirada estiró el brazo acercándome el vaso mientras yo me arrodillaba a su lado.

—Estás jugando con fuego y las chiquillas que juegan con fuego terminan quemándose

— ¿Eso es una promesa? Porque creo que ya empiezo a quemarme… mira –agarré su mano en un despiste y la metí en mis bragas.

Su mirada oscura me calentó aún más, tardo unos segundos, pero sus dedos separaron los pliegues de mi vulva buscando el calor de mi sexo.

Solté el aire que retenía en mis pulmones y él siguió el balanceo de mis pechos embelesado, bajó la cabeza y atrapó uno de mis pezones entre sus labios, lo chupeteó un par de veces endureciéndolo aún más, luego lo mordisqueó y volvió a lamerlo antes de abandonarlo para dedicarse al otro. Mientras sus dedos hacían que mi cuerpo ardiera más y más hasta temblar de placer con el primer orgasmo.

—Esto es una locura niña.  –dijo sacando la mano de mis bragas

—Tienes razón, por eso es aún mejor –dije aprovechando para sentarme en su regazo apoyando una rodilla a cada lado de su cuerpo

—Debería parar esto –intentaba convencerse a sí mismo

—De verdad es eso lo que quieres le dije desabrochando lentamente los botones de su camisa.

Me miró de nuevo con intensidad, mi pecho subía y bajaba por mi respiración aun acelerada por el orgasmo, entonces soltó una palabrota, me agarró con ambas manos de la cabeza y devoró mi boca con avidez. Abrí su camisa y pegué mis tetas a su torso, abrazándome a él, moviendo mi culo sobre su erección.

Moví el trasero hacia atrás y tiré del elástico de su pantalón dejando libre su erección entre ambos. La agarré por la base y empecé a meneársela lentamente, disfrutando de sus jadeos sobre mi boca.

—Necesito que me folles –le dije sin apenas separarme de su boca

—Me molestan tus bragas

—Deshazte de ellas

Entonces para mi sorpresa agarró las bragas por un costado y tiró con fuerza rasgando la tela, luego tiró lentamente, haciendo que la tela recorriera toda mi rajita. Gemí y subí un poquito el trasero, empujó su duro falo hasta entonces entre ambos haciendo que el glande recorriera mi sexo inflamado antes de apoyarlo en la entrada, después me agarró con ambas manos del culo y fue clavándome lentamente en su estaca, caliente y palpitante.

—Umm que rico –susurré cuando note como rozaba las paredes de mi vagina abriéndome.

—Que caliente estas, chiquilla –jadeó y suspiró mientras me penetraba

Notaba clavarse sus dedos en los cachetes de mi culo, arqueé la espalda y apoyé mis manos en sus muslos echándome hacia atrás. Sus manos ahora sobaban mis tetas, mi estómago y bajaron a mi clítoris… yo apretaba su polla con los músculos de mi vagina y soltaba, demasiado excitados para movernos demasiado.

—Así nena quiero notar tu orgasmo en mi polla –dijo entre jadeos

Me corrí entre sus dedos, con su polla llenándome, gimiendo y resoplando como una posesa.

—Riquísimo…despacio pequeña, estoy demasiado excitado –decía entrecortadamente con voz ronca

Me abracé a su cuerpo temblando, él me pegó aún más y empecé a moverme en círculos, a subir y bajar, cada vez más deprisa, cada vez subía más despacio y bajaba más rápido…

Agarró uno de mis pechos por el lateral y lo sobó apretándolo, mientras yo intensificaba mi cabalgada y el su respiración…

—Carlita voy a correrme… voy a correrme

—Hazlo Rafael, llena mi coñito de semen –le dije al oído antes de lamérselo

—No pares nena, no pares… -dijo antes de aullar mientras se corría

Un chorro caliente estalló en mi interior, froté mi pubis un par de veces y me uní a su orgasmo.

Media hora después disfrutábamos de esa copa tras un refrescante baño en la piscina.

— ¿Porque no pasamos la noche aquí?

— ¿En el jardín?

—Sí, bastan un par de toallas en el césped –le dije emocionada como una niña

De nuevo me sorprendió al volver unos minutos después con un colchón que colocó sobre una manta que tendió primero.

Desperté con el sonido de mi móvil, lo busqué a tientas a mi lado y mecánicamente contesté.

—Buenos días cariño, espero no haberte despertado, ¿qué tal todo? –preguntó al otro lado mi madre.

Sin abrir los ojos recordé lo sucedido y sonreí estirándome en el colchón, notando bajo mi cuerpo la suavidad de las sabanas que cubrían el colchón. Un movimiento a mi lado me recordó que no estaba sola.

Mi madre me hablo más de un cuarto de hora, finalmente colgué y me di la vuelta.

—Lo siento, no había manera de colgarle –dije desperezándome

—No lo sientas la visión no era nada desagradable, más bien creo que estas aún mejor que ayer cuando te vi por primera vez metiéndote en braguitas en mi piscina y eso que creía que no era mejorable. –dijo con voz ronca

Instintivamente miré su sexo y vi que estaba excitado.

