Al otro lado de la puerta

Ella sintió su grito gutural y como retrocedía para echar la lechada sobre su ombligo. El se la aferraba con fuerza fanática, para exprimirle hasta el último jugo.

Ella sintió su grito gutural y como retrocedía para echar la lechada sobre su ombligo.

El se la aferraba con fuerza fanática, para exprimirle hasta el último jugo.

-         ¡Joder, joder!.

Pero ella no lo quiso.

Incorporándose, se la metió en la boca y lamió como un helado de agosto, cada mililitro de aquellas maravillosas gotas.

-         Te gusta.

El asintió.

No me extraña.

Afuera, acuclillado frente a la puerta, estaba yo como un idiota, con una hora encima de gemidos, de gritos, de orgasmos y pollas.

La suya bien metida,  la mía, reventada e insatisfecha.

Cuatro horas antes salimos compuestos, yo normal, ella preciosa.

Una noche fresca, un nuevo restaurante con menú barato y mesa amplia.

Juramos beber y reírnos.

Como hacía tiempo que entre trabajo, presiones y familia no nos lo habían consentido.

Querernos nos adorábamos….pero eran muchas circunstancias, muchos años y la cama comenzaba a convertirse en una jaula de excusas.

Antes del segundo pedía otra botella…esta vez tocaba Somontano.

Era un vino seco, aun joven pero mucho mejor que el plato.

El pollo se quedó malmetido y de la botella, ni rastro.

Entre tu y yo, mano a mano, con los pies haciendo el travieso bajo la mantelería y el camarero sonriendo, con la sabiduría del buen profesional que sabe lo que nos espera…tras pagar la cuenta.

Los digestivos de un trago, el salir, aferrados, algo zigzagueantes, aprovechando para magreándonos como colegiales en cada portal hasta dar con uno de esos locales que en sobriedad, hubiéramos evitado.

Unos neones rosas….un nombre chabacano.

Entramos y todo era un medio oscuro salvo por el suelo fosforito y los vasos….un gin tonic, un Martini blanco.

Cuando volví del baño ya os habíais encontrado.

Siempre soñé con algo así y siempre planeé disfrutarlo.

Tu,, algo mojigata, todavía no comprendías que pocos hombres se acercan a una mujer olvidándose de que es una hembra.

Me quedé parapetado, tras el gentío, mirando sin esperar oír algo.

Poco sacaba pero algo pícaro se escapaba de entre tus labios…algo que le consintió poner su mano en tu muslo, la tuya en sus caderas y no mirar por si os estaban mirando.

-         No quiero problemas.

Era un topicazo.

El que soltó cuando me vio venir y tu hiciste las presentaciones como la de tu compañero.

-         Solo estábamos hablando – no redondeaste la excusa – Como a ti no te importa…

-         Ah…¿no te importa?.

Sin duda el trago lo hiciste con más Martini que hielo.

La mujer que conocía, nunca hablaba más que la palabra justa o enseñaba menos de lo que su falda pretendiera.

La tuya estaba subida, por su mano, por la tuya y te daba igual que apretara.

Nunca disfruté tanto.

Nunca te amé tanto.

Nunca como en el momento en que hilaste nuestros dedos mientras el te besaba dentro de un ascensor falto de sitio y sobrado de lengüetazos….Dios estoy chorreando.

-         Me da corte….es la primera.

Y me quedé solo de puertas para afuera.

Pero nunca me arrepentiré de aquello.

Se que hiciste cosas de las que se hacen una, se que gritaste desde lo insondable de tu garganta cosas soeces de las que luego uno se santigua, se que te corriste como una perra, dos , tres, cinco veces, se que le consentiste lo que juraste no me consentirías y se que al día siguiente, sobre la cama, el no estaría.

Cuando te penetré sentí el fuego que el dejó a medias.

-         Amor mió cuanto te quiero – así me recibiste.

Y solo así se te apaga.