— ¿Tienes hambre? –le pregunté, sin saber que decir

— ¿Es una invitación? –me contestó con mirada lobuna desarmándome

— ¿A qué te refieres? –le seguí el juego

—Abre las piernas Carla –y las abrí

Su lengua recorrió mis piernas, mis muslos y  lamió cada rincón de mi sexo hasta que tirándole del pelo terminé gritando que me corría.

Mi cuerpo aun temblaba con los últimos coletazos del orgasmo cuando se arrodilló entre mis piernas, tiró de mí y colocando mi culo sobre sus muslos me penetró hasta el fondo haciéndome gritar una vez más de placer, apoyó mis pies en sus hombros y separó un poco mis muslos para acariciar mi raja, buscar mi clítoris que aun sensible tras el orgasmo seguía inflamado y palpitante.

—Así nena mueve el culito un poco, nota mi polla bien adentro y córrete cielo.

Me estimuló hasta lanzarme de nuevo al orgasmo y me retorcí de placer una vez.

—Más, no pares, sigue…quiero más –reclamaba con voz ronca

Estiró mis piernas, se echó más hacia adelante, apoyó las manos a ambos lados de mi cuerpo y me penetró con más fuerza, subió y bajó aplastándome contra el colchón con fuerza, golpeando nuestros sexos a cada arremetida, con furia, cada vez salía más, casi por completo, para volver a entrar, rebotar y salir de nuevo antes de volver a entrar.

Yo gritaba mientras oleadas de placer recorrían mis entrañas y mi columna, el orgasmo no cesaba, creía no poder soportar las corrientes eléctricas que sacudían mi cuerpo cada vez que se estrellaba contra mi sexo. Entonces paró y mientras mi cuerpo aún se sacudía, sacó su polla y un chorro de semen dibujó un arco sobre mi tembloroso cuerpo estrellándose en mis tetas, un segundo en mi estómago y un tercero sobre mi pubis.

Más tarde mientras nadábamos desnudos en la piscina tocaron al timbre:

—Hostia, son mis excuñados. Ya no me acordaba –me miró compungido

—Tranquilo, no pasa nada –le di un piquito en los labios antes de salir de la piscina.

Recogí mi ropa y me fui por la puerta que separaba ambos patios, mientras él iba a abrir.

Decidí pasar el resto de la mañana en una tumbona bajo un árbol, leyendo.

Oí como ellos se iban con el coche pero al rato me sentí observada, mira hacia el único claro entre los setos y vi a una mujer.

—Hola, soy la cuñada de Rafael –dijo al ver que la había cazado mirando

—Yo, la vecina temporal. Estoy cuidando de la casa.

—Hola Carlita, ¿cómo estas hoy? –dijo Rafael, con voz sospechosamente mimosa

—Estoy terminando la comida, si te apetece comer con nosotros… -dijo la mujer desconocida

—Vale, voy a vestirme –contenta me levante

—No importa, nosotros también vamos a darnos un bañito antes de comer, pásate cuando quieras.

Mientras poníamos la mesa, Carmen me contó que era hermana de  la exmujer de Rafael, pero que a pesar del divorcio eran amigos de él antes y pensaban seguir siéndolo después. Aplaudí que tuvieran la mente tan abierta y las cosas tan claras.

Me acerqué a llevarles unas toallas y oí la conversación de los dos hombres que acaban de salir de la piscina.

—Joder, como esta esa niña. Si yo la tuviera de vecina me pasaría el día en la valla cascándomela, ¿de qué te ríes cabronazo suertudo? –dijo el cuñado

—Me rio porque es exactamente lo que hice el primer día. La vi en biquini recogiendo las cosas de una fiesta, estaba impresionante, con la piel brillante sudadita, con ese culito, esas tetas…uf terminé meneándomela incluso después de que cazara mirándola

Sonreí recordando lo que parecía en mi mente haber ocurrido hacia un siglo a pesar de solo haber pasado un día, habían pasado tantas cosas… dejé las toallas y me fui.

Los dos fueron muy amables conmigo durante el resto del día, incluso quedamos para ir a la playa al día siguiente.

Para no levantar sospechas me fui mucho antes que ellos, esperé por si se iban y venia Rafael pero debí quedarme dormida porque me despertaron los primeros rayos de sol.

Preparé la bolsa de playa y cuando oí el coche, salí a la puerta encontrándome con Rafael, al tiempo que ellos salían del coche.

La mañana transcurrió de lo más entretenida entre el agua y la arena, las bromas, los juegos y  las charlas intrascendentes. Los tres eran una compañía de lo más entretenida, culta y divertida para cualquier gusto.

Ellos, eran algo más serios, ella más divertida aunque se la veía igual de inteligente, por las cosas que les debatía con aplomo.

Comimos en un restaurante playero, no me dejaron sacar la carterita por más que peleé. Volvimos a la playa y finalmente a media tarde terminamos en la terraza de un hotel tomando algo.

—Me ha gustado el bañador de la tienda por la que hemos pasado al venir –le dije a Carmen

—Aclárate en las duchas de la piscina y vamos a probártelo mientras estos se terminan la copa, ¿quieres?

Mientras me quitaba el bikini en el probador me pareció ver en la mirada de Carmen algo más que aprobación. Me quedé desnuda y ella tardo unos segundos en pasarme el bañador, cuando lo soltó me lo puse, entonces se levantó y acercándose a mi, metió las manos dentro y colocó mis pechos bien las copas, pero no sacó enseguida la mano, note como las suaves yemas de sus dedos acariciaban mis pezones.

—Te queda precioso –dijo mirándome con picardía en el espejo

— ¿No me hace muy gorda?

—Nena estás genial, ¿te tira de aquí? –dijo acariciando mi entrepierna sobre el bañador

—No –dije y se me escapó un suspiro

Sin dejar de mirarme, siguió con su mano en mi entrepierna. Notaba su calor a través de la tela.

Gemí de nuevo y cerré los ojos abandonándome al placer de esos dedos que acababan de colarse bajo la tela y frotaban mi clítoris con maestría. Con la otra mano saco mis pechos y acaricio mis  pezones.

Era la primera vez que una mujer me masturbaba y me estaba dando mucho morbo. Allí en ese probador, mientras fuera nadie sospechaba nada, esa mujer estaba llevándome al paraíso con sus dedos.

Me corrí en silencio, mientras mi cuerpo temblaba de placer, metió dos dedos en mi vagina y los sacó cuando mi cuerpo se calmó.

—Deberíamos comprar ese bañador, te queda de fábula –dijo saliendo del probador como si no hubiera pasado nada.

Cuando salí la dependienta me esperaba con una bolsa, metió el bañador en ella y cuando fui a pagar me dijo que mi madre ya lo había hecho y me esperaba afuera.

La encontré tomándose su copa con ellos y todo siguió como si no hubiera pasado nada en el probador.

Esa noche cuando nos dejaron en la puerta de casa, entramos cada uno en la nuestra y fuimos ambos hacia la puerta trasera.

Rafael me cogió de la mano, cerró y puso mirando hacia la puerta, tiró de mis bragas hasta dejarlas a medio muslo, se desabrochó el pantalón y bajándoselo lo justo para que su polla saltara como un resorte se pegó a mi popa, me agarró de las caderas y de un solo puntazo mandó su polla al fondo de mi vagina.

—Dios me moría por volver a follarte putita, que coñito más rico tienes…

Me aferré con fuerza de la baranda de madera mientras él me follaba como un poseso y yo pedía más y más en cada arremetida.

Me quito el vestido sin sacar la polla de mi interior, me quitó el sujetador y magreó mis tetas, mientras flexionaba las rodillas pegado a mi espalda para penetrarme un poco más a cada arremetida, sin conseguir llenarme del todo como ambos necesitábamos, por más que subiera el culo.

Salió y me llevó a una hamaca colgada entre dos árboles, me empujó y caí sentada, con los pies en el suelo de lado. Me agarró de los tobillos subiéndolos a sus hombros y me la metió hasta el fondo aprovechando el balanceo de la hamaca, haciéndome aullar de placer cuando sus huevos golpearon en mi entrada.

—Ahora sí, pequeña zorra, que estrechita estas, que placer follarte –dijo sobando de nuevo mis tetas.

Las apretaba con rudeza, ambos estábamos encendidos, mi cuerpo vibraba, ardía y convulsionaba al límite, de repente estallé en un salvaje orgasmo, siguió follándome entre maldiciones porque no quería correrse aun.

—Tu cuñada me ha masturbado en el probador –paró unos segundos y salió de mi interior

Creí que iba a dejarme así, pero me puso boca abajo cruzada en la hamaca, los pies en el suelo, casi podía tocar con las manos por la otra parte con la hamaca toda cruzando bajo la tripa, cerró mis piernas y abrió las suyas colocándome entre ellas, tiró de la tela de la hamaca para que no cayera hacia adelante y apoyé así también mis pechos en la gruesa tela.

Lo primero que noté fue el calor de su sexo húmedo sobre mis muslos apretados, lo segundo fue el calor en mi culo tras el primer azote de su mano plana.

— ¿Te ha gustado que te sobaran el coñito en el probador pequeña zorra? –su voz sonaba aún más áspera que el primer día

—Si –si dije recibiendo un segundo azote aún más seco

Mi culo ardía, su polla ardía y palpitaba entre ambos cachetes y mi coño no dejaba mojarse hasta encharcarse cada vez más. Mi excitación parecía no tener límites junto a ese hombre, que abría un abanico de sensaciones desconocidas hasta entonces, a cada una más excitante que la anterior…